Resulta siempre sorprendente y descorazonador cómo un conflicto armado cuando se prolonga «demasiado» puede caerse de los temas de actualidad. Recuerdo que en el verano de 2011 la guerra civil libia pasó a un segundo plano y más de uno se preguntó si había merecido la pena intervenir allí. Luego, la caída de Trípoli pilló a todos por sorpresa.
Creo que quién mejor ha sabido recoger la situación en Siria es el blog de noticias satíricas The Duffel Bag. En abril de 2012 titulaba «El general Amos le pide a los rebeldes sirios que se trasladen al Pacífico». Tras la salida de Iraq, la muerte de Bin Laden y los planes de repliegue de Afganistán el Pentágono tenía prisa por cerrar la década de «guerra global contra el terrorismo» para volver a los buenos viejos tiempos de la guerra convencional, centrando su atención en el área Asia-Pacífico. El auge chino se ha convertido en la perfecta excusa para desarrollar costosísimos sistemas de armas orientados a la guerra convencional. La broma de The Duffel Bag era que si los rebeldes sirios querían estar en el radar del Pentágono, mejor montaban su guerra en Asia.
Lo que no se puede negar es que la experiencia libia pesó a la hora de afrontar la crisis siria en sus inicios. La caótica y violenta postguerra en Libia se convirtió en un mal presagio de lo que podría suponer hacer caer el régimen de Assad, que como en el caso de Saddam en Iraq, había mantenido unido con puño de hierro un estado multiétnico y multiconfesional que los europeos trazaron sobre un mapa al término de la Primera Guerra Mundial. Pero la indecisión occidental de intervenir en Siria es secundaria frente a las circunstancias que los pacifistas y humanistas de última hora, que se han escandalizado porque el «imperialismo yanki» quiere «iniciar una guerra» en Siria para proteger sus «intereses económicos», han pasado por alto. Al contrario que en el caso de Libia, la idea de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que autorizase una intervención en Siria es imposible por el inevitable bloqueo de Moscú. Siria fue un aliado de la Unión Soviética y el vínculo especial fue heredado por Rusia, que tiene en el régimen de Assad un buen cliente para su industria de armamento y cuenta en el puerto de Tartus con la única base logística en el Mediterráneo para la armada rusa. (Siempre me quedará la duda de si la carta blanca que parte de la izquierda occidental le ha dado al neoimperialismo ruso se debe a la ignorancia, la hipocresía o la simple estupidez). Supongo que si finalmente el ataque contra el régimen de Assad se produce, no faltarán en Internet largos y sesudos analisis que achacarán la intervención estadounidense al paso de oleoductos por el país o a que el socialismo árabe del partido Baaz es una intolerable alternativa al modelo de la globalización neoliberal.
Siguiendo con la parodia, Duffel Bag anunciaba que Obama enviaría dos batallones de jugadores de airsoft a Siria como parte de una forma de pretender que su administración tiene una política para el conflicto. Podemos tener claro que un ataque punitivo puntual no tendrá un efecto decisivo en el conflicto y puedo que sirva para calmar alguna conciencia. El problema es que el momento de intervenir ya pasó. La acción de la OTAN en Libia llevó a la población de Bengazi a ondear banderas de Francia (y España). Cuando un grupo yihadista atacó instalaciones diplomáticas estadounidenses, muriendo el embajador estadounidense en Libia y un técnico informático, la población de Bengazi reaccionó de nuevo con una manifestación de repulsa. A pesar de la inestabilidad política y la violencia, la guerra civil en Libia no contagió a Europa como lo hizo la guerra civil argelina con lo que fueron los antecedentes a los atentados del 11-M. En Siria, en cambio, ha ocurrido como en Bosnia. A falta de apoyos externos, han llegado voluntarios yihadistas con la experiencia militar, recursos económicos y apoyos externos que les faltan a otros gurpos rebeldes seculares. Las atrocidades cometidas por los yihadistas contra las minorías alawitas, kurdas y cristianas no sólo harán más difícil la reconciliación postbélica, con cada grupo acumulando agravios contra otros, sino que constituyen una guerra dentro de la guerra. Si mañana cayera el régimen de Assad sólo veríamos el comienzo de la segunda fase de la guerra civil siria.