Tríptico ruso

En el último mes he leído tres libros sobre la Rusia de Putin. Churchill dijo de Rusia que es un «acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma» y mis lecturas me han hecho pensar que se sabe muy poco sobre la realidad de la Rusia actual, a pesar de lo mucho que se ha hablado de Rusia en los medios últimamente.

pussyriotTodo comenzó de casualidad. Un colega me puso en la pista de un libro sobre el colectivo artístico Pussy Riot porque sabía que llevaba tiempo prestándole atención, en especial al paso por prisión de tres de sus miembros. Ese libro es Word Will Brake Cement: The Passion of Pussy Riot de la periodista y activista LGBT Masha Gessen. El libro recoge la historia del grupo, el proceso judicial al que fueron sometidas tres de sus miembros y su paso por «colonias penales» en Siberia, donde las prisioneras son empleadas como mano de obra esclava en condiciones inhumanas. Lo primero que me llamó la atención al conocer el asunto de la detención, juicio y encarcelación es la absoluta falta de garantías procesales en Rusia. El sistema judicial ruso queda representado como una pura farsa donde jueces, fiscales y abogados muestran bastante falta de profesionalidad. En el fondo porque todos saben que participan de una farsa y las sentencias están decididas ya antes del juicio. El asunto apareció de nuevo en el tercer libro que leí sobre Rusia. Y esa sorpresa por descubrir una faceta de la realidad rusa que sale poco en los medios es lo que me llevó a seguir leyendo sobre el país. Pero quizás lo que terminé por encontrar más interesante en el libro no fue la historia del grupo Pussy Riot en sí, sino el retrato de la Rusia contemporánea que en el libro sirve de mero contexto. Las ideas del grupo no son nada revolucionarias desde una perspectiva occidental pero en Rusia resultaron subversivas por tratarse de un país terriblemente machista y conservador. Al ser la Unión Soviética un régimen dictatorial, no afloraron en ella los movimientos sociales que conocimos en Occidente durante la Guerra Fría. El feminismo y la revolución sexual pasaron de largo en Rusia. Además, con la condena de los «valores burgueses» conceptos como el de la paternidad responsable se esfumaron (como en Cuba). El relato sobre la infancia y educación de los miembros del grupo coincide en progenitores ausentes y crianza en manos de las abuelas. Ahí encontré una brecha fundamental con Occidente, los valores. Si añadimos el actual peso de la iglesia Ortodoxa, cuyo alianza política con Putin precisamente Pussy Riot pretendía criticar, podemos señalar que existe una gran brecha de valores con Occidente.

El arzobispo de Novgorod y Arzamas en la "Colonia Correcional nº2"
El arzobispo de Novgorod y Arzamás en la «Colonia Correcional nº2».

Llegué al segundo libro por casualidad, saltando de resultado en resultado de un búsqueda en Amazon. Creo que el libro apareció como una recomendación tras haber estado husmeando libros sobre Rusia. Su autor es Marcel H. Van Herpen, director del think-tank pro-atlantista The Cicero Foundation. Esta afiliación me hizo leer el libro con ciertas precauciones. Hay asuntos que el autor aborda que me dejaron dudas sobre la consistencia de datos y afirmaciones, pero el libro es rico en notas y referencias. La tesis de Putin’s Wars: The Rise of Russia’s New Imperialism es que no se puede entender la historia de Rusia sin entender sus aspiraciones imperiales y que Putin ha construido un régimen autoritario y expansionista. Encontré interesante la idea de que al contrario de los países de Europa Occidental, en Rusia no hubo construcción del Estado al final de la Edad Media antes de la construcción de un imperio. Sino que en Rusia, construcción del Estado e Imperio fueron siempre de la mano, siendo una vía de legitimación del poder de turno. Un gran número de los ciudadanos rusos actuales son descendientes no de ciudadanos rusos sino de antiguos súbditos imperiales. Otra idea interesante del autor, y que comparto porque llegué en su momento a conclusiones parecidas, es que podemos establecer una continuidad entre los designios imperiales de la Rusia zarista y la Unión Soviética. Los años noventa habría que entenderlos entonces como un paréntesis de debilidad e impotencia en la historia de Rusia hasta la llegada de Putin, que retoma el proyecto imperial ruso. Así que sería impropio hablar de «regreso a los tiempos de la Guerra Fría» cuando de lo que se trata de es la recuperación de una continuidad histórica.

 Llegamos entonces a la descripción del sistema político ruso bajo Putin. Al igual que en el libro de Masha Gessen se nos cuenta de los pucherazos electorales en Rusia. Pero más interesante me pareció el falso sistema multipartidista, donde un partido mayoritario sirve de plataforma electoral del presidente y los partidos tolerados ejercen de «leal oposición» apoyando sin fisuras al gobierno. Hablamos del Partido Comunista y del Partido Democrático Liberal, que más que comunista y liberal son ultranacionalistas. Otro tema interesante es las agrupaciones que Putin ha potenciado como plataforma de apoyo electoral. Primero fue la asociación juvenil «Nashi», con sus campamentos de verano y su acoso por la calle a diplomáticos extranjeros. Pero aquellos «veranos del amor» a orillas de un lago provocaron demasiado quejas de los padres y entonces el gobierno ruso puso su atención en los cosacos, que han creado su propio partido político y cuentan con una oficina presidencial por lo que sus milicias responden directamente ante Putin. Por último el libro analiza las guerras de Chechenia y Osetia del Sur. Hace un repaso bastante aterrador de las atrocidades rusas en Chechenia. Basta recordar el título de dos libros de Anna Politkovskaya: Una guerra sucia y Terror en Chechenia. (Tampoco está de más recordar su asesinato el día del cumpleaños de Putin).

La tesis del autor de que el designio de Rusia es ampliar su territorio y su área de influencia, con Ucrania como objetivo de especial interés, cobra relevancia tras los recientes acontecimientos en Crimea. No en vano The Cicero Foundation afirma que es «el libro que predijo la agresión rusa contra Ucrania». 

Nadezhda Tolokonnikova, Maria Alekhina
Un cosaco golpeando a una miembro de Pussy Riot con su «nagayka» durante los Juegos Olímpicos de Sochi. Cosacos uniformados auxiliaron a la policía durante los Juegos y aparecieron en Crimea tras la invasión rusa.

El tercer libro que leí es obra del que fuera ente 2007 y 2011 corresponsal en Moscú del diario británico The Guardian, Luke Harding. Mafia State: How One Reporter Became an Enemy of the Brutal New Russia se estructura en capítulos que describen aspectos diferentes de la sociedad rusa o acontecimientos  que Harding cubrió en aquel tiempo. El hilo conductor es el acoso al que se ve sometido desde su llegada por parte del FSB, el sucesor del KGB, lo que refleja bastante el estado de cosas del país. mafia-state-how-one-reporter-became-an-enemy-of-the-brutal-new-russiaHarding se encuentra con que su correo electrónico es manipulado, su correo postal desaparece y que intrusos entran en su casa de forma repetida sin más propósito que cambiar objetos de lugar para dejar así un «mensaje». En la Rusia de Putin los periodistas y activistas por los Derechos Humanos son acosados por el gobierno y en demasiadas ocasiones sufren ataques o incluso son asesinados a plena luz del día sin que el crimen llegue nunca a resolverse. Como en la cita de Churchill, Rusia aparece como un misterio y asuntos como el funcionamiento interno del régimen oligárquico resultan impenetrables. Harding se encuentra que nadie sabe responderle a ciencia cierta quién estaba verdaderamente al mando de Rusia en el período 2008-2012 mientras Dmitry Medvedev fue presidente de Rusia y Putin primer ministro.

Como se trató en los libros anteriores, instituciones claves en una democracia como partidos políticos libres o una justicia independiente resultan una farsa. Rusia es un régimen autoritario donde el aparato de poder del Estado está al servicio de una oligarquía cleptocrática. A los magnates a la sombra del gobierno se les permite seguir con su enriquecimiento ilícito mientras no cuestionen la «vertical de poder» construida por Putin. El régimen aplica la máxima «para mis amigos todo, contra los enemigos ¡el peso de la ley!». Leyes contradictorias y una burocracia kafkiana colocan a todo el mundo fuera de la ley por simple incapacidad de cumplirla. Cuando las autoridades rusas quieren deshacerse de un enemigo sólo tiene que apelar a un tecnicismo legal (véase el caso de la petrolera Yukos en Oilopoly: Putin, Power and the Rise of the New Russia). Así Harding se encuentra con que la renovación de su permiso de residencia en Rusia pende de un hilo. Sus crónicas sobre la corrupción, el enriquecimiento de Putin y las violaciones de los derechos humanos le coloca en una posición insostenible y finalmente debe abandonar el país. Pero el asunto le lleva a una reflexión interesante. Sabiendo que su continuidad en el país depende de crónicas favorables sobre el gobierno, Harding señala lo extendido que está en el cuerpo de corresponsales extranjeros la práctica de un periodismo benevolente con el gobierno ruso. Pone de ejemplo sangrante a la BBC. Y eso supone en cierta forma una buena explicación de por qué una descripción tan inquietante y desoladora de la realidad rusa que se repite en los tres libros resulte novedosa.

Activistas LGBT tras ser agredidos en una manifestación autorizada en San Peterburgo.
Activistas LGBT tras ser agredidos por turbas homófobas en una manifestación autorizada en San Peterburgo en junio de 2013.

La imagen que uno descubre de Rusia en estos libros contrasta con los argumentos de muchos tertulianos y columnistas que en estos días hablaba de Rusia como un país con un gobierno razonable llevado a una situación insostenible por la perfidia occidental. La reciente crisis de Ucrania se interpreta de una forma muy diferente si repasamos a lo escrito por Huntingon y Brzezinski en los noventa o a los libros de Van Herpen y Harding aquí reseñados. Resulta que todos coinciden en señalar las ambiciones rusas sobre Crimea. Pero me llama la atención que la propaganda del Kremlin calara hondo en ciertos occidentales durante la crisis internacional en torno a las armas químicas sirias en agosto de 2013 o durante la reciente crisis ucraniana. Resulta paradójico que en eso volvamos a los tiempos de la Guerra Fría. Asumen ingenuamente el papel de tontos útiles al servicio de Moscú. De eso hablaremos pronto.

6 respuestas a “Tríptico ruso

  1. «Falso sistema multipardista, justicia independiente que resulta una farsa, régimen autoritario donde el aparato de poder del Estado está al servicio de una oligarquía cleptocrática», son igualmente características propias de los gobiernos occidentales: EEUU, Reino Unido o mismamente España.
    Las guerras que actualemente se libran en África, Oriente Medio y Asia, convierten el expansionismo ruso en una broma de mal gusto.
    Sobre Ucrania si hay dudas sobre por parte de quien comenzó la agresión, basta con escuchar la conversación filtrada de Victoria Nuland y su expansionismo militante de la OTAN.
    ¿Estás seguro de que triunfa la propaganda del Kremlin? ¿No será más bien un fracaso estrepitoso de la propaganda del Atlantico Norte? Son 20 años vendiendo revoluciones de colores y su versión de primaveras árabes.
    Quizás se trate de que ya no hay quien esconda que detrás de la «democracia» y «libertad» que dicen defender los paises de la Otan, está el imperialismo, la suyugación y el saqueo de los pueblos.
    Quizás sea que la hipocresía y el doble baremos ya es insostenible, que no hay quien se crea a sus «lideres mundiales», ni a sus «ongs» y menos a esos rollos mediáticos tipo Pussy Riot y Femen.
    ¿Cuantos grupos de música han sido juzgados y condenados en España por mucho menos que las Pussy Riot? ¿Qué pasa con la persucución del humorista francés Dieudonné? ¿Cuantos miles de civiles estadounidenses ha matado la policía del pais de la libertad en los últimos años? ¿Donde está la integridad territorial y la ley internacional en las ejucuciones sumarias con drones en Yemen, Somalia y Pakistán?
    No puede triunfar la propaganda del Kremlin cuando ya estamos de vuelta con la propaganda de la Otan. De lo que se trata es de un descrédito absoluto del sistema mundial, donde la defensa de los derechos humanos sólo sale a relucir con régimenes incómodos y los mismos que los denuncian los violan sistemáticamente en sus «bombardeos humanitarios», «operaciones «antiterroristas» y «guantánamos» varios.

    1. Desde luego es equiparable. En Estados Unidos asesinan de forma impune a intelectuales y periodistas contrarios al gobierno a plena luz del día, los empresarios contrarios al poder han sido despojados de sus empresas y es imposible que salgan adelante iniciativas popularse como el matrimonio entre personas del mismo sexo o legalicen el consumo de marihuana.

      1. En Estados Unidos ejercen un sistema de represión sutil, donde la buena educación y la cortina de humo de los medios de comunicación liberales manipulado por las empresas privadas distorsionan o eliminan cualquier discusión seria sobre los asuntos que aquejan al país y los lugares dentro del espectro de influencia yanqui. Por supuesto, no asesinan a los periodistas, pero no les públican sus artículos, como le paso a Seymour Hersh y sus investigaciones sobre el fiasco de Siria, o acallan sus voces a través del monopolio mediático de medios privados y la derogacion de leyes que permitan exponer una diversidad de opiniones opuestas en debates públicos (es increíble lo unidimensional que resultan ser los debates politicos estadounidenses, para encontrar discuciones de calidad hay que ascender a los medios universitarios y las fundaciones privadas administradas por las élites intelectuales del país), porque, después de todo, la mejor educación es aquella que te permite hacerte el ciego a los desmanes que realiza tu propio gobierno como ya lo había dicho George Orwell.

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