La Geopolítica es el estudio de la proyección del poder sobre el territorio, que es casi inalterable a lo largo del tiempo. Sin embargo la mente humana es capaz de agrupar o separar territorios sobre el mapa según la evolución de ese poder para delimitar áreas de interés de forma cambiante. Es lo que llamamos «Imaginación Geopolítica». Así a lo largo del tiempo hemos ido hablando de Lejano Oriente, Asia Pacífico y finalmente Indo-Pacífico.

En la interior imagen vemos destacada un grupo de países que agrupa a la mitad de la población del planeta Tierra, incluyendo India y China. En este primera parte veremos el auge de China como gran potencia y su preocupación por la protección de sus rutas comerciales marinas desde el Cuerno de África a sus propios puertos. Más adelante veremos las estrategias de India para asegurar las suyas en el Océano Índico en medio de la rivalidad de India y China. Y terminaremos con las acciones de los países del Sudeste Asiático y el Sudeste Oriental ante el auge de China, lo que incluye alianzas con países de Occidente. Veremos así la conexión de la región del Índico con Asia-Pacífico, lo que nos llevan a hablar con propiedad de Indo-Pacífico.


El concepto Indo-Pacífico alcanzó carta de madurez con la transformación del mando regional estadounidense para el Pacífico (PACOM) en mando para el Indo-Pacífico (INDOPACOM). Dediqué un artículo al tema en The Political Room: «El Pentágono y el auge del Indo-Pacífico como nuevo centro del mundo» (10 abril 2021).
La nada pacífica consolidación de las fronteras chinas.
El tema central en la región del Indo-Pacífico es el auge de China, una dictadura tecnocrática que considera que está recuperando el lugar que le corresponde en el escenario mundial tras sufrir un «siglo de humillaciones» (1839-1949) y la imposición de «Tratados Desiguales».
Durante la segunda mitad del siglo XX la República Popular China fue meramente una potencia continental por la carencia de un armada poderosa. Téngase en cuenta que el buque más avanzado construido por China entre 1971 y 1990 fue el destructor Tipo 051 de 3.600 toneladas, basado en un diseño soviético de los años 50.

La falta de medios avanzados de la armada del país no sólo era un reflejo del atraso económico y tecnológico, sino también reflejo de que la prioridad del gobierno comunista fue la consolidación de sus fronteras terrestres. La República Popular China tuvo numerosos conflictos con los países fronterizos en sus primeros 30 años de existencia.
A los apologistas de la China comunista les gusta señalar que China no tuvo un imperio marítimo de colonias de ultramar como las potencias europeas, pero la ausencia de conquistas territoriales gracia a una expansión marítima no quiere decir que China no se expandiera por el continente asiático e impusiera relaciones desiguales a partir de su poderío militar. Esta media verdad es acompañada de una completa mentira: que la República Popular China ha sido históricamente una país pacífico que nunca ha invadido a ningún país, como sí ha hecho Estados Unidos repetidamente desde 1945.
La República Popular de China invadió y se anexionó el Tíbet en 1959. En 1962 las disputas fronterizas con la India llevó a un conflicto corto pero intenso que consolidó el dominio chino sobre el territorio de Aksai Chin, reclamado por India. Las disputas fronterizas entre ambos países llegan a la fecha, con picos de intensidad como los vividos entre 2020 y 2021 y puntuales rebrotes de violencia. Curiosamente, siendo China e India dos potencias nucleares ambos países han procurado que en los enfrentamientos entre tropas no se empleen armas y fuegos. Pero el uso de palos y piedras no ha impedido que se hayan producido bajas mortales.
Tras la ruptura ideológica entre la Unión Soviética y la China comunista hubo un conflicto armado no declarado de más de seis meses en 1969 en torno a una isla en el río Usuri de Manchuria. La editorial británica Helion Books en su colección Asia@War ha publicado The Sino-Soviet Border War of 1969 en dos partes (véase Volumen 1 y Volumen 2). Curiosamente después de su publicación, apareció una tercera publicación aportando una perspectiva china: When Brothers Fight. Chinese Eyewitness Accounts of the Sino-Soviet Border Battles, 1969. Merece la pena detenerse en ese conflicto porque tenemos aquí un ejemplo curioso de cómo el nacionalismo se coloca por encima de la afinidad ideológica.

El conflicto armado con la Unión Soviética no sería el único entre China y un antiguo aliado. Cuatro años después de la caída de Saigón, la República Popular de China entró en guerra con la República Socialista de Vietnam reunificada. La existencia de un segundo ejemplo nos permite descartar completamente las explicaciones infantiles de las guerras interestatales como resultado del capitalismo y los intereses de la industria militar tan al uso de la intelectualidad occidental.
El conflicto entre China y Vietnam no terminó en la guerra de 1979, sino que continuó en forma de choques fronterizos esporádicos con ataques chinos que afectaron a poblaciones civiles en el interior de las fronteras vietnamitas hasta bien entrados los ochenta. E incluyó episodios terriblemente sangrientos como el ametrallamiento del personal militar vietnamita que defendía con el agua por la cintura la bandera clavada en un atolón en las islas Spratly en marzo de 1988. El incidente se saldó con más de 60 muertos, detalle borrado en el artículo de la Wikipedia en español. La normalización de relaciones de los dos países no llegaría hasta 1991.
India no es el único país con el que la República Popular de China mantiene disputas territoriales. El siempre olvidado reino de Bután mantiene también disputas por territorios que Bután considera dentro de sus fronteras y en los que China ha establecido población.
El auge militar chino.
Soy lo suficiente viejo para recordar los tiempos en que la mayoría de la tecnología militar china provenía de la evolución de sistemas de armas adquiridos en los tiempos de las buenas relaciones con la Unión Soviética y luego evolucionados hasta la extenuación, como el T-55 y el MiG-21. El acceso a T-72 y MiG-23 a espaldas de Moscú permitió iniciar nuevas generaciones de carros de combate y aviones pero el primer salto tecnológico de China llegó en los años 80 por un camino que ahora parece olvidado: Occidente. Los helicópteros Frelon y Dauphin franceses se convirtieron en los Harbin Z-8 y Z-9, mientras que los misiles antiaéreos Crotale se convirtieron en los HQ-7. Italia vendió radares Grifo de la serie 7, que equiparon a la versión china del MiG-21. Estados Unidos vendió helicópteros Sikorsky S-70, que años más tarde tendrían su clon chino: el Harbin Z-20. Y sin olvidar la ayuda israelí para desarrollar el caza J-10, al que algunos le encuentran cierto parecido con el fallido proyecto Lavi.

La matanza de la plaza de Tiananmén en 1989 enfrió las relaciones de Occidente con China. Pero la caída de la Unión Soviética dos años más tarde abrió la puerta a un nuevo proveedor. La Rusia postsoviética, ávida de divisas, vendió toda la tecnología militar que China pudo comprar. Cazas Sujoi Su-27SK y cazabombarderos Su-30MKK, sistemas antiaéreos S-300, S-400 y TOR, destructores clase Sovremenny y submarinos clase Kilo… Y sin olvidar toda clase de motores, sensores y radares.
El poco respeto de la industria china por la propiedad industrial dio paso a nuevas generaciones de armamento que eran una mejora o un salto evolutivo respecto al original ruso sin pagar licencia alguna a Moscú. Un ejemplo significativo es la producción del Sujoi Su-27SK bajo licencia en China, que una vez la industria local fue capaz de producir autónomamente llevó a la ruptura del contrato de producción bajo licencia y a una queja de Rusia ante la Organización Mundial de Comercio.

Décadas después de aquellos acuerdos, el material comprado a Rusia en los años 90 empieza a ser retirado de servicio, como es el caso de la primera pareja de submarinos clase Kilo (Proyecto 877EKM). Mientras que en el desfile con motivo del 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial el pasado día 3 de septiembre pudimos ver una gran variedad de armamento de nueva generación, desde drones a sistemas láser, como una muestra al mundo del grado de autonomía y desarrollo de la industria militar china. Escribí sobre algunos de los sistemas más destacados vistos en aquel desfile y el mensaje que China lanzaba al mundo en un artículo de El Confidencial: «Armas con subtítulos: ¿qué nos quiere decir China con su mastodóntico desfile militar?» (11 septiembre 2025).
Geopolítica de China como potencia marítima.
La conversión de China en la fábrica del mundo, el desarrollo del país con el consiguiente aumento del consumo y mayores demandas energéticas hacen a China dependiente de la importación de un gran volumen de materias primas y energéticas provenientes de África y Oriente Medio. Esas materias primas y energéticas llegan principalmente por mar. Y si en la segunda mitad del siglo XX China se enfrentó a sus vecinos para consolidar sus fronteras terrestres, en el siglo XXI la preocupación de China es su salida al mar y la protección de sus Líneas de Comunicación Terrestres (Sea Lines of Communication o SLOC en inglés). Así que durante el siglo XXI China ha dado prioridad a desarrollar una marina de guerra oceánica con capacidad de proyección de fuerzas aeronavales. La idea de que toda potencia comercial debe contar con un armada de guerra capaz fue planteada por el teórico estadounidense Alfred Mahan, autor leído con sumo interés en China.

Los puertos de China permiten la salida a un solo océano, el Océano Pacífico. Y frente a la costa de China encontramos una serie de archipiélagos que forman países aliados de Estados Unidos. Esa barrera de países forman la Primera Cadena de Islas que China percibe como una amenaza. En caso de un conflicto las bases militares de esos países estarían bajo ataque de misiles de largo alcance chinos. De ahí que en los planes del Pentágono para el Indo-Pacífico se dé importancia a la existencia de islas más alejadas de China, la Segunda Cadena de Islas que puedan servir de nodos logísticos. Islas como Guam o Palau (conocida como Peleliu en tiempos de la Segunda Guerra Mundial), cuyas infraestructuras están siendo modernizadas.
Como vimos en el desfile del 3 de septiembre de este año, China ha desarrollado gran cantidad de modelos de misiles de largo alcance. El objetivo de esos misiles no sólo sería golpear los grupos aeronavales operando frente a su costa, sino a las bases enemigas de la primera y segunda cadena de islas. Por ejemplo, el misil chino DF-26 es conocido como el «Guam Killer» o «Guam Express». Además de poder golpear a grupos aeronavales estadounidenses camino de la zona. Al respecto puede leerse el libro Carrier Killer: China’s Anti-Ship Ballistic Missiles and Theater of Operations in the early 21st Century también de la colección Asia@War de Helion Books. Se trataría por tanto no sólo de negarle al enemigo el área de operaciones sino la posibilidad de llegar a ella. Por ello se habla de estrategias o medios destinados a la negación del área y anti-acceso (Area Denial / Anti-Access o A2/AD).

Aparte de la preocupación china por la existencia de una serie de países con numerosos islas (Japón, Taiwán, Filipinas…) que son actualmente aliados de Estados Unidos y que suponen una barrera frente a sus principales puertos, el mayor punto de fricción actual de China lo supone la existencia de islotes, atolones y bajíos en el Mar de la China Meridional cuya soberanía se disputan todos los países ribereños de dicho mar.

Las reclamaciones chinas se basan en un viejo mapa donde se representan los territorios en disputa como parte del imperio chino dentro de una línea de nueve rayas (Nine-dash line). Los enfrentamientos ya fueron sangrientos en el caso de la disputa con Vietnam en los años 80. Y lleva años generando enfrentamientos entre China y Filipinas. El último incidente severo tuvo lugar el 11 de agosto de 2025. cuando una fragata china y un patrullero oceánico intentaron encajonar a un patrullero filipino que pudo evadirles a tiempo. Los dos buques chinos colisionaron, sin que se sepa si se produjeron víctimas entre los tripulantes del patrullero chino.
China y la Geopolítica del Océano Índico
El concepto Indo-Pacífico surge de la idea de que no podemos entender ya el auge de China como una cuestión que afecta a la región de Asia-Pacífico, sino que tenemos que interrelacionarla con las dinámicas del Océano Índico.
Para China el Océano Índico es el lugar de paso natural de todos las materias primas y energéticas que viajan por mar desde África y el Golfo Pérsico hasta sus puertos. Así que para China es importante contar con puertos amigos a lo largo de la ruta comercial que va desde el Cuerno de África a sus propios puertos.

Ese conjunto de puertos amigos ha sido denominado como el «Collar de Perlas» chino, e incluye puertos como el de Gwadar (Pakistán) y Hambantota (Sri Lanka). La estrategia china es ofrecer créditos blandos para la construcción de infraestructuras, usando como garantía en caso de impago la licencia de explotación. Así, en el caso de Sri Lanka ante los problemas para hacer los pagos a China por el dinero prestado para ejecutar el puerto de Hambantota se llegó a un acuerdo por el que empresas chinas operarán el puerto por 99 años. Un caso que podemos considerar ejemplo de «trampa de la deuda«.
A pesar de la existencia de la cadena de puertos amigos, la preocupación china en el Océano Índico es que potencias hostiles puedan cortar sus líneas de comunicación marítimas. Por ejemplo que India, desde sus bases en las islas de Nicobar y Andamán, corte el acceso al Estrecho de Malaca.

La alternativa para China sería hacer un rodeo y atravesar el archipiélago malayo por otros estrechos como el Sunda y Lombok, pero que constituyen también puntos de estrangulamiento.

La solución para China es contar con puertos en el Océano Índico ubicados al oeste del Estrecho de Malaca donde descargar mercancías y que lleguen a sus fronteras por tierra a través de corredores terrestres. Actualmente existen dos proyectos. Uno es el Corredor Económico China-Pakistán y el otro es el Corredor Económico China-Myammar. Ambos corredores no son una solución definitiva, ya que el tráfico de camiones entre los puertos del Océano Índico nunca podría compararse con la capacidad de los actuales megabuques portacontenedores. Las montañas en el norte de Pakistán y Myammar son una barrera importante a resolver, encareciendo toda infraestructuras y ralentizando el tráfico. Sin olvidar que estos corredores conectarían el Océano Índico sólo con las regiones más occidentales de China, alejadas del área más desarrollada y poblada de China.


[Continúa en la segunda parte].


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