Tengo dos recuerdos televisivos de la infancia y la más temprana adolescencia: La explosión del transbordador espacial Challenger (TVE interrumpió Barrio Sésamo para dar la noticia) y la caída del Muro de Berlín.
Por eso para mí el corto siglo XX terminó antes del año 2000. Y aceleró aquel vértigo, en cierto medida, mi despertar ante el mundo. A los pocos meses de la caída del Muro, en febrero de 1990, entró en mi casa el primer ordenador, un Philips 286. Recuerdo la tarde del siguiente verano en que mi madre me contó que habían anunciado en la radio que Kuwait había sido invadido por Iraq.
Con 15 años empecé a comprar de mi bolsillo el diario El País para seguir las noticias con profundidad. Y durante meses nunca falté a la cita del domingo porque venían las hojas de un atlas por entrega. Aquel atlas quedaría obsoleto enseguida con la ruptura de Yugoslavia y la U.R.S.S. En algún lugar guardo el texto del discurso de dimisión de Gorbachov que publicó la prensa local.
En dos años pasé de la infancia a la adolescencia. Y el viento de la historia barrió Europa. Cayó el comunismo y volvió la guerra al continente. Por eso me parece un acto de desmemoria llamar al 11-S «el día que comenzó el siglo XXI». El mundo cambió cuando se rompió la polítca de bloques y se abrieron las compuertas de mil cosas.
Los conflictos armados o sociales en Centroamérica o África austral dejaron de ser explicados bajo el manto de la ideología de bloques para mostrarse en su crudeza étnica. Los arsenales de armamento de la Europa comunista llovieron sobre Asia y África transportados por aviones Il-76 y An-12 ex-militares capaces de aterrizar en pistas poco preparadas. Las guerrillas sin apoyo económico de Moscú, La Habana o Pekín tuvieron que firmar la paz o lanzarse a la explotación de recursos naturales, fuesen los diamantes o la hoja de coca. La crisis del modelo árabe-socialista y el retorno a casa de los árabes-afganos abrió un nuevo ciclo histórico de terrorismo. Sólo a los perezosos sorprendió el 11-S.
Pero hay algo más que cambió en aquel tiempo. La desaparición del comunismo en Europa puso en crisis no sólo a la izquierda, sino al tradicional modelo de organización marxista-leninista con su órgano del partido, su comité y su estructura jerárquica dando paso al nuevo mundo de las redes distribuidas. Un mundo que está todavía por explorar.
¿Explorar o explotar? ¿Donde quedaron las reuniones en las que a la sonbra de unas cervezas se buscaban las soluciones? Ahora, solo rememoramos los fracasos. Ahora, que las mentiras se descubren. Ahora, que los problemas son comunes. Ahora, las soluciones no llegan. (No encontraba consonante).
Algún dia, miraremos atrás y nos pregunatremos ¿Y por qué no tratamos de solucionarlo? Y responderemos: Porque los culpables, eran los otros.