El pasado viernes 29 a última hora de la noche el senado estadounidense aprobó la construcción de una doble valla fronteriza de 700 millas (1 milla = 1,609 km.) entre EE.UU. y México. La medida ha sido impulsada por miembros del Partido Republicano que han hecho bandera de la «mano dura» contra la inmigración irregular.
Leyendo sobre las «amenazas del futuro» me encuentro a menudo con referencias a la inmigración irregular convertida en un tema de seguridad y defensa. No tengo soluciones para combinar la necesidad de millones de personas de un futuro mejor y la armonía social en los países desarrollados. España no es la Alemania del «milagro económico» necesitada de legiones de obreros para ocupar puestos intensivos en mano de obra. Y no es que los inmigrantes ocupen puestos de trabajo que nadie quiere. Si un país tiene inmigración cero la simple ley de la oferta-demanda haría subir los sueldos de los «trabajos basura», como pasó en Boston a principios de los 70 cuando el paro se acercó a cero. La nuestra es una economía postindustrial donde tiene difícil encaje laboral una persona sin estudios que no hable el español. Lo que no quita la desazón que me producen los reaccionarios de turno cuando hacen el agosto vendiendo demagogia. Como si nadie comprendiera que no hay «efecto llamada» sino debido a la apabullante miseria un efecto explusión.
Hay quienes quieren vender la cuestión de la inmigración irregular como una «invasión» para pedir a continuación medidas drásticas y contundentes. Y como siempre sucede que la mierda golpea el ventilador en este país alguien reclama la intervención de las fuerzas armadas.
Fue un error enviar a soldados a la valla de Melilla. Para eso está la Guardia Civil que tiene competencias en la vigilancia de las fronteras. Y ante los «asaltos» a las vallas bien podría haber intervenido uno de los Grupos Rurales de Seguridad que tienen competencias, entrenamiento y material en el mantenimiento del orden público.