Azerbaiyán es un país que llamó mi atención leyendo The Oil Road de James Marriott y Mika Minio-Paluello. Los autores relataban de un país donde la democracia es pura fachada, como en Rusia, pero al tratarse de un socio comercial de Occidente el asunto no genera aquí ninguna controversia. Tras la caída de la Unión Soviética, British Petroleum logró el «contrato del siglo», encargándose de la explotación del petróleo off-shore en las aguas azeríes del Mar Caspio. En nombre de la Responsabilidad Social Corporativa y los buenos propósitos, British Petroleum contaba en el país con programas de fortalecimiento de la sociedad civil pero los autores de The Oil Road se encontraban con directivos y técnicos de las ONGs extranjeras en Azerbaiyán que parecían participar de la farsa general. Ya vimos en Las revoluciones de colores de Carlos González Villa que las revoluciones populares en los países ex-soviéticos pasaron de largo en los países con gobiernos aliados de Occidente.
Viaje al negro resplandor de Azerbaiyán es un libro en formato electrónico de las periodistas españolas Bárbara Ayuso y Marta Arias que se une a esa esperanzadora tendencia de libros-reportajes publicados por periodistas en canales de distribución no convencionales, como Un Estado y medio de Jordi Pérez Colomé o Siria, más allá de Bab Al-Salam coordinado por Antonio Pampliega. Digo «esperanzador» porque aunque es un fenómeno que tiene mucho que ver con la crisis (y la «crisis del periodismo«), nos permite a los lectores acceder a libros que de otra forma no hubieran salido al mercado. Las propias autoras arrancan señalando que el español medio apenas podría relacionar Azerbaiyán con el Festival de Eurovisión de 2012 o el patrocinio del Atlético de Madrid. Y así llega a nuestras manos un libro sobre un país poco conocido.
Viaje al negro resplandor de Azerbaiyán es la crónica de un viaje de diez días a Bakú, la capital del país. Una ciudad que aspira a ser la «Dubai del Cáucaso» con sus rascacielos de cristal y proyectos faraónicos firmados por grandes estrellas de la arquitectura global. Allí aterrizan las dos periodistas camufladas como turistas para no tener problemas con las autoridades. El grueso del libro lo forman el conjunto de encuentros con periodistas y activistas azeríes a través de cuyo relato y las propias observaciones de las autoras vamos conociendo la realidad del país. Las autoras se entrevistan a la periodista Shala Sultanova, el intelectual Emin Milli, el reportero gráfico Mehman Huseynov, el abogado Anar Gasimili, el periodista Idrak Abbassov, el director de periódico Rahim Hajiyev y a los creadores de Sing For Democracy, Fuad Hasanov y Rasul Jafarov, que precisamente aprovecharon Eurovisión para tratar que el resto de Europa conociera la situación del país. Conocemos así el reverso del desarrollismo azerí, donde el avance de la edificación supone el desalojo de los habitantes de las casas que se interponen en el camino, donde a los disidentes se les persigue acusándolos de delitos comunes, donde las agresiones a los periodistas incómodos lo hacen turbas o guardias de seguridad… Se mantiene así la apariencia de democracia y libertad, ya que el gobierno acalla las voces de una forma indirecta. Me pareció interesante encontrar otra vez referencias al uso de los medios sociales en Internet por parte del gobierno para vigilar e identificar a los disidentes, lo que nos debería llevar a reflexionar seriamente sobre la necesidad de alternativas (confieso que todavía no he encontrado tiempo para leer a Morozov).
Llegados aquí tengo que señalar que el libro sufre adolece para mí de ese mal del periodismo español del que no he parado de quejarme, el periodismo que busca el reportaje del lado humano de la historia a la búsqueda del testimonio personal conmovedor y que por todo ello renuncia a proporcionar contexto. Cuando se habla de Azerbaiyán lo primero que viene a la mente son los hidrocarburos, que precisamente le proporcionan al país su lugar en el contexto internacional. El petróleo de Azerbaiyán es explotado por un consorcio liderado por la británica BP y llega a los mercados europeos vía los petroleros que cargan en la terminal final del oleoducto BTC, que atraviesa Azerbaiyán, Georgia y Turquía. Hablar de las violaciones a los derechos humanos y la falta de democracia en Azerbaiyán cobra otro sentido cuando entendemos que es una realidad generalmente desconocida porque los azeríes son víctimas de la Realpolitik occidental. Su destino hubiera sido otro de luchar contra un gobierno sin amigos en lugares como Londres. (Haciendo justicia, el asunto aparece en el artículo «Azerbaiyán, una democracia de cartón piedra que se sueña Dubai del Cáucaso» publicado por las autoras en FronteraD)
Que alguien me corrija, pero en Viaje al negro resplandor de Azerbaiyán sólo se menciona un libro, La vuelta a Europa en avión de Chaves Nogales, publicado originalmente en Madrid en 1929. Se menciona también un informe, A Portrait of Deception. Monitoring Azerbaijan or Why Pedro Agramunt should resign, comentado en una entrada de blog que también se menciona, «La diplomacia del caviar». No defiendo caer en el desaforado historicismo del Robert D. Kaplan de los noventa pero me gusta su método de trabajo, que hubiera evitado algún desliz como los que se cuelan en Viaje al negro resplandor de Azerbaiyán. A su llegada a Bakú, las autoras mencionan la presencia de «un inmenso árbol de Navidad» en Fountain Square para más adelante hablar del «ambiente de occidentalismo prefabricado que se respira en todos los rincones de la capital». Y tan prefabricado. Azerbaiyán es un país musulmán (95% de la población, según la Wikipedia). En otro lugar se habla del «aroma artificial de las cosas a las que acaban de quitarle el celofán» y se enumera a los edificios art decó dentro de los elementos que forman «un inmenso escaparate del cosmopolitismo construido ayer». Pero resulta que Bakú vivió hace más de un siglo su primer boom petrolero, durante aquella primera globalización que duró de 1873 a 1914. Por allí estuvo un tal Alfred Nobel, un químico sueco que montó una empresa petrolera con sus hermanos y con cuyos beneficios contribuyó a pagar unos premios que creó con su nombre. La riqueza creada en aquel boom petrolero se plasmó en casas elegantes y grandes mansiones, como la Villa Petrolea de los hermanos Nobel. Estos dos ejemplos son evidentemente asuntos menores pero, considerando que Azerbaiyán tiene un papel importante en la geopolítica del Cáucaso, creo que un poco más de contexto habría aportado bastante al resultado final. Dicho lo cual, hay que celebrar la aparición de una obra así, que trata temas que aborda la realidad de un país que rara vez sale en los medios de comunicación españoles. Es un ejemplo de que se pueden abordar nuevos temas evitando el cuello de botella de la redacciones y sus servidumbres. Y sobre todo, me quedo con ganas de más reportajes como este.
«Un país donde la democracia es pura fachada, como en España o USA.»
Joder, lo de que vayan a un país y no sepan que es musulmán tiene delito.