El régimen de Gadafi cayó porque las extravagancias de su líder le granjearon pocas amistades sinceras. Cuando cesó el embargo internacional contra Libia, a pesar de las múltiples noticias al respecto, no se materializaron las grandes compras de armamento que hubieran modernizado sus fuerzas armadas. La intervención militar fue relativamente fácil. Las defensas aéreas eran débiles y antiguas. La mayoría de los blancos estaban en la franja costera del país. Nadie lloró la muerte de Gadafi.
El régimen de Assad no sólo cuenta con el respaldo de Rusia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Forma parte de una alianza dentro del Gran Oriente Medio, el «Eje de la Resistencia», que ha proporcionado suministros, combatientes y apoyos durante la presente guerra civil. El puente aéreo Irán-Siria, con Boeing 747 e Il-76 iraníes aterrizando en Damasco, ha proporcionado suministros y asesores, aparte de la ayuda económica iraní a Siria. Por su parte, la ofensiva lanzada desde el Líbano por la organización Hezbolá ayudó a aliviar la presión rebelde sobre Homs y darle la vuelta al conflicto, cuando a finales de 2012 los rebeldes estrechaban su cerco sobre la ciudad para cortar la autopista M5 que conecta Damasco con el norte del país. Por último, la organización chiita iraquí «Badr» anunciaba que había desplegado en Siria a 1.500 voluntarios. Es decir, los apoyos del régimen de Assad provienen de un corredor chiita que arranca en Líbano, conecta con el sur de Iraq y llega a Irán.
En el bando opuesto tenemos a las petromonarquías de la península arábiga que, tras las revoluciones en Túnez y Egipto, decidieron cabalgar la ola y no dejarse arrastrar por ella (véase mi artículo en Fuerzas de Defensa y Seguridad de julio 2012). Ya vimos en Libia la inédita intervención de Qatar y Emiratos Árabes Unidos, que mandaron aviones de combate para integrarse en el dispositivo de la OTAN y apoyaron abiertamente a los rebeldes, con C-17 qataríes aterrizando en Bengazi a plena luz del día. Así que en Siria, aparte de Qatar y Emiratos Árabes Unidos tenemos también a Arabia Saudita apoyando a grupos rebeldes. Una caída del régimen de Assad cortaría al «Eje de la Resistencia», privando a Irán de una insistituible plataforma logística para apoyar a Hezbolá e intervenir en Líbano. La paradoja es que en la búsqueda de un buen posicionamiento de cara a la Siria post-Assad, Qatar y Arabia Saudita están apoyando a grupos rebeldes diferentes y riviales.
Estamos, por tanto, asistiendo en Siria a una guerra por delegación (proxy war) entre sunníes y chiitas que significa para el Gran Oriente Medio lo que la guerra del Congo, la «Primera Guerra Mundial Africana», lo fue para África. Es indudable que el significado e importancia de la guerra civil siria transciende las fronteras del país. En esa búsqueda de metáforas históricas, Itxaso Domínguez de Olazábal recogía en Miradas de Internacional una idea que ya ha empezado a circular por ahí: «¿Pueden trazarse paralelismos entre el conflicto sirio y la guerra civil española?». Queda por ver si la guerra civil siria podría contaminar a Líbano o si los kurdos iraquíes cumplen su amenaza de intervenir. Lo que sí podemos estar seguros es que, a pesar de las elucubraciones sobre el «imperialismo yanki», esta es una guerra interna en el seno de Dar al Islam.
Estos tres posts son muy clarificadores. Me gustaría hacer un apunte histórico. La primera guerra mundial no sólo provocó la creación de fronteras artificiales, sino que, además, vino acompañada de una eclosión nacionalista potenciada por la ideología wilsoniana. Los pueblos sometidos por los otomanos se beneficiaron por este discurso cándido y emancipador y lo adaptaron para su consumo interno y su exportación. Y lo hicieron de una manera que Habermas llamaría «esfera pública», es decir, procurando que su discurso fuera lo más participativo posible con el discurso wilsoniano.
Ahora bien, este discurso se bastardizó décadas después, de manera que todo lo cándido y emancipador se desgajó y de ello quedó la idea de «pueblo sometido» que debía recurrir incluso hasta a la violencia. El más conocido son las tentativas serbias de crear la Gran Serbia, tentaciones que ocurrieron aprovechando la segunda guerra mundial y que hoy perduran más allá de Milosevic.
Este proto-gran-nacionalismo no fue ajeno a Oriente Medio, y tuvo su principal foco en Siria. Asesorado por occidentales como Lawrence (que ideológicamente era tan cándido -o más- que el propio Wilson), el rey Faisal Bin Husein llegó a gobernar durante unos pocos meses de 1920 una gran Siria, que englobaba los actuales estados de Siria, Líbano, Jordania, Israel, Palestina e incluso fracciones de Irak y Turquía. Y esta idea también se bastardizó, quedando sólo el sentimiento de traición occidental, pero no que las propias elites árabes habían jugado a los gabinetes expendedores de fronteras con gran entusiasmo y protagonismo.
¿Fue un invento occidental esta creación nacional? Por supuesto, pero no en menor medida que una creación árabe. Todas las expresiones nacionalistas son productos contemporáneos. Los árabes no fueron ajenos. De hecho, la memoria «vulgarizada» de este gran reino árabe todavía perdura en las mentalidades de Oriente Medio. Participa, sobre todo, en el sentimiento anti-israelí. pero también fue determinante en la influyente ideología nasserista, que los militares egipcios, o argelinos, han heredado en grandísima medida. Sin olvidar que, como el negativo de una foto, esta ideología protoárabe, ha alimentado las lecturas islamistas como el enemigo interno a a abatir.
Sin olvidar que, como el negativo de una foto, esta ideología protoárabe, ha alimentado las lecturas islamistas como el enemigo interno a a abatir. Perdona Rolotor, no entiendo esa última afirmación tuya. Y lo digo de buena fe, me parece muy interesante pero no la entiendo.
Es muy cierto que los estados se crearon con escuadra y regla. Y como señalas con participación de las élites árabes. Había unos cuantos emires árabes a los que recompensar por los servicios prestados. Pero hay que tener también en cuenta que tampoco había límites naturales con los que delimitar los nuevos estados, o al menos no los había de forma fiable. Porque el hecho de que una etnia (en sentido amplio) fuera predominante en un determinado territorio no significaba (ni significa aún hoy) que no haya en ese mismo territorio otras etnias minoritarias asentadas. Podría haberse intentado crear estados más homogéneos desde el punto de vista étnico, es posible, pero era bien difícil.
Pero es que además todo esto se complica con la existencia de etnias tradicionalmente discriminadas o al contrario, grupos étnicos que aún siendo minoritarios suponían las élites de determinados territorios. Por ejemplo en el sur de Iraq de mayoría chiita, las élites económicas eran sunnitas. En Líbano la etnia chiita era discriminada aún siendo la segunda por número de miembros (hoy día es la primera, o eso se cree, que no se ponen de acuerdo para hacer un censo).
Ahora se están ajustando cuentas de hace siglos, de tiempos en los que los USA eran territorios poblados por nativoamericanos.
Desde luego, está claro que los europeos no colonizaron en el vacío, sino que aprovecharon las rencillas, odios y disputas ancestrales de los habitantes de los territorios. Y al contrario, los habitantes aprovecharon en beneficio propio, y para fastidiar al vecino, a los colonizadores.
«Sin olvidar que, como el negativo de una foto, esta ideología protoárabe, ha alimentado las lecturas islamistas como el enemigo interno a a abatir». Me refiero a que, para los islamistas, el nacionalismo árabe se ha convertido en el «Otro».
El nacionalismo árabe representa todo aquello que los islamistas no quieren ser, es decir, árabes seculares, gente que propone la solución típica de la cultura occidental para los problemas de los árabes: la separación de la esfera religiosa y política. La secularización, que es la idea principal del ideario nacionalista árabe, es cicuta para los islamistas.
De ahí que la identidad islamista se defina por oposición al nacionalismo árabe. Y esto no es casualidad, porque sus historias siempre han ido parejas. De hecho, la historia del islamismo parece casi el inverso de la historia del nacionalismo árabe o arabismo. El islamismo nació casi al mismo tiempo que el proto-nacionalismo árabe. La mayor persecución de los islamistas coincidió con los momentos de mayor pujanza de los nacionalistas árabes (época de Nasser y de la Argelia post bélica). Cuando el arabismo entró en decadencia (años 70) comenzó el despliegue islamista (Irán) e ideologías afines o asimilables como el ideal yihadista o el salafismo. Y este éxito político islamista dura hasta hoy.
Pero todas estas ideologías (arabismo, islamismo, salafismo) son en realidad diferentes lecturas de la identidad de los árabes (y de los musulmanes) tras el fin del Imperio Otomano, que no en vano fue llamado el enfermo de Europa.
La relación que el islamismo político entabla con el terrorismo islámico (p.ej. Hizbulá) o con los terroristas de inspiración yihadista y salafista a mí me recuerda a la ambigüedad del PNV ante el terrorismo de ETA y a los réditos oportunistas que ambos obtenían de esta ambigüedad.
Ok, ahora lo entiendo y coincido contigo. Lo gracioso del caso es que los islamistas ven el nacionalismo arabista como una occidentalización del mundo árabe. Cuando en puridad el nacionalista arabista es un movimiento fuertemente antioccidental. Por antidemocrático, anticapitalista y socializante. No en vano nace más o menos como los movimientos anticolonialistas y bebe de muchas de sus fuentes.
Por cierto que el anticapitalismo en el mundo árabe no viene solo de las ideas socializante, sino del propio islamismo y la historia económica de esos territorios.
No te creas. Yo creo que en realidad el islamismo tiene mucho en común con el neoliberalismo. Buscan la promoción del individuo, al margen del estado. La banca tradicional árabe es un ejemplo muy eficiente de que el esencialismo islámico no es necesariamente anticapitalista… Y el gobierno islamista turco alcanza niveles de desarrollo económico envidiables, y es una economía ortodoxa con el Corán
No comparto tu opinión sobre la visión económica del islamismo. Turquía es la excepción que confirma la regla. Ningún otro país que haya «disfrutado» del rigorismo islamista ha prosperado económicamente. Bueno algunos si prosperan como en Irán las élites implicadas en las sociedades benéficas esas que gozan de privilegios económicos.
La banca islámica; la grande, vive de los petrodólares y la pequeña …………… En fin.
Sí, sí, pero me refiero a que que el Islamismo se define por oposición al arabismo en todos los aspectos, hasta en los más esenciales. Por ello, el arabismo tuvo una importante deriva socialista, porque implicaba crear una identidad nacional-árabe desde el Estado, esto es, desde lo público. Sin embargo, desde los años 20, el islamismo de los hermanos musulmanes se empeñó en su terca actuación al margen del Estado en los ámbitos donde el Estado no llegaba. De ahí la creación de toda una red capilar de sociedades benéficas, humanitarias y sanitarias. Pero lo verdaderamente importante es que estos recursos no se promovieron desde el Estado, sino al margen del Estado y, sobre todo, en contra del Estado. En Occidente diríamos que nacieron de la «sociedad civil».
Y este florecimiento de entidades privadas sin ánimo de lucro no está lejos de aquella promoción social autónoma que promueve el (neo)liberalismo como sustitutivo, reductor u optimizador de las competencias sanitarias, educativas y benéficas de la intervención estatal. En fin, no en vano las protestas de contribuyentes que encumbraron a Reagan o a Thatcher, sin olvidar movimientos similares en los «benefactores» países escandinavos, tuvieron lugar en la segunda mitad de los setenta, al igual que la revolución islámica en Irán, que en gran medida fue también una revolución contra los excesos de gasto público del Sha, con los desbarajustes sociales que había provocado en las ciudades, y el caos subsiguiente.
Esto nos lleva a una nueva paradoja. En términos puros de teoría política, podemos definir al islamismo como un totalitarismo, dado que pretende que la doctrina islámica penetre en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Sin embargo, los totalitarismo europeos fueron promovidos desde el poder estatal para luego conquistar los corazones y mentes de la sociedad civil (algo visible en la tosca fascistización llevada a cabo por Falange en los primeros momentos del régimen franquista) y de la gente de a pie. En el caso islamista es justo lo contrario, comenzando desde los corazones y mentes de la gente de a pie y de la sociedad civil se pretende llegar al Estado y la vida pública y administrativa. El totalitarismo ha sido definido como una «religión civil del Estado», ¿podríamos definir el islamismo como un «Estado religioso de lo civil?»
En fin, en todo caso, esto nos da una idea de lo raro y nuevo que es, a nuestros ojos, o al menos a los míos, el fenómeno islamista. Dos pruebas de esto son que tras la revolución islámica buen parte de la izquierda francesa la apoyó por puro anti-americanismo, sin saber bien que estaba apoyando a un régimen que renegaba de lo público. La segunda fue que durante la crisis de los rehenes, el presidente Carter llegó a consultar a varios videntes para que le aconsejaran sobre los pasos del impredecible Jomeini, que representaba un un fenómeno revolucionario tan ajeno a la guerra fría en la que todos se empeñaban en encuadrar todo.
Mahoma entre sus ideas revolucionarias empleó una que se suele olvidar, que fue la prohibición de los impuestos. En una sociedad totalmente islamizada solo se puede recaudar un 10% de la renta, y únicamente para emplearlo con fines caritativos, aunque la limosna voluntaria está bien vista. Y ojo, no es la administración pública la que gestiona ese dinero sino las asociaciones caritativas ligadas a las mezquitas.
Así por ejemplo en Irán existen una serie de sociedades caritativas que en teoría gestionan esa labor asistencial (repito caritativa). Pero claro eso es económicamente inviable y lo solucionan a base de «privilegios», esas sociedades caritativas reciben dos tipos de privilegios; primero monopolios (por ejemplo la concesión de una línea de autobuses en exclusiva) y segundo no están sujetos a control por parte de la administración pública. Esto creo que se ve que es bastante contrario al neoliberalismo, que aboga siempre por la libre concurrencia como uno de sus pilares básicos, y esto, la concurrencia es algo que los islamistas odian, como odian toda expresión de libertad.
En los estados nacionalistas arabistas baaistas o nasseristas la labor asistencial pasa a la administración pública y claro eso lo odian los islamistas, no solo porque les hace la competencia, sino porque es antiislámico. Pero es que además esas administraciones han demostrado ser corruptas, ineficaces e ineficientes. Con lo que los hermanos musulmanes han conseguido seguidores muy fácilmente en cuanto se les ha permitido ejercer funciones caritativas. Porque contaban con financiación de asociaciones islámicas de países petroleros, sobretodo de Arabia Saudita. Esas mismas asociaciones, fuera del control público eran las que han acabado financiando a terroristas. Y cuando USA exigía a Arabia que controlara esas asociaciones la respuesta era insatisfactoria porque en puridad religiosa, no debían controlarlas.
¿Como se supone entonces que un estado islámico se financia? ¿Como se financiaba el Califato? Pues primero poniendo impuestos a las comunidades no islámicas. Esto Mahoma lo pensó como una forma más de conseguir conversiones. Pero sus sucesores precisamente por ello preferían que no hubiera tantas conversiones jajajajaja
Y la otra forma de financiación eran los diferentes monopolios que quedaban en manos del Estado.
Obviamente este sistema no podía funcionar y los sucesivos califas y emires iban imponiendo impuestos, sobretodo al comercio (digamos una especie de IVA), y eso les hacía caer en desgracia a ojos de los más rigoristas.
Así que de neoliberales nada jajajajaj
Creo que hay mucho más acuerdo que desacuerdo. Yo en ningún momento he dicho que los islamistas sean neolibeales, sino que su ideología no está muy alejada de una visión en la que el individuo se promociona al margen de lo publico. Y esto es un pilar fundamental del (neo)liberalismo. Insisto en el paréntesis del neo, porque esa visión del individuo está en la base de la concurrencia de Adam smith.
En fin, Dani, en cuanto a los monopolios y la libre concurrencia… Hay sectores de presencia estatal a los que ni siquiera los más libertarios de los liberales se atreven a dejar en manos del libre mercado ¿no me negarás que no prefieren dejarlos en manos del del «tercer sector», que es el nombre con el que los teóricos de la administración pública se refieren a asociaciones y fundaciones privadas, o incluso colegios profesionales, cuando gestionan centros que están relacionados con la exclusividad del Estado (no sólo hospitales o gestión de centros culturales, también centros de internamiento y de reeducación o vigilancia de cuarteles militares)? Aquí hay una nueva coincidencia en la manera de hacer las cosas con los islamistas.
Hay muchos movimientos que desconfían del Estado. No sólo entre los (neo)liberales o en el islamismo. El libertarismo, por ejemplo, es un movimiento que puede confluir entre la izquierda más anarquista y los más neoliberales. No es casualidad que los anarquistas de la guerra civil, cuando optaron por dedicar los mismos esfuerzos a la revolución que al conflicto, tomaran el nombre de libertarios. Eran tan reacios a la acción estatal republicana que no les importaba que ésta, que tan generoso e insensato había sido con ellos, peligrara por la acción de sus enemigos. En fin, como tampoco es una ideología excesivamente sofisticada, el anarquismo no ha solucionado el problema de la gestión económica más allá de la descentralización de los centros productivos…
¿Impuestos bajos, no superiores al diez por cien? Una nueva coincidencia con la promoción autónoma neoliberal, pero ahí se queda. Porque el neoliberalismo tiende -teóricamente- a un Estado mínimo. No está claro que el islamismo tienda a un -estado mínimo, al menos no en Irán, ni siquiera teóricamente. Hizbulá suele ser denominado como un Estado dentro del Estado. Y en fin, la tendencia de todo totalitarismo es a crear un gran Estado que lo controle todo… Curiosamente, nueva aparadoja, muchos de las críticas populares al neoliberalismo se apoyan en una renacida lectura de Orwell…
¿Qué el islamismo está lleno de paradojas, como que necesitarían que la mayor parte de los habitantes de su nuevo califato fueran infieles para freirlos a impuestos y procurarles ingresos? Pues claro que hay paradojas. El islamismo no está lejos del fanatismo y no se basa en la igualdad, sino en una diferencia. la umma y la no-umma, sobre todo en las versiones más popularizadas y desdibujadas que son las que promovió Irán en manos de su anterior gobernante, de nombre impronunciable. No cabe esperar una gran sofisticación intelectual en quienes piensan que toda la vida social puede ser legislada desde la sharia más estricta.
Pero en realidad, la realidad social está llena de paradojas, y contradicciones, y a ellas tenemos que ir para avanzar en el conocimiento. Paradojas tales como que el neoliberalismo y el islamismo (o incluso el libertarismo) comparten una visión del individuo como clave, no el Estado, pese a que, pardójicamente, desemboquen en el Estado.
Para el islamismo lo importante es la comunidad, no el individuo. El Islam se basa en la sumisión del individuo, no en la libertad del individuo. A los islamistas no les gustan los estados modernos árabes, pero eso no quiere decir que si ellos se hicieran con el poder fueran a desmontar el Estado como teóricos ultraliberales. Lo que harían sería montar otro tipo de Estado a su imagen y semejanza. Los impuestos directos serían bajos, pero lo compensarían con la organización de la economía de forma caritativa.
He releído un libro que tiene cerca de 14 años y ha resultado clarificador lo que alguien como Robert Kaplan opinaba de la Siria de 1999. Aquí: http://elbaluartedeoccidente.blogspot.com.es/2013/09/rumbo-tartaria-de-robert-kaplan.html