Deber ser mi sino, pero me sorprende ver el entusiasmo a mi alrededor en actos públicos por el discurso de personas que la gente celebra como «críticas» y que para mí resultan bastante convencionales. No me negarán que en pleno 2013 animar a los estudiantes de periodismo que llenan un auditorio a que tengan una visión crítica de la realidad es un cliché poco audaz. No trato de decir con esto que el verdadero mérito radica a estas alturas están en defender el status quo, sino que, como compruebo continuamente, en España se considera «crítico» el discurso intelectual de cualquiera que refuerce los prejuicios del oyente. Tener una «visión crítica» is the new normal.
Ayer, en las jornadas «Comunicación en conflictos armados y crisis humanitarias» celebrado en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna la persona que animaba a los futuros periodistas a ser críticos con el discurso de los medios puso de ejemplo un fragmento de un reportaje francés que enseñaba cómo el derribo de la estatua de Sadam Hussein en la plaza Firdos, tras la caída de Bagdad en manos estadounidense en abril de 2003, fue una escenificación para la prensa recogiera un supuesto acto entusiasta y espontáneo de la población iraquí. Iraq, 2003. ¿En serio? ¿Seguir hablando de las mentiras de aquella guerra a estas altura es fomentar la perspectiva crítica o ahondar en el cliché? A continuación la misma persona habló sobre un estudio en el que alguien había repasado los vínculos con el complejo militar-industrial de los «expertos expertos independientes» que los grandes medios estadounidenses entrevistaron mientras se discutía la anulada intervención en Siria. Y con esto llegamos al meollo del asunto.
Hablar de «perspectiva crítica» o de «visión crítica de la realidad» no es más que un eufemismo habitual para en política internacional criticar a Estados Unidos o Israel. En el debate en Internet sobre la posible intervención de Estados Unidos en Siria, sin ir más lejos en los comentarios de este blog, vimos que la desconfianza y el cinicismo hacia el discurso de Estados Unidos en política exterior, tan habitual en personas de izquierda, se ve acompañada de una ingenua credulidad ante informaciones evidentemente cocinadas en Moscú y Damasco. Llegamos a la paradoja de ver a alguien denunciar las aspiraciones imperialistas de Washington en Oriente Medio usando informaciones de Russia Today o acusaciones de que informaciones sobre Siria aparecidas en la prensa occidental son propaganda enlazando a Voltairenet. Tener perspectiva crítica, evidentemente, es otra cosa. Lo que no veo es que nadie entre en detalles de cómo se cultiva y cómo se obtiene una educación audiovisual que permita entender las claves del discurso de los medios. Y mucho menos que nadie advierta de los riesgos que se corren de quedarse fuera de la manada.
Luego, ayer, oí a alguien decir que uno de los ponentes era muy «cañero». Ciertamente fue una persona que habló con un tono afectado e indignado sobre la representación de África en los medios, el papel de Fracia en Mali y la relación con los militares en zona de guerra. Pero me pregunto cuánta gente en aquella sala comprendió lo que realmente estaba diciendo. Su discurso transcurrió dentro de los márgenes del relativismo posmoderno tan en boga en los africanistas del mundo académico español. Quien habló ayer criticó que se justificara la intervención en Mali como una acción para detener el yihadismo en el Sahel y liberar a la población porque considera que etiquetar de terrorista a Al Qaeda en el Magreb Islámico era un caso de amenaza exagerada y que la vida en el norte de Mali durante el gobierno de los grupos islamistas no había sido nada terrible. Apuntó que, al fin y al cabo, sólo siete personas habían sufrido una amputación como castigo en la ciudad de Gao.
El discurso constructivista de las relaciones internacionales no es una pendiente resbaladiza, es un auténtico tobogán moral. Sin ir más lejos, alguien del público condenó ayer el concepto de Derechos Humanos como un invento occidental. No sé si ambas personas estarían de acuerdo con aquellos que consideran respetable la ablación de clítoris. (Ya dijo una feminista australiana en una entrevista en El País, «el orgasmo clitoriano está sobrevalorado»). El apoteosis llegó para mí cuando el ponente «cañero» denunció la «remilitarización de África» porque Estados Unidos había desplegado drones en Níger y Somalia. Lo repito. El despliegue de drones estadounidenses en Níger, en apoyo de la Operación Serval, junto con su acción en Somalia supone la «remilitarización de África». Una frase dicha después de que recientemente Angola comprara cazabombarderos Su-30K de segunda mano a Rusia dentro de un acuerdo de venta de material militar por valor de 1.000 millones de dólares. Una frase dicha poco después de que Etiopía haya empezado a recibir los 200 carros de combate T-72 que compró a Ucrania en 2011. Pero un puñado de drones Predator sin armamento en Níger es la «remilitarización de África». Llegados aquí tenemos que recordar que para los posmodernos no hay realidades objetivas que describir ahí fuera. Sólo existen los relatos. Así que una frase como esa podemos llamarla un impromptu poético o decir que es una metáfora literatura. Pero por favor, dejen de llamarlo periodismo. El periodismo tiene que ver con la realidad.
Esta semana se publico lo de la mision india a Marte. La critica habitual ataca los gastos del programa espacial indio frente a la pobreza generalizada. A mi me sorprende la ausencia de la misma critica hacia el programa chino
Pues eso es lo que no comprendo Jesús. ¿Por qué después, tres de los cuatro diarios más leidos de tirada nacional son de derechas?. En mi caso, ya desde el colegio, me sentía aleccionado por profesores de pelo largo que criticaban una intervención militar en Irak auspiciada por la ONU -1991- o el derrocamiento y asesinato de Nicolae Ceaușescu, y al mismo tiempo justificaban la actuación del gobierno chino en la Plaza de Tian’anmen o la intervención rusa en Afganistán.
Es algo que nunca entenderé. Un saludo.
Jesús,
No tengo muy claro el origen de esa manía obsesiva que tienes contra «la izquierda». Lo que sí tengo claro es que la izquierda que describes no es representativa del pensamiento crítico, y tu argumentación para desacreditar toda crítica con el actual modelo periodístico es una completa falacia.
Lo cierto es que la propaganda de guerra es una realidad incuestionable, y si te parece que una actitud crítica hacia el actual modelo periodístico es indeseable, entonces mejor dejamos las cosas como están y que los medios sigan sin cumplir con sus roles profesionales.
Si es que eso de ser progre ya no es «cool», ahora lo que se lleva es el NODO.
😀
Virgen santa. En este blog he cargado contra conspiranoicos del 11-M, neoconservadores, neoliberales, conservadores cristianos islamófobos, xenófobos en general… Pero ahora resulta que tengo una «manía obsesiva» contra la izquierda.
Zarathustra, si has entendido que estoy en contra de tener una «actitud crítica» y a favor del NODO deberías ya hacer el esfuerzo de volver a estudiar y terminar la ESO de una vez. De lo contrario, corres el riesgo de convertirte en ejemplo de lo que hablo.
Que sí, Jesús.
Que me parece muy bien que cargues contra quien te apetezca. El problema es que nunca te he visto criticando la propaganda de guerra de Occidente en Libia y Siria. En cambio no es la primera vez que criticas a los que denuncian la propaganda occidental en esos conflictos, y además das a entender que lo hacen por prejuicios ideológicos, como si la propaganda occidental no existiese.
En lugar de criticar a la crítica, lo que tendrías que hacer es criticar la propaganda de guerra. ¿Entiendes ahora lo del NODO?
Por cierto, no hay riesgo de convertirme en nada, nunca enlazaría a Russia Today o Voltairenet 😉