
En «El ruido y la señal» escribí sobre dos artículos que anticipan futuras victorias del Partido Republicano porque consideran que el Partido Demócrata no ha aprendido las lecciones de 2016. Ambos venían a decir que la clase obrera estadounidense se siente ajena al discurso identitario de la izquierda posmoderna. Y así, los perdedores de la globalización, los obreros cuyas fábricas se trasladaron a México y los trabajadores poco cualificados que se vieron desplazados por la mano de obra de inmigrantes irregulares, decidieron votar a Trump cuando prometió apretar las tuercas a las empresas para que mantengan sus factorías en suelo estadounidense y prometió construir el muro con México. Añadí también a la reflexión el artículo de un historiador británico que sostenía que el proceso de desinduntrialización explicaba el voto del BREXIT.
Nada de lo anterior es nuevo. En los años 90 aparecieron las milicias en Estados Unidos con sus teorías conspirativas sobre el New World Order. Escribí sobre ellas en «Dejados atrás: de las milicias a Trump» más de medio año antes de las elecciones presidenciales estadounidenses para luego tratar de explicar el apoyo a Trump dentro de la clase obrera estadounidense. Manuel Castells en el segundo volumen de La Sociedad de la Información las presentaba como un fenómeno de reacción a la globalización. No cuesta nada entender un subtexto de reacción a una crisis de masculinidad de hombres maduros que perdieron su condición de macho proveedor al cerrar la factoría en la que trabajaban por lo que dedicaron los fines de semana a vestirse de camuflaje con un fusil en la mano rodeados de sus iguales.

Más de veinte años después de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA en inglés) encontramos que el voto en las regiones desindustrializadas en el corredor que va de los Grandes Lagos a la costa atlántica resultó determinante para la victoria de Donald Trump.
Como conté en «El ruido y la señal», Edward Luttwak usó el dato de ingresos y precio de los coches para mostrar la caída del poder adquisitivo de la clase obrera en su artículo sobre cómo el Partido Demócrata no había entendido el origen del descontento de un sector crucial en la victoria de Donald Trump. Creo que en España podemos buscar datos e indicadores que nos muestren problemas de fondo.
El dato que siempre me ha venido a la mente como síntoma de problemas profundos es la tasa de fecundidad. Cuando estudié la asignatura de Teoría de la Población y Análisis Demográfico en la carrera de Sociología aprendí que cada mujer en edad fértil debería tener 2,1 hijos para lograr la reposición de la población de un territorio. Al que le cueste pensar en fracciones de personas, piense en 210 hijos por cada 100 mujeres. Esas diez personas extras vendrían a compensar la mortalidad antes de llegar a la edad fértil. Y antes de que alguien diga que cada 100 mujeres fértiles teniendo 210 hijos no necesariamente garantiza la reproducción de una población porque el número de niños y niñas es aleatorio, que sepa que nacen 105 niños por cada 100 niñas. De alguna manera la naturaleza compensa la mayor mortalidad de los chicos, cuyo número va reduciéndose hasta que alrededor de los 18 años se equipara al de las chicas.
Dicho lo cual, miremos la tasa de fecundidad de España.

Como vemos la fecundidad en España cayó por debajo de la tasa de reposición a principios de los años 80. Vamos camino de un invierno demográfico. Los mayores de 64 años ya duplican o casi duplican a los menores de 16 años en varias comunidades autónomas.
El problema será mucho peor cuando llegue mi generación, la generación del baby boom español, a la edad de jubilación. ¿Qué pensáis que pasará con el sistema público de pensiones en 2040? ¿Cuál será la edad de jubilación para ese entonces? Véase la pirámide de población española en 2015.

El invierno demográfico al que vamos encaminados de no cambiar la tendencia no es un fenómeno español. Pero de eso hablaré en una futura entrada del blog, porque el asunto da para bastante. Volviendo a la idea de hacer como Edward Luttwak, tomemos los datos del salario real, que refleja la evolución de los salarios considerando la evolución del coste de la vida.

Desde el comienzo de la crisis, el salario real en España ha caído un 25%. Con la economía por los suelos por la crisis, la caída de los salarios era una fenómeno esperable si no se optaba por salir del euro para adoptar una neopeseta devaluada respecto al euro e impulsar las exportaciones. Opción esta última que defendía Pablo Iglesias en 2013, por cierto. Basta recordar que el término «mileurismo», se popularizó a partir de una carta al director publicada en El País en 2005. En aquel entonces los licenciados universitarios con varios posgrados e idiomas se sentían frustrados por un nivel salarial que hoy alcanzan muchos menos para dar paso al seiscientoseurismo.
Bankinter publicó recientemente un informe sobre el mercado de la vivienda, que recogía El Confidencial:
«la combinación de unos mayores precios inmobiliarios con un incremento muy leve de los salarios ha provocado que el porcentaje de renta bruta por hogar destinado al pago de la vivienda no haya bajado del 33% y el número de años de renta familiar destinados al pago de la vivienda haya aumentado desde 6,3 a principios de 2014 hasta 6,9 en el primer trimestre de 2017».
Los expertos recomiendan que la cuota de la hipoteca no supere el 30% de los ingresos mensuales y aconsejan la franja óptima como la que va de 20 al 25% de los ingresos. La alternativa a la compra de vivienda es el alquiler, pero resulta que ese mercado ha sufrido la mayor subida en diez años, según recoge El Mundo.
El precio medio de la vivienda en alquiler en España se incrementó un 9,5% en tasa interanual y un 5,9% intertrimestral durante el primer trimestre de 2017, según el Índice Inmobiliario del portal Fotocasa.
Así que tenemos un panorama de caída del salario real, subida del precio de la vivienda y subida del precio del alquiler. No parece un panorama muy alentador para formar una familia. Creo que tenemos aquí una buena explicación de la situación de fondo que dio lugar a la crisis del bipartidismo. La pregunta es, ¿es este panorama la «nueva normalidad» española?
Lo curioso del caso es que esto se sabía desde hace décadas pero cierto partido en el poder decía que eso de incentivar la natalidad era franquista……..
Ahora las ayudas a la natalidad las copan ciertos inmigrantes………
Parece que la crisis no ha conseguido hacer bajar los precios de la vivienda, o mejor dicho, apenas ha conseguido hacerlos bajar.
Lo que veo muy difícil es que los salarios suban. Qué «alentador» panorama.
Sobre las pensiones, creo que esa bomba explotara mas pronto que tarde dado el desastre de mercado y regulacion laboral que tenemos en España. La tasa de ocupacion no se esta recuperando como deberia, ademas de sumarle la gran cantidad de contratos a tiempo parcial que hay y los ya mencionados bajos sueldos reales, lo que supone una cantidad menor en numero y cuantia de aportaciones a la SS (por no hablar de que estas son esencialmente un impuesto indirecto sobre el trabajo y encima algo regresivo).
No solo la poblacion ocupada no crece a cierto ritmo (algo esencial para el sistema de reparticion de pensiones), si no que encima la poblacion jubilada crece aun mas y las contribuciones sociales terminaran por ser insuficientes si no lo son ya.
Asi que de aqui a poco tiempo, o se limita mucho la pension a jubilados (impensable para un partido que quiera gobernar), se implemente un sistema de pensiones capitalizado (tarde y posiblemente inviable) o se empieza a financiar esto con impuestos (que es un parche mas que una solucion).
Si se deja que el problema se solucione solo, no me extrañaria que en un futuro pueda haber huelgas o lockouts por este motivo (o con este problema de fondo al menos)
La baja natalidad autóctona llama a la inmigración. En el momento que un país no alcanza la tasa de reposición, se generan huecos generacionales que son cubiertos por inmigrantes. En Francia lo saben desde finales del siglo XIX. Ese es es el verdadero «efecto llamada», que por lo visto nadie quiere solucionar.
Abandonar el euro para devaluar una neopeseta no evitaría reducir los salarios reales, ya que la dealuación es eso, reducir el poder adquisitivo del salario. Eso si, gracias a que los salarios reales de los trabajadores bajan las empresas exportan más porque pueden permitirse vender a precios reales más bajos.
Con respecto a la jubilación, sólo hay una solución: la capitalización individualizada para salir de este sistema piramidal.
He estado un rato buscando buena información sobre esto y por fin lo he encontrado, muchas gracias.