Evidentemente la victoria electoral de Donald J. Trump puso patas arriba mis esquemas sobre la Nueva Guerra Fría. Un presidente estadounidense asilacionista que decía que quería mantener buenas relaciones con la Rusia de Putin y desentenderse de la defensa de Europa mientras criticaba a la OTAN por obsoleta era otro paso hacia una victoria rusa después del BREXIT y a la espera de las elecciones francesas. Añadamos los detalles de que había eliminado de la plataforma electoral republicana el apoyo a Ucrania frente a Rusia y despreciaba las acusaciones de interferencias rusas en las elecciones como una pataleta de los demócratas con mal perder. Paradójicamente el concepto de (Nueva) Guerra Fría apareció en el programa de Stephen Colbert pero sólo para sentenciar la victoria rusa en diciembre de 2016.
Semanas después, le di una vuelta al asunto aquí, en mi blog, en «La Nueva Guerra Fría después de Donald Trump». Dije entonces que me parecía incompatible su objetivo de «Make America Great Again» a la vez que mantener una política aislacionista.
Personalmente creo que son incompatibles una política aislacionista y el objetivo de Make America Great Again. La promesa de convertir a Estados Unidos en un país ganador no parece que encaje con la idea de abandonar a los aliados de Europa y Asia-Pacífico para dejar vacíos geopolíticos que ocupen China y Rusia. […] Trump podrá escenificar su amistad presidencial con Putin, pero si quiere mostrar la firmeza que muchos echan en falta en Obama tendrá que frenar a su amigo ruso. Habrá que ver si se produce un reparto de áreas de influencia que cree unas reglas de juego para el mundo “post-post Guerra Fría”, como diría el profesor Javier Morales o se produce una ruptura cuando Trump mande al rincón a Putin. Sin descartar, claro que Trump sea complaciente con Putin con consecuencias imprevistas en Washington D.C. Tanta incertidumbre viene de la tendencia de Trump a desdecirse y de la extraña mezcla de outsiders y viejos halcones neocón que encontramos en su gabinete.
En el último mes hemos ido viendo cómo se despejaban esas incógnitas. No ha sido casual la salida de Steve Bannon, jefe de estrategia política de Trump, de la lista de miembros del Consejo de Seguridad Nacional. Bannon representaba a una «nueva derecha» que había tomado con Trump el Partido Republicano al asalto. Los críticos de Trump consideraban a Bannon el verdadero poder de la sombra. Su inclusión en un órgano estratégico como el Consejo de Seguridad Nacional fue muy polémica, porque a su vez se excluyó como miembros natos del Consejo al jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas y al director de inteligencia nacional. Luego hemos visto cómo el gobieno de Trump tomaba una decisión que le alejaba de la línea no intenvencionista y apaciguadora con Rusia que se supone iba a caracterizar su mandato.

Ordenó un ataque con misiles de crucero contra la base aérea militar siria desde la que despegaron los dos Sujoi Su-22 que lanzaron un ataque con armas químicas contra una población en la retaguardia del saliente por el que los rebeldes sirios avanzaban desde la provincia de Idlib hacia Hama. (Hice un análisis para del ataque para la revista EL MEDIO). Como luego insistió el secretario Mattis, el ataque fue una acción puntual y excepcional al haber cruzado el régimen aquella línea roja que trazó el presidente Obama. Sin embargo, tras el ataque con armas químicas en Goutha en agosto de 2013 el presidente Obama dudó si lanzar un ataque punitivo ante la feroz campaña en contra de la derecha republicana. Aquel momento de duda me pareció un hito que marcaba el ocaso del «momento unipolar» vivido desde el fin de la Guerra Fría, tal como conté en «Lo que está en juego en Siria» (27 mayo 2014).
El 12 de abril Trump anunció que la OTAN había dejado de ser obsoleta. Es verdad que en Europa se ha hablado de aumentar el gasto, ante la presión estadounidense para cumplir el compromiso de un 2% del PIB destinado a defensa tras una década de recortes inmisericordes que ha dejado a los países de la OTAN sin capacidades clave. Pero sus razones para decir que la OTAN ahora es relevante son que ahora la OTAN sí ha puesto la «lucha contra el terrorismo» como prioridad. Quizás, más que un argumento sea una excusa.
Por último, el director de la CIA, Mike Pompeo, se refirió a Wikileaks en los siguientes términos:
“WikiLeaks walks like a hostile intelligence service and talks like a hostile intelligence service. It has encouraged its followers to find jobs at CIA in order to obtain intelligence […] And it overwhelmingly focuses on the United States, while seeking support from anti-democratic countries and organisations. It is time to call out WikiLeaks for what it really is – a non-state hostile intelligence service often abetted by state actors like Russia».
Es una auténtica ruptura con una organización citada frencuentemente por los partidarios de Trump en su guerra mediática contra Hillary Clinton. Y un reconocimiento oficial a lo que todo sabíamos, que Wikileaks es una organización con una agenda política antiestadounidense que trabaja al servicio de Rusia.
Ahora, queda a debate el qué ha pasado. ¿Ha cambiado Trump por influencia del secretario Mattis y su consejero McMaster en un juego de poder por la posición de influir al presidente frente a Bannno? ¿Ha sucumbido Trump al ala neocón de Partido Republicano? ¿Se han salido con la suya los halcones del Pentágono y los servicios de inteligencia, el «Estado Profundo»? El futuro con Trump ya no es lo que era.
Lo mas probable es simplemente que sea un cínico. Ha dicho lo que hiciera falta para llegar al poder y ahora sigue la linea mayoritaria de su partido (y de su pais).
Improbable ,aunque no imposible, es que este intentando forzar una salida honrosa para EEUU. Que continúe el régimen pero sin Assad, al estilo egipcio. Pais que por cierto ahora se «vende» como estupendo. Si esto es así se va a intercambiar Assad por Ucrania, que dicho sea de paso ha desaparecido completamente de la agenda mediática. En ese sentido el entendimiento con Rusia podría seguir perfectamente.
Por cierto EEUU ha repetido que siguen apostando por los acuerdos de Ginebra como solución politica a la guerra……y en los acuerdos de Ginebra el interlocutor es el gobierno de Assad………
Una de las razones que Guillermo Pulido tiene para decir que no estamos en una Nueva Guerra Fría es que no hubo un reparto de esferas de influencia en Europa al estilo de Yalta. A lo mejor, asistiremos tarde o temprano a un reparto de cromos y al trazado de líneas.
Pienso que tanto Mattis como McMaster han tenido mucho que ver en este cambio. Trump no tiene mucha idea de estas cuestiones estratégicas (bueno, en realidad creo que Trump no tiene mucha idea de casi nada), se habrá dado cuento de la capacidad y conocimientos en estos asuntos tanto de Mattis como de McMaster.
También pienso que la realpolitik ha acabado imponiéndose en el equipo de Trump, cuando no sabes de algo no te queda más remedio que acudir a quien sabe.
Yo pienso que en el fondo a Trump le ha pasado lo que a todos los presidentes no militares (o vinculados a militares): Ha creado una agenda política que es necesariamente provisional hasta que es revisada una vez que entra en el inner circle.
Todos los que hemos visto películas como «Trece Días» o series como «West Wing» acabamos teniendo una representación de que USA no es esa especie de monarquía electiva que la simbología presidencialista nos presenta, sino más bien una aristocracia tecnocrática donde, a la hora de la verdad, el presidente es casi todo el tiempo un primus inter pares.
Es en ese círculo íntimo donde un ataque con armas químicas sin trascendencia real (en el contexto de la mortandad sistemática que asola Siria) acaba convirtiéndose en un embite al que es necesario responder poniendo un par de fichas en la mesa.
Viendo la manera en la que Trump remontó encuestas y viendo el espectro de población que le votó era inevitable tener por falsa una agenda aislacionista. Trump, como Reagan, había llegado al poder con una única capacidad real: Liderazgo carismático. Y ese liderazgo sólo se demuestra en movimiento.
¿Con Rusia? Con Rusia nadie puede sentarse en el asiento de al lado y recorrer muchos kilómetros juntos, por la sencilla razón de que la mayor parte de la agenda putiniana es en origen excluyente respecto a todos los países y regiones con las que entra en contacto. Si Putin ha podido apoyar a Trump, y éste dejarse seducir entre bambalinas, es porque la idea de un reparto de esferas en este escenario de Choque de Civilizaciones le resulta imprescindible para tener a la vez ambiciones y seguridad: «Sí, acepto ir dando boleto a Assad, a cambio de que la franja costera Siria sea asunto mío», «Dejare de molestar a las repúblicas bálticas si evitas injerencias occidentales en Ucrania», etc. El músculo que Trump pretende exhibir incluye aquiescencia de Rusia en los asuntos de los mares orientales y respeto mutuo a las posibles excursiones dentro del Dar al Islam, pero a diferencia de Yalta no creo que los veamos sentados en torno a un mapa, sino que la información se la irán pasando a través de fichitas de plástico sobre el tapete y sus subsiguientes fanfarronadas en voz alta al depositarlas.
Las fallas entre civilizaciones en los términos definidos por Hutington (Serbia, Caúcaso, Siria-Kurdistán, etc ), quien ya previó la crisis ucraniana cuando Yeltsin era un dócil aliado americano, serán los naipes que darán o quitarán triunfos…
Me gusta la idea la idea geopolítica amplia que hay detrás de la noción de Nueva Guerra Fría, que no se limita a leer los conflictos en directo, sino que hace relaciones más amplias. Me parece también valiente que lo hagas porque estás haciendo profecías en su tiempo, los nombres de las eras o los periodos se les ponen después.
Hay sin duda un nuevo desafío a la hegemonía de los Estados Unidos, pero creo que a diferencia de la Guerra Fría de ayer, no es la disputa por un trono vacío. Inglaterra durante el siglo XIX fue la gran potencia imperial, la Primera y la Segunda Guerra Mundial si las entendemos como un solo procesos histórico marcaron el fin de la potencia imperial inglesa y marcaron un proceso de transición hacía un nuevo imperialismo, que por 40 años se disputaron USA y la URSS. Al final ganó USA, pero creo que este periodo podría ser el ocaso de otra hegemonía y no habrá ese periodo de «estabilidad» que marcó a la Guerra Fría de ayer, en la que por 40 años el mundo estuvo partido en dos.
Podría ser hoy simplemente el cambio de estafeta, cambio que no es pacifico ni armónico. Que se cobra con guerras, pero que se da en un periodo de 10, 15 años, y luego se consolida con una nueva hegemonía. Así estamos en el periodo de transición de una hegemonía a otra, y no el en inicio de una gran periodo de estabilidad como lo fue la Guerra Fría de ayer. De cualquier forma, leer los signos de los tiempos es difícil.
Más que profecías o predicciones, yo planteé un modelo. Y llegué a tener mis dudas, porque yo veía tendencias, no hechos consolidados. El tiempo me dio la razón.
Precisamente, yo considero que la Nueva Guerra Fría entre Occidente (más sus aliados) y Rusia (con sus aliados) arranca por los síntomas de debilidad que Estados Unidos muestra durante el gobierno de Barack Obama. De ahí que el mensaje de Trump de «Make America Great Again» no resulta chocante. Había un público que percibía la pérdida de una imagen de grandeza y omnipotencia.