Hace poco alguien compartió una tabla con los últimos datos del Observatorio militar para la igualdad entre mujeres y hombres en las Fuerzas Armadas de España. El propósito de la tabla es dar a conocer cuántos hombres y mujeres sirven como militares en cada una de las ramas de las fuerzas armadas pero yo me fijé en los totales. Me llamó la atención que la Armada cuente con 18.537 militares. La última vez que vi esa tabla eran unos 20.000.
La noticia más importante para mí no es que las tres ramas de las fuerzas armadas hayan perdido personal en la última década, es que con menos de 20.000 efectivos la Armada va camino de ser un club de amiguetes. O un club náutico si se quiere.
En el año 2018 el coronel (ret.) de Infantería de Marina Juan López Díaz publicó un artículo en la Revista General de Marina (que edita la Armada) donde hacía una comparación con las fuerzas armadas de nuestro entorno fijándose en un dato. Cuántos militares de las fuerzas terrestres había en otros países por cada militar de las fuerzas navales. Resultaba que el caso de España era una anomalía, con unas fuerzas armadas «terracéntricas».
En 2018 había en el Reino Unido 2,6 militares de ejército por cada miembro de la armada. En Holanda eran 2,4. En Francia era 2,5. En Italia 2,6. En Portugal 2,5. Luego teníamos casos como el de Alemania, una tradicional potencia terrestre, donde la proporción era sin embargo 1,5. Mientras que en Canadá y Australia, era de 1,7. Las cifras en aquel entonces para España. eran 3,7. Un auténtico desvarío.
Hablé de aquel desajuste en «Reequilibrar la defensa nacional española» (marzo de 2022). Y hay que volver a hacerlo e insistir. No es normal que es un país peninsular, colindante del Estrecho de Gibraltar y con enclaves, archipiélagos, islotes y peñones cercanos a países cuyas reivindicaciones de soberanía y de derechos sobre Zonas Económicas Exclusivas tenga unas fuerzas armas donde el componente naval sea raquítico.
Las presiones desde el nuevo gobierno de Estados Unidos y las realidades geoestratégicas del mundo multipolar obligan a invertir más en defensa. Pero las estrecheces presupuestarias en las que han vivido permanentemente las fuerzas armadas españolas desvían todo debate sobre el futuro de la defensa nacional hacia las listas de la compra soñadas por cada cual. El debate pocas veces se detiene en temas de personal (captación, retención del talento, formación, promoción, etc), distribución territorial de las fuerzas armadas, organización y doctrina.
Así que anticipando un ciclo de inversión en las fuerzas armadas habría que insistir en que el reparto no debe ser equitativo para contentar los intereses corporativos de mar, tierra y aire. Sino que tiene que haber una apuesta decisiva por potenciar el poder aeronaval español.
El coronel (IM) López Díaz, al que le cabe el mérito de haber abierto el debate, titulaba su artículo «La proporción áurea«, en referencia al número 1,618, con numerosas aplicaciones en el arte. La idea entonces que un país como España debía rebajar esa proporción de 3,7 militares del Ejército de Tierra por cada uno de la Armada a la «proporción áurea». Evidentemente la solución ideal no es reducir el personal del Ejército de Tierra sino aumentar el de la Armada para que la diferencia fuera más razonable.
Si ajustáramos la proporción a una cifra no tan ambiciosa como la propuesta por el coronel (IM) López Díaz, sino a otra más conservadora, como 2,4 militares del Ejército de Tierra por cada uno de la Armada (la misma de Holanda y cercana a la de Reino Unido, Francia y Portugal), estaríamos hablando de que la Armada la integraría 28.456 militares. Esto, un aumento de más de diez mil militares.
La llegada de esos diez mil militares no significa que la Armada entraría en una era de expansión revolucionaria. Estaríamos hablando de cubrir las carencias que todos conocemos y de la que nunca se habla. Sin olvidar que, si tanto insisten algunos en que la Armada necesita el avión F-35 o prolongar la serie de submarinos S-80+ en dos unidades más, habría que insistir igualmente en medidas para aumentar personal en una era donde la mayor complejidad de los sistemas de armas requiere más personal de mantenimiento y logística. Recuperar una cifra razonable de buques de escolta (fragatas y corbetas) requiere de más personal para tripularlas.
Y por supuesto, cuando hablamos de la Armada no podemos olvidar la Infantería de Marina, en cuya brigada podemos hacer un recuento de las sucesivas reestructuraciones para hacer frente a la pérdida de medios y personal (desde la reducción a dos secciones de fusileros por compañía a la desaparición de la Unidad de Base, pasando por la disolución de la compañías de Carros de Combate e Inteligencia).



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