
He leído tres libros del prolífico historiador Carlos Caballero Jurado sobre varios de los contingentes de voluntarios que lucharon en el bando alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Dos de ellos son librillos porque se trata de ediciones en español hechas por RBA de libros de la editorial británica Osprey con apenas 48 páginas. El asunto me interesa por una cuestión muy concreta. La «memoria histórica» sobre esos contingentes es un campo de batalla y un arma arrojadiza en la Nueva Guerra Fría entre Rusia varios países ex-soviéticos.
El primero de los tres, es el libro más extenso e interesante: Rusos contra Stalin. Una historia del Ejército Ruso de Liberación de la editorial Galland Books (88 páginas 2010). El libro cuenta la historia de los rusos que decidieron unirse a las filas alemanas en el Frente del Este frente a la Unión Soviética. El título hace referencia al Ejército Ruso de Liberación (POA en sus siglas en cirílico) del general Vlasov, pero en el libro recoge la participación en el bando alemán de rusos en diferentes circunstancias y momentos. Eso va desde la organización ROVS de «rusos blancos» exiliados tras la Guerra Civil Rusa a civiles armados que organizaron partidas antipartisanas, pasando por los rusos que realizaron tareas auxiliares en unidades alemanas que los incorporaron a espaldas de Berlín. Y es que el libro cumple un papel desmitificador de la Alemania nazi. Donde alguno imagina una implacable máquina militar organizada según criterios de máxima eficacia burocrática alemana se encuentra que el régimen nazi fue una suma de feudos de poder dirigidos por un poder irracional y fanático.
Carlos Caballero no deja de preguntarse que hubiera pasado si la Alemania nazi en vez de despreciar el ofrecimiento de rusos exiliados y prisioneros de luchar contra el régimen de Stalin hubiera organizado fuerzas rusas desde el primer día con la promesa de respetar una Rusia liberada. Pero evidentemente eso iba en contra de los designios de Hitler de convertir a Rusia en una colonia alemana y de su desprecio de los pueblos eslavos. Cuando el ejército alemán estaba en retirada cambió el criterio y se decidió finalmente organizar unidades rusas, pero una vez encuadradas e instruidas se decidió mantenerlas lejos del Frente Oriental y dispersarlas. Algunas terminaron en tareas antipartisanas en Yugoslavia y otras en el Muro del Atlántico. Algunas llegaron a combatir de forma destacada contra el ejército soviético y la esperanza de algunos de sus líderes de mantenerse cohesionados para ser útiles a los Aliados en una inminente guerra contra la URSS se vio evidentemente defraudada. Es más, los ciudadanos soviéticos en las filas alemanas hechos prisioneros por las tropas aliadas fueron entregados tras la guerra para terminar ejecutados o enterrados en vida en el Gulag.
Una historia personal recorre el libro como hilo conductor, la peripecia vital de Grigori vom Lamsdorf, al que Carlos Caballero Jurado conoció personalmente. Exiliado en París, combatió en la Guerra Civil española con otros voluntarios rusos del ROVS. De vuelta en Francia, fue llamado a filas y llegó a ser condecorado por el ejército francés. Tras la rendición francesa y la desmovilización, comenzó su aventura a partir de la invasión alemana de la Unión Soviética. Participó en distintas iniciativas de encuadrar rusos para combatir en el Frente Oriental hasta el final de la guerra. Finalmente consiguió huir hasta España y aquí se estableció.
La Legión Valona y otras unidades alemanas de voluntarios es la traducción al español de Foreign Volunters of the Wehrmacht 1941-45. El libro trata de las unidades extranjeras en el ejército regular alemán de la Alemania nazi (Wehrmacht), con lo que quedan fuera las unidades de voluntarios extranjeros en las Waffen SS. En sus 48 página el cuadernillo, más que libro, trata someramente los voluntarios de la Valonia belga, Francia, Holanda, Italia, Croacia, repúblicas bálticas, el Magreb, los distintos territorios de la Unión Soviética, India y países árabes de Oriente Medio que lucharon en las filas del ejército alemán. El tratamiento es por tanto somero, centrándose en la uniformidad de cada unidad y su organización. Aunque la obra me atrajo por mencionar a las unidades ucranianas, que en el actual contexto me parecen de especial relevancia. Se trata de una obra publicada en el Reino Unido en 1983 donde se menciona la «macabra reputación» alcanzada por una unidad rusa que también aparece en el libro anterior. Cabe preguntarse por esa omisión.
El último de los tres libros, Los aliados alemanes de los países bálticos, también es una traducción al español de una obra de Osprey y tiene como coautor a Nigel Thomas. Aquí se hace un recorrido por las unidades voluntarias o no encuadradas por los alemanas en Lituania, Letonia y Estonia. Al contrario de los dos libros anteriores aquí nos encontramos con el caso de movilizaciones forzosas que colocan a sus protagonistas en una categoría a parte a aquellos que por cuestiones ideológicas y nacionalistas se presentaron voluntarios a luchar. Con sus 48 páginas me lo leí como un registro notarial donde se da cuenta del nombre, uniforme y organización de las distintas unidades que en Lituania, Letonia y Estonia se organizaron para combatir en el bando alemán. El asunto más interesante del libro y que tiene que ver con mi motivación para leerlo es la reflexión final de los autores sobre la «Segunda Ocupación Soviética». Recordemos que la Unión Soviética se anexó las tres repúblicas bálticas por la fuerza en 1940 tras hacer un reparto de esferas de influencia con la Alemania en el infame tratado Ribbentrop-Molotov.
Los autores plantean que una prueba de la verdadera motivación de los voluntarios bálticos contra la URSS queda reflejada en que siguieran combatiendo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un asunto que trata Edward Lucas en Deception, porque el MI6 británico trató de infiltrar agentes en esas repúblicas con escaso éxito tras la Segunda Guerra Mundial. Carlos Caballero habla de la motivación ideológica en una entrevista:
En realidad dudo mucho que ninguno –salvo quizás una cifra anecdótica- fueran radicales nazis. Eran anticomunistas en su inmensa mayoría (si excluimos a los extraeuropeos) y donde más reclutaron fue en zonas de Europa como los Países Bálticos o Galitzia –la Ucrania occidental- que habían sufrido una invasión comunista soviética. Otros lo hacían movidos también por el afán de que sus países consiguieran la independencia. En no pocos casos ambos motivos se combinaban.
La polémica evidentemente está servida porque en la fórmula de «lucharon con Hitler contra Stalin» cada cual se ha quedado con la mitad que le interesa resaltar. En las repúblicas bálticas y Ucrania se conmemora a quienes tomaron las armas para enfrentarse a la Unión Soviética, más allá de que para ello se convirtieran en aliados de la Alemania nazi. Ante lo cual en Rusia se condena esos gestos como filonazis. Véase el caso de Harald Nugiseks, veterano de las Waffen SS que recibió la Cruz de Caballero y falleció en 2014. Fue enterrado con honores militares.

En 2007 el gobierno estonio aprobó una ley sobre enterramientos militares con el propósito de retirar de Tallinn el monumento al «soldado soviético liberador». La anexión de Estonia en 1940 fue acompañada por una campaña de represión que diezmó las élites del país. Para la Estonia actual la entrada de tropas soviéticas en Tallinn en 1944 no fue una liberación, sino otra fase histórica de tiranía impuesta que duró hasta 1991. La retirada del monumento se vio acompañada de disturbios en las calles de Tallinn y por una campaña de ciberataques.
Hablaba de «memoria histórica» para denotar el proceso de construcción social del pasado colectivo y reescritura de la historia. El concepto «fascismo» se ha convertido en Rusia en un término cajón de sastre con el que atacar a los enemigos del nacionalismo ruso, cuyas filas están llenas de fascistas y neonazis. La confusión ideológica en la Nueva Guerra Fría es total. En las filas separatistas prorrusas en Ucrania Oriental encontramos a voluntarios del ROVS, la organización creada por rusos blancos en el exilio que envió voluntarios a España a combatir y se unieron a las filas requetés por afinidad ideológica. Al fin y al cabo, unos tenían por lema «Dios, Zar y Patria» y los otros «Dios Patria y Rey». Fueron homenajeados por la Fundación Francisco Franco no hace mucho. Y mientras, un puñado de españoles fueron a unirse a las filas prorrusas en Ucrania enarbolando la bandera de la II República.
Interesante artículo, como casi siempre. Es evidente que los combatientes bálticos y ucranianos lucharon en clave anticomunista y antisoviética, y no tanto porque simpatizasen con Hitler. Más de un ucraniano sufrió en sus carnes los campos alemanes y soviéticos por igual.
En esta Nueva Guerra Fría, ¿quiénes crees que andan más despistados al apoyar a Putin? ¿Los rojos o los blancos/pardos?
Por aquí he comentado que el mayor carajal mental lo tiene la ultraizquierda española que apoya a Putin. Tenemos en Rusia un régimen que se perpetúa con pucherazos electorales, practica el culto al líder, tiene un transfondo ideológico nacionalista-cristiano ortodoxo, mantiene una economía fuertemente estatalizada y a su sombra ha crecido una oligarquía empresarial… Vamo que Putin está mucho más cerca de Franco que de Stalin.
Eso sí, creo que en esta Nueva Guerra Fría las líneas ideológicas no se entienden a lo largo del eje izquierda-derecha. De eso he escrito por aquí varias veces.
«Para la Estonia actual la entrada de tropas soviéticas en Tallinn en 1994 no fue una liberación…» sospecho que te refieres a la Ofensiva soviética de 1944 ¿no?. Gran post, as usual..
Ups, error corregido. Al menos el enlace dejaba claro de qué hablaba.
Muy bueno Jesús. Siempre me sorprendió que los aliados occidentales no hicieran nada frente a la URSS tras el Molotov-Riventropp. Creo que hubo algunos envíos de tropas francesas y británicas a Finlandia, cuando la Guerra de Invierno, pero poco más. La hipocresía ruso-soviética -y sus acólitos, de esos tenemos muchos aquí- no tiene fin.
Me alegro que os haya parecido interesante. Pero esto es sólo un apunte breve a partir de tres reseñas. El verdadero meollo del asunto está en la reinterpretación de la historia que está haciendo la maquinaria de propaganda rusa. Stalin y los zares pasan por la trituradora para convertirse en referentes de un mismo discurso. De eso habrá que seguir hablando…
Si, evidentemente queda claro que hablabas de 1944…Pero Jesús, esto a medio largo plazo ¿Cómo se supone que acaba?¿Con Rusia volviendo a reconstruir, o al menos intentando reconstruir su órbita? ¿Con otras buenas décadas de «paz caliente»? ¿China tiene algo que decir en Asia Central o seguirá a lo suyo en el Pacífico?
Las características de una Guerra Fría son la rivalidad geopolítica e ideológica. No creo que haya «guerra caliente», sino que los enfrentamientos será siempre interpuestos. Lo que en inglés llaman «proxy war». Lo estamos viendo en Siria y en Ucrania.
No sé qué va a pasar en el medio o largo plazo. Rusia tiene una base economíca y demográfica muy endeble. Pero una maquinaria de propaganda muy engrasada que cuenta con un ejército de tontos útiles en amplios sectores de la progresía occidental que piensa que «cualquier enemigo de Estados Unidos e Israel es mi amigo». Y ahí entra Rusia, Irán y Venezuela. Sin ir más lejos, Pablo Iglesias, que ha trabajado para la televisión pública iraní, quiere reorientar la política exterior española para alejarla de Washington y acercarla a Moscú.
China está en otro juego. Sus líderes son pragmáticos y lo único que les interesa son los negocios. No ves a los chinos cabreados por lo que sale en Eurovisión ni montando congresos a los que invitar a líderes políticos. En Asia Central ya tiene algo que decir. La cuestión es que Kazajistán, por ejemplo, juega a dejarse querer por unos y otros. Y al final, como en África o América Latina, su objetivo no es plantar bases militares sino ocupar mercados y obtener materias primas. Como no doy abasto, decidí renunciar a Asia como campo de interés por el bien de mi salud mental.
Donde alguno imagina una implacable máquina militar organizada según criterios de máxima eficacia burocrática alemana se encuentra que el régimen nazi fue una suma de feudos de poder dirigidos por un poder irracional y fanático.
Para los que vivimos en el pasado (para el bien de nuestra salud mental) y nos gusta la 2ª Guerra Mundial, el tema de las luchas internas e intestinas (literalmente) por hacerse un hueco en el 3er Reich es algo que vemos comentado en bastantes lugares. Como la aseveración de que era tolerado, por no decir fomentado, por el tito Adolfo con la excusa de que si estaban ocupados peleando entre ellos entonces no estarían por la labor de desalojar al amado conductor de su asiento al volante del imperio.
Se puede decir que los británicos tenían cierto amor a los pequeños ejércitos «privados» (commandos, SAS, LRDG, etc) y los alemanes por los ejércitos y organizaciones grandes que, como no, les gustaba ir a su bola.
Pues ahora que lo dices, lo primero que me viene a la mente es el Popski’s Private Army.
Uy, éste apenas lo conocía, alguna referencia por ahí como mucho.
Y luego los chindits de Wingate (saludos a este blog)
El pacto Molotov-Riventropp yo lo veo mas como un acto por parte de Stalin en su búsqueda de ganar un poco mas de tiempo ante el rearme alemán, recordar que a diferencia de la primera gran guerra no habían familias emparentadas en el poder que pudiera siquiera mediar los ánimos (Guillermo o Nicolas, primos después de todo) entre históricos enemigos, y aun cuando el gran camarada no es santo de mi devoción creo que las cosas a su lugar. Tampoco aplica la leyenda urbana alemana que pregonaba que Stalin se encontraba listo para atacar la Europa continental. por lo tanto una escalada de invasiones a la URRS provocada por Hitler y su propaganda. Recordar el 22 de junio de 1941.
Hay dos magníficos libros de Galaxia Gutemberg sobre el tema. Tierras de Sangre de Timothy Snyder y Continente Salvaje de Keith Love.
Esto es lo de siempre las Brigadas Internacionales combatieron contra Franco y a las órdenes de Stalin, la División Azul combatió contra Stalin y a favor de Hitler. El que es comunista ensalza a las BI por luchar contra Franco y condena a la DA por hacerlo a favor de Hitler, el que es de derecha ensalza la lucha contra el totalitarismo soviético por parte de la DA y condena a los comunistas de las BI por obedecer a Stalin.