La anécdota la he contado aquí unas cuantas veces. Pero estos días que ando poniendo orden en mis papeles he encontrado los recortes de periódico que me permiten reconstruirla. Así que la voy a contar una vez más.
Todo arranca en mayo de 1996. Por aquel entonces yo estudiaba el último curso de Formación Profesional II. Así que imaginen qué poco me imaginaba yo las vueltas que daría la vida. En aquel entonces yo estaba suscrito a la revista Time, gracias a una de esas suscripciones tiradas de precio que se ofrecían a estudiantes. Hoy una revista semanal en papel para seguir la actualidad del mundo nos parece una cosa ridícula. Pero pensemos que en aquel entonces lo normal era leer libros, revistas, periódicos y documentales de La 2 para entender el mundo. La popularización de Internet en España vendría un poco después. Así que cada vez que encontraba un artículo interesante sobre conflictos, geopolítica o economía en una revista o periódico yo lo recortaba y lo guardaba en una carpeta. Llegué a tener unas cuantas de diversos temas, algunas de las cuales todavía conservo.

En mayo de 1996 me llamó la atención un artículo de la revista Time sobre un multimillonario saudí exiliado en Sudán. Como sucedía con cierta frecuencia con artículos de la revista, apareció a la semana traducido al español en el diario El País. Se me traspapeló la revista con el artículo pero el recorte de El País lo conservé. Algo me dijo que ese tipo ere relevante y había que seguirle la pista. Dos meses después, El País volvió a publicar un artículo sobre él, contando que estaba en Afganistán y que consideraba que estaba en guerra con Occidente.

Terminé F.P. II, terminé un Ciclo Formativo de Grado Superior trabajé de técnico informático sin contrato y por horas… Y me vi con 23 años estancado. Un día me levanté tarde, como era habitual. Y mi padre me dijo que por qué no madrugaba y aprovechaba el día. Le dije que estaba desanimado y así no daban ganas de salir la cama. Me dijo que no me veía futuro laboral con los estudios que tenía y me preguntó si me había planteado ir al a universidad a estudiar algo como Ingenería de Telecomunicaciones. Le contesté que no me veía viviendo cuatro años a su costa y que a esas alturas de la vida si me planteara lo de la universidad optaría por Ciencias Sociales. Yo era un informático rarito. Uno de mis autores favoritos era Marvin Harris y recuerdo leer La Tercera Ola del matrimonio Toffler en la edición de tapa dura roja de Muy Interesante sentado durante un descanso en las escaleras del centro donde estudié el Ciclo Formativo de Grado Superior.
Casualmente había leído la noticia de que la Universidad de La Laguna iba a crear la Licenciatura en Sociología. Entonces mi padre me propuso que si yo quería a él no le importaba mantenerme mantenerme mientras estudiaba. El 6 de octubre de 1999 fui al primer día de clase. Poco después mi padre me dio 30.000 pesetas para libros. Uno de los primeros que me compré fue una edición argentina de The Lexus vs The Olive de Thomas L. Friedman, que allí bautizaron Innovación vs Tradición. Sé que Friedman es un autor que se ha convertido en un chiste, pero aquel libro me abrió los ojos sobre la globalización, el tema de moda, para distanciarme enormemente de los paleomarxistas de la facultad y su discurso anclado en la sociedad industrial.
Veía mi vocación en dedicarme a estudiar la globalización y la sociedad de la información. Dado el sesgo neo/post/marxista de mis profesores, teníamos Sociología del Trabajo como asignatura obligatoria en el segundo cuatrimestres de la carrera. Aparte del examen teníamos que hacer un trabajo sobre un libro. Mientras mis compañeros solían optar por el libro más flaco, yo con mi vocación kamikaze, aprovechaba la ocasión para leer los libros que me interesaban. Le propuse al profesor comentar los cinco primero capítulos del primer volumen de La Era de la Información de Manuel Castells, porque me parecieron los más relevantes para la asignatura. No sé si al profesor le gustó mi análisis o quiso premiar que no aplicara la ley del mínimo esfuerzo. Fue mi primera Matrícula de Honor en la carrera. Al menos, algunas cosas que me cuestioné al leer el libro me siguen siendo relevantes hoy.
El segundo año conocí al profesor José Abú Tarbush Cabrera, que me dio Sociología Política y Sociología del Desarrollo. Él había sido presidente de las juventudes de la Organización de Liberación de Palestina en España y en ambas asginaturas tocó el tema del terrorismo y los conflictos armados. Recuerdo que un día en clase me acerqué a comentarle que los argumentos que había empleado me recordaban a las ideas de Robert D. Kaplan en «La anarquía que viene», el artículo que dio título a un libro recopilatorios de artículos del autor. Le sorprendió que había leído el libro, que él había encargado para la biblioteca del centro. Era rarísimo ver a un estudiante sacar libros que no fueran los necesarios para aprobar la asignatura. Aquel artículo me marcó mucho y fue una de las referencias que marcaría años más tarde mi dedicación a las Guerras Posmodernas.

En algún momento de finales de mayo o principio de junio 2001, posiblemente cuando las clases ya habían terminado y empezaba el período de exámenes fui al despacho de Abú Tarbush, como lo llamábamos. Y comentamos la reciente iniciativa de defensa de misiles estratégica estadounidense. Le dije que era un error. Que la amenaza de un puñado de misiles balísticos intercontinentales de Irán o Corea del Norte era irrisoria considerando la capacidad de respuesta estadounidense. Y que la verdadera amenaza para los Estados Unidos era que los grupos terroristas montaran una gorda en Nueva York. No recuerdo qué palabras exactamente. Puede que yo mencionara «maletines nucleares», con la novela El Quinto Jinete de Dominique Lapierre y Larry Collins en mente. Pero estoy seguro que cuando hablaba de grupos terroristas tenía en mente a los grupos yihadistas. Sé que tenía presente a Bin Laden porque, la primera semana de clase después de Semana Santa, Gema Martín Muñoz dio una conferencia sobre islamismo en nuestra facultad a la que acudimos los alumnos de Abú-Tarbush y un puñado de profesores. Ella hizo un comentario jocoso de que Bin Laden era «un invento de la CNN» y él le río la gracia. La cuestión es cómo el recorrido intelectual que arranca con Alvin Toffler y pasa por Manuel Castells y Robert D. Kaplan me llevó a entender la emergencia de los actores no estatales. Siempre he pensado si por aquel entonces hubiera tenido algo parecido a un blog o hubiera colaborado en medios como ahora.
El 11 de septiembre tenía examen de Teoría Sociológica, una asignatura anual de 12 créditos. Aparte del examen había que entregar unos comentarios de texto. Y a eso de las dos de la mañana cuando me vi todavía escribiendo uno de los comentarios me dije a mí mismo que era imposible terminarlos antes del amanecer, descansar y levantarme para estudiar la parte teórica, que apenas había repasado. Decidí que era mejor dar por perdida la asignatura y presentarse en la convocatoria extraordinaria de diciembre. Me fui a dormir y no puse despertador. Me despertó pasada las dos de la tarde (hora canaria) la televisión del vecino. Mi familia estaba de vacaciones y no había nadie en casa. No sé qué había pasado pero me dio la sensación de que algo grande e histórico había sucedido. «¿Ha empezado la Tercera Guerra Mundial?», me dije extrañado. Fui al cuarto de la tele y puse Antena 3. Matías Prats hablaba con cierta alteración de que había impactado un segundo avión. Cuando entendí lo que estaba suceciendo y pensé «¡Ya pasó!». No lo esperaba tan pronto. Pero lo creía posible.
La simbología que suponía un atentado en Nueva York hacía (y hace) de esta ciudad un objetivo para esos fanáticos. Un grupo yihadista ya lanzó un atentado contra las Torres Gemelas en 1993. Es, quizá, el blanco más cotizado entre esos indeseables.
Quizás tus estudios técnicos previos te alejaron del paleomarxismo industrial.
Desde luego si no llega a ser por las universidades públicas los marxistas españoles hubieran perecido por inanición (intelectual).
Sinceramente, todos esperábamos algún atentado. Había muchos precedentes. Lo que sorprendió fue la magnitud y que fuera a la vez en suelo americano.
De todas formas pienso que con el incremento exponencial de las medidas de seguridad y la yihad terrorista atomizada, (en el fondo un síntoma de debilidad).
Con el terrorismo pasa igual que con la economía la especialización productiva es la clave. Si una célula pequeña debe financiar, planificar, preparar y ejecutar un atentado ella sola las probabilidades de fallar en la cadena son mayores o que si finalmente lo consiga sus efectos son limitados, no pueden ser expertos en todo y por lo tanto no pueden alcanzar en todos los puntos el máximo.
Gema Martínez compareció luego en la Comisión del 11-M como experta arabista. Viendo lo que te contestó acerca de Bin Laden… pues ya sabéis.
Un día, si me la encuentro por el mundo, le preguntaré qué opinión tiene de los miembros de la CIA de la Estación Alec.
Haz clic para acceder a CI_006.PDF
Podéis hacer una búsqueda por nombre pero ya os adelanto que empieza en la página 60.
Saludos.
No recuerdo en qué libro (Ghost Wars o Looming Tower) donde contaban que eran unos parias en la CIA. Lo fetén era ser experto en un país, un peer competitor. Actores no estatales era algo para frikis y loosers.
Si.
Haciendo una analogía con tus origenes curriculares 🙂 los de la estación Alec serían los programadores machacas que saben un huevo de mo ton de cosas, y los peer competitor serían los de Consultoría, que muchos tienen una labia de narices pero a la hora de la verdad no son capaces de tener la visión de conjunto que tienen los otros.
Saludos.
En el recorte del 10 de julio del 96 nombran a la organización de Osama como «Muyahidín Jalk». ¿Como los de Irán?