Por su naturaleza «Guerras Posmodernas» es un texto sometible a permanente actualización. Pero más allá de los ejemplos que podría ir añadiendo, los asuntos que podría ir actualizando y las erratas pendientes de corregir hay una serie de cuestiones que merecen ser revisadas.
No he encontrado a nadie todavía que haya criticado duramente el libro. Así que seré yo quien señale sus debilidades:
-En la introducción histórica sobre la Guerra Moderna el período 1939-1989 no recibe la atención que se merece. Para mí el «corto siglo XX» es sólo una etapa de transición tras alcanzar la Guerra Moderna su cénit en la Primera Guerra Mundial. La Guerra Fría fue en el fondo un callejón sin salida de la Historia. Así que opté por ser breve y señalar someramente los fenómenos que luego se repeterían en las Guerras Posmodernas, como el papel de los medios de comunicación y la financiación ilícita de los conflictos. Pero creo que la Segunda Guerra Mundial y los conflictos en el Tercer Mundo durante la Guerra Fría merecían más espacio.
-En el segundo capítulo señalo la aparición de actores supraestatales y subestatales. Creo que a los primeros no presté suficiente atención. Hay procesos de integración regional bastantes desconocidos y en los lugares más insospechados que merecían ser nombrados para superar la idea de que la Unión Europea es un fenómeno particular y único. La ONU, la OTAN o la Unión Europea no son los únicos en haber mandado fuerzas de mantenimiento de la paz por el mundo.
La descripción de fenómenos como la cíberguerra o las empresas militares privadas creo que merecieron un tratamiento más profundo aunque tuviera pensado abordarlos más extensamente en futuros libros.
-En el tercer capítulo hablo de la construcción artificial de los estados-nación en el mundo postcolonial. Lo hago para señalar el nacionalismo como un fantasma agitado por ciertos líderes no democráticos. Por otro lado en el cuarto capítulo hablo de cómo en los países no desarrollados que no han logrado crear un verdadero estado-nación las identidades se definen en torno a lo local, étnico, religoso… Hay una cierta incompatibilidad entre esas dos visiones que demuestra que la cuestión identitaria en mi modelo de las guerras posmodernas no está bien resuelto.
-En el cuarto capítulo trato de crear el modelo de guerra posmoderna en el mundo no desarrollado. Evité entrar en la narración de sucesos y la recopilación de anécdotas pero creo que este capítulo hubiera ganado bastante con muchos más ejemplos concretos.
El uso de estadísticas elaboradas a partir de las bases de datos públicas de conflictos que recopilan algunos centros de «estudios de la paz» habría demostrado la disminución de los conflictos interestatales y a la vez habría demostrado las limitaciones de las definiciones al uso de «guerra». México no aparece en ellas.
-Descarté por cuestiones de tiempo un epígrafe en las conclusiones sobre las Guerras Modernas del futuro. En un mundo en transición aún es posible que se produzcan esporádicos choques entre países. Mientras Europa Occidental reduce sus presupuetos militares el Sudeste Asiático, China, Corea del Sur y Japón viven una peculiar carrera militar. Sin embargo tienden a la cooperación militar asuntos como la piratería en el Estrecho de Malaca y el Cuerno de África. Es una relación compleja que merecería atención.
Todo el modelo de Guerras Posmodernas pretende la superación de la añeja geopolítica que hunde sus raíces en el mundo industrial del siglo XIX. Sin embargo hay un campo donde la geografía es relevante: El transporte canalizado de hidrocarburos. La geopolítica de los hidrocarburos seguirá dando que hablar en el siglo XXI.