Anoche volví a ver el documental «Rinoceronte: el cuerno maldito» de la serie Clandestino que presenta David Beriain. Después de verlo por primera vez me fui encontrando noticias e informaciones sobre la lucha contra los furtivos en lugares de África como Bostwana y Mali. El asunto ha recibido suficiente atención mediática como para que los gobiernos locales se implique con más recursos mientras proliferan los programas de formación con militares y contratistas occidentales. En el reportaje de David Beriain aparece la compañía privada Protrack Anti-Poaching Unit. Vincent Barkas, su responsable, habla de una situación de guerra. Es en los términos en los que se presenta generalmente el problema. Así tenemos el título del episodio «Rhino Wars» de la serie Carter’s W.A.R. o la revista Soldier of Fortune tratando el factual Battleground: Rhino Wars.

En «Rinoceronte: el cuerno maldito» vemos que la carne de cañón de esa guerra son los chicos pobres de países vecinos a los que tienen la riqueza natural y cruzan la frontera para jugársela y morir. Volví a pensar en el asunto cuando leí que el gobierno de Namibia se había quejado por la frecuencia con la que morían furtivos de su país en Bostwana, que aplica una política de disparar a matar contra los furtivos. Y pensé que ahí había un dilema moral que tratar. Los occidentales con nuestro desarrollo y nuestros valores postmateriales valoramos la protección de las especies en vías de extinción y estamos dispuestos a donar dinero para formación y material de los park rangers de países africanos sin que le demos demasiadas vueltas a la situación de los chicos de países vecinos a los que la ultrapobreza empuja a jugarse la vida para que millonarios asiáticos paguen fortunas por los cuernos de rinoceronte, formados por vulgar queratina.
Me gustaría abordar el tema más adelante para tratar con algo más de profundidad los ejemplos. Pero este asunto me ha hecho pensar en cómo el concepto de guerra va extendiéndose mientras se militarizan más ámbitos de la seguridad pública y el cumplimiento de la ley.
Buenos días,
te añado otro punto de vista: el perjuicio que sufre parte de la población local por la sobrepoblación en ciertos lugares de ciertas especies. He sido testigo de campos de cultivo arrasados por elefantes, invasiones a las ciudades por parte de animales salvajes, cortes de vías de comunicación,…
En un vídeo que vi en Youtube, Vincente Barkas señala que la solución ideal es regular la caza. Evidentemente el asunto es complejo. En esta entrada del blog sólo quería señalar cómo se ha «militarizado» un problema medioambiental.
Este asunto es otra de las situaciones lamentables de este mundo. Un millonario, que tomando en serio recetas de «medicina» ancestral china, para remediar un problema de salud recurre al cuerno de un rinoceronte (o al colmillo de un elefante).
Quien paga las consecuencias de esto es alguien muy pobre a miles de kilómetros de distancia. Se juntan en este asunto supercherías, penuria económica y miseria moral.