La emergencia del nacional-populismo

Desde hace tiempo escribo poco aquí de las Guerras Posmodernas para dedicarme más a la Geopolítica y la Nueva Guerra Fría. Sentí que algo nuevo estaba pasando durante el verano de 2013, tras los ataques con municiones químicas en la periferia de Damasco. Sorprendentemente, personas de izquierda y derecha repetían en España los argumentarios lanzados desde Moscú y Teherán. (Véase al respecto: El ataque con armas químicas de Goutha: Un caso de desinformación). La paradoja se hizo más evidente tras la invasión rusa de Ucrania de 2014, con la proliferación de apologistas del Kremlin en ambos extremos del arco político. El panorama geopolítico no sólo era preocupante, Rusia había roto con el Memorando de Budapest (1994), sino que estábamos inmersos en una campaña de desinformación.

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La ultraderecha francesa compartiendo referentes con la ultraizquierda: Bashar Al Assad y Hugo Chávez.

La certeza de que estábamos ante algo totalmente diferente me vino como una intuición por la que había que dar orden a un puzzle cuyas piezas estaban en construcción. Así, llegué a escribir durante un tiempo un Observatorio de la Nueva Guerra Fría para ir dando sentido a acontecimientos tan diversos como el pacto de gobierno en Grecia o la muerte del fiscal Nisman en Argentina que no se podían entender con el tradicional eje político izquierda-derecha. Entendí que no estábamos simplemente ante un conflicto geopolítico donde chocan visiones imperiales del mundo. Aquí había una dimensión ideológica que en aquel entonces no sabía explicar bien.

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Militar ruso llevando en Siria un parche de Hezbolá.

Cuando ordené por primera vez mis ideas en septiembre de 2014 y escribí «La Nueva Guerra Fría», la dimensión ideológica resultó más endeble del esquema de ideas. Mencioné al euroasianismo de Alexander Dugin como la ideología que, tratando de trascender el eje izquierda-derecha, daba sentido ideológico a las aspiraciones neoimperiales de Rusia. Pero en realidad Dugin nunca ha formado parte del círculo de poder ruso y su relación con el Kremlin es ambigua, por mucho que en Occidente se escriban artículos llamándolo el «cerebro de Putin». Es más, el «putinismo» no ha dejado de ser  una ideología en construcción y las referencias intelectuales e ideológicas de Putin son otras (véase el libro En la cabeza de Vladimir Putin).

Ahora, pasado este tiempo, resulta más fácil entender la emergencia de fuerzas políticas hostiles a las pretensiones universalistas de Occidente, las democracias liberales existentes y la arquitectura internacional sobre la que se construido la globalización. Esas fuerzas políticas defienden en el plano político un mayor papel del Estado en la economía para enfrentarse a los poderes económicos existentes (las «oligarquías vendepatrias») y son hostiles a las injerencias de los los organismos financieros internacionales («que están al servicio del impieralismo yanki y el capital internacional»). Políticamente, aplauden los liderazgos fuertes y son definitivamente populistas en el sentido académico del término. No en vano, Michel Eltchaninoff calificaba en su libro En la cabeza de Vladimir Putin a la ideología del régimen ruso como nacional-populismo. Un término coincidente con el proyecto «nacional-popular» (nac&pop) del kirchnerismo argentino.

En septiembre de 2014 señalé en «La conexión euroasiática» la existencia de un bloque transversal de ultraizquierda y ultraderecha en el Parlamento Europeo que vota a favor de los intereses del Kremlin en lo relacionado con Ucrania. En ese bloque encontramos a los antiguos comunistas alemanes de Die Linke y a los populistas de derechas de AfD  o a los comunistas griegos del KKE y a los neonazis de Aurora Dorada. Coinciden todos en su carácter euroescéptico y sus simpatías geopolíticas por Moscú.

Ilustración del canal ruso RT.
Ilustración del canal ruso RT.

Hay sin embargo una divisoria en ese bloque y es la posición respecto a la inmigración. Encontramos un abanico de partidos xenófobos, islamófobos y racistas. Ya señaló Jorge Verstrynge, al Front National francés después de su deriva ideológica y a Podemos sólo les separa la postura sobre inmigración. Asunto, precisamente, que llevó a las bases a presionar para que Verstrynge no ocupara un papel público relevante en Podemos.

Ayer miércoles, el bloque nacional-populista volvió a aparecer en el Parlamento Europeo para votar en contra del CETA, el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea con Canadá, que fue aprobado. Curiosamente, el eurodiputado español Miguel Urbán de Podemos y el eurodiputado francés Nicolas Bay del Front National coincidieron en señalar la coincidiencia del voto positivo de los socialistas y populares europeos. Así que con ese mismo criterio, el voto coincidente de Urbán y Bay es relevante.

La gran incógnita es, evidentemente, qué papel jugará Donald J. Trump, el presidente nacional-populista de derechas. Su postura contraria a los tratados de libre comercio y la inmigración, sus simpatías por Vladimir Putin y el soterrado antisemitismo de su entorno le colocarían en Europa sin problema entre los partidos populistas de derechas. Hasta sus críticas de la OTAN y del intervencionismo de Obama le convirtieron en un candidato preferible que Hillary Clinton para cierta izquierda española. Pero como ya advertí, las aspiraciones de grandeza son incompatibles con la debilidad ante Rusia.

El fiasco político de la caída del Consejero de Seguridad Nacional por sus maniobras diplomáticas con Rusia a espaldas del entonces presidente Obama se ha visto respondida con mensajes de hostilidad hacia Rusia en Twitter. Donald Trump no puede pretender ser un presidente fuerte y ser sin embargo vulnerable frente a Putin. Las filtraciones de información, que tanto le favorecieron durante la campaña electoral, podrían terminar de llevarse su presidencia por delante dada la hostilidad que ha generado en la comunidad de inteligencia. Y mientras en Europa, con la ejecución del BREXIT pendiente y las perspectivas de los partidos euroescépticos en las elecciones de Alemania, Francia y Holanda el proyecto europeo podría saltar por los aires. Quienes criticaban la idea de una Nueva Guerra Fría porque Rusia con el PIB de Italia no podía entrar en una carrera de armamento con la OTAN pasaron por alto las otras armas con las que se juega en el siglo XXI.

 

Anteriormente en GuerrasPosmodernas.com:

Confusión ideológica en la Nueva Guerra Fría (15 noviembre 2014).

La gran paradoja ideológica de la Nueva Guerra Fría (14 junio 2015).

El mundo se ha vuelto loco: Trump y la Nueva Guerra Fría (25 julio 2016).

 

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14 respuestas a “La emergencia del nacional-populismo

  1. Muy buen artículo. Es muy necesario identificar correctamente la realidad, y salir de los estereotipos «izquierda/derecha» y otros convencionalismos semejantes.

    Al tema migratorio yo añadiría la postura sobre la unidad nacional/nacionalismos periféricos, como las diferencias entre Podemos y el Front Nationale.

    Y menos mal, porque si Podemos se hubiera envuelto en la bandera y lanzado un mensaje patriotero y hubiera tenido un discurso un poco más «proteccionista» con los empleos nacionales (sin ser abiertamente xenófobo, pero aludiendo a «controlar y regular la inmigración para proteger el empleo nacional y los salarios), no dudo que ya se hubieran hecho con el poder.

    Un saludo.

    1. Buen artículo. En realidad los izquierdistas siempre tienen un deje internacionalista, incluso cuando se alian con los separatistas, mientras que los ultraderechistas son nacionalistas y ya está.

  2. Dugin no es un cualquiera. Ben Dalton dice que es un herramienta de Putin. Correcto. Pero no es una herramienta más: es la herramienta que le permite instrumentalizar a la extrema derecha. Fenómenos como la «Alt Right» guardan relación directa con Dugin. Internet está cuajada de memes que tienen su origen en Dugin y otros compañeros de equipo.

    Dugin nunca ha sido un Rasputín –que yo sepa nadie medianamente serio ha pretendido eso– sino una herramienta de Putin, pero una herramienta muy importante. Por la extrema derecha accede también a la derecha y en general a los sectores descontentos que se refugian en Internet.

  3. Este artículo de Anguita abona la teoría de Jesús de que «los extremos se tocan»:
    http://www.eleconomista.es/firmas/noticias/8162007/02/17/Marine-Le-Pen.html

    Pero yo añadiría que es más fácil que se toquen si ambos cobran en rublos.

    La primera imagen del artículo no sucede por casualidad. ¿Qué ha podido ocurrir para que unos cabezas rapadas de extrema derecha lleven una pancarta de Hugo Chávez? Principalmente la propaganda que Dugin viene efectuando desde hace más dos décadas.

    1. Que tanto los cabezas rapadas como Hugo Chávez son soberanistas y nacionalistas, no es sólo reductible a las maquinaciones de Dugin. Una alianza entre los que se preocupan por la clase trabajadora, y aquellos que son nacionalistas -no sólo de la bandera sino de la gente que puebla su país- es una cosa natural.

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