En marzo de 1991, con la euforia tras la victoria militar en la Guerra del Golfo, el nivel de aprobación del presidente estadounidense George H. W. Bush alcanzó el 90%. Su reeleción al año siguiente parecía asegurada. Pero meses después de la guerra, en julio de 1991, la economía estadounidense entró en recesión. La economía se convirtió en un tema central de las elecciones de 1992. En el cuartel general de la campaña del aspirante demócrata Bill Clinton, el estratega político James Carville escribió en una pizarra tres frases que señalaban los tres temas en los que se tenía que incidir. El segundo era «The economy, stupid». La frase se popularizó y transcendió al equipo de campaña como «It’s the economy, stupid».
Bill Clinton ganó las elecciones y durante su presidencia apareció un nuevo femóneno, las milicias armadas. Al igual que las teorías conspiranoicas sobre Obama, el musulmán encubierto nacido en Kenia, en aquel momento surgió toda una literatura sobre el establecimiento de un Nuevo Orden Mundial (NWO) en el que la soberanía estadounidense sería transferida a Naciones Unidas y al capital internacional. Se hablaba de bases secretas militares rusas en territorio estadounidense, helicópteros negros y hasta de campos de exterminio en las instalaciones de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA), encargada entre otras cosas de asegurar la Continuidad de Operaciones y Continuidad del Gobierno. Sus poderes especiales al respecto la convirtió en objeto de teorías sobre un «gobierno paralelo» [*]. A modo de curiosidad, la serie de televisión «Expediente X» arrancó en septiembre de 1993, el año en que Bill Clinton asumió la presidencia de los Estados Unidos.
Manuel Castells le dedica un apartado en el segundo volumen de su monumental La Era de la Información a las milicias estadounidenses dentro de un capítulo dedicado a los «movimientos sociales contra el nuevo orden global», que incluye también al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Cuenta Castells, que si bien el sustrato en el que nacen las milicias son los grupos supremacistas blancos y su anticipación de una «guerra santa racial» (RAHOWA), no se puede acotar el movimiento como una simple manifestación de la ultraderecha racista. El repaso de las páginas webs de las milicias en aquel entonces mostraban que muchas estaban abiertas a miembros de ambos sexos y minorías étnicas. Castells no lo menciona, pero yo añadiría que una de las fuentes del fenómeno fue también el survivalismo, que ya Hollywood recogió en 1983 en The Survivors. En cuanto a política, la corriente que inspiró a las milicias es el libertarismo y su profunda desconfianza hacia el gobierno federal, junto con los valores «tradicionales» del conservadurismo cristiano evangelista y el rechazo al incipiente proceso de globalización económica. No en vano en el año 1993 se firmó el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA) y el 1 de enero de 1994 entró en vigor, día en que se dio a conocer al mundo el EZLN.
El perfil típico del miembro de las milicias era el de un «varón blanco cabreado». La proliferación del fenómeno, tanto en el interior rural del país como en las áreas metropolitanas, impedía calificarlo únicamente como una reacción conservadora de la América Profunda (véase «Los muchos Estados Unidos», noviembre 2013). Castells atribuye la aparición del fenómeno, en parte, a una masculinidad en crisis en la era del ascenso de los derechos de la mujer y los homosexuales. De ahí que las milicias encontraran miembros hasta en el sector tecnológico de California. Es fácil imaginar el atractivo de pertenecer a un grupo donde encontrar camaradería masculina en una sociedad profundamente individualista y vivir fantasías de poder manejando armas y vistiendo uniforme.

Otro de los elementos interesantes que menciona Castells es que estos grupos mantenían una estructura distribuida, con varias figuras carismáticas como referentes intelectuales pero sin una jerarquía establecida a nivel nacional. De hecho, el concepto de «Resistencia Sin Líderes» surgió en los años 80 en la ultraderecha racista estadounidense. A pesar de su origen como corriente minoritaria tuvieron una rápida expansión gracias al empleo de BBS e Internet, una característica que reflejaba la película «Betrayed» («El sendero de la traición», en España) dirigida por Costa Gavras en 1988.
El asedio policial en Ruby Ridge en 1992 y el asedio al rancho de los davidianos en Waco (Texas) en 1993 se consideran los catalizadores del fenómeno, al generar una fuerte reacción ante lo que se consideraban abusos del gobierno federal contra ciudadanos armados. La realidad es que los estudios sobre el tema señalan que el movimiento de milicias arraigó entre los blancos de clase trabajadora en un momento de crisis económica, cambio tecnológico y deslocalización de empresas. El discurso contra el Nuevo Orden Mundial tenía resonancia entre los efectos de una época de cierres de grandes dinosaurios tecnológicos y traslado de factorías. Castells cita a William Pierce, que decía en marzo de 1994:
En pocas palabras, el Nuevo Orden Mundial es un sistema utópico en el que la economía estadounidense (junto con la de todas las naciones) será «globalizada»: los niveles salariales de todos los trabajadores estadounidenses y europeos se harán hasta los de los trabajadores del Tercer Mundo; las fronteras nacionales dejarán de existir para todos los supuestos prácticos; y un flujo creciente de inmigrantes del Tercer Mundo a los Estados Unidos y Europa habrá producido una mayoría no blanca en todas las zonas del mundo que antes eran blancas; una élite formada por financieros internacionales, los dueños de los medios de comunicación de masas y los gestores de las compañías multinacionales, tendrá la última palabra; y las fuerzas de paz de la ONU se utilizarán para evitar que nadie opte por salirse del sistema.
Me parece relevante que este párrafo podría, con pocos cambios, publicarse hoy con adaptaciones que incluyeran la crítica a las élites económicas tras la crisis de 2008 y el rechazo a la inmigración en Estados Unidos y Europa. El movimiento de las milicias entró en decadencia tras el atentado terrorista en Oklahoma City en 1995, con una intensa campaña de demonización desde los medios. Pero el movimiento está resurgiendo, como demostró el reciente asedio policial en Oregón. Hay de nuevo un malestar en la población blanca de clase obrera en Estados Unidos. Y esa es la explicación del éxito electoral de un candidato como Donald Trump. Pero de eso hablaremos en la segunda parte.
[Continuará]
[*] A modo de curiosidad, la creación de la Unidad Militar de Emergencias durante el gobierno de Rodríguez Zapatero y bajo mando directo de Presidencia de Gobierno generó comentarios en la prensa de derechas española sobre una «guardia pretoriana» al servicio de los oscuros planes golpistas que el PSOE había urdido con ETA y los servicios secretos marroquíes, cómplices del 11-M. En su primera aparición en el desfile del 12 de octubre de 2006 la UME fue abucheada por el público.
El mensaje y el discurso de Trump van por ese camino de manera descarada. Cuando muchos pensábamos que ese discurso lo iba a llevar al fracaso electoral, pues no, ahí está cosechando victorias en las primarias. Qué bien está pescando en aguas revueltas.
Eso de caricaturizar a los milicianos como gorditos con ínfulas de soldados es un tanto peligroso, en esas milicias también hay exsoldados (ahora con experiencia de combate) y cazadores de esos que tienen puntería de francotirador.
Hago ese apunte en el contexto de las teorías que apuntan a la «crisis de masculinidad», por no hablar de la crisis de los 40. Y es que todos sabemos que ciertos ambientes están llenos de «frustraos».
Si, pero tan frustrado puede estar un nerd como un paleto de esos que se ha crido con el rifle desde antes de andar.
De hecho las teorías de la «crisis de la masculinidad» o, dicho de otra manera, «la feminización de la sociedad occidental» están bien documentadas y están lejos de ser, como se comenta a veces, una mera exageración de la derecha. Incluso el bioantropólogo Melvin Konner, que es muy de izquierdas, lo comenta y de forma positiva (es decir, está a favor de profundizar en tal feminización) en Women After All (2015).
Curiosamente, parece que la frustración de los que se ven como los perdedores de la globalización ha aupado tanto a Trump como a Sanders (en menor medida), que son bastante «anti-establishment». Esto recuerda un poco al escenario que pintó Christopher Lasch en su «The Revolt of the Elites and the Betrayal of Democracy».
… Otro detalle con el completar tu excelente entrada es que hace muchos años que los survivalistas traspasaron las comunidades racistas y nazis. Como ejemplo, basta leer las novelas de Wesley Rawles en las que siempre aparecen personajes, secundarios, de minorías (negros o hispanos) ejerciendo de «buenos». Los malos son siempre los chicos del aparato estatal. Por cierto, que estas novelas y muchas otras son el subgénero literario más vendido en EE.UU.
Es curioso que esta gente se siente tan alejada del partido Democrata como de los llamados Neocon. He visto como en sus paginas y foros se alababa a Tsipras a pesar de tener un discurso socialista. No digamos ya Putin.
Estan muy fuera del sistema politico . Parecen una fuerza de oposicion mas que cualquier otra cosa.
Dicen que el programa estrella de la mas que probable presidencia de Clinton va a girar en torno a la posesion de armas, imagino que con esta gente en la cabeza. Solo es un runrun pero da a entender que la cuestion de las milicias se considera un asunto serio en USA.
Por otro lado no sabia que el fenomeno de los «survivalists» era tan moderno. Yo llevo oyendolo toda la vida y pensaba que existian como reducto del salvaje oeste y de la tradicion miliciana de los estados del sur.
si muy buen análisis, hay correlación siempre entre crisis económica y resurgir de milicias y racismo vario…http://teatrapare.blogspot.com.es/2016/03/educar-no-denunciar.html
Hablando de Trump: http://www.rand.org/blog/2016/01/rand-kicks-off-2016-presidential-election-panel-survey.html