Después de El Choque de Civilizaciones de Samuel P. Huntington, al que me referí en la primera parte, la otra gran obra estadounidense de los años noventa sobre geostrategia también aborda la cuestión ucraniana. Zbigniew Brzezinski, al igual que Huntington, planteaba en 1998 en El Gran Tablero Mundial cómo la exclusión de Ucrania del área de influencia rusa haría de Rusia «una entidad más asiática y más distante de Europa» . Y al igual que en el libro de Huntington encontramos citas de personalidades rusas que tras la disolución de la Unión Soviética consideraba a la Ucrania independiente como un asunto pendiente y que Crimea algún día volvería a ser rusa.
El imperialismo ruso de los noventa era un imperialismo impotente y frustrado. Brzezinski afirma que «Rusia no era lo suficientemente fuerte desde el punto de vista político como para imponer su voluntad y no era lo suficientemente atractiva desde el punto de vsita económico como para seducir a los nuevos Estados». Precisamente en el año de publicación original de El Gran Tablero Mundial, Rusia sufrió un colapso financiero. Si cuando fue introducido el 1 de septiembre de 1995 el índice bursátil de valores rusos RTS arrancó con nivel 100, el 6 de octubre de 1997 había alcanzado la cota 571. Pero la crisis económica obligó al gobierno ruso en agosto de 1998 a devaluar la moneda, declarar un impago de las deudas nacionales y declarar una moratoria de pagos a los acreedores internacionales. En la primavera de 1999, mientras caían las bombas de la OTAN sobre Serbia, Rusia negociaba un préstamo con el Fondo Monetario Internacional. Rusia no pudo evitar la guerra de Kosovo por razones obvias.
En ese contexto, Brzezinski plantea cómo Estados Unidos debía ocupar el vacío dejado por Rusia en el espacio ex-soviético basándose en las ideas de Mackinder sobre el corazón de Eurasia como bastión para la hegemonía mundial. Hay que recordar que Brzezinski nació en una localidad polaca, que hoy pertenece a Ucrania, en el seno de una familia aristocrática que se encontraba en Canadá en el momento del reparto de Polonia entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. Su fijación por el espacio ex-soviético podemos decir que es altamente biográfica. Pero aunque su visión es descarnadamente imperialista, hay que entender la otra parte de la ecuación: Por qué los países de Europa Oriental huyeron de estar dentro del área de influencia rusa y buscaron activamente el paraguas de la OTAN.
Hay un faceta de la Segunda Guerra Mundial poco conocida. A la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939 siguió otra soviética por el este. La invasión de Polonia, que dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial, fue en realidad una invasión combinada nazi-soviética que respondía a las cláusulas secretas del Pacto Ribbentrop-Mólotov. El 30 de noviembre de 1939 la Unión Soviética atacó Finlandia y al año siguiente la Unión Soviética invadió Lituania, Letonia y Estonia, independientes desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Resulta evidente entender que la Unión Soviética aspiraba a recuperar las fronteras occidentales del imperio zarista bajo la excusa de la extensión de la revolución proletaria. Es habitual hacer referencias jocosas a quienes equiparan las políticas rusas actuales y las soviéticas, pero la realidad es que más que una continuidad entre el imperialismo soviético y el actual ruso podemos hablar sin matices de que la Unión Soviética asumió el imperialismo de la rusa zarista y por tanto de lo que hablamos es de una continuidad histórica del nacionalismo ruso.
Durante la Segunda Guerra Mundial la reacción de algunos pueblos ocupados por la Unión Soviética fue recibir a los invasores nazis como libertadores antes de sufrir en sus carnes el yugo alemán. Así, la Organización de Nacionalistas Ucraniana tuvo una relación con los ocupantes nazis que pasó por fases de colaboración y otras de enfrentamiento. Su líder, Stepan Bandera, es celebrado como héroe nacional en la Ucrania occidental y denostado por colaborador de los nazis por los ucranianos filorrusos. Ucrania había sido incorporada a la Unión Soviética en el contexto de la guerra civil rusa. Sea por los errores cometidos en la colectivización de las explotaciones agrarias, las sequías y las hambrunas provocadas como arma de represión, millones de ucranianos murieron bajo el régimen soviético a principios de los años 30. En Ucrania hay quienes consideran aquel episodio histórico, el Holodomor, como un genocidio. Así que, otra vez más, encontramos a Ucrania dividida en dos. Una nacionalista que recuerda a la Unión Soviética como un régimen genocida y otra filorrusa que reprocha a la primera los vínculos del régimen nazi de sus héroes históricos.

En muchos países ocupados por la Alemania nazi hubo un flujo de voluntarios que engrosaron unidades de la Waffen-SS. Los estonios aportaron un batallón de voluntarios a la 5ª División Acorazada de las SS «Wiking» y tras un reclutamiento forzoso se creó la 20ª Dvisión de Granaderos de las SS (1ª Estonia). Uno de sus miembros murió el pasado mes de enero y fue enterrado con honores militares, participando el capellán general de las fuerzas armadas estonias. Se trataba de Harald Nugiseks, uno de los cuatro soldados estonios condecorado en la Segunda Guerra Mundial con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro. Quienes exaltan a aquellos combatientes pasan por alto que combatieron en el bando de la Alemania nazi y señalan que se prestaron a combatir a la Unión Soviética en nombre de su país. Considerando que la guerra contra la Alemania nazi es un hecho crucial en la mitología nacionalista rusa del siglo XX, los homenajes a esos combatientes se consideran una afrenta en Moscú. La acusación de neo-nazi es un elemento recurrente de la propaganda rusa, como vimos en la crisis con Estonia de mayo de 2007 o la guerra con Georgia en agosto de 2008.

En el caso de la crisis ucraniana encontramos que efectivamente existen grupos de ultraderecha de simpatías abiertamente filo-nazis entre la oposición que tomó recientemente el poder, como Sector Derecha y Svoboda. Alberto Sicilia sobre el terreno contaba que tras convertirse el centro de Kiev en un campo de batalla «mucha gente razonable ha preferido no jugársela y ha vuelto a su casa» y que los grupos de ultraderecha eran bienvenidos por ser lo más dispuestos a enfrentarse a la policía.
La Unión Soviética entró en la Segunda Guerra Mundial en el mismo año y de la misma forma que los Estados Unidos: Por un ataque por sorpresa. Dado lo traumático que supuso la Segunda Guerra Mundial para la Unión Soviética, tras la guerra Moscú creó un colchón de países satélites que actuaran de escudo geográfico que le confiriera profundidad estratégica. Para ello estableció gobiernos afines en los países liberados por las tropas soviéticas y trasladó las fronteras de Bielorrusia, Ucrania y Polonia hacia el oeste. Como vimos en la primera parte, las fronteras occidentales de Ucrania terminaron incorporando territorios de Polonia, Checoslovaquia y Rumanía. Precisamente los territorios donde la población menos simpatías siente por Rusia.
Tras la caída del comunismo, los países incorporados por la fuerza al imperio soviético se alejaron de Moscú en desbandada. Sólo Bielorrusia ha mantenido una relación privilegiada con Moscú, aunque no haya apoyado la invasión de Crimea. Armenia, por su parte, se ha mantenido como aliada por su necesidad de un valedor en el conflicto con Azerbaiyán. Con la incorporación a la OTAN de Lituania, Letonia, Estonia, Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Rumanía y Bulgaria, además de las alianzas de Washington con Georgia, Azerbaiyán y algunos gobiernos ucranianos, el antiguo escudo soviético que protegía Rusia se convirtió en lo opuesto, un «cordón sanitario» que aislaba a Rusia. En esa pugna, Ucrania está en disputa y es un premio mayor. Como Hungtinton y Brzezinski señalan, Rusia sin Ucrania queda más lejos de Europa y sus aspiraciones imperiales sólo pueden orientarse a Asia. Por dos veces movilizaciones populares apoyadas por Occidente han tomado el poder en Ucrania para establecer un gobierno hostil a Moscú. La ocupación de Crimea es un acto de fuerza que permite a Rusia salvar los muebles si se consolida el cambio de alineamiento de Ucrania. Le permite además conservar su principal base en el Mar Negro y desde la que proyecta poder naval hacia el Mediterráneo, justo cuando la guerra en Siria hace menos disponible la base rusa en el puerto de Tartus.
[Continuará]
Jesús, ¿Aún muy pronto para hacer alguna predicción? ¿Se quedará Rusia con Crimea o UE/USA pondrán en la mesa algo mas que amenazas? ¿El memorandum de Budapest no «obliga» a Occidente (al menos USA; Francia y UK) a defender la integridad territorial de Ucrania? Gracias por el blog¡¡
Ya dije en Twitter que la sangren o llegará al río. ¿Realmente la OTAN va a usar la fuerza contra Rusia? Crimea será una nueva Kosovo o una nueva Osetia del Sur. Torre come peón.
La interdependencia económico-energética deja a la UE sin respuesta. Ni Alemania puede prescindir del gas ruso ni la economía rusa puede prescindir de inversores y clientes europeos.
En las clases de historia, el ejemplo que a menudo nos dieron para el cambio de fronteras en esa parte de Europa fue el de la persona nacida en 1910 en un pueblo de Transcarpatia (o «la parte de abajo de los Cárpatos» que es como se llama en húngaro). Esa persona primero vivía en el Imperio Austrohúngaro, luego (después de Trianon, 1920) en Checoslovaquia, luego entre 1939 y 1944 en Hungría, en 1944-45 de nuevo en Checoslovaquia, luego entre 1945 y 1991 en la Unión Soviética y a partir de 1991 en Ucrania. Cinco cambios de nacionalidad sin moverse del pueblo.