Cuñados, comunistas y conspiranoicos

IndiesHipstersyGafapastas_150ppp-450x701Uno de los libros españoles más interesantes de los últimos años es Indies, hipsters y gafapastas: Crónica de una dominación cultural de Víctor Lenore, publicado en 2014. El punto de partida del libro es que hay una generación en España que ha visto sus expectativas vitales frustradas y ha experimentado un proceso de precarización laboral que les ha colocado en un nivel de ingresos cercano a las  clases bajas. Así que, careciendo de un nivel de vida que marque la diferencia, el consumo cultural se ha convertido en una fuente de distinción, en los términos de Pierre Bordieau. Presumir de ver series estadounidenses que no han llegado a España y acudir a festivales alternativos para escuchar a grupos minoritarios es un forma de mostrar que a pesar de que vives con cuatro duros estás a un mundo de distancia de los canis y las chonis que ven reality-shows y escuchan flamenquito.

Los licenciados universitarios de mi generación sobreviven con trabajos precarios o como freelances sin muchos ingresos, viven en casa de sus padres o pisos compartidos, viajan en low-cost, piratean películas y música en Internet… Los especialistas en marketing andan preocupados porque la generación que viene detrás, los milennials, no muestra interés por comprar casa y coche, dos antiguos rituales de paso a la vida adulta. Aunque no hay que darle muchas vueltas para plantearse, como hizo Daniel Seijo, si en realidad es que se trata de una generación que se ha resignado a que no se puede permitir ni casa en propiedad ni estrenar coche. Los hijos de la clase obrera y la clase media que fueron a la universidad en España asumen que ya no vivirán mejor que sus padres. Viven un proceso de reproletizarización. En España pasamos del mileurismo (término acuñado en 2005) al seiscientoseurismo en un mercado laboral que ya no volverá a ser el mismo tras la crisis.

El libro de Víctor Lenore trata de diseccionar ese elitismo cultural pedante de andar por casa («Ay, por favor no me digas que ves las películas dobladas», «bah, yo escuchaba ese grupo antes de que se volvieran comerciales, ahora son una mierda», «¿las películas?, qué horror, las novelas son mucho mejor, yo las leí antes incluso que las publicaran en España», etc) para ahondar en la construcción arbitraria de una alta y baja cultura popular, donde ciertas manifestaciones son despreciadas por barriobajeras, populacheras o propias de inmigrantes pero que hipsters y gafapastas consumen con gusto cuando han sido convenientemente recicladas por el artista blanco de turno, como en la parodia que hacían de Manu Chao en Muchachada Nui («Veo lo que han hecho y lo que me gusta me lo quedo para mis discos. Eso se llama mestizaje»).

En este panorama, el primer síntoma del descontento que recuerdo fue la manifestación en Madrid «Por una vivienda digna» en mayo de 2005, a la que sólo acudieron entre 1.500 y 3.000 personas. Me pareció significativo entonces que lo que movió a la gente a salir de su casa no fue la falta de perspectivas vitales y la precariedad laboral, por no hablar de otras cuestiones que tienen un impacto enorme en la empleabilidad y las cualificaciones profesionales como la calidad de la educación en la universidad pública española. Pero ese tema ni siquiera ha sido relevante para el partido de izquierda de la Nueva Política™ que surge de ese mundo. Lo que movilizó entonces a la gente fue no poder cumplir su sueño de clase media, llamados a la acción bajo el lema «No vas a tener una casa en la puta vida». Más tarde, de la convergencia del «No les votes» con los movimientos por la vivienda nacería el 15-M en 2011. La indefinición ideológica del 15-M reflejaba un mundo sin referentes ni utopías en una país con una baja afiliación a partidos políticos y sindicatos.

En su momento me causó mucha gracia que el 15-M pilló con el paso cambiado a muchos acomodados en su discurso de solitario resistente en una sociedad de borregos. Que la gente saliera en la calle les estropeaba su fantasía de que estamos viviendo en Matrix. Así que más de uno optó por buscar en el 15-M la oscura mano de una conspiración de las fuerzas globalistas y capitalistas. Aún peor fue la aparición de Podemos, que apareció en 2014 con propuestas que hacían un copia-pega del programa electoral de Izquierda Unida en las elecciones generales de 2011. La inquina de los viejos comunistas contra Podemos no era ideológica o programática. Era una mezcla de envidia, sorpresa e indignación porque un partido con ideas parecidas pero diferente presentación obtenía muchas más horas de televisión y más apoyo en las encuestas.

Hoy la militancia política ha dado paso al activismo en las redes sociales. Pero cuando todo el mundo tuitea y comparte en su muro eslóganes, memes políticos y llamadas a la acción, el valor de significarse políticamente cae. Se habla de política como se habla de películas, series de televisión y grupos de música. Y siempre habrá alguien necesitado de diferenciarse de la masa, por lo que el único modo de sentirse parte de un elitista vanguardia política es lanzar un discurso aún más radical. El Comité Invisible ya había constatado el fenómeno, del que dejó constancia en A nuestros amigos:

Poco se tarda en comprender que no están ocupados en construir una fuerza revolucionaria real, sino en mantener una carrera hacia la radicalidad que se basta a sí misma — y que se libra indiferentemente sobre el terreno de la acción directa, del feminismo o de la ecología. El pequeño terror que reina en ellos y que también en ellos vuelve todo el mundo tan rígido, no es el del partido bolchevique. Es más bien el de la moda, ese terror que nadie ejerce en nadie, pero que se aplica a todos. En estos  medios, se teme ya no ser radical, como se teme en otras partes ya no ser tendencia, guay o de moda.

Con el nicho de mercado del desafío al bipartidismo por la izquierda en manos de Podemos, para llamar la atención en la España de 2016 hay que decir algo realmente llamativo. Ya no basta defender la Revolución Bolivariana chavista o el Proyecto Nacional-Popular kirchnerista, cuando un partido inspirado en ambas tiene decenas de diputados y su líder pide la excarcelación de los presos de ETA o un referéndum en Cataluña. La búsqueda de la radicalidad epatante ha hecho aparecer en las redes sociales a apologistas de la RDA, Corea del Norte y la Siria de Bashar Al Assad.

Podría parecer que a estas alturas defender el «socialismo real» requiere de estómago. Pero el método no es complicado. Por ejemplo, cuando al español medio se le pregunta por sus fuentes sobre Corea del Norte apenas podrá mencionar algún documental de televisión o alguna información aparecida en los periódicos. Sobre Corea del Norte se publican un montón de noticias estrambóticas, así que no es tan difícil presentar al país como víctima de la desinformacción occidental. Luego está el socorrido truco de lanzar cifras y estadísticas para demostrar lo bien se vivía en los países comunistas. Un tipo de argumento equivalente al que emplean los defensores del Franquismo cuando enumeran las Viviendas de Protección Oficial construidas en España. La mirada nostálgica de comunistas y franquistas sobre cómo cualquier tiempo pasado fue mejor tiene trampa, porque también es fácil encontrar en Europa Occidental a personajes que miran con nostalgia el pasado. Lo que mucha gente mayor echa de menos es una época donde la vida era más «sencilla», donde en cualquier barrio los vecinos se conocían por el nombre y la autoridad de los adultos se respetaba.

Otro argumento infalible y simple es retorcer la historia y los hechos. En septiembre de 2015 hice un breve repaso histórico a la invasión soviética de Afganistán, que alguien la relataba en Twitter como un acción de Moscú en auxilio de un aliado y para salvar la Revolución de Saur.  En realidad la invasión soviética sirvió para deponer al gobierno afgano, cuya ortodoxia revolucionaria alarmaba en Moscú y cuyas reformas habían provocado una revuelta armada en el país. Si añadimos como argumento las teorías conspirativas, tenemos la combinación perfecta de comunistas defendiendo a Bashar Al Assad, conspiranoicos hablando de cómo la CIA creó el Estado Islámico y cuñados explicando que todo lo que pasa en Siria tiene como principal explicación el petróleo. Son la clase de argumentos facilones que se expanden por las redes sociales bajo el principio de «si el río suena agua lleva». Los bulos circulan y perviven por la enorme cantidad de tiempo y energía que hay que dedicar a desmontarlos. Alguna vez he pensando que el volumen de tonterías que circulan ahí fuera sobre Ucrania, Siria y el Estado Islámico darían para llenar un blog. Yo mantengo una lista de asuntos que quiero tratar aquí. Haré lo que pueda.

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Otros textos míos para seguir leyendo sobre el tema:

«La guerra de Siria y la conspiranoia antiamericana»,sobre todo lo que sabemos de los chapuceros planes para armar rebeldes en Siria.

«La hipsterización del dolor», sobre las reacciones ante los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París.

«Las teorías conspirativas como fenómeno cultural de la Nueva Guerra Fría».

17 comentarios sobre “Cuñados, comunistas y conspiranoicos

  1. Muy de acuerdo, ese afán de distinción del resto se aprecia en muchos grupos y en muchas personas.

    1. Son más de diez años escribiendo blogs. Así que la práctica va puliendo el estilo.

  2. Buena entrada para explicar y cuestionar la aparición de posturas política fáciles y de fachada. Pero hay dos cosas que quisiera que se me explicaran, posiblemente porque no comparto las raíces culturales del autor: 1) De donde surge el derecho de un país cuestionar a otro. ¿Es un ejercicio meramente intelctual? o se considera una obligación moral desaparecer condiciones que nos parecen injustas. Y que principios se toman para juzgar a esos regimenes.
    El segundo punto sigue en relación con este. Porque no se cuestiona un régimen político-económico que genera situaciones sociales donde la juventud ya no tiene acceso a trabajos estables, o incluso si los tiene, son tan mal pagados que ya no garantizan nada, vivienda, vehiculo. Creo que este señalar me parece que es solo otra forma de hacer lo mismo que denuncia. Es decir, denuncia a aquellos posturistas fáciles que desprecian a todos los demás diciendo, yo ya estaba con los Palestinos antes de que estar con los Palestinos se hiciera de moda, que en realidad lo que están haciendo es establecer un distanciamiento. Igualmente este texto parece hacer lo mismo, aunque con otro argumento, yo pienso esto, frente a la vaciedad de los común…
    Es interesante, pero se queda ahí en la puerta de decir algo profundo.

    1. De donde no hay no se puede sacar. Si la economía de un país no da para tener el nivel de vida que nos gustaría ¿quién va a venir a arreglarlo? ¿los comunistas? Y de eso en el fondo son conscientes todos.

  3. Buen artículo. El problema de la conspiranoia es que ha trascendido internet y ha llegado a la calle y a algunos medios occidentales. Irán y Rusia han conseguido imponer su visión de las cosas y no parece haber ninguna fuerza capaz de frenar ese proceso. Una visión racional y equilibrada, como la de de este blog, es cada vez más rara y desde luego conlleva ser insultado en las redes sociales por ejércitos de troles, que van conquistando posiciones en la vida real.

  4. Muy bien hilado ese afán de diferenciación que aparece tanto en hipster como en el podemita radical como en el conspiranoico. Entiendo que no son el tema central de este blog, pero los artículos de corte sociológico-político nacional me parecen especialmente interesantes. En este sólo echo en falta un link a tu post sobre el 15-M ‘Demasiado tarde, princesas’, que es una maravilla y que está envejeciendo muy bien. Así que lo pongo yo aquí https://guerrasposmodernas.com/2011/05/22/demasiado-tarde-princesas/
    Pienso que tienes un instinto especial (y cierto desencanto que le viene muy bien) para describir las miserias de nuestra generación.

  5. Jesús, te estaba leyendo y se me venía a la cabeza mi adolescencia en los ’90. Mi mundo se rodeaba de dos tipos de grupos humanos. Por un lado estaban los hijos del proletariado, trabajadores de toda la vida que vivían en barrios humildes, dejaban de estudiar a los 16 para trabajar y que, como seguían viviendo en casa de mamá/papá, se podían permitir ropa de marca, coche a los 18 e hipoteca a los 20. Luego estaban los hijos de familias acomodadas que sacaban buenas notas e iban a la universidad, y que para diferenciarse de los primeros -puesto que la ropa, los coches y la vivienda ya no eran algo elitista- vestían de segunda mano, jugaban a Magic y leían comics en la puerta de la librería de moda, y gustaban de frecuentar casas ocupa para ver conciertos semiclandestinos de grupos punk vascos. Unos, creyendose nuevos ricos empezaron a votar a la derecha hasta que la crisis los convirtió en desahuciados y ahora se dejan embaucar por el populismo, y los otros, que en su juventud votaban a la izquierda por rebeldía, se pasan a la derecha al ver en peligro lo heredado de sus padres una vez han asentado la cabeza. Pero todos tienen algo en común, les encanta dejar claro lo a la moda que están al retuitear cualquier artículo conspiranóico que demuestre lo malotes que son Israel y EEUU, y cuan bueno es Putin.

    1. Hasta que has citado que vives en las Vascongadas no terminaba de comprener lo que estabas escribiendo. Porque la realidad social de otras partes de España no ha sido esa, los que no estudiaban eran carne de paro y cuando se ponían a trabajar siempre era en precario, aunque el hecho de estudiar tampoco garantizara nada para el mercado laboral.

      1. ¡Pues nada más lejos de la realidad, estimado Dani! Andalúz hasta la médula, desde que un antepasado mío, judío converso toledano, llegó a esta tierra en el S.XV a trabajar como cantero en construcciones religiosas (la burbuja inmobiliaria del Medievo, jejejeje).
        Hago esa alusión -a grupos vascos, como podría haberla hecho a cualquier grupo de punk radical- debido a que en aquella época (finales de los ’90, principios de los ’00) se estilaba mucho entre los «niños bien» asistir a ese tipo de conciertos al grito de ¡Andalucía entera, como Marinaleda!. Ahora escuchan indie y ven Game of Thrones.
        Mietras, la juventud de origen humilde o de clase trabajadora, que como digo, dejó de estudiar a los 16 para trabajar en la obra por 1.500€ al mes en negro, les encantaba fardar escuchando a todo trapo a Andy & Lucas en su Seat León nuevo y eran fanáticos de Fast & Furius, y que con la crisis se han visto abocados a volver a casa de los padres y a vivir de las ayudas sociales. Por eso esta entrada de Jesús me ha retrotraído a aquellos años, porque lo ha reflejado perfectamente. Un saludo.

  6. A mi, sobre el libro de Lenore me encantó las críticas de los aludidos. La «totems» como Rockdelux, Jenesaispop o aquella entrevista al autor en Carne Cruda. Ver la bilis que soltaban era simplemente y como dirían ellos sublime.

  7. Volviendo al inicio del recorrido temporal por la tendencia radicalizante: El tema de la vivienda.
    Y es que estando como estamos inmersos en una revolución sistémica (como la neolítica o la industrial), podemos comprar cachivaches en AliExpress por pocos centimos, podemos compartir coche, podemos comprar y vender en Wallapop, emplear a nivel doméstico recursos logísticos que hace décadas eran exclusivos de empresas, podemos tener miles de libros, juegos, discos, etc prácticamente gratis. Podemos hasta plantar una parte de nuestra comida, podemos generar cooperativas de compradores de productos frescos, y cuando se popularicen las impresoras 3D… En verdad podemos vivir hoy día con mucho menos dinero a una calidad de vida de clase alta hace una o dos generaciones.
    Sólo falta un elemento crucial para que aceptemos de buena gana esa minijobización: La vivienda. Cuando se resuelva de manera satisfactoria el acceso (en alquiler o vivienda) para la inmensa mayoría, las tendencias antisistémicas se relajarán mucho. Teóricamente, dada nuestra dinámica poblacional, ello no debería estar lejos; ¿serán los populistas cierres de fronteras (como los que propugnan Trump, Le Pen o Boris Johnson) el inicio dell planteamiento de soluciones?
    Expectantes…

  8. Chapeau

    Increible reflexión. Lástima que a gran parte de la gente le resulte incómodo pensar… quizá serían más felices

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