Hoy traigo la segunda y última parte de la colaboración de Fernando Geryón. Arranca haciendo un paralelismo entre el Imperio Británico en el período 1873-1914 con Estados Unidos en la actualidad para establecer las similitudes entre aquel período y la situación actual, donde lo que yo llamo Nueva Guerra Fría sería uno de muchos escenarios.
Por todo lo anterior creo que en el caso de tener que denominar el presente paradigma geopolítico en paralelo a uno anterior, sería mucho más adecuado ponerlo en comparación con la Paz Armada de finales del XIX-principios del XX.
Hay toda una serie de paralelismos generales que refuerzan esta hipótesis:
–La gran guerra conferidora de contexto es lejana. Pasaron 70 años entre las guerras napoleónicas y la conferencia de Berlín, pero grosso modo los grandes actores se mantuvieron constantes. El escenario de finales del siglo XIX se conforma lentamente, por la vía de procesos económicos y políticos, pero no bélicos.
–La potencia hegemónica es democrática, anglosajona, de proyección marítima y promotora del comercio internacional. Del mismo modo que el Imperio Británico alcanzó su status dominante gracias a su posición de partida en la revolución industrial y su ventaja comparativa en los intercambios de manufacturas, los Estados Unidos han dominado el discurso global por ser el principal protagonista de los grandes avances tecnológicos de nuestra era, desde la aeronáutica a las ciencias de la información, pasando por la energía nuclear o la automoción. El rol de EE.UU. en la generación de empresas transnacionales es paralelo al que tuvo Gran Bretaña en su momento y ambas épocas se han caracterizado por una relativa paz en los conflictos interestatales y el aumento de interdependencia mutua.
–Esa potencia hegemónica ha sufrido ya algunos reveses que discuten el alcance de su hegemonía. En el caso del Imperio Británico fue la Guerra de los Boers, que puso en discusión la fidelidad de muchos territorios a la corona y alentó a sus oponentes en la periferia. En el caso de Estados Unidos ha sido el paulatino debilitamiento de su posición en el que antaño era su patio trasero. El socialismo-indigenista iberoamericano ha encontrado aliados externos en países como Rusia, China o Irán.
–La emergencia de nuevas potencias agrícolas (fundamentalmente EE.UU y Rusia) cuando el paradigma era ya dominado por la industria comprometió el desarrollo económico británico con importantes caídas de precios que ralentizaron la intensidad de su demanda interna y debilitó su área de influencia. En el caso presente, la emergencia de potencias industriales en plena era tecnológica (sobre todo China) ha quebrado el potencial de crecimiento económico de todo Occidente aunque paralelamente ha amortiguado las crisis sistémicas. En ambas épocas las contradicciones de la interdependencia se han ido manifestando alimentando la política de bloques.
–La Paz Armada fue el corolario militar de la Revolución Industrial. La Guerra Civil Americana o la Guerra Franco Prusiana fueron en esencia guerras napoleónicas. En las décadas que pasaron hasta la Primera Guerra Mundial el desarrollo armamentístico creció exponencialmente (artillería pesada, super-acorazados tipo Dreadnought) y se consumó durante la contienda (nacimiento del carro de combate y la fuerza aérea) de modo que las guerras venideras cambiaron para siempre. En el presente se discute mucho sobre el verdadero valor de las armas “tradicionales” en escenarios asimétricos y se especula acerca de la posibilidad de una guerra estrictamente tecnológica. Ataques como el sufrido por Estonia en 2007 auguraron un escenario que podría ser tan imprevisible hoy como la Blitzkrieg en 1898…
–Durante la Paz Armada el rol hegemónico del Imperio Británico fue discutido desde diferentes escenarios y puntos de vista. En Europa, el fortísimo desarrollo industrial de Alemania, en Asia el citado Gran Juego con Rusia, en África la penetración francesa, en Extremo Oriente el auge de Japón… Del mismo modo el poder omnímodo americano de posguerra ha ido siendo discutido. A nivel comercial por la integración europea, a nivel industrial por Japón primero y China después, a nivel político por la Rusia de Putin (la Nueva Guerra Fría es aquí un sub-escenario). La Conferencia de Berlín fue, en cierto modo, una concesión ante esa multipolaridad creciente, pero pocos años más tarde, Gran Bretaña estaba reconfigurando sus alianzas: Entente Cordial y Triple Entente. En el presente, la APEC ha ido cumpliendo una función similar, pero el TTIP apunta a una concentración de EE.UU. en torno a los aliados más fiables.
PARECIDOS RAZONABLES
Estos son, pues, algunos de los paralelismos globales que conectan la época de la Paz Armada con la presente. Pero no se acaban aquí. Cuando se habla de las causas y orígenes de la Primera Guerra Mundial se suele recurrir a una presentación de los contendientes de un modo ciertamente teatral, como corresponde a un escenario donde se mezclan imperios multiétnicos, monarquías absolutistas y democracias avanzadas.
En el presente se dan algunos parecidos y paralelismos inquietantes, a veces no plenamente correspondientes en su integridad, pero sí a nivel global entre todos los actores. Estos son algunos:
-La potencia hegemónica democrática y anglosajona promotora del comercio se correspondería en términos generales con Estados Unidos como ya hemos ido desarrollando previamente.
-El rol del Imperio Alemán, una creciente potencia continental, fuertemente industrializada pero de estructuras internas arcaizantes se corresponde bastante bien con China. Al igual que sucedía con la aristocracia y la monarquía prusiana, el Partido Comunista Chino se encuentra a caballo entre una época que ya no existe y otra en la que no puede existir en las circunstancias actuales. De manera más discreta que el kaiser Guillermo II, China también reclama su “lugar bajo el sol”, como demuestra su decidida y poco escrupulosa penetración en África o sus descaradas ambiciones en el Mar de China Meridional. El peso económico e industrial de Alemania respecto al Imperio Austro-Húngaro o el Otomano no difería mucho del que tiene China dentro del bloque de los BRICS. Hoy por hoy resulta poco verosímil una deriva militarista china como la que sufrió Alemania en la década de 1910, pero la discreción y la moderación con la que se mueve hoy día el gigante asiático no es mayor que la de los germanos en la época de la Conferencia de Berlín.
-Rusia podría considerarse una constante en ambos escenarios. Tanto entonces como ahora, su poder se basa en los recursos naturales, antaño mano de obra inagotable y grandes extensiones de cultivos de cereal, hoy hidrocarburos y minerales. Tanto entonces como ahora su estructura de poder tenía un fuerte componente étnico, segregacionista, con cierto aroma a naftalina. Y tanto entonces como ahora se veía afectada por la gran amenaza trasversal de cada época, Comunismo entonces, Islamismo hoy. La aparente robustez de su política exterior se cimenta en un territorio demasiado frágil. Hacia el oeste la OTAN, hacia el este la inexorable infiltración demográfica china, hacia el sur la banda islámica, hacia el norte un subsuelo oceánico que ambiciona pero que le enfrentará indefectiblemente con Estados Unidos.
-Al Imperio Otomano se le conocía por entonces como “el enfermo de Europa”. Era el reducto de una brillante y tolerante civilización multiétnica a la que la industrialización había dejado obsoleta. Las tensiones nacionalistas y religiosas minaban de tal manera su esencia que la refundación sobre el elemento turco acabó siendo la única solución posible una vez derrotados en la guerra. Sin duda alguna, la estructura de poder que más semejanzas plantea es la Unión Europea. Sin vigor demográfico, a décadas de su mayor esplendor cultural y político, estancada en lo económico, dependiente de Estados Unidos en política exterior, intimidada por Rusia, azotada por un islamismo creciente y asomándose a un futuro próximo en el que las tendencias centrífugas (como el Brexit) podrían llevar a su descomposición; el título de “enfermo de Occidente” no le desmerece. Como el antiguo Imperio Otomano, la grasa que ha mantenido unida la salsa de la Unión ha sido el eje franco-alemán, en peligro ante el ascenso de los populismos. Y del mismo modo su destino lejano quizás esté en la conformación de un nuevo “Zollverein” que incluya a Alemania y a las más pujantes economías del norte de Europa.
-Aunque por dimensiones y situación podría resultar una comparación algo arriesgada, hay ciertos elementos que son compartidos por el Japón Meiji y el Irán actual, así como la China imperial y el universo árabe. En el primer caso nos encontramos con dos culturas nacionales orgullosas de su legado, modernizadas sin abandonar la tradición, y con un indisimulado afán expansivo. En el segundo nos encontramos con una extensa región con cientos de millones de habitantes y cuyo núcleo ha estado supeditado a intereses extranjeros Hoy China nos parece compacta pero por aquel entonces la tensión con Manchuria estaba más presente, el Tibet y otras áreas de Asia central escapaban a su control efectivo y las injerencias occidentales mermaban su proyección exterior. Al igual que por entonces la Rebelión de los Boxers, la Primavera Árabe ha supuesto un antes y un después a esa injerencia. Resulta improbable en el corto plazo la secularmente ansiada reunificación árabe, pero la palabra Califato ya forma parte de las crónicas de política exterior actuales.
-El papel de la India en todo este escenario es un auténtico misterio. Comparte con el Imperio Austrohúngaro su gran extensión, su multiplicidad étnica, sus arcaísmos culturales. En el pasado ha estado basculando entre Occidente y Rusia y la única constante es su oposición a China con quien sin embargo comparte agenda en el fortalecimiento de un poder alternativo al euroatlántico. India es la mayor democracia de la tierra, en poco tiempo será el país más poblado y en algunos campos de enorme futuro está adquiriendo un know-how que la pueden llevar a ser la gran antagonista a China en la segunda mitad de siglo. Sí, India podría ser el Imperio Austrohúngaro que colapsa por su diversidad interna, o podría ser los Estados Unidos que interviene para decidir el destino mundial.
Y es que, en definitiva, el contexto netamente europeo de la Paz Armada y la Primera Guerra Mundial, se torna asiático-pacífico en el momento presente. En ese gran contexto, la Nueva Guerra Fría sería un episodio regional y pasajero como los roces que tuvieron británicos y rusos en Asia durante el Torneo de las Sombras. Pero del mismo modo que décadas más tarde ambos se unieron en oposición al poder emergente alemán, cabe la posibilidad de que el populismo acabe por hacer confluir las agendas de Rusia y Estados Unidos contra la amenaza regional de China en Asia, o de Rusia y Europa contra la amenaza trasversal del Islamismo. Los guiños que recibe Putin por parte de dirigentes tan dispares como Tsipras o Trump, dan qué pensar.
Buena visión. Me parece acertado el paralelismo entre la China actual y la Alemania de la Paz Armada. Modestamente me permitiría añadir otro paralelismo que veo. El escenario político de China no concuerda del todo con el escenario económico, hay una disfunción. Pienso que esta disfunción al final generará conflictos internos: Una estructura política del pasado con una sociedad que va a querer más libertades.
En la Alemania de la Paz Armada también se daba el hecho de estructuras políticas «obsoletas» con unas sociedades que buscaban más libertades, como se vio en las diferentes revueltas obreras que se vieron entre finales del XIX y principios del XX en Alemania.
En el hipotético caso de que, en el medio plazo, se diera un cambio político en China y se llegase a una democracia, quizá viésemos a Tíbet separarse de China. Este nuevo país sería como un «colchón» entre India y China. Como ya digo, estas son solo opiniones mías, ojo.
Un análisis muy spengleriano, pero no tanto de la Decadencia de occidente como de Años decisvos
En cierto sentido la geopolítica es como una obra de teatro, que contiene una estructura interna y unos caracteres y recursos que son compartidos, pero que luego adquieren tempos o personalidades concretas. Yo no creo en las constantes culturalistas en el muy largo plazo como Spengler pero sí en las constantes estructurales (económicas, militares, geográficas…) que motivan que esos caracteres se vuelvan a presentar en contextos relativamente parecidos.
Es como la analogía en la teoría de la evolución. Si hay un nicho ecológico en el aire, los animales volarán, ya sean con membranas o con plumas, moviendo la extremidad entera o sólo una parte de ella.
Lo inquietante de mi «juego» comparativo es que en última instancia la única constante clara es Rusia, justamente la que marca los tiempos en la Nueva Guerra Fría…
Gracias por comentar.
Me jode como una paja en un ojo, pero la comparación con el Imperio Otomano parece demasiado acertada. Solo nos diferencia no haber perdido el tren tecnológico.
Aún no, pero de hace 20 años a esta parte Nokia, Erikson, Phillips, etc han desaparecido virtualmente o han perdido ese papel de referentes…
A mí me encantan los paralelismos, pero ojo, que los carga el diablo. Por ejemplo, después de la pérdida del imperio Otomano, Turquía experimento un proceso de regeneración y modernización. Proceso que ahora el amigo Erdogan está desmontado, pero eso ya es otra historia. La cuestión es: si Europa «juega» a ser el Imperio Otomano, después de «una serie de catastróficas desdichas» ¿Se intentará regenerar el viejo Continente? ¿En qué consistirá?
Ninguna comparación es completa nunca…
En mi paralelismo esa nueva Turquía sería Alemania con su hinterland económico, todos ellos países con una regia gobernanza en lo referido a las cuentas públicas, que conformarían un nuevo área económica, con una nueva moneda, y cuyo PIB tendría un importante componente industrial y tecnológico.
La clave es si en ese nuevo constructo, donde estarían tanto los políticamente correctos suecos como los descaradamente xenófobos polacos, se impondría una cultura de acogida suave como hasta ahora o si acabarían virando hacia una alta exigencia hacia los emigrantes…