Pasé el gélido invierno austral de 2010 en Buenos Aires. El viernes 16 de julio se celebró en la calle Pasteur del barrio del Once un acto de recuerdo por las víctimas del atentado terrorista contra la AMIA, la Asociación Mutual Israelita Argentina. El atentado tuvo lugar el 18 de julio de 1994 y hasta la fecha no ha sido esclarecido por culpa de una investigación policial y una instrucción judicial más que deficientes.
Aquel viernes 16 de julio me acerqué a la calle Pasteur y me encontré con un enorme dispositivo de seguridad en el que participaban hasta el GEOF, el equivalente argentino de los GEO. Para acceder a la calle Pasteur tuve que dar todo un rodeo porque las bocacalles estaban bloqueadas. En el único punto de acceso había un arco de seguridad y debí pasar un breve interrogatorio. «¿Quién lo ha invitado?», «¿Por qué ha venido?», me preguntó un chico en traje y corbata con un pin de la AMIA en la solapa. «No me ha invitado nadie, me enteré por Internet» , dije. No le pareció una respuesta convincente. Le conté que el 11 de marzo de 2004 yo vivía en Madrid y que estaba sensibilizado con el tema del terrorismo. Pero aquello tampoco pareció convencerle. Entonces se me ocurrió algo: «Es que en el acto va a hablar el juez Garzón. Por fin logré entrar.
Cuando terminó el acto quedaron por el suelo hojas tiradas con la biografía de alguna de las 85 víctimas que habían entregado a los asistentes. Los niños y adolescentes de la Red Escolar judía que habían ido al acto tenían la cara de hastío de quien es llevado a un acto ritualizado que no les conmovía. Eran demasiado jóvenes para entender nada de aquello. No dejé de darle vueltas a las preguntas del chico que hacía el filtrado en el arco de seguridad. No entendía su incredulidad de que yo, que no era judío, me hubiera acercado a un acto de recuerdo por las víctimas de un atentado dirigido específicamente contra la comunidad judía. Y caí en la cuenta de que yo era un extraño porque aquel día no se habían acercado argentinos de cualquier condición y credo a homenajear las víctimas. Las víctimas, judías, no parecían para la sociedad argentina «ser de los nuestros».
Marcelo Wio cuenta en Revista de Medio Oriente la historia de las chapuzas y negligencias que han permitido que el atentado 19 años después siga impune a pesar de las abundantes pistas que apuntan a Irán y de que la identidad del terrorista suicida sea conocida.
De todas formas aunque la instrucción hubiera sido bien hecha. ¿Qué podían hacer? ¿Invadir Irán?
Por cierto ¿Qué dijo Garzón? El juez estrella por definición jajajajaja Ese tampoco es que pueda presumir realmente de instrucciones bien realizadas, mediaticas si, pero bien realizadas no.