«En el huracán catalán» de Sandrine Morel

Como los españoles han estado tradicionalmente tan acomplejados con su historia y su presente, siempre se le ha hado desmedida importancia a la opinión de los de fuera. Algún punto de vista historiográfico sostenido por un investigador local tras bucear en archivos parecía sólo tener consistencia cuando lo planteaba un hispanista anglosajón. Y todavía sucede que se usa como argumento sobre la gravedad de un asunto sucedido en España que haya aparecido en las páginas del New York Times o The Guardian, a pesar de que haya sido abordado con profundidad por los medios españoles.

La crisis catalana del último trimestre de 2017 sirvió para desmitificar el recurso a autores extranjeros para entendernos a nosotros mismos. Pienso en aquella feliz explicación de John Carlin de que un síntoma de la poca predisposición en España al diálogo y a ceder posiciones es que no existe en español un equivalente al término inglés «compromise«. Parece que Carlin nunca oyó hablar del Compromiso de Caspe (1412). Por no hablar de todos esos jóvenes universitarios haciendo referencia a Por quién doblan las campanas u Homenaje a Cataluña para explicar la España del siglo XXI mientras mostraban su entusiasmo por la perspectiva de que los españoles volviéramos a matarnos entre nosotros como escenario de fondo para intrépidas y románticas aventuras.

Quizás por todo esto y porque su perspectiva sobre la crisis catalana fuera crítica con los independentista, el trabajo de la francesa Sandrine Morel, corresponsal de Le Monde, ha tenido eco en España. De hecho, el libro En el huracán catalán no nació como una obra publicada en Francia y traducida en España, sino directamente como una propuesta de la editorial Planeta a la periodista francesa. Se trata de un libro ligero, se lee del tirón, que tras los primeros capítulos introductorios presenta un relato cronológico del choque de trenes entre el gobierno central español y el catalán desde la Diada de 2012 al 23 de abril de 2018. La autora combina las entrevistas que mantiene con personalidades, las conversaciones off the record en los pasillos del poder y también sus impresiones personales a pie de calle donde conversa con gente corriente.

El libro transmite la idea de que por un lado el gobierno central de Mariano Rajoy no supo calibrar la naturaleza del desafío soberanista mientras que los líderes catalanes se vieron arrollados por el Procés, que convirtió en la independencia en un significante vacío donde cada cual proyectó sus fantasías políticas. El tono crítico con el independentismo no quita que la autora señale la inacción del gobierno de Rajoy, enfocado en la crisis económica y totalmente ausente en la batalla del relato, que creía que la mejora de la economía y el miedo a la acción a la justicia iba a desinflar el Procés.

El libro presenta una y otra vez que los partidarios de la independencia son incapaces de explicar el para qué de la independencia, limitándose todos siempre a vagas promesas de una Cataluña más business friendly y socialista donde el gobierno pueda aplicar con más libertad medidas de austeridad económica y se expanda el Estado del Bienestar. Las contradicciones entre la burguesía catalana y sus hijos anticapitalistas quedaron relegadas para el día en que se alcanzara la independencia. Quizás aquí esté la clave del desequilibrio entre los dos bandos. Mientras los partidarios de la independencia dejaron sus diferencias irreconciliables a un lado, los contrarios a la independencia en cambio tardaron en hacer causa común porque la izquierda catalana contraria a la independencia rechazaba salir a la calle junto con el PP catalán.

Lo que convierte a la autora en crítica del proceso soberanista es su rechazo al discurso victimista, que llega a comparar a Cataluña con la Armenia del genocidio y a los líderes independentistas con personajes como Martin Luther King, para hablar de una región próspera con unas cotas de autogobierno inimaginables en la mayoría de países. Por no hablar de unos líderes, que ahora sabemos iban de farol, que arrastran a las masas a un desafío contra un Estado que subestimaron y supeditando el éxito de la empresa a unos apoyos externos inexistentes. También transmite su sorpresa a la supeditación de los medios públicos al poder político y el posicionamiento de TV3 a favor de la independencia, porque según su director el deber de la cadena es estar con la «mayoría social».

El resultado, como todo sabemos, es una sociedad fracturada sin solución a la vista. Como sociólogo me quedan ganas de leer un estudio serio que aporte luz a cómo se gestó la huida hacia adelante de los políticos soberanistas, que en el libro afirman siempre responder al «mandato del pueblo» mientras Sandrine Morel encuentra en la calle a gente en las manifestaciones que cuenta su disposición a llegar hasta donde los líderes digan. El fenómeno lo retrataba a la perfección una viñeta que representaba a una masa avanzando hacia el precipicio donde alguien en la cola afirmaba que iban siguiendo a los líderes mientras que en la cabecera alguien decía que avanzaban hacia donde la masa les empujaba.

El libro, como ya dije, es una lectura ligera y es recomendable para aquellos que, como yo, no le prestaron mucha atención a Cataluña hasta el 1 de octubre de 2017. También me parece una buena recomendación para aquellos recién aterrizados en España o que sólo siguieron la crisis catalana por los medios de comunicación de Madrid y nunca se enteraron de qué pasaba en las calles de Cataluña.

7 comentarios sobre “«En el huracán catalán» de Sandrine Morel

  1. Me molesta mucho esa ascendencia que parecen tener los hispanistas británicos a la hora de hablar de asuntos internos de España, da imagen de que en España se tiene «complejo de excolonia». Nunca he oído que haya «britanistas» españoles opinando sobre lo que ocurre en el RU.

    La inacción de Rajoy (algo muy típico de un don tancredista como él) y su falta de discurso para contrarrestar el discurso independentista fue exasperante. Rajoy pensaba que todo se arreglaba con «ya tal» de los suyos.

  2. El «o» no necesita cambiarse a «u» si la siguiente palabra empieza por H.

    En realidad todo el texto necesita un buen repaso gramatical.

  3. Es de risa que la única autocrítica que se concibe siempre desde el nacionalismo español sea la de ser demasiado blandos. Todo lo que no sea aplastar al otro, tenga razón o no la tenga (como en este caso) se descarta de antemano. Qué caricatura de país.

  4. El procés son los ricos tratando de deshacerse de los pobres. Simplemente no compartir los ingresos fiscales con regiones más pobres y al mismo tiempo, eso sí, seguir conservándolas como mercado. Está claro que tanto estar unidos como dejar de estarlo tienen ventajas e inconvenientes, lo que no puede ser es querer separarse para dejar de tener los inconvenientes, pero querer seguir teniendo las ventajas de estar juntos. Si te separas te separas para lo bueno y para lo malo. Pero si hay frontera para los impuestos hay frontera para las mercancías y las personas. El mercado de la economía catalana es el mercado español. Las empresas catalanas venden más en Aragón que en Francia, que están a la misma distancia, pero el efecto frontera es demoledor, el hundimiento en recaudación y empleo sería tremendo en Cataluña. Económicamente no es un buen negocio, la calidad de vida de los ciudadanos bajaría muchísimo, y por bastante tiempo.

    1. Con Portugal y Francia hay frontera para los impuestos y no para mercancías ni personas. A ver si va a ser que quienes quieren levantar fronteras donde no tendría por qué haberlas no son solo los nacionalistas catalanes…

      1. Francia no vende en España ni el 1% de lo que produce, Cataluña vende el 40%, vive del mercado español, no puedes quedarte con las ventajas sin asumir los inconvenientes, a costa de que los demás sí lo hagamos. Si somos otro pais lo somos para todo. Cataluña quedaría fuera de la UE directamente como estado tercero con todo lo que conlleva.

  5. Aún no he tenido ocasión de leer el libro, pero el resumen de ideas me parece interesante y acertado.
    De todos modos la crisis que ha generado Cataluña nunca me ha parecido que fuera el problema, sino el mero síntoma de un estado despreocupado por el concepto nación. Un estado que no se piensa a si mismo, ni construye una narrativa propia, ni identifica objetivos comunes, ni futuros.
    España se ha despreocupado de España durante décadas, como si las ideas de pertenencia fueran algo automático, que no necesita cuidarse.
    Siempre que escucho noticias al respecto mandaría a releer ‘La España invertebrada’ de Ortega a quien quiera comprender estos lodos. Ortega nos dibuja el presente desde una obra que está a punto de cumplir 100 años

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