Hay dos campos en los que me niego a hacer predicciones: economía y elecciones. Hay legiones de profesionales altamente cualificados y remunerados dedicadas a ello que sin embargo se equivocan con frecuencia. Así que yo no me aventuro en esos terrenos. Lo que sí veo es la posibilidad de que los medios se pueden volver a equivocar.

Las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016 fue uno de varios casos internacionales, de grandes fallos de las empresas de demoscopia. Podemos sospechar de la existencia de bolsas de “voto oculto” en sectores de la sociedad que tradicionalmente habían votado demócrata y que enfrentados a una encuestadora joven y risueña les avergonzara reconocer su intención de voto. Sólo Michael Moore pareció ser el único intelectual de izquierdas estadounidenses capaz de detectar el fenómeno, que fue decisivo en un puñado de estados bisagra del Cinturón del Óxido.
Después de aquella debacle de los medios de comunicación podemos reflexionar largamente sobre la desconexión con la realidad de los periodistas y comunicadores estadounidenses desde sus torres de marfil de Washington D.C., New York City y Hollywood en un país dividido culturalmente. Véase al respecto mi reseña del libro An Empire Wilderness del periodista Robert D. Kaplan y mi entrada de blog “Los muchos Estados Unidos”. Sin perder de vista que esos periodistas y comunicadores encerrados en una torre de marfil son los que siguen rigurosamente los corresponsales y periodistas españoles para contarnos en español con una semana de retraso lo que han leído o visto en inglés.

Faltan casi dos meses para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre en Estados Unidos y no sé qué va a pasar, obviamente. Pero sí constato que nuevamente los medios de comunicación insisten en seguir trabajando encerrados en su cámara de eco. La decisión de no prestar atención a los saqueos de pequeños comercios y negocios en los barrios poco privilegiados hace pasar por alto que, para las mismas minorías que sufren el racismo estructural que da motivo al actual ciclo de protesta, es relevante que la mayoría de los alborotadores son blancos woke jugando a la revolución rompiendo cosas en un barrio que no es el suyo. Y que los actos de violencia aleatoria e indiscriminada contra personas blancas o simpatizantes del presidente Trump que los medios de comunicación relativizan o menosprecian circulan por las redes sociales como fuego por una pradera seca.
No sé qué sorpresa nos puede traer octubre ni qué errores puede cometer el presidente Trump de aquí al 3 de noviembre. Pero no descarto una victoria republicana en las próximas elecciones con un presidente Trump a lomos del lema “Ley y Orden”. Joe Biden todavía tiene el reto de armar una campaña más allá de la idea de no ser Trump y en la que movilice el voto de los ‘Bernie Bros‘. Los medios de comunicación nos convencieron en 2016 que Donald Trump como presidente era una mala idea pero nunca pudieron proyectar verdadero entusiasmo con la candidatura de Hillary Clinton en la forma que el Barack Obama del «Yes, we can». Siento que estamos otra vez en el mismo lugar.
También pienso que va a ganar de nuevo Trump. Qué realidad tan diferente ven los medios de comunicación estadounidenses.
Efectivamente, creo que existe un sesgo anti Trump tan marcado que es incapaz de comprender que existen capas importantes de población que se están desconectando del partido demócrata. Mark Lilla ya lo comenta en su libro El regreso liberal. En el caso europeo ese sesgo es más marcado todavía.
Reumiendo: Trump va a ganar porque los demócratas no han aprendido nada de su derrota en el 2016