¿Llegarán las Guerras Posmodernas a Europa?

Yo no inventé el concepto Guerras Posmodernas. Creo que mi primer contacto con el término vino a través del libro Postmodern War: The New Politics of Conflict de Chris Hables Gray, publicado originalmente en 1997. Hace pocos años encontré entre mis papeles un artículo de Michael Ignatieff titulado “A Post-Modern War” que recorté de un ejemplar de la revista Time de abril 1999.

Tomé el concepto para registrar el dominio de este blog allá por mayo de 2005. Y dio título a un libro publicado en 2010. Por cierto, la última vez que lo hojeé decidí que no merecía la pena actualizar sino reescribir desde cero.  La ventaja de un concepto tan ambiguo como Guerras Posmodernas es que me permitió definirlo a mi gusto.

En los primeros años del blog y en el libro puse énfasis en la emergencia de actores no estatales y de fenómenos transnacionales que desafían los recursos y estrategias empleados por los Estados-Nación. Pero quedaron otros muchos temas pendientes, como el papel de la ciberguerra, la comunicación en las redes sociales y las organizaciones en red.

Guerras Posmodernas (2010).

Sólo hace relativamente poco entendí que el empeño en diseñar un esquema de libro omnicomprensivo fue el principal obstáculo para ser capaz de arrancar y trabajar en un proyecto de libro coherente todo este tiempo. La solución estaba en no pensar en Guerras Posmodernas como el título de un libro que abordara todas las facetas del término, sino en un tema del que publicar sucesivos libros parciales. Si algún día vuelvo a sacar un libro centrado en las Guerras Posmodernas abordará un conjunto de fenómenos centrales a mi visión del concepto como son la transformación de las guerras civiles en conflictos internos complejos e internacionalizados, la aparición de insurgencias criminales que no aspiran a tomar el poder sino en crear un poder paralelo al Estado, la convergencia de crimen organizado y conflictos armados y la particular Revolución de los Asuntos Militares vivida por los actores no estatales gracias al acceso a tecnología comercial.

Hace unos cuantos años me dediqué a dibujar áreas de interés sobre un mapa del mundo y señalar que las Guerras Posmodernas eran propias de Iberoamérica y África Subsahariana mientras el Indo-Pacífico se había convertido en tablero de juego de la geopolítica clásica. Evidentemente esta división no es absoluta, con el triángulo Venezuela-Cuba-Nicaragua participando de la geopolítica de la Nueva Guerra Fría o el narcotráfico cruzándose con conflictos armados en Asia Central y el Sudeste Asiático. Pero la región en la que nunca me imaginé que terminaría tratando de entender nuevos acontecimientos bajo el prisma de las Guerras Posmodernas, más allá del terrorismo, es Europa.

Todo empezó para mí la Nochevieja de 2015. Las calles de la ciudad alemana de Colonia fueron el escenario de una ola de acoso sexual, posiblemente coordinada desde redes sociales, que se repitió en otros lugares de Alemania y Suecia y que los medios de comunicación trataron de ocultar. Fue la primera vez que constaté que la intelligentsia europea había decidido que la realidad era “peligrosa” y su papel era ocultar ciertos acontecimientos para evitar que el populacho, bruto e ignorante por definición, cometiera el delito de pensar mal.

La desconfianza generada por la práctica de los medios de ocultar acontecimientos o datos de las noticias abrió las puertas, cómo no, a la difusión en redes sociales y aplicaciones de mensajería de toda clase de bulos y tergiversaciones de la realidad con el marchamo de “lo que los medios no te cuentan”. Precisamente, durante el año que arrancaba aquella Nochevieja tuvo lugar la victoria del BREXIT en el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea y la victoria de Donald J. Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. En ambos casos se constató la existencia de campaña dirigidas específicamente a las redes sociales. El monopolio de los medios de comunicación de masas como “guardianes de la verdad” se había roto y era la hora de los lamentos.

En el verano de 2016 me encontré una de esas noticias que los “medios no te cuentan”. Alguien acusaba a las organizaciones no gubernamentales que rescataban a refugiados de perecer ahogados en el Mar Mediterráneo de colaborar con traficantes de personas operando en la costa de Libia. Me pareció una acusación un tanto rebuscada. Pero un día la Guardia Civil española compartió orgullosa en Twitter una foto de uno de sus buques con una cubierta llena de inmigrantes procedentes de África con la información de que en un fin de semana habían recogido a más de mil frente a las costas de Libia. Un tuitero interpeló a la cuenta oficial preguntando por el país donde desembarcarían. La respuesta me sorprendió: Italia. Estaban pasando cosas ahí fuera de las que no teníamos idea.

Me dediqué a seguir la actividad de los buques europeos en el Mar Mediterráneo gracias a páginas webs como MarineTraffic.com y VesselFinder.com Me sorprendí con lo que encontré. Los buques de las ONG operaban juntos en el límite de las aguas territoriales libias. No estaban “en el Mar Mediterráneo” rescatando náufragos. Se dedicaban al traslado de inmigrantes de África a Europa. Una investigación de la policía italiana, que había infiltrado un agente como voluntario en uno de aquellos buques, lo constataba. Volqué todo lo que descubrí aquí en el blog: “Una bomba de relojería en el Mediterráneo (julio de 2017).

En las siguientes elecciones italianas de marzo de 2018 me sorprendió que según la cobertura informativa de algunos medios españoles la inmigración irregular se había colado injustamente como tema de debate en un país donde el fenómeno no era problema alguno. Era por supuesto falso, con las autoridades italianas desbordadas y pidiendo ayuda a la Unión Europea, mientras el gobierno de Austria amenazaba con desplegar el ejército en la frontera con Italia. Los periodistas eran parte del problema.

Otras veces los problemas que centran el debate político forman parte de la periferia del asunto. En el verano de 2016 la polémica en Francia fue la introducción del “burkini”, una prenda creada originalmente en Australia para que las chicas musulmanas pudieran ejercer de socorristas. El asunto fue tratado hasta la saciedad por los medios y comentado en redes sociales aquí en España bajo el prisma del feminismo, con sólo alguna voz aislada apuntando que las chicas que usaban la prenda al menos hacían el esfuerzo de participar en actividades con el resto de jóvenes. Mientras tanto, en el Reino Unido problemas de corrupción municipal, radicalización en la cárcel y la impunidad de bandas dedicadas a la violencia sexual no habían sido atendidos por funcionarios temerosos de ser tachados de racistas, tal como conté en “El burkini es lo de menos” (agosto de 2016).

En junio de 2020 un ajuste de cuentas entre argelinos y chechenos en la ciudad de Dijon quedó en una exhibición de fueza de unos y otros con armas de fuego, en vídeos compartidos por las redes sociales que generaron bastante alarma en Francia ante la indiferencia de los medios españoles. Los sonidos de disparos y las columnas de humo en el horizonte grabadas por los vecinos asustados parecían escenas de un país en guerra. De hecho, la policía francesa movilizó vehículos blindados Titus y PVP pensados para el mercado militar. En aquel entonces, hice mi primera aproximación al tema: «Europa: lo peor está por llegar«.

La primera señal de que algo cambiaba en Europa la encontré cuando desde el partido socialdemócrata sueco se afirmó en octubre de 2020 «La inmigración laboral descontrolada arroja los salarios suecos, saquea nuestro bienestar, explota la mano de obra extranjera y contribuye al financiamiento del crimen organizado. Es un sistema obsoleto que debe rehacerse fundamentalmente». Meses después planteé los problemas de Suecia en “¿Crisis o final del modelo de «Hogar Sueco»?”, que me publicaron en The Political Room en enero de 2021.

Ya entonces, el siguiente país en mostrar en tener graves problemas era Holanda, donde el crimen organizado marroquí conocido como «Mocro Mafia» se ha convertido en un problema de seguridad nacional. El primer ministro Mark Rutte debió reforzar su seguridad después de que se detectara a miembros del crimen organizado vigilando sus movimientos. Al igual que en Suecia sucede con los ataques con granadas de mano, las noticias de ataques con bomba en Holanda se han convertido en algo normal allí. Al respecto les recomiendo seguir en Twitter la cuenta @niporwifi.

El principal problema aquí ya no es como nos temíamos en el periodo 2001-2005 que, siendo minoritario el apoyo al salafismo-yihadista, por pura estadística entre millones de musulmanes europeos iban a surgir legiones de terroristas. La pérdida de sucesivas bases terroristas en Afganistán y Siria, mejores y más recursos a fuerzas de seguridad e inteligencia, las reformas legislativas, etc. han limitado el impacto del fenómeno terrorista, que ha sufrido en Europa fundamentalmente Francia y Bélgica. El problema ahora es otro.

Hablamos de comunidades donde anida la idea de mantenerse al margen de una Europa decadente y débil, cuyos valores democráticos y costumbres han de ser rechazadas. Y donde ciertos delitos violentos y de carácter sexual cuando se cometen sobre la población mayoritaria tienen un componente de conquista y humillación. Y al carácter inusualmente violento de los delitos, que tienen como víctimas a personas vulnerables como jubilados o adolescentes, se suma la pérdida del control sobre el territorio de las autoridades. El fenómeno se conoce como «go zones», pero, al igual que autoridades y medios tratan de tapar los problemas, tenemos su reverso tenebroso en las campañas de desinformación al respecto. Yo mismo he visto una referencia al barrio de Lavapiés en Madrid como una «no go zone», cuando se trata del lugar de Madrid en el que he vidido donde más presencia policial he percibido. Creo que la ocultación de unos y la desinformación de otros nos coloca en una posición en la que hay que hacer un esfuerzo para conocer la realidad.

Nunca he tenido la sensación de que Europa enfrente problemas irresolubles o que requieren decisiones drásticas que vulneren las garantías democráticas. Simplemente la negativa de políticos y medios a enfrentar ciertos problemas deja las puertas abiertas a que los problemas se agraven y aparezcan líderes carismáticos ofreciendo soluciones mágicas basadas en la “mano dura” y en mensajes de rechazo a ciertos grupos de población. Pero creo que tenemos que estar atentos, combatir toda desinformación y sobre todo pedir a las autoridades que tomen medidas antes de que sea demasiado tarde.

Mi propósito ahora es leer varios textos que tenía pendientes y ver una serie de películas para reseñarlos aquí. Estoy completamente abierto a sugerencias de los lectores. Posiblemente tenga que buscar y añadir documentales a mis planes.

4 respuestas a “¿Llegarán las Guerras Posmodernas a Europa?

Add yours

  1. «Nunca he tenido la sensación de que Europa enfrente problemas irresolubles o que requieren decisiones drásticas que vulneren las garantías democráticas.» se contradice con «Pero la región en la que nunca me imaginé que terminaría tratando de entender nuevos acontecimientos bajo el prisma de las Guerras Posmodernas, más allá del terrorismo, es Europa.»

    Méjico, con 32.000 muertos el años pasado, es una guerra posmoderna donde va perdiendo el Estado.
    Guatemala, con 6.000 muertos hace tres años, es una guerra posmoderna donde va ganando el Estado.

    Europa (sobre todo Bélgica, Francia, Suecia y España) enfrentan un problema de orden público que se soluciona con medidas contra la inmigración descontrolada. Parece sencillo… porque lo es.

  2. Para mí también es fundamental que los políticos y los medios de comunicación sean sinceros tratando estas cuestiones, que expongan la realidad. Ocultar o desinformar solo consigue dificultar la resolución de los problemas.

  3. Pues ya puestos le recomiendo BAC Nord (una película disponible Netflix) que recoge muy bien el sentir policial de lo que nos espera en las grandes ciudades españolas en un plazo no muy lejano. Nada que ver con la típica película o serie made in Spain donde ya de entrada sabemos que clase de discurso es el bueno.

    BAC Nord trata de un grupo de policías que si no me equivoco está destinado en una comisaría de distrito de Marsella a principios de la década pasada. Se nota que la dirección ha estado muy bien asesorada desde el mundo policial.
    Totalmente recomendable (salvo el último tercio en el que el ritmo de la película decae).

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Esta web funciona gracias a WordPress.com.

Subir ↑