Las teorías conspirativas como fenómeno cultural de la Nueva Guerra Fría

Cuando estudiaba BUP, allá por los principios de los noventa, el Aula de Cine de la Universidad de La Laguna organizó unas jornadas sobre ciencia ficción. Allí fui con un amigo a escuchar a Miquel Barceló. Menudo chasco. Nosotros, que éramos unos quinceañeros fans de Star Wars y Akira, encontramos a cuatro gatos hablando de cosas sesudas e indescifrables. De aquellas charlas me quedé con una idea que me resultó chocante. La ciencia ficción refleja el espíritu de una época. En aquellas jornadas se habló de cómo las películas de alienígenas invasores de cuerpos reflejaban el Zetigeist de la Guerra Fría y el miedo a la infiltración comunista. La ciencia ficción para mí era el uso de la imaginación para hablar de otros mundos. Y resulta que era una metáfora de nuestro tiempo. Fue muy desmitificador.

Hace un par de años, de paso por la biblioteca de Humanidades de la Universidad de La Laguna, eché un vistazo a la mesa de libros expurgados. Y me encontré Entre Ufólogos, Creyentes y Contactados: Una historia social de los OVNIS en España del antropólogo social Ignacio Cabria García. El libro ni siquiera tenía signatura. Estaba allí abandonando sin haber formado parte de los fondos de la biblioteca. Un síntoma, creo, de la absoluta pérdida de interés general por el tema. Pero a eso llegaremos al final.

Cabria cuenta cómo el fenómeno de los «platillos volantes» alcanzó popularidad a partir del avistamiento hecho en 1947 por Kenneth Arnold volando cerca del monte Rainier en el estado de Washington. Y cómo el tema de los invasores del espacio captó pronto la atención de Hollywood, con películas como «El enigma… de otro mundo» (1951), «Invasores de Marte» (1953) y «La guerra de los mundos» (1953). El tema reflejó primero el interés por la exploración del espacio. 10 años después del avistamiento de Arnold, la Unión Soviética lanzaba la sonda Sputnik 1. Una de las variantes del género gira en torno a la infiltración de los extraterrestres en Estados Unidos implantando un chip en los humanos para controlarlos a distancia o, como en el caso de «La invasión de los ladrones de cuerpos» (1956), sustituyendo a las personas por réplicas sin sentimientos. La metáfora de la infiltración comunista era evidente, con el eco del macarthismo de fondo y las películas de invasiones de marcianos hablando de extraterrestre colectivistas con mentalidad de colmena.

Tiempo después, en el contexto de la contracultura y la new age, el fenómeno de los OVNIs fue protagonizado por los «contactados», personas que afirmaban haber tenido encuentros con los tripulantes de naves alienígenas. El acontecimiento había servido para recibir instrucciones de los seres de otro planeta para que transmitieran  un mensaje a la Humanidad a favor de la paz y una advertencia ante la inminente crisis ecológica. El fenómeno se convertía de nuevo en un reflejo de las inquietudes sociales del momento. Recordemos el informe Los límites del crecimiento de 1972. Y es que Carbria, aunque sólo lo revele al final del libro, trata de demostrar que los OVNIs no son un fenómeno surgido de la nada sino que fue el producto de una construcción social. Un detalle curioso que señala Cabria es cómo la descripción de las naves alienígenas fue cambiando a lo largo de los años. Si durante los primeros años de la carrera espacial las descripciones correspondían con el arquetipo del «platillo volante» y los ufólogos dedicaban largo tiempo a especular sobre las tecnologías de propulsión alienígenas, con el paso del tiempo los diseños descritos se iban estilizando hasta convertirse en «nubes» o «energía» cuando el fenómeno derivó hacia la espiritualidad new age. No por casualidad los relatos de los testigos fueron cambiando década tras década, ajustándose siempre al canon del momento.

El libro es de 1993 y señala el declive del fenómeno a finales de los años ochenta. Casualmente, cómo no, coincidiendo con el fin de la Guerra Fría. Cabria reconoce haber llegado al tema en su adolescencia y haber participado en excursiones al monte para observar el cielo. Luego fue integrante de grupos dedicados a la Ufología. Así que conoce bien el mundillo desde dentro. La suya es una mirada crítica desde la distancia con su dosis de autocrítica. Hace un recorrido por los arquetipos de grupos y personas. Señala la abundancia en aquel mundillo de personajes carismáticos que arrastraban a adolescentes y jóvenes con inquietudes para formar grupos ufológicos con nombres pretenciosos como «Centro de Investigaciones» o «Instituto de Estudios» que se derrumbaban tan pronto el personaje central desaparecía de la escena. Cabria cuenta cómo algunos de esos grupos lo formaban cuatro gatos, lo que no quitaba para que cada uno fuera director de departamento, sección o área. Incluso en ocasiones se trataban de grupos, unipersonales, lo que no era obstáculo para que el único miembro se presentara pomposamente como director o presidente. Cabria habla de cómo intervenía el afán de reconocimiento público de los «investigadores» y cómo en esos grupos el líder carismático aprovechaba la credulidad e inocencia de los más jóvenes. Habla del interés por los OVNIs como un «sarampión del período adolescente» (pág. 261), del que yo mismo confieso pasé las fiebres escuchando en la emisora local de la cadena SER a Paco Padrón.

Cabria habla del fenómeno como antropólogo equiparándolo a los antiguos mitos populares de brujas y demonios. Y creo que un tratamiento parecido debería darse a las teorías conspirativas que se han disparado desde el 11-S. Últimamente me genera menos enfado encontrarme a alguien que defiende que Al Qaeda o el Estado Islámico fueron creados por la CIA o alguien que sostiene que los atentados yihadistas de París del mes pasado fueron obra del Mossad. Ahora me dedico a prestar atención al contexto y la forma en la que persona lo dice. Porque hay patrones de conducta claros. Todos hablan con una enorme arrogancia y condescendencia, elaborando un discurso desde la idea que ellos están por encima de la masa de borregos que consumen medios de masas y de que han descifrado las claves ocultas de la realidad que los servicios secretos más poderosos manipularon. El discurso conspiranoico empodera a la persona y le hace sentirse único y especial. Como en el caso de los OVNIs, sospecho que tratar de buscar un orden oculto al mundo forma parte de un ritual de paso de la adolescencia. Abundan los blogs de diseño abigarrado, con fondo negro y una barra lateral llenas de enlaces, banners y widgets, donde el caos gráfico es un reflejo del orden mental del autor. «¡Vivimos en Matrix!«.

Las teorías de la conspiración reflejan los miedos colectivos de una sociedad que se encuentra de frente con el fenómeno del terrorismo indiscriminado contra medios de transporte y aglomeraciones de gente. La posibildiad de morir brutalmente en las calles de Occidente es real. Ante ese terror aleatorio de grupos yihadistas que le han declarado la guerra a Occidente, imaginar que todo es en realidad es el producto de una conspiración de los servicios secretos nos lleva a la promesa de que tarde o temprano se sabrá la verdad y volveremos a una era de paz y tranquilidad. Las teorías conspirativas en el fondo nos dicen que el terrorismo es una anomalía y que el orden real de las cosas es otro.

No es casualidad que Russia Today en español hable de OVNIs, que Cristina Fernández de Kirchner dijera que los atentados de París fueron la antesala de la muerte del fiscal Nisman o que una web francesa dirigida y financiada desde Oriente Medio como Voltairenet hable todo el tiempo de atentados de falsa bandera organizados por la CIA o el Mossad. Las teorías conspirativas son el fenómeno cultural de la Nueva Guerra Fría y una herramienta de propaganda.

24 respuestas a “Las teorías conspirativas como fenómeno cultural de la Nueva Guerra Fría

  1. En el fondo de todo ésto subyace el pánico humano a la incertidumbre y a saberse incapaces de controlar el futuro.

    Queremos seguridades y certidumbres. Por eso es mejor achacar los fenómenos a una sola causa, lineal, objetiva y definida, en lugar de asumir que la realidad de las sociedades humanas es caótica, subjetiva y difusa. Así, como bien apuntas, cabe la posibilidad de que controlando o «reparando» la causa, todo se arregle y alcancemos el nirvana de florecillas y canto de pájaros. Asumir que la realidad es mucho mas compleja y, por definición, imposible de controlar o dirigir es muy duro desde el punto de vista psicológico.

    Y, paradójicamente, preferimos creer que hay una inteligencia superior, aunque sea malvada y manipuladora, que explica y CONTROLA la realidad. El «horror vacui», el asumir que nadie controla nada y que las sociedades humanas son un sistema caótico en el que cualquier pequeña variable puede inducir respuestas totalmente inesperadas e impredecibles es demasiado para nuestros instintos, evolucionados en la pequeña seguridad de la pequeña tribu cazadora.

    Este fenómeno se traslada a todos los ámbitos de la sociedad. La economía, por ejemplo, en donde en lugar de asumir que todo está basado en centenares de miles de millones de interacciones humanas incontrolables, preferimos creer que publicando un par de decretos en el BOE todo se arreglaría como por ensalmo y que, si no se hace, es porque los gobernantes son malvados agentes de poderes ocultos de modo que, cambiando a estos gobernantes, hay una posibilidad, una esperanza futura, de que un «Deus ex machina» baje del cielo y nos regale el Paraíso en la tierra.

    Y así llegamos a la conexión religiosa del fenómeno. Es una constante en la historia humana. La ilusión de que podemos controlar las erupciones volcánicas sacrificando una virgen al dios del volcán, o las enfermedades sacando al Santo patrón de romería. O, en las peores manifestaciones del fenómeno, desatando un progrom contra alguna minoría sobre la que se pueda transferir la responsabilidad.

    En el fondo seguimos siendo cazadores paleolíticos, seguimos creyendo que el chamán, el jefe de la tribu o los dioses bastan para explicar la realidad, para proveernos de comida y vestido, y para protegernos de mal. Amén.

      1. La cosa es que las teorías son útiles cuado no hay nada más, como han señalado arriba, pero…
        ¿Te has parado a leer el libro de Daniele Ganser? En su libro «Los ejércitos secretos de la OTAN» habla largo y tendio de la Operación Gladio y de todo lo que ello implicó. Ese hombre es profesor de universidad. Su sustento no depende de inventarse historias y conspiraciones, como hacen Fritz Springsmeier, Alex Jones o Daniel Estulín. Su trasfondo es académico.
        Sé que nada de lo que diga te va a convencer a dejar de lado el argumento de autoridad. La última herramienta que me queda para que no te enroques en la misma falsa certeza de todo teórico de la conspiración no oficial es un libro.
        Sobre periodismo de infiltración. Se publicó en 2006 y es best-seller internacional. Se llama «El método», de Neil Strauss, y te interesará. Ah, y si quieres comprender algo sobre porqué funcionan las cosas que Neil aplica en el libro para conquistar féminas, te recomiendo cualquier libro de psicología evolucionista, como, por ejemplo, «El gen egoísta», de Richard Dawkins.
        Te darás cuenta entonces de que la sociedad va por estratos o capas, y de que ciertas capas se comunican entre sí pero no con las demás, camuflando sus comunicaciones de la misma forma que la simbología protocristiana (pez), masónica (saludos especiales) o antisistema (14/88 para neonazis, por ejemplo, y 1312 para antifascistas).
        Esa comunidad de la que te hablo es la comunidad internacional de seducción. Suerte.

  2. Si me permites… e pur si mouve 🙂 Un sano escepticismo debe ir acompañado también de una cierta apertura mental. Los documentales de Historia nos muestran todas las semanas cómo realmente ha habido proyectos secretos y conspiraciones de todo tipo, algunas bastante sorprendentes, en las pasadas guerras mundiales sin ir más lejos. Y no estoy hablando de los pseudodocumentales del Canal Historia xD. Además, mi propia localista y reducida experiencia como periodista me dice que sí, que las grandes conspiraciones son posibles, simplemente cambias el tamaño y la magnitud de las típicas y cotidianas conspiraciones en ayuntamientos, mancomunidades, partidos políticos y sus «familias», sindicatos y asociaciones, y entonces de repente el mundo se ve de un color mucho más peligroso de lo que la gente corriente se imagina. Y puedo dar fe de esas conspiraciones «caseras» donde todo es posible, y cuando digo todo, es todo. Por otra parte, también sé de primera mano que toda conspiración cuenta con una buena dosis de incompetencia aquí y allá que le quita todo romanticismo y que te devuelve la fe en la estupidez humana como contrapeso a los planes de dominación mundial. Cuando veo esas teorías geopolíticas conspiranoicas no descarto nunca que puedan tener razón; pero además de los indicios a favor tomo nota de las contradicciones e indicios en contra. Casi nunca encuentro motivos para preocuparme. Aunque hay excepciones, claro, que «se mueven» 🙂 Un saludo.

    1. Por cierto, canal historia cambió de dueños e inmediatamente añadió al logo de la marca…¡¡¡una pirámide¡¡¡ y casi enseguida comenzó a emitir capítulos sobre extraterrestres, illuminatis, conspiraciones etc. etc. etc.. Casualidad?

      1. Sospecho que el Canal Historia dedica tanto tiempo a tonterías porque son baratas de producir.

    2. Por supuesto que han existido, existen y existirán conspiraciones. Conspiraciones contingentes, que duran relativamente poco e incluyen a un número limitado de personas, no macro-conspiraciones globales continuadas en el tiempo que implican prácticamente a toda la humanidad y de las que nadie sabe nada. Porque si algo nos han confirmado las conspiraciones reales es que al final siempre se va alguien de la lengua.

      1. Gracia al National Security Archive de la Universidad George Washington tenemos acceso a un montón de documentos desclasificados ordenados que han dado lugar a libros de historia. Ahora ya sabemos el papel de la CIA en los golpes de estado de Irán (1953), Guatemala (1954 )y Chile (1973).
        Véase: http://www2.gwu.edu/~nsarchiv/

        Además, mediante las filtraciones de Manning y Snowden sabemos de programas y acciones clandestinas estadounidenses recientes donde lo más escandaloso resultaron ser programas de espionaje en Internet o programas de financiación de milicias en Somalia. Todas esas informaciones reflejan acciones que se resumen en una línea «EE.UU. apoyó a la oposición del país X» o «EE.UU. financió a los rebeldes del país Z». No hay rocambolescos planes de organizar autoatentados que implican a miles de personas con resultados inciertos.

        Las teorías conspirativas de que los rebeldes sirios usaron armas químicas en 2013 para darle una excusa a EE.UUU. para intervenir en Siria han resultado como ha demostrado el tiempo unas patrañas cocinadas en Rusia o Irán. Igual que los «listos» que dijeron que los atentados de París eran la excusa que el gobierno francés buscaba para intervenir en Siria, cuando resulta que los Rafale franceses llevaban tiempo bombardeando al Estado Islámico.

  3. Yo pienso que en las teorías de la conspiración hay un 80 % de desinformación interesada (no hay mas que ver el caso de RT, o lo que se dice del origen de Estado Islámico, o Siria, o Ucrania, etc) y un 20 % de estupidez humana. No olvidemos que todavía hay mucha gente que cree que tomando no sé qué producto va a adelgazar 20 kilos en dos semanas, o que el número 13 da mala suerte, etc. Por cierto, hoy es día 13 😀

    1. Por cierto, en el libro «La vieja Rusia de Gorbachov» de Félix Bayón se hablaba del gusto en la Unión Soviética por las historias paranormales y de OVNIs. Alguien decía que «rascas a un ruso y te sale un campesino supersticioso». Pero el hecho tiene que ver con la falta de prensa libre que alentaba rumores y explicaciones irracionales. Lo mismo puede decirse del mundo árabe, muy consumidor de teorías conspirativas.

  4. No sé si el mundo árabe es tan conspiranóico como se suele pensar. Ellos no creen demasiado en las teorías estúpidas que circulan por Occidente, muchas de las cuales parecen ser de factura persa o rusa. El ISIS recientemente ha llevado a cabo una campaña de vacunación en sus territorios, mientras en los EE.UU. está empezando a haber problemas con los padres que se niegan a vacunar a sus hijos. Creo que el conspiracionismo es un fenómeno típicamente occidental y alcanza una difusión masiva gracias a Internet. Llega un punto en que en Internet lo oficial es la versión conspirativa. Defender la versión oficial en cualquier asunto, aunque sea con matices, suele comportar la excomunión por parte de la masa de internautas.

    Como bien decíais, al simplificar la realidad, el conspiracionismo tiene un efecto tranquilizador frente a la inseguridad creciente. Yo añadiría que puede tener un efecto sedativo sobre la propia conciencia, pues le impide ver al complotista la parte de responsabilidad que tiene en los problemas del mundo. Paradójicamente, esto puede hacer que el ciudadano sea más conformista con el poder y no busque soluciones políticas, pues todo lo que se haga para cambiar las cosas siempre estará controlado por los omnipotentes conspiradores, (Ejemplo: sobre Podemos y Syriza también circulan teorías conspirativas, la mayoría de las cuales apuntan, irónicamente, a EE.UU.)

    Pienso que el conspiracionismo también tiene componentes religiosos, lúdicos y comerciales. Muchos de los teóricos de la conspiración tienen montado un negocio impresionante, y las teorías que venden no dejan de ser un producto de entretenimiento, aunque algunos «consumidores» van más allá y lo toman como un sustitutivo de la religión. Finalmente, parece haber un componente propagandístico muy claro en algunas teorías. Los conspiracionistas suelen fundar sus elucubraciones en la famosa pregunta «¿a quién beneficia?». Pues tampoco vendría mal preguntarse a quién benefician determinadas teorías que prácticamente pasan por oficiales en Internet, por ejemplo sobre el 11-S. En el caso del 11-M, que nos queda más cerca, creo que hemos sido testigos de primera mano de cómo se gestó una teoría conspirativa por un medio digital que luego resultó estar al servicio de cierto ministro. Propaganda para el ministro y su partido político; negocio para el medio digital y para el que parió la teoría; sedante, entretenimiento y experiencia trascendente para los internautas que le compraron la teoría y durante una temporada se sintieron parte de algo importante.

  5. Creo que a la hora de analizar el fenomenal arraigo e increíble expansión en la sociedad de teorías conspirativas que habitualmente implican a la OTAN Israel y Estados Unidos en oscuros episodios deberíamos tener en cuenta el sangriento y vasto historial delictivo, formado no por conspiraciónes sino por echos reales y comprobados, de dichos implicados, que a lo largo de decenios han venido demostrado un nulo respeto por la vida así como un absoluto desprecio por la legalidad internacional. Es así que para muchas personas pueda ser fácil pensar que, por ejemplo, la CIA este detras del ISIS si se tiene en cuenta que Estados Unidos utilizó bombas atómicas contra civiles indefensos o puede resultar creíble que Israel prepare masacres en Europa si tenemos en cuenta que cada año asesina cobardemente a cientos de niños en Palestina o culpar a la OTAN de la crisis en Ucrania si tenemos en cuenta su papel en la guerra de Yugoslavia bombardeando Belgrado y dejando miles de muertos entre la población civil desarmada.

    1. La horquilla de víctimas serbias de los bombardeos de la OTAN en la guerra de Kosovo va de 489 a 528 según Wikipedia. No son miles. Sin embargo la cifra de población civil chechenia muerta sólo en la primera guerra con Rusia, según también la Wikipedia, fue de 50.000 a 100.000. El régimen de Assad ha sido responsable de más muertes de palestinos que Israel. Pero eso no es noticia. Dudo que el español media haya oído hablar de la masacre de Hama en los años 80 pero seguro le suena de algo Shabra y Shatila.

      Hay una construcción social del «malo de la película» que hace que Guantánamo y Abu Ghraib se instale en el imaginario colectivo de una forma más potente que las cárceles donde se machaca a disidentes en Cuba, Siria o Irán. Así que me parece que el mecanismo es el inverso. La gente está más dispuesta a creer teorías conspirativas sobre EE.UU. porque hay todo un discurso construido al respecto de ese país y no Rusia o Irán.

  6. «Lo más escandaloso resultaron ser programas de espionaje en Internet»
    Me encanta como sintetizas hasta lo anecdótico el programa PRISM, que es el mayor asalto a la privacidad internacional por parte del gobierno estadounidense con la connivencia de empresas privadas como Microsoft o Google.
    Además antes de su filtración, cualquiera con conocimientos de programación suficientes para entender tecnicismos como troyano, puerta trasera, etc. daba por hecho que esto era posible (por lo tanto se hacía) y tenía que aguantar a hordas de analfabetos digitales perdían el aliento en ridiculizar a quien tan solo lo sugiriese.
    Los mismos que, ahora que es oficial, dicen que no pasa nada y «ya se sabía de hace tiempo»: son chiquilladas.
    Algo similar está ocurriendo ahora con la geoingenieria, del «dices que el gobierno x manipula el clima?!magufo!» pasamos al «dices que los planes de geoingenieria del gobierno x son para fines contrarios al noble arte de cambiar el clima?!magufo!»
    ¿Acaso la paranoia nuclear de la Guerra Fría(r) invalidaba el peligro real?
    Las dobles agendas de los gobiernos, golpes de estado con apoyo extranjero y espionaje, guerras en pro del capitalismo occidental; tontos que exageran las conspiraciones reales añadiendo lagartos, hologramas y logias secretas; tontos que sirven a los gobiernos aborregando con el «todo lo hacen por el bien común» los habrá siempre.
    Pero también habrá siempre gente con sentido crítico y moderada, capaz de discernir entre atentados como el de Boston o Charlie Hebdo de pufos imperialistas jaleados por los mass-media como la gerra en Ucrania.

  7. Desde el desconocimiento, es muy fina la línea entre lo que es conspieanoia y lo que no.

    Por ejemplo, los francotiradores del Maidan cumplen todos los requisitos para ser una conspiranoia, pero luego sale uno en la BBC… Y yo ya dudo. O no?

  8. ¿Los montajes policiales también entran en lo de conspiración? Porque de esos hay a diario y son muy reales, hay personas que pasan años en la cárcel por culpa de ellos.

  9. Mi problema es que ya tengo una edad. Y me viene una palabra a la mente: ECHELON.
    Esto es de 1999: http://mondediplo.com/1999/01/04echelon
    No creo que haya amigo con el que haya hablado de ciertos temas por teléfono o email de ciertos temas después del 11-S con el que no haya bromeado sobre la monitorización de las conversaciones. Quizás yo no era el ciudadano medio, leyendo Le Monde Diplomatique y visitando webs como Kriptopolis.com… Pasaron los años, ahí tenéis “La sociedad del control” de José Alcántara (¡del año 2008!)

    Mencionar la Red Gladio es llegar a una excepción delirante: La Italia de los 80. La estrategia de la tensión, la Logia P2, el Banco Ambrosiano, etc. Una vez me puse a contarle de ese período a una amiga y se pensó que me había vuelto chiflado.Pero eso es volver a la vieja Guerra Fría: Red Gladio, Operación Cóndor, Club Safari… Yo hablo de la Nueva Guerra Fría y la proliferación en las redes sociales de teorías disparatadas sobre el origen del Estado Islámico.

    Y hablando de teorías conspirativas y Oriente Medio, recién salido del horno:
    http://www.esglobal.org/la-loca-historia-de-las-teorias-conspiratorias-en-oriente-medio/

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