Me ha preguntado Mercedes Ramos en Twitter por la III Guerra Mundial (¿no íbamos ya por la cuarta?). Es una idea que me he encontrado alguna vez al hablar de la Nueva Guerra Fría. La gente entiende el concepto de Nueva Guerra Fría como antesala de un enfrentamiento total entre Occidente y el bloque antagonista encabezado por Moscú. Quizás porque soy un «niño de la Guerra Fría» me parece evidente la diferencia entre los conceptos.
Una Guerra Fría supone una rivalidad geopolítica e ideológica entre dos bloques en el que los enfrentamientos armados nunca son directos entre las súper potencias protagonistas. Una Guerra Fría no es pacífica. Hay guerras y violencia. Pero no es una guerra total. Seguro que se me escapa algún otro ejemplo pero estadounidenses y soviéticos sólo se enfrentaron directamente en los cielos de Corea del Norte a lo largo del Mig Alley. Habría que sumar episodios como el derribo del U-2 de Gary Powers y otros aviones estadounidenses derribados por la Unión Soviética entre 1950 y 1960, antes del desarrollo de los satélite espías. Sin olvidar la Crisis de los Misiles en Cuba. La razón de que ninguno de aquellos enfrentamientos escalara a una guerra abierta y total es que cada bando contaba con medios de disuasión nuclear.

En cambio, es larga la la lista de enfrentamientos indirectos en los que cada súper potencia y sus aliados apoyaron a un bando en un conflicto local donde el bando opuesto fue apoyado por la otra súper potencia y sus aliados. Durante los años 80, con Ronald Reagan en el poder, se habló de una Segunda Guerra Fría ante el recrudecimiento de las hostilidades. Fueron los años de Angola, Nicaragua, Afganistán…
El modelo se repite actualmente. Encontramos una pugna geopolítica por Europa del Este entre Rusia y el bando formado por Estados Unidos y la Unión Europea. Estos últimos destinaron recursos para movilizar a activistas opositores mientras que Rusia ha invadido Crimea y fomentado de forma encubierta una guerra en Ucrania oriental. Esos bandos también tienen alianzas e intereses en Oriente Medio, donde Rusia y Estados Unidos intervienen de forma más o menos directa en la guerra civil siria.

La disuasión nuclear asegura que ningún enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia llegará a una guerra abierta y total. De ahí la insistencia de Polonia y las Repúblicas Bálticas de que Estados Unidos posicione tropas en su territorio para que Rusia no se atreva a repetir la jugada de Crimea. Así que lo que veremos y estamos viendo son el empleo masivo de agitación política, propaganda, ciberespionaje, operaciones especiales, apoyo a grupos armados, etc. Las guerras convencionales, con su acumulación de muertos y destrucción, tendrán lugar en países periféricos vía terceros (proxy wars). Lo hemos visto en Ucrania y Siria, pero también en Yemen. Y no dejará de haber guerras brutales y despiadadas por los recursos. Pero no son guerras del futuro por venir. Ya han sucedido, como la Segunda Guerra del Congo. Sólo que mientras sucedía, el mundo estaba ocupado mirando a otra parte.
Hay una diferencia significativa respecto entonces, y es que Rusia ha perdido a muchos de sus aliados,Libia desapareció y Siria está ahí,ahí, y que sus fronteras lindan por casi todos los lados con la OTAN