De la guerra nómada en los océanos de arena del Sahel a la guerra en red

Edición española de septiembre de 1990.

En 1988 se publicó la novela ciberpunk Islas en la Red de Bruce Sterling. La protagonista trabaja en una corporación cooperativa llamada Rhizome y el transcurso de los acontecimientos termina llevándola a Mali. Allí cae en manos de un grupo insurgente de nómadas tuaregs que se mueven por el desierto con buggies eléctricos que recargan la baterías con paneles solares. El empleo de vehículos todoterreno por parte de tribus nómadas en el desierto del Chad era ya conocido por el gran público entonces. Encontramos referencias tan tempranas como el artículo «Chad. The Great Toyota War» en la revista Time del 23 de abril de 1984.

Dos Desert Patro Vehicle de los SEAL en Kuwait (2002). Foto: Photographer’s Mate 1st Class Arlo Abrahamson / U.S. Navy via Wikimedia.

La protagonista de Islas en la Red se encuentra con Jonathan Gresham, un periodista estadounidense que se ha unido a los tuaregs y es el autor de un manual militar llamado La Doctrina Lawrence y la insurgencia postindustrial. Se trata de una referencia evidente a las ideas de T. E. Lawrence, «Lawrence de Arabia», enviado en plena Primera Guerra Mundial por el alto mando británico en Oriente Medio a contactar con el jerife de la Meca y evaluar la revuelta de las tribus del Hiyaz contra el Imperio Otomano en medio de la Primera Guerra Mundial.

Lawrence concluyó que la mejor opción no era apoyar al jerife de la Meca a formar un ejército convencional que presentara batalla por la ciudad de Medina, sino que emprendiera una campaña de insurgencia nómada sin centro de gravedad. En diciembre de 2012 escribí aquí una reseña de la monumental Los Siete Pilares de la Sabiduría (919 páginas de texto) y entonces destaqué:

“Los ejércitos son como las plantas, inmóviles, firmemente arraigadas, nutridas por largos troncos conectados con la cabeza” (pág. 268). Los irregulares árabes fracasarían tratando de enfrentarse directamente con las tropas turcas. Su mejor opción es vagar por el terreno lanzando ataques esporádicos convertidos en “una influencia, una idea, algo intangible, invulnerable, sin frente ni retaguardia, que se extiende por todas partes como un gas” (pág 268.); “como un vapor, que se difundiera allí donde deseáramos” (pág. 269) . Lawrence utiliza en su provecho lo temporal del compromiso de los árabes que van y vienen, ausentándose en tiempo de cosechas y apareciendo cuando una batalla promete obtener botín. Ataca aquí y allá, obligando a los turcos a fijar más y más tropas en el terreno.

Acabada la guerra, por cierto, la Enciclopedia Britannica le pidió a Lawrence que escribiera un artículo para la entrada «Guerrilla». El texto está disponible gratuitamente en español gracias a la editorial Acuarela.

Pocos dúos tan icónicos en el mundo de la Filosofía como Deleuze y Guattari.

La guerra nómada como metáfora de la guerra en red en la era de la sociedad de la información fue sugerida por los filósofos Félix Guattari y Gilles Deleuze ya en 1980 en su obra Mil Mesetas. Su obra se caracteriza por la típica logorrea inane de los posmodernos franceses, pero les cabe el mérito plantear que lo que hoy llamamos sociedad de la información pero entonces sociedad postindustrial se caracterizaría por la aparición de organizaciones con forma de red distribuida. La conexión con Islas en la Red es evidente. Rhizome, la corporación cooperativa en la que trabaja la protagonista y cuyo nombre corresponde a un tipo de tallo subterráneo fue el término empleado por Guattari y Deleuze

Las ideas de Deleuze y Guattari inspiraron a posteriores generaciones de estudiosos de la guerra, aunque estuvieran un tanto al margen del establishment. En la RAND Corporation, John Arquilla y David Ronfeldt concluyeron tras la Operación DESERT STORM que habíamos asistido a un anticipo de las guerras tecnológicas del futuro. Una revisión crítica de los acontecimientos revela cómo las fuerzas terrestres aliadas avanzaron casi a ciegas contra las líneas iraquíes pero Arquilla y Ronfeldt imaginaron un futuro donde una fuerza móvil dotada de sensores, armamento inteligente y altamente conectada podría enfrentarse a otra menos tecnificada y menos numerosa. A ese tipo de guerra lo llamaron inicialmente «ciberguerra», pero pronto concluyeron que serían los actores no estatales los que más ventaja obtendrían en la era de la información. Así, terminaron acuñando el término netwar y centrándose en las tácticas de enjambre (swarming), donde unidades dispersas e individualmente débiles intercambian información para localizar un objetivo y atacarle en masa simultáneamente.

Mientras, en la segunda mitad de la década de los 90, el establishment estadounidense se volcaba en el concepto de Revolución de los Asuntos Militares y la consiguiente Transformación para adaptar sus fuerzas militares a ella, siempre pensando en un rival estatal («peer competitor«),  Arquilla y Ronfeldt se volcaron en estudiar el uso de Internet por parte de grupos insurgentes y organizaciones criminales. Su libro Networks and Netwars estaba listo para imprenta cuando al mundo le sorprendió el 11 de septiembre de 2001.

Tras la invasión de Afganistán, parte del núcleo duro de Al Qaeda fue aniquilado en su huida de Kandahar a Pakistán. Uno de los instructores de los campamentos de yihadista culpó a Bin Laden de haberse dejado cegar por las cámaras de televisión y que su ambición de lanzar un gran atentado en suelo estadounidense había terminado inevitablemente con la superpotencia arrasando el bastión yihadista de Afganistán. Además, el grueso de las fuerzas de Al Qaeda en Afganistán habían perecido en batallas contra los invasores en lo que llamó «el síndrome de Tora Bora». Decidió entonces publicar un repaso de la evolución del yihadismo y plantear un nuevo tipo de estrategia basada no en organizaciones clandestinas, sino en células aisladas: «un sistema, no una organización». El yihadista en cuestión era el ciudadano español Mustafá Setmarian, alias Abu Musab Al Suri. Su libro Llamada a la Resistencia Islámica Global apareció en Internet a finales de 2004. En 2015 hice un repaso a sus ideas, en el contexto de los ataques en Europa de yihadistas actuando en solitario: «El regreso de la yihad individual».

Mustafá Setmarian («Abu Musab Al Sur») con Osama Bin Laden en Afganistán.

Por aquellas mismas fechas, Israel sufría los embates de la Segunda Intifada. Un grupo de oficiales israelíes, reunidos en torno a la figura del general Shimon Naveh en el Operation Theory Research Institute (OTRI), decidió poner patas arriba, «deconstruir» en jerga posmoderna, su perspectiva sobre la guerra contra las fuerzas irregulares palestinas en las poblaciones de Cisjordania. Leyeron obras de arquitectos, urbanistas, sociólogos y filósofos, especialmente a Félix Guattari y Gilles Deleuze. Cuando se enfrentaron a la tarea de asaltar la ciudad vieja de Nablús, con sus callejuelas llenas de trampas y lugares propicios para emboscadas, decidieron hacer lo inesperado: dividir a la fuerza asaltante en grupos pequeños para atacar desde todas las direcciones simultáneamente y avanzar atravesando paredes y techos, como si la ciudad y sus muros fuera un simple constructo mental. La arrogancia intelectual de Naveh y su carácter abrasivo no le ganó amigos entre las Fuerzas de Defensa de Israel. Su uso de jerga posmoderna convirtió a los miembros del OTRI en un grupo de frikis incomprensibles a ojos del establishment militar, cuando no eran percibidos como un grupo de embaucadores de ideas vacías y poco prácticas. En 2015 hice un repaso en «La perspectiva israelí de la guerra en red».

Las Guerra Toyota volvieron al Sahel, escenario de la novela Islas en la Red. Grupos insurgentes de Chad y Sudán lanzaron raids de larga distancia hasta alcanzar la capital del país para lanzar un ataque al centro de gravedad del Estado. Se trataba de la aplicación de una táctica ancestral de la guerra nómada en el desierto, el rezzou o razzia, pero mediante el empleo de vehículos a motor. Los chadianos habían logrado a finales de los 80 éxitos espectaculares contra las fuerzas libias en Chad y especialmente con su ataque a la base aérea de Maaten Al Sarra dentro de territorio libio. Si en los 80, los chadianos cabalgaban 500 kilómetros con sus Toyota, a mediados de la década pasada los ataques tenían lugar a 1.000 kilómetros de distancia gracias a las capacidades de mando y control que permitían los teléfonos satélite  tipo Thuraya. En 2011 abordé el tema en «Swarming en el desierto».

En 2013 la atención mundial se volcó en Mali, uno de los escenarios visitados por la protagonista de Islas en la Red. Una revuelta tuareg en el norte del país generó un vacío de poder aprovechado por los yihadistas. Tras meses de fallidos intentos de crear una fuerza de paz africana, los yihadistas pasaron a la ofensiva y obligaron a los franceses a intervenir. Dos años más tarde apareció en la revista Ejército del Ejército de Tierra española el artículo «Operación Serval: El estilo francés de hacer la guerra».  Una de las cosas que más me interesó es que los franceses aplicaron allí lo que llamaron «Batalla Aeroterrestre en Profundidad». El jefe del Estado Mayor de los Ejércitos franceses durante la guerra resultó ser un almirante. Y cuando le preguntaron si no era chocante que un marino dirigiera una guerra terrestre lejos del mar respondió que la guerra en el desierto no se diferenciaba de la guerra naval: dos bandos moviéndose por océanos de arena tratando de localizarse para descargar toda su fuerza contra el otro. Traté el asunto en aquellos días en «Un almirante detrás de la fulgurante ofensiva francesa en Mali».

La experiencia francesa en Mali me hizo reflexionar cómo los grandes espacios en África imponía un tipo de guerra móvil con unidades pequeñas actuando con gran autonomía. Aquel artículo de la intervención francesa terminaría convirtiéndose en el primero de lo que espero sea una serie sobre guerras africanas a publicar en la revista Ejército del que han salido dos y tengo planeados otros dos. Así que en 2015 me preguntaba «¿Hay un estilo africano de hacer la guerra?»

Al final, los años de guerra contrainsurgencia en lugares como Afganistán e Iraq dejaron en segundo plano todos los desarrollos teóricos de la guerra en red. Internet se convirtió en el contexto adecuado para la aparición de acciones coordinadas de redes distribuidas. Mientras, empezaron las teorizaciones sobre el empleo de enjambres de drones baratos de usar y tirar. En 2015 reseñé conjuntamente dos trabajos sobre el swarming: uno sobre los Ataques Distribuidos de Denegación de Servicio (DDOS en sus siglas en inglés) y otro sobre el uso de drones en una hipotética la guerra en red contra China. El tema de los enjambres de drones empezó a recibir atención y presupuesto, tal como recogí el año pasado en mi repaso a uno de los proyectores pioneros en EE.UU. en «Drones en red».

Desde que leí por primera vez Islas en la Red en 2011 y descubrí la imaginaria «Doctrina Lawrence y la insurgencia postindustrial» me quedó ganas de darle vueltas al concepto, porque aunaba dos temas que me interesan mucho: la guerra en red y el empleo de vehículos ligeros en operaciones móviles. Ya en febrero de 2018 le daba una vuelta a todo ello en «De la guerra nómada a las guerras Toyota» y «La larga historia de los todoterreno en operaciones móviles en el desierto». De momento, tengo pendiente escribir para la revista Ejército un repaso a la fase final de la guerra del Chad en la segunda mitad de la década de los 80. Y seguiré recopilando materiales y bibliografía sobre guerra en red para lo que quiero que sea mi tercer libro.

 

19 respuestas a “De la guerra nómada en los océanos de arena del Sahel a la guerra en red

  1. Me quede sin poder comentar tu otro artículo sobre la operación serval en la que calificas «ejemplo de brillante campaña militar» y lo es sin duda, intervención esta en la que en medida de lo posible la seguí paso a paso, ya que allí participo mi ex regimiento el 2º REP y siempre sigo sus intervenciones.
    No obstante te diré entra las muchas operaciones que ha intervenido el 2º REP que son muchas, la más importante (a parte Indochina) y se estudia en West Point, aparte de otras escuelas militares, fue el salto sobre Kolwezi y a lo que nos tuvimos que enfrentar 400 paracaidistas en el 78 hasta que llegaron los ejércitos de coalición.

    1. Hombre, aquí no se trataba de exaltar los valores literarios de la novela. Sterling siempre ha tenido la ambición de ser un intelectual, más allá de un mero autor de ciencia ficción. Y lo que quería contar era las conexiones que me sugería la novela.

  2. Que la «máquina de guerra» sea haya vuelto nómada y que el terrorismo islámico moderno tenga una similitud histórica con las tácticas de guerrilla beduina que derribaron a los poderosos imperios Persa y Bizantino en Oriente Medio puede considerarse como un fenómeno interesante de la postmodernidad. Increiblemente, el mundo postmoderno reproduce (aunque invertidamente) todas las características del mundo premoderno. Tanto en la guerra como en el neotribalismo de las sociedades cosmopolitas podemos ver esto concretizarse en la realidad. El arqueo-futurismo, el retorno de las antiguos mitos y religiones que se mezclan con la alta tecnología, parecen configurar las guerras del siglo XXI y la dinámica social de las proximas confrontaciones que van de lo económico a lo cultural y religioso. Preparando la proxima guerra civil etno-religiosa en la que se están sumergiendo no solo los países Occidentales sino también el mundo asiático y africano, donde China, India y Sudáfrica enfrentan cada vez más el peligro de la tribalización.

    1. La combinación de estructuras premodernas con tecnología avanzada en un mundo globalizado es una idea presente tanto en el concepto de Guerras Posmodernas como en la ciencia ficción ciberpunk.

      1. Sí, es cierto, la globalización es paradójica. Parece no solamente igualar el mundo y distribuir mercancías a diestra y siniestra, sino que además de eso le da nuevo aire a los sistemas premodernos, dotándolos con la capacidad técnica para subsistir en un mundo unido por el mercado y la informática.

    2. Pues con eso de reproduir características del mundo premoderno yo me iría a la antiguedad clásica del entorno Mediterráneo. Ciudades cada vez más poderosas, prácticamente ciudades-estado, territorios rurales que en caso de los paises en desarrollo escapan al control del estado, y en caso de los desarrollados tienen agendas politicas cada ve más alejadas de la polis.
      En el siglo IV ac, teniamos las ciudades griegas de grecia, italia etc, a cartago, a los fenicios, egipcios y romanos. Todos comerciando entre si, una «globalización focalizada», y en sus zonas de influencia las tribus: libios, númidas, galos, tracios, samnitas…..
      Alguien con mas conocimientos podría deaarrollar la idea, seguro.

      1. Pues en realidad la dinámica del regionalismo y el separatismo tan de moda en toda Europa, que es impulsado por la misma dinámica de la Unión Europea al trasladar los poderes a entidades supra-nacionales, cada vez más refuerza el avance del regionalismo. De hecho los teóricos de la globalización apuestan por ello. Sin hablar de que el crecimiento de las luchas identitarias parece estar fragmentando las sociedades en múltiples focos de conflicto. Lo cierto es que Europa esta en plena efervescencia de una Revolución Tribalista o Revolución Cultural.
        En ella se reproduce el renacimiento de los viejos mitos y dioses de la «sangre y el suelo», con el avance del Islam, la inmigración masiva, la parálisis económica y la hegemonía alemana. Todo crea un cóctel peligroso apunto de reventar. Es como si el deseo de construir la Torre de Babel en los tiempos modernos preparara la caída de toda la humanidad en el desorden sin caos y el mundo sin centro, donde los poderes regionales y las ciudades conectadas por el intercambio de mercancías globales preparará la próxima guerra.

  3. Con respecto a la «navalidad» de la operación Serval, hay que recordar que la Aeronavale utilizó ampliamente el Atlantique en el conflicto Chad-Libia

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