Las últimas noticias que llegan desde Afganistán es que el régimen talibán ha restringido aún más los derechos de las mujeres. La última medida que prohíbe que se vea la cara y se oíga la voz de una mujer en público rompe el vacío informativo sobre un país que desapareció de los medios tan pronto los talibán consolidaron su poder en agosto de 2021. Desde entonces, sólo hemos visto alguna noticia sobre los contactos on el gobierno talibán de Rusia y China, los más beneficiados de la caída del gobierno apoyado por Occidente, además del anuncio en redes sociales de alguna esporádica emboscada de la oposición.
Más allá de los trágico de la noticia, me llamó la atención que se hable de las mujeres afganas como víctimas del abandono occidental que dejó atrás un país en manos de unos fanáticos ultraconservadores. Y me llamó la atención porque la toma del poder por parte de los talibán en Afganistán en 2021 fue descrita como la victoria de unos talibán 2.0 transformados en pragmáticos moderados. Y fue celebrada por tantos otros que durante años reclamaban una salida de las tropas occidentales del país y celebraron la espantada estadounidense de agosto de 2021 como síntoma de la decadencia del «Imperio». Desde luego que Vladimir Putin tomó nota invadiendo Ucrania en febrero de 2022.
La ventaja de ser viejo y tener memoria es que uno ha vivido lo suficiente para comprender que nunca es el qué sino el quién. Los que aplaudieron la invasión rusa de Ucrania en 2022 estaban en contra de la invasión de Iraq en 2003. Y los que en aplaudieron al León de Damasco arrasando Alepo e Idlib porque consideraban que la población civil en territorio controlado por islamistas era tan culpable como el que cortaba cuellos te cuentan en 2024 que no pretenden disimular más su antisemitisto indignado por lo que pasa en Gaza.
Las lecciones de Afganistán y Mali es que todavía en Occidente no hemos encontrado la estrategia acertada para pacificar un país musulmán enormemente pobre con un gobierno disfuncional que la población local percibe como una amenaza. La fórmula de avanzar en la modernización del país apoyando a las autoridades locales se convirtió en un esfuerzo titánico que consumió tantas energías como la propia guerra. La alternativa a veinte años de guerra en Afganistán que fueron un sumidero de dinero hubiera sido pactar en 2002 con los talibán para que hubieran compartido el poder a cambio de impedir la vuelta de los yihadista internacionales. Los perdedores entonces hubieran sido las mujeres y los afganos occidentalizados. Un resultado que sólo se logró retrasar.
Guerras Posmodernas 
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8 respuestas a “Nadie llora por Afganistán”
Uno de los posts más demagogos y vacíos de información valiosa de la historia de este blog. Parece que ya se contagia de la pobreza discursiva, la simplificación y la polarización de X.
Sarna con gusto, no pica.
Los afganos no han hecho nada para quitarse a los taliban de encima, ergo, les gusta ese modo de vida y gobierno.
No hay que intentar imponer el modo de vida occidental a los que no lo quieren, y si están a disgusto ya saben que luchen.-
El «razonamiento» del párrafo central es digno del cerebro de una medusa.
Borra este mensaje.
Primer párrafo: «…los contactos *on* el gobierno talibán…». Le falta la letra c a la proposición con.
Comienzo del segundo párrafo: «Más allá de *los* trágico de la noticia…». Querías escribir lo, en singular, en lugar de los, en plural.
Tercer párrafo: «Y los que *en* aplaudieron al León…». Se te ha olvidado borrar la preposición «en» en esta frase.
Efectivamente, no es el qué, es el quién. Occidente siempre tiene la culpa. Y la culpabilización viene, casi siempre, de personas que viven cómodamente en Occidente, no veo que esas personas que señalan tan numerosos defectos en Occidente se vayan a vivir al paraíso de Putin, o de Xi Jinping, o de Maduro, etc.
Menuda porquería de artículo, con falacias de hombre de paja y propaganda típica de un vocero otanejo. ¿Quién en su sano juicio dijo que los talibán en 2021 eran unos moderados?
el gobierno de trump negoció con ellos
Volvemos al punto de partida, lo que muestra que los veinte años de guerra no sirvieron para nada.