Archivo: España, crisis de un modelo

[En 2010 David Ballota tuvo la gentileza de invitarme a participar en la versión online de la revista Generación XXI. Escribí entonces sobre temas ajenos a este blog. Hoy esos textos están desaparecidos de la red, así que rescato este artículo integral sobre la crisis]

La España de los últimos 200 años es la historia de sucesivas oportunidades perdidas que hubieran hecho posible otro país. Empezando por la Constitución de 1812 y llegando a casi cuatro décadas de dictadura franquista.

Existen entre la derecha democrática española quienes quisieran exhibir sin pudor su condición de franquistas y necesitan blanquear aquel período histórico. Se agarran ahora al argumento de que las dos últimas décadas de la dictadura, a partir del Plan de Estabilización de 1959, sentaron las bases del desarrollo español. La dictadura de Franco fue entonces un mal necesario que logró el despegue económico y creó una amplia clase media, imprescindibles cimientos ambos de una democracia sólida.

Está por demostrar que el desarrollo y una democracia estable sólo hubiera sido posible con el paso intermedio de una dictadura. Pero sobre todo olvidan o quieren olvidar los defensores de la figura de Franco como precursor necesario de la democracia esas otras dos décadas de la dictadura, las de las fracasada autarquía económica y el aislamiento internacional (1939-1959).

España se quedó descolgada justo cuando a partir de 1945 disfrutó Occidente de un período de prosperidad sin precedentes, los tiempos en que Francia vivió sus “Treinta Gloriosos” años o Alemania disfrutó de su “Milagro Económico”. Aquellos veinte años son los que separaron a España del resto de Europa en la segunda mitad del siglo XX. Pensábamos que por fin se recortaba la distancia cuando llegó la Crisis.

Las explicaciones sobre las causas de la Crisis en España varían en dar peso a la coyuntura internacional, la actuación de determinado gobierno o al desenfreno hipotecario de la atolondrada clase trabajadora en función de a quien se quiera culpar y exonerar. Pero sólo la perspectiva del tiempo nos permitirá ver que a lo que asistimos es a una crisis profunda del modelo productivo español que fue incapaz de dar el salto a una economía globalizada y postindustrial.

España se incorporó a la entonces llamada Comunidad Económica Europa el 1 de enero de 1986 como un país mediterráneo que disfrutaba de las ventajas comparativas de una mano de obra barata y abundantes horas de sol. Las fábricas españolas convertían al país en el quinto productor de automóviles mundial y el país era el segundo receptor de turistas en todo el mundo.

Tres años más tarde del ingreso en la CEE cayó el Muro de Berlín. El mismo año en que Tim Berners-Lee redactó una propuesta en el laboratorio de partículas CERN para un sistema de hipertexto en Internet. En agosto de 1991 puso en marcha el primer servidor de páginas web. Antes del fin de aquel año se disolvió la Unión Soviética.

Abierto casi todo el planeta ahora al capitalismo y con las comunicaciones cada vez más accesibles, España, como cualquier otro país desarrollado, hubo de enfrentarse a una economía globalizada donde cualquier cosa factible de ser extraída de la tierra, cultivada, fabricada o ensamblada lo será siempre de forma más barata en otra parte del planeta. En una economía postindustrial los países avanzados no sólo generan valor en el sector servicios (servicios financieros, software, publicidad, etc.), sino mediante la incorporación de tecnologías y conocimiento en todos los sectores productivos.

La agricultura española encontró competencia en países con una mano de obra aún más barata. Si antes fueron los camiones cargados de tomates españoles los que eran volcados en las carreteras francesas ahora resultaron ser españoles los que volcaban camiones con tomates marroquíes.

Con los productos agrícolas transformados en una “commodity” sólo una minoría afrontó la competencia de los países subdesarrollados haciendo la agricultura más intensiva en conocimiento y capital. Hubo quienes implantaron un modelo de agricultura más respetuoso con el medio ambiente o la salud del consumidor, buscaron el valor añadido de la denominación de origen o buscaron acortar la distancia con el cliente final mediante la comercialización directa en Internet. Pero la reacción generalizada fue sostener un sector no competitivo mediante subvenciones y enfrentar la competencia de países con salarios de miseria implantando en España también salarios de miseria y condiciones infames de explotación. Hoy España exporta temporeros locales a la vendimia francesa e importa temporeros extranjeros con la excusa de que nadie quiere trabajar en el campo.

El sector industrial español dejó de disfrutar la ventaja de la mano de obra barata tan pronto los antiguos países comunistas quedaron conectados a la economía europea. El cierre de factorías para su reubicación en la Europa del Este o en otros países extracomunitarios fue sólo retrasado temporalmente mediante las subvenciones públicas. En el caso de la factoría de repuestos Delphi de Puerto Real (Cádiz), sumaron 62 millones de euros desde 1986 hasta el anuncio de su cierre en 2007.

Sectores puntuales como la industria aeronáutica o naval sobrevivieron gracias a su naturaleza de empresas públicas y al mercado cautivo de las fuerzas armadas. Los contratos militares han mantenido con vida a empresas de capital público como Santana Motor, cuyos productos no resisten el más mínimo control de calidad y que pierde decenas de millones de euros al año.

España, al contrario del resto de países de Europa Occidental, carece de grandes empresas tecnológicas como Alcatel, Thales, BAe Systems, Siemens, Nokia, Philips, Ericsson, etc. Hablar de grandes empresas globales es hacerlo a la antigua Telefónica y Repsol YPF, de la que hay que recordar su condición de antiguas empresas estatales con una posición dominante en el mercado.

Por último, en la España globalizada y postindustrial hablar del sector servicios es hablar del turismo de “sol y playa” que se benefició durante los años noventa de la escasa competencia mediterránea por culpa de las guerras yugoslavas, los atentados contra turistas en Egipto y la guerra civil argelina. Cuando se hizo evidente que el modelo de “sol y playa”, en realidad “discoteca, cerveza, vomitona y playa” combinado con un modelo urbanístico depredador del litoral, dejaba ganancias magras no se trató de aumentar la calidad del servicio al cliente, mejorar los estándares arquitectónicos y reducir el impacto medioambiental Se buscó desesperadamente el “turismo de calidad” mediante la construcción de campos de golf, allí incluso donde los agricultores luchaban ante la escasez de agua.

La salida al mercado laboral de la generación del “baby boom”, el turismo y la llegada de mano de obra inmigrante generó la burbuja inmobiliaria que convirtió a la construcción en la locomotora de la economía. Un sector conectado inevitablemente a las redes clientelares de poder de las administraciones públicas locales y que se convirtió en el símbolo del modelo de negocios español: El “pelotazo”, un concepto que dudosamente tenga equivalente en el resto de idiomas de Europa Occidental. A España en cambio se le puede aplicar un concepto repetido por la prensa económica durante la crisis asiática de 1997: “Crony capitalism”, traducido aquí como “capitalismo de amiguetes”.

Justificado como parte de la idiosincrasia latina y mediterránea, España es un país donde importan los contactos familiares y las afinidades políticas en tupidas redes clientelares que son consentidas y disculpadas porque permean todas las clases sociales. Los grandes pelotazos de alcaldes, concejales y sus parientes son disculpados cuando firman jornadas de trabajo imaginarias para cobrar prestaciones por desempleo y tramitan subvenciones para proyectos con los presupuestos inflados que benefician desde el profesor de cursos de informática al vendedor de suministros para la construcción. Son ellos los que luego jalean a los políticos que esposados salen del furgón de la Guadia Civil y entran en el juzgado.

Podríamos pensar que el mismo país donde la generación que vivió la Transición se encontró todo un país por reinventar y se convirtió en una élite que forma un tapón las siguientes generaciones estuvieran tentadas de romper las reglas de juego. Podría esperarse que una nueva generación, “la mejor formada de la historia de España”, se lanzara a la aventura de emprender, crear conocimiento y crear riqueza abriendo nuevos espacios y nuevos caminos. Pero conocer la universidad española permite comprender su incapacidad para haber formado a los profesionales necesarios y capaces de pilotar el salto de España al mundo global y a la sociedad postindustrial.

La universidad en España es un lugar donde resulta anatema hablar de la conexión con el mercado laboral, so pena de ser acusado de querer poner la educación superior al servicio del “capitalismo neoliberal” y de las “empresa privada”. Como si no existieran alternativas como el autoempleo o la unión de trabajadores en cooperativas. Curiosamente la resistencia a mejorar la empleabilidad de los estudiantes es defendida e inculcada en el alumnado muchas veces por profesores que gozan de la condición de funcionario. Otros aspectos de la universidad española, como su profundo antiintelectualismo y su endogamia, son tan de sobra conocidos que no merecen la pena detenerse en ellas.

En un país donde cuenta más de quién se es hijo y a quién se conoce escasean los ejemplos de éxito económico y social por debajo de la barrera de los treinta años si olvidamos artistas y deportistas que nunca pasaron por la universidad. Linus Torvalds hubiera sido en España un becario asqueado de su programa de doctorado. Pero quizás para ello primero tendría España que dar al mundo un Linus Torvalds, que nació en un país con unos estándares educativos a años luz de España y cuna del gigante global Nokia..

La incorporación de conocimiento e información en todos los sectores productivos tiende a polarizar los mercados laborales en las sociedades postindustriales. Por un lado se requieren de ingenieros, desarrolladores, diseñadores, consultores y ejecutivos. Por otro, la automatización e informatización del puesto de trabajo tiende a reducir aún más la cualificación de los trabajos peores pagados, como auxiliar administrativos o telefonista de call-centers.

Careciendo España de un sector dinámico, competitivo y globalizado en su economía el destino de los licenciados universitarios en España es un trabajo mcdonalizado mientras esperan que surja “algo de lo mío”. La precariedad y el “mileurismo” ha llegado hasta para carreras como arquitectura e ingeniería de telecomunicaciones. El resultado es una generación que no vivirá mejor que sus padres, trabajadores y obreros de la España de la dictadura y del subdesarrollo.

5 comentarios sobre “Archivo: España, crisis de un modelo

  1. Muy buena la descripción que haces y la de la Universidad…perfecta, así es. Tu frase «La España de los últimos 200 años es la historia de sucesivas oportunidades perdidas que hubieran hecho posible otro país.» lo resume todo.
    Jamás hemos tenido unos políticos con visión de futuro capaces de llevar al pais a la altura que merecemos. Porque cerebros nunca nos han faltado en diferentes campos, excepto el político, claro. Y así seguimos, ¿hay esperanza?.
    Solo hay un punto en el que discrepo, o mejor dicho, puntualizo: lo de la generación mejor preparada ¿No era esta la generación nini?. No es la mejor preparada en general, véase el fracaso escolar fruto de varias cosas. Sólo es la mejor preparada de aquellos que se preocuparon de hacerlo, sacrificando la juerga para estudiar incansablemente para sacar carrera, doctorado, master…, pero no el resto, los que abandonaron los estudios para sacar dinero abundantel y rápido en la construcción y otras profesiones (de las que sólo eran chapuzas, porque profesionales pocos, pero cobraban como si lo fueran) y comprarse el «buga», el chalet, salir de fiesta de viernes a domingo, etc., que creo son mayoría. Hoy tenemos una minoría de jóvenes muy bien preparados que se ven obligados a emigrar o con trabajos «que no son de lo suyo» y una multitud de jóvenes que carecen hasta de la preparación más elemental, porque olvidaron lo poco que aprendieron.

  2. Tengo 83 años he tenido la suerte de haber podido sobrevivir a una guerra civil, todo el franquismo y la llamada democracia hasta ahora y posiblemente veré la secesión de Cataluña que sera la guinda de este putrefacto pastel que han creado los políticos.
    Este articulo es la realidad mas cierta y dura de mi país.
    Lo siento mucho

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