Ilya U. Topper, periodista al que diseccioné hace tiempo aquí unos de sus artículos, ha vuelto a escribir sobre Israel unos de esos artículos pretendidamente sesudos y sustentados por pretendidos argumentos históricos que tanto gustan en España, ese país donde el 35% de la población lee “nunca o casi nunca” y donde sólo el 29,3% lo hace “todos los días o casi todos los días”.
En este nuevo artículo “De cómo Israel acabó con los judíos” podemos distinguir claramente la letra y el espíritu de la letra. Porque en esta clase de textos no es difícil entender la intención última del autor que no queda nada disimulada si uno entiende el contexto del debate. La idea fundamental del texto es que los judíos como pueblo es un concepto relativamente moderno y que, tras la creación del Estado de Israel, la población de ascendencia europea impuso su experiencia histórica del Holocausto como justificación fundamental de la existencia del país. Así, con la construcción del relato sobre una falsa identidad colectiva de pueblo eternamente discriminado y perseguido, se pudo sustentar la idea de Israel como necesario hogar nacional judío que sirviera de refugio a los judíos del mundo. La conclusión última es que los llamamientos del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu a que los judíos europeos abandonen sus países para emigrar a Israel es una perversa continuación del antisemitismo nazi que pretende destruir las comunidades judías de la diáspora.
Los argumentos de Topper sobre el Holocausto como una experiencia propia y concreta de los judíos de Europa del Este, “entre el Rin, el Danubio y los Urales”, rayan la broma macabra cuando él mismo usa como argumento de la ausencia de una identidad judía entre los sefardíes “el chiste del sefardí de Salónica”. ¿Salónica? ¡¿Salónica!? Les pondré una gráfica de la población judía en Salónica, a ver si ustedes lo pillan.

La Wikipedia en español tiene en su entrada “Historia de los judíos de Salónica” un epígrafe titulado “La destrucción de los judíos de Salónica” que dice:
Más de 48.000 sefardíes de Salónica fueron enviados a los campos de concentración nazis. Cerca del 98% de los habitantes judíos de la ciudad murieron durante la guerra. Únicamente los judíos de Polonia sufrieron una mortalidad tan elevada.
No creo que merezca la pena escribir aquí un tratado sobre los padecimientos de los judíos sefardíes en el Norte de África o cómo la Diáspora Sefardí alcanzó todo el Mediterráneo. Encontramos sefardíes en sitios como Sarajevo, donde la comunidad duramente sobrevivió al Holocausto y conmemoró el 5º centenario de su expulsión de España bajo las bombas. Hay que tener muy mala idea para argumentar que los judíos sefardíes vivían alegremente en sus países de origen y emigraron carentes de entusiasmo hasta Israel, donde unos tristones judíos azkenazíes les hicieron tragar ruedas de molinos sobre que existía el pueblo judío, odiado y perseguido durante siglos. Aquí otro mapa sacado de la Wikipedia sobre expulsiones de judíos entre 1.100 y 1.600:

Insiste Ilya U. Topper que la experiencia de los pogromos rusos del siglo XIX y del Holocausto en el siglo XX es algo limitado a la experiencia de los judíos europeos porque “ninguna masacre de este tipo forma parte de la experiencia histórica de los judíos sefardíes, ni de los de Marruecos, Iraq, Yemen, Etiopía, Irán, Cáucaso, India, Malasia o Afganistán”. Es curioso que afirme esto, cuando trate de ridiculizar la idea del Holocausto como fenómeno histórico singular. Pero resulta que la vida de los judíos de Oriente Medio, los mizrajíes, quedó trastornada para siempre con la creación del Estado de Israel. Las tensiones árabes-israelíes que fueron estallando antes de la proclamación de independencia tuvieron su resonancia en la región, como el progromo de Bagdad de 1941 y los disturbios de Alepo en 1947. El éxodo de judíos de los países de Oriente Medio es siempre oportunamente ocultado porque alteraría el discurso occidental sobre la Nakba palestina. Hubo no uno, sino dos pueblos que partieron para siempre al exilio. Uno encontró un nuevo hogar donde fueron ciudadanos de derecho, los judíos mizrajíes, mientras el otro se convirtió en eterno refugiado sin derechos bajo las dictaduras árabes. Los palestinos han sido machados estos últimos años en Siria pero no busquen condenas y condolencias internacionales sobre la situación en el campo de refugiados de Yarmouk porque en la ecuación no entra Israel.
Me ha bastado un paseo por Wikipedia para señalar errores y omisiones. Pero no tengo ni ganas ni tiempo de refutar el artículo párrafo a párrafo. Decía una ley de la entropía que la energía gastada en refutar la basura que encuentras en Internet es infinitamente mayor que la empleada en generarla. Así que quiero centrarme en la idea principal del artículo, porque es uno más de un nuevo género antisemita que llevo encontrando desde hace cierto tiempo.
El Holocausto es el pecado original de la Europa unida, próspera y democrática. Las potencias europeas se estuvieron matando entre ellas en una larga cadena de guerras que arranca con la Segunda Guerra Italiana de Independencia (1859), que enfrenta a Francia y Austria, plantando las semillas de rivalidades y rencillas que llevan a la siguente. Sigue la guerra austro-prusiana (1866), continúa la franco-prusiana (1870-1871), llegamos a la Primera Guerra Mundial (1941-1918) y concluimos en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Europa exhausta brotaron ansias de paz infinta que llevaron al proceso de integración regional más avanzado del planeta y a más de medio siglo de paz en Europa Occidental. Pero esa Europa, en la que se mira el resto de procesos de integración regional del mundo, lleva la marca de Caín en la frente. La Segunda Guerra Mundial asistió al Holocausto, donde participaron las maquinarias de administraciones gubernamentales y ejércitos con la complicidad, complacencia o indiferencia de poblaciones. La única forma de que Europa se libre de su mancha es banalizar el Holocausto o tratar de equiparar a Israel con la Alemania nazi.
Dice Ilya U. Topper del Holocausto:
Un suceso al que los sacerdotes sionistas retratan -y exigen blindar legalmente- como único en la Historia, incuestionable, inexplicable, incomparable, es decir, dios.
Y ya sabemos el destino de Dios en el mundo moderno después de Nietzche y Freud: Matar a Dios y matar al padre como ritos de liberación. La iconoclastia se vuelve imperativa porque hay que cuestionar siempres los mitos. Hay que acabar con el Holocausto para poder liberarnos del pesado fardo de la culpa.
Añade:
El dogma de la incomparabilidad del holocausto (es el único hecho histórico cuya negación es delito penal) es hoy día, en un mundo laico, la única manera de sostener la posición de los judíos como “pueblo elegido”: por ser víctima de ese suceso único.
Sería interesante pedirle que nos pusiera ejemplos de sucesos históricos comparables con el Holocausto pero ya ven que es todo un invento de los judíos que necesitan sentirse especiales. Son víctimas porque quieren. Porque quieren sentirse únicos y diferente en su concepción racista de “pueblo elegido”.
El segundo proceso de trivialización del Holocausto es equiparar a Israel con Alemania nazi. Lo habrán visto en cada enfrentamiento entre los grupos armados palestinos de Gaza e Israel. Me refiero a las imágenes manipuladas de la bandera de Israel que sustituye la estrella de David por una esvástica, las frases pretendidamente profundas sobre “cómo los israelíes hacen a los palestinos lo que los nazis hicieron con ellos”, el hashtag “Hitler tenía razón”, los artículos sobre el “holocausto palestino”, etc. Busco en Google “Ghetto de Gaza” y encuentro la expresión en un medio “bolivariano”, en boca de Jean Marie Le Pen, en un blog conspiranoico, etc. La alegre tropa de la Nueva Guerra Fría, vamos. La idea es que si Israel ya es tan mala como la Alemania nazi, hay una equiparación moral que salda una deuda histórica. Ahora ya se puede odiar a Israel y los judíos sin complejos. Si son los nuevos nazis no merecen la más mínima simpatía. La proyección hacia el pasado lleva a que se suspendan actos de recuerdo del Holocausto en Reino Unido o España para no ofender a los musulmanes locales.
Ilya U. Topper habla de “la ficción asquenazí del eterno judío perseguido por el antisemitismo internacional” pero resulta que no hay nada más viejo que el nuevo antisemitismo, que habla de Israel y globalización pero repite los alegatos antisemitas tradicionales. Los judíos ya no matan niños para hornear matzá, ahora matan niños en Palestina aunque nadie se pregunte cómo es que la UNRWA tuvo que reconocer que en cuatro ocasiones sus escuelas habían sido usadas como polvorines en Gaza. Los judíos ya no son prestamistas usureros, ahora los fondos de inversión internacionales de judíos multimillonarios son culpables de la crisis financiera internacional. Los judíos ya no provocan guerras a través de su infiltración en el comunismo internacional, ahora lo hacen a través de su control de la política estadounidense que convierte al gobierno de Washington en un títere de Israel. Y a todas estas, a los judíos los siguen matando en Europa, sus tumbas son profanadas y sus templos requieren protección policial pero el debate público es sobre el auge de la islamofobia. Mientras tanto, los judíos son la principal víctima de “crímenes de odio” en Estados Unidos, donde representaron el 60% de los casos en el año 2014.
Entiendo perfectamente lo que pretendía argumentar Ilya U. Topper en su artículo. Y la verdad, me da bastante asco.