Les juro que tengo cosas más interesantes e importantes de las que escribir, pero siempre encuentro algo que me hace sentir la obligación de dar una respuesta. Sé que es vaciar un océano de tonterías con la cuchara de mi blog pero alguien tiene que hacerlo. Aunque sea para que quede constancia en los buscadores de una réplica que lleve al internauta medio a cuestionarse las cosas.
La última tontería que me ha animado a escribir fue encontrarme entre las explicaciones de una publicación muy progresista que sólo enviaban pedidos al territorio peninsular del estado español. Eso les dejaba automáticamente sin mi dinero por vivir yo en Canarias pero no voy a molestarme en buscar vías alternativas para hacerme con sus publicaciones por jugar a un juego que me parece estúpido. El nombre del país que vivo es España. Y el «estado español» es sólo una institución. En el lenguaje cotidiano decimos «esto es competencia del Estado, esto otro de las comunidades autónomas y esto otro de los ayuntamientos». Oímos las noticias que el «Estado es responsable subsidiario». No hay que darle más vueltas, queda perfectamente claro.
Nadie dice «me voy de viaje al estado francés», «la mejor pasta la comí en el estado italiano» o «la selección de fútbol del estado alemán ganó el último Mundial de fútbol». Sin embargo, es posible leer que a un evento político internacional acudieron representantes de «Portugal, Grecia, Italia y el estado español». Así, tal cual. Yuxtaponiendo el nombre común de países junto al eufemismo «estado español». No cuenten conmigo para jugar a esa tontería.
Mención aparte merecen los exónimos, aquellos topónimos que tienen un nombre en la lengua materna del hablante diferente a la lengua local. Por ejemplo, tratándose de mi lengua materna el español tenemos ejemplos como La Coruña, Londres, Lérida, Pekín, San Sebastián, La Haya… Y a la inversa. Viajando por Europa me encontré que yo era procedente de Spain, Spanien, Espanja… Nunca vi la necesidad de corregir a nadie y obligarle a usar el nombre «España» hablando con alguien en una lengua diferente al español. Sin embargo, parece imponerse en España comol criterio que al hablar en español hay que evitar emplear los topónimos españoles de aquellas comunidades autónomas donde hay otra lengua oficial. El criterio es evidentemente político, no lingüístico. Porque me gustaría ver a todos aquellos que se ofenden porque digo Lérida y La Coruña que me busquen en el mapa de Europa la Republika Hrvatska, Sakartvelo, Suomi, Hayastan, Lietuva, Shqipëria, etc.
Esa enfermedad abarca todos los sectores y ámbitos de la sociedad española, emplear el español para nombrar cualquier cosas, desde un toponimo al nombre de un ave, si en su lugar se puede emplear el catalán, el vasco, el gallego o incluso su nombre científico en latín es norma y no excepción.
Publico fotos de aves en un grupo de Facebook y esto sucede a diario. Aunque hay que decir que es algo mucho mas común entre los catalanoparlantes (en cualquiera de sus dialectos) que en los de los demás idiomas.
Por ejemplo, es muy fácil encontrar en mitad de un texto en castellano con la descripción de la foto «Martinet blanc, Delta del Ebre» o «Bernat pescaire, l’Albufera» en lugar «Garceta Común, Delta de Ebro» o «Garza Real, La Albufera».
Pero voy incluso mas allá. Quizás sea un paranoico, pero tengo la impresión de que cada vez que alguien de RTVE hace una entrevista en Galicia, estoy casi seguro de que incitan a la gente a hablar en gallego, aunque no sea su primera lengua, y lo digo porque he visto ya mas de un reportaje donde el interlocutor habla gallego, pero se nota que no es un gallego «fluido», de alguien que lo utiliza todos los días como primera lengua, muchas de esas entrevistas, suenan forzadas.
Hacer poco compartí un vídeo de un reportaje también de RTVE sobre el galeón ballenero San Juan, originario de Pasajes, que se hundió en Terranova en el siglo XVI,. El documental trataba de su reconstrucción en un astillero de Pasajes, pero también de la relación de los puertos marítimos del norte con la zona mesetaria, especialmente con Burgos, que era una especie de bolsa de seguros a nivel europeo. Pues bien, durante todo el reportaje, la voz en off, una y otra vez llamaba «Pasaia» a Pasajes, aun incluso cuando en uno de los legajos de un seguro del siglo XVI se hablaba del puerto de Pasajes. También salió hablando un historiador vasco, que habló varias veces de San Sebastián y no de Donosti, como tan acostumbrados estamos a escuchar.
El caso quizás mas ridiculo es el de «A Coruña». ¿Cómo se diría? «¿Voy a ir a A Coruña?».
Por desgracia, la culpa de estas cosas no son exclusivas de los nacionalistas, sino de los tontos útiles que les hacen el juego en todos los ámbitos, esperando aparentemente contentarlos con tonterias lingüísticas como estas, al igual que sucede con el incipiente y martilleante, «compañeros y compañeras, alumnos y alumnas, miembros y miembras»….
Aciagos tiempos estos que nos ha tocado vivir, como decían los Monty Python, en «Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores «
Es el juego del neolenguaje, hacen uso del efecto psicológico del marco, claramente identificado por George Lakoff: según enmarques un concepto o idea lingüísticamente con un significante u otro, causas un efecto u otro en el receptor del mensaje que transmites. Se utiliza tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político. Decir “Estado Español” se presume que es igual que decir “España” pero el significado es sutilmente distinto. El medio crea el mensaje.
También me ha pasado alguna vez que alguien me quiera corregir, como si lo hubiese dicho erróneamente, por decir Gerona, hablando castellano, en lugar de Girona. O con San Sebastián y Donosti. Qué ganas tienen algunas personas de sentirse «especiales», diferentes al resto.
Es solo mi opinión, ojo.
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