El pasado martes 22 de marzo tuvo lugar un doble atentado en Bruselas, la capital de Bélgica. A las 7:58 de la mañana se produjo una explosión en el Aeropuerto Internacional de Bruselas (Zaventem). 37 segundos más tarde se produjo otra. Según Peter Allen en MiddleEastEye, la segunda explosión tuvo lugar entre el flujo de gente que huía de la primera. Las cámaras de seguridad captaron a tres terroristas, dos de los cuales murieron en las explosiones, mientras que el tercero huyó. Una hora más tarde una explosión tuvo lugar en la estación de metro de Maelbeek, cerca de la sede de varias instituciones europeas. El balance provisional de víctimas es de más de 30 muertos y más de 200 heridos.

El Estado Islámico emitió aquel mismo día por la tarde un comunicado en varios idiomas reivindicando los atentados, donde amenaza con “días negros para todas las naciones cruzadas aliadas en su guerra contra el Estado Islámico”. El comunicado hace mención a que los terroristas emplearon fusiles de asalto, cinturones explosivos y bombas. Así que estaríamos ante un intento de replicar un tipo de atentado yihadista que se ha repetido en varios continentes desde los ataques del 26 de noviembre de 2008 en Mumbai y que Adam Elkus y John Sullivan llaman «asedio urbano». Se trata de ataques simultáneos contra lugares públicos para saturar a la policía y los servicios de emergencia por parte de terroristas con fusiles de asalto, que una vez enfrentados a la policía o acorralados hacen detonar los explosivos. Sin embargo esta vez los terroristas simplemente hicieron detonar los explosivos.
Estos atentados han ocurrido menos de una semana después de dos grandes operaciones policiales en Bélgica los días 15 y 18 de marzo que se saldaron con la detención de Salah Abdeslam, considerado el “cerebro” del grupo terrorista que atentó el 13 de noviembre de 2015 en París. Abdeslam es originario de la comuna de Molenbeek y es significativo que no fue detenido a la fuga lejos del país, sino que fue en su lugar de origen donde la policía belga le detuvo. Como apunté el pasado mes de noviembre, tras los atentados en París, la comuna de Molenbeek es conocida por ser un foco de radicalización islamista. Se acumulan allí una serie de problemas sociales que han servido de caldo de cultivo para el yihadismo. Si Abdeslam ha logrado permanecer cuatro meses huido de la policía es porque contaba en la zona con una red de amigos y simpatizantes que le han proporcionado refugio. Tras su detención, el ministro belga de Asuntos Exteriores afirmó que preparaba un nuevo atentado y que contaba con “una nueva red a su alrededor en Bruselas”. Por tanto, es factible especular que los autores de los atentados son miembros de esa red que escaparon a las operaciones policiales y adelantaron sus planes de atentar en Bélgica, ya que se requiere tiempo para obtener los ingredientes y preparar los explosivos.

El miércoles 23 las autoridades belgas identificaron a dos de los terroristas autores de los atentados como los hermanos Ibrahim y Jalid El Bakraoui. Ambos murieron al hacer detonar artefactos explosivos, el primero en el aeropuerto y el segundo en el metro. El segundo terrorista que murió en el aeropuerto y el tercero que huyó de allí no han sido identificados. Una de las piezas claves en la investigación fue el testimonio del taxista que trasladó los tres terroristas con tres pesadas maletas al aeropuerto. Gracias a él la policía llegó a una vivienda en el nº 4 de la calle Max Roos de la comuna de Schaerbeek, donde fueron encontrados 15 kilos de explosivo triperóxido de triacetona (TATP en sus siglas en inglés), 150 litros de acetona, 30 litros de agua oxigenada y detonadores junto con una maleta llena de clavos y tornillos para ser usados como metralla. El hallazgo es significativo porque en los atentados del 13 de noviembre de 2013 en París se empleó también TATP. Se trata de un explosivo fabricado con ingredientes al alcance de cualquiera pero que requiere maestría en su elaboración por la peligrosidad de su manejo.
Los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París reflejaron un salto en la complejidad de la ejecución y el nivel de recursos empleados, sino también en la sofisticación de los procedimientos empleados por los terroristas. Según un informe de la policía francesa al que el New York Times habría tenido acceso, la complejidad de las bombas empleadas y la estandarización de su fabricación refleja que las células terroristas vinculada al Estado Islámico en Europa cuentan ahora con miembros entrenados, posiblemente en Siria, que siguen los mismos protocolos. Además, el empleo de teléfonos para usar y tirar, el empleo de teléfonos móviles activados poco antes de los ataques y el uso de los teléfonos móviles de las víctimas en la sala de conciertos Bataclan suponen que los terroristas son ahora mucho más precavidos en sus comunicaciones.
Ese salto en los ataques terroristas en Europa supone que se ha producido un cambio de estrategia en el Estado Islámico, que ahora sí busca lanzar ataques en Occidente. Ese cambio posiblemente tenga que ver con que, tras alcanzar su cenit, los dominios territoriales del Estado Islámico en Siria e Iraq comenzaron a retroceder en el verano de 2015. Precisamente el gobierno francés, que ya había ordenado el despliegue de su aviación militar en Jordania para atacar al Estado Islámico dentro de las fronteras de Iraq, decidió redoblar los esfuerzos y desde el 27 de septiembre de 2015 la aviación francesa comenzó a lanzar ataques también dentro de las fronteras de Siria. Menos de dos meses después tuvieron lugar los ataques terroristas de París.

Clint Watts traza un paralelismo con el grupo somalí Al Shabaab. Después de que sus dominios territoriales comenzaran a disminuir, se iniciaron los atentados en países de la región, como los atentados en dos establecimientos de ocio en Kampala (Uganda) en 2010 y contra un centro comercial en Nairobi (Kenia) en 2013. Ahora que se ha convertido en el grupo yihadista de referencia global, el Estado Islámico no tiene victorias militares que mostrar al mundo, apunta Watts. Así que lanzar atentados terroristas en Occidente contra objetivos «blandos» le coloca nuevamente en el centro de la atención mediática de todo el planeta y le permite seguir captando apoyos entre los radicalizados como el grupo de vanguardia de la yihad global.
Vincular las operaciones, sean militares o policiales, contra el Estado Islámico y los atentados no implica establecer una relación causal directa. Sin ir más lejos, el año pasado se detuvo en España a dos grupos que tenían la aparente intención de cometer atentados. Así, en abril de 2015 se detuvo a once personas en varios municipios de Cataluña y en noviembre de 2015 se detuvo a los tres miembros de una célula yihadista en la provincia de Madrid. Bien es cierto que existen ciertas diferencias entre el contexto belga y el contexto español. Sin ir más lejos, Bélgica es el país del que más han marchado voluntarios para unirse a las filas yihadistas en la guerra civil siria en proporción a su población. Lo que refleja, en cualquier caso, que no es un problema externo, se trata de una amenaza surgida dentro de la propia Europa con ciudadanos europeos radicalizados. Por lo que las estrategias contra el terrorismo no deben ser sólo a corto plazo y en el ámbito de la seguridad.
El 12 de octubre de 1984 el grupo terrorista norirlandés IRA hizo detonar una bomba en el hotel de Brighton donde se alojaban miembros del Partido Conservador británico, incluyendo los miembros del gobierno y la primera ministra, Margaret Thatcher. La habitación de Thatcher se vio afectada pero sobrevivió al atentado. Al día siguiente el IRA emitió un comunicado, responsabilizándose del ataque y dirigiéndose a la primera ministra: «Hoy no tuvimos suerte, pero recuerde que sólo tenemos que tener suerte una vez». Con una amenaza terrorista que ha dado un paso evolutivo, las fuerzas de seguridad e inteligencia europeas tendrán que tener suerte todos los días.
Es clave no dejarse atemorizar porque esto es lo que busca el terrorismo. Dar imagen de debilidad no hace sino acrecentar la intención de hacer daño de los terroristas. Por ejemplo, ver a Mogherini llorando (aunque sea o no sea una pantomima propia de políticos) da una imagen de debilidad institucional que en nada ayuda.
Hola Jesús. Me gustan mucho tus entradas. He estado leyendo últimamente bastante sobre las Pussy Riot, y he revisado tus escritos sobre el asunto. Estuve en Moscú la semana en que las iban a dar el veredicto, justo un día después de que acabaran los juegos olímpicos. Escribí sobre el tema en la extinta Rolling Stone. Me gustaría enviarte el artículo, para contrastar opiniones.
Un atento saludo.
Ignacio.
¿Qué salto evolutivo? Es la misma cantinela que siempre, sólo que hora son kamikazes…
Ganaríamos más si resolviésemos problemas complejos con equipos interdisciplinares, no sólo FyCSE, FFAA, servicios de inteligencia o «expertos en terrorismo». Nadie está preguntando a los sociólogos, a los logísticos, a los ingenieros, a los antropólogos… ¡Hasta los matemáticos pueden aportar perspectivas útiles al grupo!
Si de verdad queremos vernos libres del terrorismo, deberíamos huir de grupos hiperespecializados que son incapaces de resolver los problemas que se les plantean, y apostar por el método que ya emplean las universidades STEM (Sciences, Technology, Engineering & Mathematics): con EQUIPOS INTERDISCIPLINARES, en los cuales hay individuos que van a verlas venir dentro de su campo, un campo que se solapa poco o nada con el de otros miembros del grupo.
Las escuchas han demostrado no servir de mucho, pero ¡es que no estamos probando coas nuevas! Parece como si los «expertos de siempre» fueran a solucionar esto, cuando sólo lo han empeorado a la larga.
En fin, cada vez que la OTAN y la Interpol fallan de esta manera, pienso más en que todo esto puede ser una operación Gladio B, como diría Sibel Edmonds
Salud