Tengo acumulados un montón de PDFs sobre la Guerra del Líbano de 2006, convertida en un asunto sobre el que un montón de analistas ha escrito informes de «lecciones aprendidas». Sin embargo no deja de haber cierta polémica sobre la divergencia entre lo que pasó realmente y el relato construido a posteriori. Sospecho que todos esos think tanks estadounidenses que publicaron tantas docenas y docenas de artículos que hablan de fiasco israelí en cierta forma trataban de conjurar lo que era en aquel entonces un fracaso en Iraq señalando las dificultades de Israel con un enemigo «asimétrico», como es el caso de Hezbolá. Es decir, una aplicación del «mal de muchos, consuelo de tontos». A pesar de todo, no dejo de creer que hay lecciones que sacar sobre aquella guerra.
Antes de empezar con tanto artículo quise tener una visión amplia y pormenorizada del conflicto por lo que acudí a «34 days: Israel, Hezbollah, and the War in Lebanon» de Amos Harel y Avi Issacharoff, autores del MESS Report del diario israelí Haaretz. Esperaba encontrar un relato detallado de los aspectos militares del conflicto pero los autores prestan atención a la dirección política y militar de la guerra. No estoy en la posición de poder decir cuánto de veraz hay en la versión de Harel y Issacharoff porque no estoy familiarizado con el panorama político de Israel de aquel entonces y porque en esta clase de libros no hay forma de confirmar si el relato presentado de lo que pasó en reuniones del Consejo de Ministros es veraz. Sí queda la sensación de que muchas personas vinculadas con el gobierno y las fuerzas armadas israelíes contaron lo sucedido a puerta cerrada en un intento de echarle la culpa a otros en la tormenta política que se desató en la posguerra mientras se trataba de depurar responsabilidades por los errores cometidos.
La guerra del Líbano llegó seis años después de la retirada israelí del Líbano, una de las promesas de Ehud Barak que se llevó a cabo de una forma un tanto precipitada por la descomposición del «Ejército del Líbano Sur», la fuerza aliada de Israel. El goteo de bajas había hecho impopular la ocupación y el gobierno de Barak, en horas bajas por razones de política interna, usó la carta de la retirada del Líbano como un golpe de efecto. Sin embargo no consiguió la paz y seguridad para Israel. Hezbolá, que se presentaba así mismo como la «resistencia islámica» y centraba su razón de ser como grupo armado en la ocupación, declaró su intención de seguir atacando Israel a pesar de la retirada. Los ataques puntuales de Hezbolá y sus intentos de secuestrar soldados en territorio israelí nunca fueron respondidos con contundencia porque toda solución militar pasaba por la entrada de tropas israelíes en el Líbano en lo que podía convertirse en una nueva ocupación. Según los autores, Israel dio con ello imagen de debilidad.
En el ámbito militar la atención israelí había estado en el período 2000-2006 centrada en la Segunda Intifada y la Desconexión de Gaza. La Intifada había provocado una crisis económica en el país que se cobró recortes en las fuerzas armadas de Israel. Las unidades del Mando Norte dejaron de recibir los recursos y materiales necesarios mientras que las grandes unidades del ejército dejaron de hacer ejercicios de operaciones de armas combinadas por estar ocupadas con las operaciones de baja intensidad en Cisjordania. Las operaciones militares en el centro del país se convirtió en el mejor trampolín para ascender en la carrera militar por lo que las unidades desplegadas allí atraían a los mejores oficiales que no tenían nada que ganar sirviendo en el plácido norte del país.
A esta exposición de causas complejas y concatenadas en el libro, que para mí demuestra el interés de los autores para llegar al fondo del asunto, se une en el parecer de los autores la circunstancia de la inexperiencia y falta de capacidades de tres personajes importantes de la trama: El primer ministro Ehud Olmert, el ministro de defensa Amir Peretz y el jefe del estado mayor Dan Halutz. Los dos primeros carecían de la experiencia que anteriormente habían aportado ex-generales y héroes de guerra metidos en política. El tercero era un general de la fuerza aérea, existiendo un solo precedente de que alguien de esa rama de las fuerzas armadas alcanzara el más elevado puesto militar en Israel.
Así llegamos a los eventos del 12 de julio de 2006. Al gobierno israelí se le planteó el dilema de cómo responder. En aquel momento se había presentado un plan de operaciones para la contingencia de un enfrentamiento contra Hezbolá llamado «Aguas Elevadas». La idea era hacer avanzar dos divisiones de infantería al interior del Líbano a la vez que realizar un envolvimiento vertical con una tercera transportada en helicóptero para cortar el sur del Líbano del resto del país. La intención era cercar a las fuerzas de Hezbolá en el sur del país, cortando su retirada y sus líneas de comunicación. [Personalmente desconozco cómo habría llevado a cabo Israel el traslado de nada menos que una división de soldados por vía aérea y cómo esas fuerzas aisladas en un país hostil habrían mantenido la posición hasta la llegada de los relevos por tierra]. El plan no fue considerado porque se quería evitar la imagen de «soldados israelíes en el Líbano» y se optó por una campaña de bombardeos aprovechando la superioridad aérea de Israel combinada con raids de unidades de operaciones especiales. ¿Qué pasaría una vez empezaran los bombardeos? ¿Cómo se actuaría una vez empezaran a caer más cohetes de Hezbolá en respuesta en territorio israelí? No se discutió. Los testimonios que recogen Harel e Issacharoff en el libro coinciden en que el debate en el seno del gobierno israelí sobre ir a la guerra y qué hacer en tal caso fue breve y precipitado. Como si los ministros no fueran realmente conscientes de las implicaciones estratégicas, políticas y humanas de tomar tal decisión. Sólo la voz de la experiencia, Simon Peres, preguntó «¿y luego qué?».
Se tenía conocimiento de que Hezbolá contaba con cohetes tierra-tierra de un alcance considerable suministrados por Irán y Siria. Su destrucción fue prioritaria y se consiguió con éxito en la primera noche. Se tenían identificadas además un buen número de escondites de cohetes de menor alcance en edificios civiles en el sur del Líbano que también fueron atacados. Pero el número localizado y destruido fue escaso frente al total en poder de Hezbolá. Empezaron a caer más cohetes sobre Israel. A pesar de los medios (helicópteros, aviones y UAVs) resultó imposible poner freno al lanzamiento de cohetes de corto alcance que eran disparados desde vehículos ligeros o plataformas escondidas en zonas urbanas. Como en el caso de los escondites de armas en edificios de viviendas, el resultado de los bombardeos, una pila de escombros y libaneses llorando la pérdida de viviendas y familiares, se convirtió en munición contra la imagen internacional de Israel.
Se sucedieron los días y la aviación israelí siguió con su juego del gato y el ratón con el swarming de las lanzaderas de cohetes de Hezbolá. Llegó el momento en que además se agotaron los objetivos de Hezbolá identificados antes de la guerra. En esto Harel e Issacharoff se andan con cuidado pero es fácil entender lo que quieren decir cuando explican que a los planificadores de las misiones aéreas se les pasó información de poca fiabilidad. Es decir, a base de objetivos claros y confirmados, la aviación empezó a bombardear edificios simplemente «sospechosos» aumentando el saldo de víctimas entre la población libanesa sin conseguir disminuir los arsenales de Hezbolá. El gobierno israelí se dio cuenta que las operaciones militares no estaban logrando de lo esperado. Y aceptaron la mediación estadounidense y francesa para lograr un alto el fuego. A pesar de todo, Hezbolá no dejó de recibir un castigo muy duro y sus líderes también se mostraron receptivos a la intermediación de terceros. Según los autores hubo un primer momento en el que casi se logró un acuerdo y que saltó por los aires por culpa de la elección de palabras del primer ministro israelí en una comparecencia pública. También una segunda oportunidad se malogró porque la presencia de Condolezza Rice en Israel durante una gira urgente por Oriente Próximo coincidió con el bombardeo de un edificio en Qana que se saldó, según las primera noticias aunque luego se rebajó, con decenas de muertos. En Qana habían muerto más de 100 personas en 1996 refugiadas en un cuartel de los cascos azules por lo que el lugar tenía un valor simbólico añadido. Rice abandonó Israel enfurecida con sus contrapartes israelíes.
Tras semanas de guerra y sin cesar de caer cohetes en Israel el gobierno finalmente llegó a la conclusión que el único método para impedir el movimiento de las lanzaderas y evitar su disparo era controlar físicamente la franja del sur del Líbano. Se desplegaron cuatro divisiones para enfrentarse a una fuerza irregular. No se establecieron unos objetivos claros («aislar el sur del país», «dominar las áreas donde el mayor número de cohetes habían sido disparados», «dominar los nudos de carreteras») sino que parece que se esperaba que el ejército entrara en el Líbano, chocara con Hezbolá y hubiera imágenes fotogénicas que ofrecer a la prensa. Años de operaciones en Cisjordania y la Franja de Gaza llevó a que por inercia se lanzaran raids en el Líbano de menos de 24 horas pero sin mucha coordinación. Hubo fallos de ejecución en las operaciones por la falta de experiencia en el empleo de unidades mecanizadas tras muchos años de Intifada. Las unidades entraban en el Líbano, combatían y se retiraban. El terreno ganado a Hezbolá se perdía dejando en los soldados la sensación de que el precio pagado en muertos y heridos era inútil. Los lugares más habituales para el lanzamiento de cohetes y las rutas por las que Hezbolá movía fuerzas, suministros y cohetes no fueron objetivos. Mientras, los cohetes no dejaban de caer en Israel. El ministro de defensa llegó a escoger un pueblo como objetivo militar para ofrecer al público la imagen de soldados clavando la bandera israelí en lo alto de una colina. Llegaron incluso a planearse misiones que costaron vidas cuando ya se había negociado el alto el fuego definitivo y las posiciones conquistadas no iban a servir absolutamente para nada. Sólo para vender a la opinión pública una «victoria».
El libro no presenta el panorama de derrotas tácticas que alguno cuenta. Sí presenta a Hezbolá como una fuerza bien armada con misiles anticarro modernos y bien preparada para la guerra que había esperado durante años. Por ejemplo, los soldados israelíes se llevaron la sorpresa de que lo que les habían descrito como meros «zulos» de armas de Hezbolá eran búnkeres bien construidos. Lo que el libro insite, quizás por estar escrito en clave interna, es el número de bajas provocados por operaciones mal diseñadas o mal ejecutadas por culpa del mando político y militar obsesionado con «conquistar terreno». La lectura de mis conclusiones de entonces en este mismo blog siguen siendo después de leer el libro igualmente válidas.
La guerra reflejó, una vez más, el fracaso al que se ve abocado el tecnofetichismo tecnológico y las limitaciones del poder áereo para ganar por sí mismo una guerra. Muestra el resultado de las decisiones de políticos timoratos, con un pánico atroz al impacto en la opinión pública de las bajas, con un coste en bajas aún mayor del asumible. Y da que pensar sobre las dinámicas en Oriente Próximo, donde los pasos atrás son interpretados como debilidad y sólo provocan que el otro sea más agresivo. (¿Alguien en la sala defiende «paz por territorios»? ¿Alguien?). Quizás Israel cometió muchos fallos en aquella guerra y la gestión de su cúpula política y militar en aquel entonces pueda sin duda de calificarse como «fracaso» pero no está de más añadir que durante la Operación «Plomo Fundido» el frente norte de Israel estuvo muy tranquilo.
Bueno, cuando sigas leyendo y encuentres alguna conclusión ponla por aquí. Yo creo que la guerra del 2006 no se parece a la ocupación de Iraq, sino a la campaña contra Servia por Kosovo. Sin ocupación del territorio y solo con ataques aéreos es difícil conseguir doblegar a alguien que lo haya previsto.
Yo defiendo paz por territorios. Es lo justo, lo razonable y lo que habría que hacer si tuvieran dos dedos de frente. el problema es estar sujetos por un lado a los extremistas religiosos (que son igual de malos sean del bando que sean, musulmanes, judios, catolicos, hindues, etc.) y por otro tener una concepción dieciochesca del mundo, una concepción imperial. Eso sólo crea problemas y deslegitima cualquier acción.
Dani:
Yo creo que hay un par de lecciones que sacar si por ejemplo piensas en Ceuta y Melilla.
-El fracaso del poder áreo como panacea.
-El resultado de la adversión de la opinión pública a las bajas lleva a decisiones tácticas equivocadas.
-El énfasis en misiones de baja intensidad lleva a un abandono en la excelencia en operaciones de alta intensidad.
Narciso:
El modelo de «paz por territorios» en el caso de Israel se basa en una premisa errónea: La raíz del problema se encuentra en la soberanía sobre los territorios. ¿Entrega de territorios y fin del problema? Si ese fuera el caso, Hezbolá nunca más habría atacado a Israel tras la retirada del sur del Líbano. Y Hamás habría dejado de lanzar cohetes sobre Israel tras la desconexión de Gaza.
Ante todo enhorabuena por la pagina. Lastima no haberla descubierto antes y tener ahora una ingente tarea de lectura de entradas anteriores. Se agradece enormemente una pagina dedicada a la defensa para aquellos para los que, hasta ahora, la defensa solo consistia en «eso que dicen en la tele de las misiones internacionales» y el desfile del dia de la hispanidad.
Se agradecen tambien los analisis de Oriente Medio mas alla de los topicos de izquierda del «imperialismo sionista capitalista» y los topicos de la derecha del «moro taimado y traicionero».
Un lujo leerte.
Ahora que estas hablando (y leyendo) sobre Hezbollah y la guerra de 2006. ¿Como crees que afectara la situacion de Siria en la organizacion?. Ultimamente se lee mucho sobre Siria y el resto de revueltas de los paises arabes (la mayor parte chorradas euro-centristas) pero todavia no he encontrado nada sobre la posible relacion (o no) de Hezbollah en la represion de las protestas y sobre el fututo de Hezbollah ante un hipotetico cambio de regimen en Siria.
Saludos y gracias.
Álvaro:
Me temo que algunas de las cosas que preguntas requerirían una bola de cristal o mucho más conocimiento por mi parte. No conozco el papel que está jugando Hezbolá en Siria pero puedo elucubrar que la caída del régimen sirio podría poner a Hezbolá en aprietos logísticos.
Hasta ahora Siria ha proporcionado armamento, apoyo y campos de entrenamiento a Hezoblá (también a grupos palestinos). Sería un golpe importnate para Hezbolá.
Siria es además la puerta de entrada de todo el material iraní que llega en avión a Damasco y por carretera pasa a Líbano. Me pregunto qué vías tendría que emplear el régimen iraní para armar a Hebolá. ¿Por barco? ¿Por avión a Líbano? Dudo que fuera tan ta fácil.
Estimado, te felicito por la página, tiene unos aportes muy interesantes. La leo a menudo. Me encuentro realizando un trabajo sobre la guerra del Líbano, para el cual cuento con escasas fuentes ¿Vos serías tan amable de pasarme esos PDFs que tenés? Aquí, desde Argentina, cuento con poco material. Saludos desde BsAs!!