Estos días he estado leyendo The Black Banners: Inside the Hunt for Al Qaeda del ex-agente del FBI Ali H. Suffan. El título hace referencia a un hadiz profético que habla de los estandartes negros que algún día se alzarían en Jorasán y avanzarían imparables hasta Jerusalén. De ahí que varias organizaciones yihadistas usen una bandera negra y que Bin Laden fechara alguno de sus comunidades en Jorasán estando en Afganistán.
He leído el libro para documentarme para un próximo artículo que estoy preparando sobre la evolución de la yihad global y me he encontrado un libro un tanto diferente del que esperaba. El autor trabajó para el FBI en su oficina de Nueva York, que por una cuestión de organización interna asumió todos los casos de yihadismo tras el primer atentado contra las Torres Gemelas. Soufan es de origen libanés y resultó ser el único hablante nativo de árabe en aquella oficina hasta el 11-S y uno de los pocos dentro del FBI en todo Estados Unidos. Así que se vio en primera línea en la investigación de los atentados contra las embajadas africanas en 1998, el «plan del Milenio» en Jordania y el atentado contra el USS Cole en aguas de Yemen en 2000.
Decía que era un libro diferente porque lo más instructivo del libro es la explicación que da Soufan de cómo transcurrieron los interrogatorios a los presuntos terroristas. Soufan aprovechaba sus conocimientos del Islam y su condición de hablante nativo para abordar de forma distendida a los sospechosos, dar rodeos e ir estrechando poco a poco el círculo. En esto, el libro me recordó a las técnicas descritas en los dos libros que aquí traté y escritos por interrogadores militares que trabajaron Iraq. Y no es que el libro no aporte nada sobre Al Qaeda. Es que a mitad del libro se cuenta cómo el autor fue contactado por el periodista Lawrence Wright, que aprovechó mucha información para The Looming Tower, uno de los libros que considero fundamental para entender la yihad global. Así que esa sensación de «esto ya lo había leído en alguna parte» tiene su explicación.
La importancia que da a las técnicas de interrogatorio cobra sentido con el terremoto del 11-S. Si hasta el momento la investigación de los atentados contra Estados Unidos se había llevado con tiranteces entre el FBI y la CIA, la «Global War on Terror» se puso en manos militares y de la CIA. Los interrogatorios hechos por agentes expertos en Al Qaeda dieron paso a las sesiones de torturas hechas por recién llegados a la lucha contra terrorista. Soufan explica así que en los primeros años tras el 11-S se anunciara erróneamente en un principio la posible implicación de Al Qaeda en los ataques de ántrax en Estados Unidos o que una y otra vez se anunciara que había caído el «número 3» o el «número 4» de Al Qaeda. Según Soufan el atentado contra el petrolero Limburg en 2002 pudo evitarse pero la CIA no supo valorar la información que tenía entre manos.
Es difícil valorar cuánto de razón tiene, cuánto hay de autobombo del autor y cuánto forma parte de la rivalidad entre FBI y CIA que aparece a lo largo del libro. Soufan respalda su versión con documentos desclasificados y el resultado de comisiones de investigación. Pero hay un hecho significativo que parece darle la razón. Sólo cuando se produjo en cambio de gobierno en Estados Unidos y se decidió acabar con las torturas, efumísticamente conocidas como Enhanced interrogation techniques, se avanzó en la investigación del paradero de Osama Bin Laden.
Pero sin duda el acento central del libro para mí es el 11-S. En The Looming Tower de Lawrence Wright había leído cómo el equipo del FBI que investigaba en Yemen el atentado contra el USS Cole fue identificando la red que lo había montado y sus conexiones con Al Qaeda pero nunca recibió de la CIA la información solicitada sobre algunos sospechosos que resultaron estar en aquel entonces en Estados Unidos preparando el 11-S. Si la CIA hubiera entregado la información disponible habría permitido al FBI detener a varios implicados en la trama y quien sabe si detener el atentado. Aquí entramos en terreno conspiranoico de por qué la CIA nunca entregó la información solicitada. Pero el libro da varias claves. La primera es la Foreign Intelligence Surveillance Act, una ley que se creó para compartimentar la tarea de la CIA y la FBI. La idea era que dado que la CIA podía pinchar teléfonos con criterios más laxos que el FBI (que requería una orden judicial), se podía usar como triquiñuela para saltarse los derechos de los investigados.
La segunda cuestión es la rivalidad entre ramas de la administración. La CIA no sale muy bien parada del libro. Soufan describe a la mayoría de sus agentes como unos chulitos de barrio sin la sutileza, la mano izquierda y la atención al detalle que requiere la investigación criminal practicada por el FBI o la policía. En el libro se cuenta como lo agentes del FBI en Yemen levantan ampollas por la actitud ambigua del gobierno del país hacia el yihadismo, obstaculizando la investigación, lo que lleva a intervenir a la embajada estadounidense para tratar de frenar al FBI y mantener las buenas relaciones con el gobierno yemenita. Por su parte, Soufan cuenta que el gobierno Clinton se convirtió en hostil hacia el FBI cuando a la agencia le tocó investigar la vida privada del presidente a raíz del famoso impeachment. En definitiva, un panorama que hemos visto descrito tantas veces en las películas, donde agentes con demasiada testosterona se enfrenta por los límites de jurisdicciones y responsabilidades. Según el autor, las cortapisas a su trabajo y la errada lucha contra el terrorismo fue lo que le llevó a dimitir para evitar tener un infarto antes de cumplir cuarenta. Desde luego, alguien debería escribir un día un libro sobre el desastre que supuso la administración Bush para los Estados Unidos.
Hombre, Bush y los suyos la cagaron, pero difícilmente podían actuar de otra forma. Al menos a corto plazo, porque la herencia de la anterior administración se basaba en un fuerte desinterés por lo que ocurría overseas. El hecho de que solo un agente del FBI hablara árabe de forma nativa es muy indicativo. Si repentinamente la lucha contra los yijadistas pasa a ser prioritaria, si o si, tienes que meter novatos en el tema. Y los novatos la cagan hasta que aprenden.
Bueno, hay cosas que no tienen que ver con la novatada. Voy a publicar pronto algo así como los cuatro grandes errores de la Administración Bush en su conducción de la «Guerra Global Contra el Terror».