A finales de 2004 empezó a circular por las páginas webs yihadistas Llamada a la Resistencia Islámica Global, el opus magnum del español de origen sirio Mustafá Setmarian, alias Abu Musab Al Suri. El centro de su reflexión había sido los sucesivos fracasos de los grupos combatientes yihadistas, desde la derrota frente a los regímenes árabes en los años 80 y 90 a la caída del bastión afgano de Al Qaeda después del 11-S. Según resumió Lawrence Wright, autor de The Looming Tower, en su artículo «The Master Plan», las ideas de Al Suri plantean:
que la próxima fase de la yihad se caracterizará por terrorismo creado por individuos o grupos autónomos pequeños (lo que él denomina «resistencia sin líderes») que desgastarán al enemigo y prepararán el terreno para el más ambicioso objetivo de hacer la guerra en «frentes abiertos
Hice mi propio análisis de las ideas de Al Suri en un trabajo académico «Mustafá Setmarian y la yihad individual». En ese trabajo hice un repaso a los atentados terroristas llevados a cabo en Europa por yihadistas aislados y el balance es afortunadamente malo para los terroristas. El paso de grupos terroristas numerosos a yihadistas descargando fórmulas para fabricar explosivos en casa se saldó con muchos fallidos terroristas quemados y heridos por su propio artefacto y un número reducido de víctimas. Después de los atentados terroristas del 11-M en Madrid y 7-J en Londres, la mayor vigilancia policial desbarató un montón de iniciativas terroristas organizadas por grupos numerosos. Mi conclusión es que la yihad global abanderada por Al Qaeda había entrado en crisis incluso antes de la muerte de Bin Laden en 2011. Escribí al respecto precisamente a propósito de la muerte de Bin Laden para la revista Fuerzas de Defensa y Seguridad en «La muerte de Bin Laden y el declive de la yihad global».
Occidente vive una nueva oleada de terrorismo individual que comenzó en diciembre de 2014 en Francia con tres casos de atropello, una técnica empleada por palestinos en Israel.
El sábado 20 de diciembre de 2014 un ciudadano francés convertido al Islam fue abatido en una comisaría de Joue-les-Tours, cerca de Torus, tras herir a tres policías con un cuchillo mientras gritaba Allāhu akbar. Al día siguiente, el domingo 21 de diciembre de 2014, un hombre atropelló con su coche a trece personas en Dijon mientras gritaba Allāhu akbar. El atacante fue identificado como un «conocido paciente psiquiátrico» y también como converso al Islam. Al día siguiente, un hombre lanzó una furgoneta contra el público asistente a un mercadillo navideño en Nantes, con el resultado de cinco personas heridas graves. El atacante también gritó Allāhu akbar. Según la BBC, las autoridades franceses se mostraron cautas en trazar un patrón en los tres ataques. Otro caso de atropellos tuvo lugar el 20 de enero de 2015 en la ciudad austríaca de Graz, con el resultado de tres muertos y 36 heridos. El atacante había sido denunciado días antes por su mujer por agresión, tras negarse ella a llevar el hiyab.
En la noche del 14 al 15 de febrero se produjeron dos ataques con arma de fuego en Copenhague. El primero contra un café donde se celebraba un evento titulado «Arte, blasfemia y libertad de expresión». El segundo, pasado la medianoche, fue contra la Gran Sinagoga de Copenhague. El balance fue de dos muertos y cinco heridos. El terrorista, que fue abatido por la policía, empleó un fusil de asalto del tipo empleado por las fuerzas armadas danesas. Al parecer, días antes del ataque había jurado fidelidad al Estado Islámico y su líder en su página de Facebook.
El ataque en Copenague hay, además, que clasificarlo en una subcategoría aparte: los ataques contra la comunidad judía europea. Recordemos que el 19 de marzo 2012 fue atacada una escuela judía en Toulousse. Fue asesinado un rabino, dos de sus hijos (de 6 y 3 años) junto con la hija (de 8 años) del director de la escuela. Y también habría que recordar que el 24 de mayo de 2014 fue atacado el Museo Judío de Bruselas, donde fueron asesinadas cuatro personas. No me olvido tampoco de las jornadas sangrientas en Francia el pasado mes de enero. Siendo menos del 1% de la población francesa, los judíos supusieron un tercio de las víctimas. Aparte de varios dibujantes judíos, la única mujer asesinada en la redacción del Charlie Hebdo fue la judía Elsa Cayat. Y mientras la atención mundial se centró en el ataque a la revista y la libertad de expresión, se dejó en segundo plano las cuatro víctimas judías del supermercado kosher «Hyper Cacher».
El 3 de mayo de 2015 se produjo en Garland (Texas) un tiroteo a las afueras de un centro de convenciones donde se celebraba un certamen de caricaturas del profeta Mahoma. Los dos atacantes, murieron y un policía resultó herido. Previamente, uno de ellos, había publicado un Twitter su juramento de fidelidad al líder del Estado Islámico.
Dos oficinas militares, un centro de reclutamiento y un centro de la reserva naval, en Chattanooga (Tennessee) fueron tiroteadas el 16 de julio con el resultado de cinco muertos. Según la familia del atacante, que resultó muerto en el tiroteo, tenía problemas mentales y abusaba de las drogas. Se produjo así una controversia sobre sus motivaciones, algo que como vemos se repite en muchos casos.
El pasado 10 de agosto un ciudadano eritreo a punto de ser deportado del país atacó atacó con un cuchillo a varios clientes en la sección de utensilios de cocina de una tienda de Ikea en la localidad de Vasteras (Suecia). El ataque se saldó con dos muertos, madre e hijo, un herido grave y el atacante herido tras apuñalarse a sí mismo. La reacción de Ikea después del ataque fue retirar los cuchillos de sus tiendas. Mientras que existe cierta polémica sobre si una de las víctimas fue decapitada, lo que le daría un significado diferente al ataque.
Por último, tres ciudadanos estadounidenses (dos militares fuera de servicio) y un profesor de rugby británico redujeron ayer a un terrorista armado con un AK en un tren francés que hacía la ruta Amsterdam-París. Uno de los militares resultó herido. El atacante vivió en España, estaba fichadísimo por los servicios de inteligencia y posiblemente pasó por el territorio sirio controlado por el Estado Islámico. Sin embargo, él argumenta que encontró el AK abandonado en unos matorrales.
Una constante se repite en todos estos casos. A las autoridades pertinentes les cuesta hablar de ataques terroristas y se habla repetidamente de los atacantes como desequilibrados mentales. Se hace todo lo posible por no hablar del origen étnico y afiliación religiosa de los terrorista. Me queda por tanto la duda si se trata del miedo a reconocer la existencia de una nueva ola terrorista o una estrategia deliberada de negarle a los yihadistas el impacto mediático que buscaban. Es decir, no sé si estoy ante una cadena de irresponsabilidades o una jugada brillante perfectamente coordinada por las autoridades de los países occidentales.
Si el objetivo del terrorismo es generar un impacto emocional masivo que lleve a la opinión pública a pedir un cambio de política a los gobiernos, no parece que estos atentados vayan a tener un impacto en la implicación de los países de la OTAN en la lucha contra el Estado Islámico, por ejemplo. Y es que, pensemos, que declarar una alerta terrorista prolongada no tendría sentido. Se puede extremar la precaución en lugares públicos y medios de transporte (¿veremos medidas de seguridad más estrictas en trenes?), pero la experiencia revela que no se pueden proteger todos los lugares todo el tiempo. Además, los terroristas han ido cambiando su modus operandi y siempre irán un paso por delante. Desde el punto de vista frío e implacable del Estado, el goteo de muertos es asumible en la lucha global contra el terrorismo islamista.
En mi opinión creo que los Estados intentan contrarrestar el efecto mediático que buscan los terroristas con sus acciones. Si los terroristas consiguen impacto mediático están logrando su objetivo.
Otra razón a sumar a este proceder de los Estados puede ser que dar relevancia a los atentados terroristas puede animar, más aún, a determinados individuos que ya están radicalizados (y que también albergan un importante grado de narcisismo), a pasar a la acción.
Otro factor que también cuenta para los Estados a la hora de su proceder con el terrorismo es intentar no crear alarma social. La alarma social agrava la situación.
El efecto mediático lo tendrían si reivindicaran el atentado, no lo hacen cuando es un fracaso o tiene un resultado mínimo. La alarma social ante ataques aleatorios de «perturbados con cuchillos que lanzan un coche contra un mercado» se disparó en Francia después del segundo suceso, la gente no es idiota, pero añadir encima una nota de aleatoriedad con colgados que simplemente un día pasan de personas normales a psicópatas creo que es peor.
Seria interesante ver también los casos que ha habido de conversos que han acabado en Siria, Libia, Irak,… porque son muchos más de los que podría pensarse, y con patrones comunes de fases de radicalización.
En Sofrep.com relacionaron el ataque de Chattanooga con las ideas de John Robb de «Open source warfare»
sofrep.com/42236/chattanooga-and-the-reality-of-open-source-warfare/