Lo mejor de los viajes suele ser lo que no se espera. Guardar la guía o el mapa, y te dejas llevar callejeando por esos lugares en los que de pronto te das cuenta que no hay turistas.
Hoy mis pasos me han llevado lejos de la Riga antigua, al distrito por donde la ciudad se expandió a extramuros a principios del siglo XX y se llenó de elegantes edificios modernistas. Buscaba los edificios que en su momento diseñó Mijail Eisenstein, el padre de Sergei.
Amenazaba lluvia, empezó a hacer frío y cayeron las primeras gotas. Caminé apresurado y entonces se abrió el cielo, salió el sol y la tarde se iluminó descubriendo tesoros ocultos.
Y mañana Lietuva.
¡Nueva etapa del viaje!
No hay nada como explorar y que, de repente, la deidad que protege a los viajeros te obsequia con un nuevo rincón que no te esperas…