En marzo de 2012, cuando por ahí decían que se avecinaba el ataque israelí a Irán (yo decía en cambio que no iba a producirse), Masha Gabriel se tomó la molestia de recopilar los vaticinios en la prensa sobre la fecha del dichoso ataque. Mi favorito es sin duda el que hizo en El País quien es su director adjunto, el sin par Lluis Bassets. Dice así:
“Será en verano, época guerrera por excelencia. En mitad de la campaña presidencial, con Obama y Romney enzarzados en la pelea decisiva. Un tiempo de transición, por tanto, en el que se abren las ventanas a iniciativas inusuales. Todo será muy rápido, con bombardeos de precisión realizados por aviones no tripulados. Después vendrá la respuesta, que puede convertirse en guerra. Cuando todo termine, nada será como antes.”
Me temo que hay que entender de estos temas para calibrar el disparate mayúsculo. Pero claro, yo jugaba con ventaja. Elaboré en su momento un texto sobre las dificultades de un ataque aéreo israelí contra el programa nuclear iraní y me estuve documentando sobre temas como las bombas anti-búnker o las defensas antiaéreas iraníes. Sabía que lo de aviones sin piloto israelíes era un despropósito. Así que, claro, el primer requisito para calibrar a un analista o periodista es tener alguna idea del tema. Eso explica los comentarios laudatorios al reciente análisis de cierto periodista lleno de errores y profundamente tendencioso: «un análisis, claro, conciso e informativo», «un análisis responsable y lúcido», «un oasis en medio del desierto de la desinformación», «brins de llum entre les tenebres», «la última esperanza de la prensa española», etc.
Desde hace ya tiempo manejo muy pocas fuentes en español. El recuento de fuentes RSS y boletines por correo electrónico que recibo daría un mayoría extranjeara. Poco más de un tercio de las decenas de libros que he comprado este año son de autores españoles. No cabe más que preguntarse, ¿dónde están los Steve Coll, Yaroslav Trofimov, Ronen Bergman, Lawrence Wright, Robert D. Kaplan, Edward Lucas, Misha Glenny y Mark Bowden españoles?
La reinante mediocridad en España a la hora de abordar los temas internacionales es un tema recurrente en mis conversaciones desde hace tiempo. Yo, como con las razones de la crisis, me niego a atribuirlo a razones ahistóricas. «España es así, señora». Creo que en algún momento ya di alguna clave suelta de por qué. Hoy recopilo unas cuantas.
Hasta el otro día, España era un país subdesarrollado.
Recuerdo mi sorpresa al encontrar que España no aparecía en la lista de países industrializados que los Toffler manejaban en La Tercera Ola, publicado en 1980. Luego caí en la cuenta que, según manejos los criterios de la OCDE o el Banco Mundial, España se convirtió en un país desarrollado entre finales de los años 70 y finales de los años 80. No hace falta estadísticas para constatarlo. Cuando yo veraneaba en casa de mis abuelos en la Canarias rural de principios de los años 80 no había agua corriente. Nos bañábamos con agua calentada con leña en un caldero tiznado enorme e íbamos a cagar no muy lejos de la casa. Yo era un niño urbano que veía todo aquello como algo peculiar y ahora lo recuerdo como una curiosidad.
Si consideramos el desarrollo humano en el contexto del subdesarrollo español de los setenta, hemos de imaginar las bajas tasas de población con formación universitaria y los recursos limitados de universidades y centros de investigación. Pocas personas de la generación de mis padres fueron a la universidad. Pero quizás no haya que ir muy lejos en el tiempo para comprender el alcance del fenómeno. Según estadísticas recientes, sólo un 16,7% de la población mayor de 15 años en Extremadura contaba con estudios superiores (Formación Profesional y Universidad). En Baleares era el 17,5% y en Andalucía el 17,7%. Pensemos entonces en el talento desperdiciado de cuantas personas en otras circunstancias pudieron haber llegado más lejos en sus estudios y aportar más a la vida intelectual española. Y ahora pensemos en todas las personas que llegaron a la universidad en aquella década y que se convirtieron en esa generación tapón que ha copado el mundo intelectual y de la cultura en España. No necesariamente fueron los mejores. Eran lo que las circunstancias les colocó allí.
Falta de tradición académica
Yo fui estudiante de la primera promoción de Sociología en la Universidad de La Laguna. Mi primer día de universidad tuvo lugar el 6 de octubre de 1999. Había pasado menos de un cuarto de siglo de la muerte de Franco, fecha tras la que fue posible crear en España las facultades de Sociología (cátedras y departamentos son anteriores). Seguro que en universidades de Madrid y Barcelona estaban por aquel entonces en 1999 dando todavía clase profesores con los que arrancaron los estudios de Sociología en España. La tradición académica era, por tanto, poca.
Si hablamos de Relaciones Internacionales, tenemos que avanzar hasta el Proceso de Bolonia para asistir al nacimiento en España del Grado en Relaciones Internacionales. Yo tuve la oportunidad de dar una charla a una de las promociones pioneras en la Universidad Europa de Madrid en diciembre de 2011 que se graduó estos días. Es decir, estamos hablando de que hasta llegado el siglo XXI no hubo en España facultades de Relaciones Internacionales. Hasta entonces los expertos en España provenían del perfil de especialización en el segundo ciclo de Ciencia Política o si acaso del mundo del Derecho Internacional Público. Imaginen la predisposición mental de quienes estudiaron asignaturas como sistemas electorales y derecho constitucional para atisbar la irrupción de actores no estatales en el panorama global.
Tampoco existen los estudios regionales en España, a excepción de la licenciatura de segundo grado en estudios de Asia Oriental que impartían la UAM y la UOC (desconozco qué transformación ha sufrido tras el Proceso de Bolonia). Así que imaginemos el panorama de alguien que quisiera en España especializarse en Oriente Medio o Rusia. Es raro encontrar en España instituciones como el Harvard Ukrainian Research Institute o el Weatherhead East Asian Institute de la Universidad de Columbia. Un detalle comparativo. La Universidad de La Laguna ofrece un máster en estudios africanos. Creo que mi biblioteca personal tiene más libros sobre África que la biblioteca central del Campus de Guajara (puede que en centímetros de estantería me gane la ULL por el espacio que ocupan los tochazos de la Historia General de África dirigida por Joseph Ki-Zerbo).
Reciente internacionalización de las empresas
Si uno repasa la lista de países usuarios del avión de transporte CASA C-212, encuentra fuerzas aéreas y servicios gubernamentales en América, África, Europa, Oriente Medio y Sudeste Asiático. Hay otros ejemplos de los años 80 como los camiones Pegaso y los trenes Talgo. Así que no se puede decir que antes de la entrada de España en la Unión Europea no hubiera ejecutivos españoles por el mundo para vender sus productos. Pero la realidad es que hasta el proceso de concentración en dos grandes bancos y las privatizaciones de Repsol y Telefónica allá por los noventa no se vieron grandes empresas españoles saliendo al mundo con intención de consolidarse en mercados extranjeros. El Grupo Inditex salió de España a finales de los años 80. Mango abrió su primera tienda fuera de España en 1992.
Ser un país con empresas que compiten por el extranjero cambia la manera de ver el mundo. Fomenta los estudios de Geoeconomía, las publicaciones periódicas, los eventos e impulsa la demanda de profesionales cualificados que hablen idiomas. Más empresas internacionalizadas significa más interés por lo que pasa en el mundo y por tanto más capital privado dispuestos a invertir en cátedras de estudios internacionales o think-tanks. La venta a capital extranjero de grandes empresas españolas en problemas por la crisis significa que las grandes decisiones se tomarán fuera de España y que habrá menos demanda de análisis y reflexión.
Endogamia en la universidad y en el Ministerio de Asuntos Exteriores
Por tema harto conocido no merece la pena entrar en él. Más divertido es hacer un repaso a los listados históricos de nombres y apellidos de los altos cargos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Encontramos mucho de lo que el humorista argentino Enrique Pinti definía en un términos criollos como «soretes de cuádruple apellido». Alguno estará tentado de correr a apuntar el dato que a la carrera diplomática se accede por oposiciones públicas donde se valora la capacidad de los candidatos. Pero todos sabemos que el primer obstáculo es contar con el dinero para pagarse un «preparador» y que dada la tasa de éxito de los que se presentan por primera vez es una carrera de fondo en la que es mejor contar con la manutención paterna para convertirse en opositor 24/7.
El maldito «inglés nivel medio».
En España se habla fatal el inglés y lo que es peor, se lo lee con dificultad. Si es posible todavía considerarse una persona culta y dedicarse a unos cuantos campos intelectuales o académicos sin saber inglés, es imposible dedicarse a informar o analizar la realidad internacional sin saber inglés con la soltura para leer ladrillos de centenares de páginas. Tomemos un tema que ha ocupado bastante mi tiempo en la primera mitad de 2014: Rusia. Alguien que quisiera abordar la realidad de la Rusia post-soviética contando con libros publicados en español se encontraría con poco más de la obra de la rusa Anna Politkovskaya y los españoles Carlos Taibo y Rafael Poch. No tendría acceso a ninguno de los libros de los periodistas Edward Lucas (The Economist) y Luke Harding (The Guardian), que dan buena cuenta de la «vertical de poder» de Putin. Alguien que no lea inglés se perderá los libros de la periodista y activista Masha Gessen sobre Putin y el caso contra Pussy Riot. El libro sobre este último tema le dará una buena idea del funcionamiento del sistema judicial ruso. Y alguien que no lea inglés tampoco podrá leer lo que cuenta Marshall Goldman sobre la industria petrolera rusa.
Creo que quedaría hablar de los sesgos ideológicos. Pero eso me recuerdo que tengo pendiente la segunda parte de «Cómo acabar con la Geopolítica de una vez por todas».
Tu análisis adolece de centrarse en tu experiencia personal y hay que tener en cuenta que el desarrollo en España no ha sido geográficamente equitativo, con variaciones regionales brutales.
En España ha habido regiones industriales desde muy antiguo, regiones que han gozado de un nivel de vida y cultural muy superior a la media nacional.
Y también ha habido universidades con cierta capacidad investigadora, España nunca ha sido tan atrasada tecnológicamente como algunos interesados nos lo han querido hacer ver.
El actual desastre de los «altos estudios» yo creo que viene de otra parte, no de que no existieran bases para ello (que no digo que fueran una maravilla), sino precisamente de no usarlas. Por aquello del quitate tu para ponerme yo.
Recuerda que estamos hablando de expertos en asuntos internacionales. No sé cómo va la cosa en bioquímica o física cuántica.
Ahí le has dado. Pero en tiempos en España había buenos arabistas, o eso se decía. Mi padre solía presumir de lo buena que era la brigada de asuntos árabes de la policía, pero quizás exageraba.