
Hace años se me ocurrió que un buen homenaje a mi amigo y mentor Jorge Aspizua, el desaparecido autor del blog «La Harka de Aspizua», sería escribir un libro de historia militar que recogiera el empleo de todoterrenos armados en campos de batalla desérticos. Se trata de un asunto aparentemente exótico pero lleno de episodios épicos que se proyectan en el presente.

Con Jorge Aspizua aprendí a superar el adanismo al que nos empuja la obsesión con las soluciones tecnológicas y a buscar lecciones históricas en experiencias del pasado. Dejada atrás la pasión adolescente por carros de combate y cazas, a los dos nos gustaban todo lo relacionado con operaciones no convencionales e irregulares. Éramos la clase de tipos que en vez de portaaviones y fragatas, nos interesaban los LPD clase Endurance de la armada de Singapur y las lanchas rápidas suecas CB90H, que nos despertaban la imaginación pensando en la lucha contra la piratería. Nos interesaba desde los Chindits en la jungla de Birmania a la lucha contra el yihadismo el Sahel.

Así que imaginen, ante el renacido interés por las operaciones en los horizontes sin límite del Sahel nosotros recordábamos a Lawrence de Arabia durante la Primera Guerra Mundial y la campaña en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial.

Así que un día me puse a trazar la línea histórica que arrancaba en la Primera Guerra Mundial con los Rolls Royce Tender de Lawrence y los Ford T Utility australianos. Luego pasaba por las aventuras del famoso Special Air Service en el norte de África durante la Segunada Guerra Mundial, pero también el menos conocido pero no menos importante Long Range Desert Group. Por el camino, descubrí las unidades italianas equivalentes a las dos anteriores y el frente sur de la Guerra de Independencia de Israel.

Buscando más aventuras de operaciones móviles con vehículos ligeros por las grandes llanuras africanas me encontré su uso por mercenarios europeos en el Congo, que los empleaban en raids donde compensaban su inferioridad numérica con velocidad, potencia de fuego y audacia ante un enemigo poco preparado y asustadizo. Creo que ahí tenemos los antecedentes de los technicals, vocablo que apareció en Somalia en los años 90.
Pero si hay una experiencia histórica que desde niño avivó mi imaginación fueron las Toyota Wars del Chad a finales de los años 80. Tras años apoyando a las fuerzas insurgentes del norte del Chad que luchaban contra el gobierno, el régimen libio decidió tomar el control de la situación invadiendo directamente el Chad con el objetivo de anexionarse el norte del país, porque entonces se creía que la Franja de Aouzou era rica en uranio. La maniobra fue precedida por la ruptura de la alianza con los insurgentes chadianos, que terminaron superando sus diferencias con el gobierno en nombre de la defensa del país frente al invasor norteño.

Aquella guerra enfrentó a las columnas mecanizadas del ejército libio, con carros de combate T-55 y vehículos de combate de infantería BMP-1, a columnas chadianas de Toyota Land Cruiser de la serie 40 armadas principalmente con ametralladoras pesadas pero también con misiles anticarro Milán y misiles antiaéreos Stinger. Tengo desde hace mucho un borrador de artículo sobre el tema al que le falta no mucha para ser terminado. Y cómo no, tanto tiempo ha pasado desde que empecé a escribirlo que alguien se me adelantó y publicó un artículo sobre el tema en la revista Ejército, que encima se llevó el premio al mejor artículo de 2017. Al menos, yo pretendía darle un enfoque diferente, como cuando escribí en 2011 «Swarming en el desierto».

Todo este interés histórico no era un ejercicio de nostalgia. Mi interés, una lección aprendida de Jorge Aspizua, provenía de preguntarme cuántas cosas que ya se habían aprendido antes alguien iban a ser útiles y sólo era cuestión de acudir a quienes habían recopilado la experiencia y el conocimiento para aprovecharlas. Quizás alguien en alguna parte debería molestarse en escribir un buen libro sobre la experiencia militar española en el Sáhara Occidental para evitar inventar la rueda.

Llegados a este punto queda claro que escribir un libro así requería acumular bibliografía y tener mucho tiempo libre para leerla, algo que en el momento en que concebí el proyecto estaba fuera de mi alcance. Paré enseguida, tras leer y escribir un poco sobre los Rolls Royce usados en la Primera Guerra Mundial. Pero nunca perdí el interés por el tema, mientras iba acumulando libros y seguía la proliferación de fuerzas especiales que incorporaban este tipo de vehículos mientras no hay fabricante de vehículo militar que no lance al mercado una versión erizada de ametralladoras de sus vehículos ligeros.



A lo mejor, más que un libro, debería pensar en una serie de artículos sueltos para ir publicando despreocupadamente. Más si tenemos en cuenta la publicación en español de libros como Los hombres del SAS: Héroes y canallas en el cuerpo de operaciones especiales británico u Operaciones Especiales De La Segunda Guerra Mundial. Mientras tanto, me he alegrado mucho con la reciente noticia de la próxima publicación por parte de Osprey de un nuevo libro de Leigh Neville, autor de libros como Special Operations Patrol Vehicles y Fuerzas Especiales En La Guerra Contra El Terror, titulado Technicals: Non-Standar Tactical Vehicles From The Great Toyota War To Modern Special Forces. Bienvenido sea.
A mí también me gustan los LPD clase Endurance. Los veo buques muy prácticos y versátiles.
Hasta que lo has comentado no me había dado cuenta de la proliferación de todoterrenos armados de diferentes fabricantes.
Dejo un artículo de Arturo Pérez Reverte, sobre la guerra del Sahara, un ejemplo de operaciones móviles en el desierto:
http://www.defensa.com/ayer-noticia/guerra-sahara-occidental-guerra-desierto