El transporte por tierra del petróleo es uno de esos asuntos en los que la Geopolítica sigue teniendo relevancia en pleno siglo XXI. La actual crisis de Ucrania ha puesto de actualidad las relaciones energéticas de la Unión Europea con Rusia y la búsqueda de alternativas, lo que lleva a veces a relacionarse con gobiernos poco presentables.
The Oil Road es una combinación de reportaje periodístico y libro de viajes. Los autores se propusieron seguir el recorrido del petróleo que se extrae en aguas azeríes en el Mar Caspio hasta la zona industrial de Ingolstadt en Alemania. Por ello el libro está diferenciado en dos partes. En la primera siguen el recorrido del oleoducto BTC que conecta los yacimientos azeríes en el Mar Caspio con la costa mediterránea de Turquía atravesando por el camino Georgia. En su camino entrevistan a directivos de empresas vinculadas con la industria petrolera, periodistas, activistas y ciudadanos cuyas propiedades quedan cerca del oleoducto. De paso cuentan la historia del petróleo en Azerbaiyán y los entresijos del «Contrato del Siglo» que cerró British Petroleum con las autoridades del país al poco de su independencia tras la caída de la Unión Soviética. Encontramos así un gobierno cuyos atropellos de los Derechos Humanos son acallados en nombre de las buenas relaciones comerciales con Occidente. Como en otros países del espacio ex-soviético hacen acto de presencia las ONGs e instituciones estadounidenses que tratan de fortalecer la sociedad civil. Pero aquí su trabajo está lejos de impulsar una Revolución de Colores y resulta más una pantomima porque el régimen hereditario de los Aliyev es aliado de Occidente. En ese juego participan también ONGs dedicadas a otorgar certificados medioambientales y sociales al proyecto del oleoducto.
El viaje siguiendo el oleoducto (la línea verde en el mapa) da voz a los habitantes de las localidades por donde pasan, que cuentan las promesas vacías, los inconvenientes y el riesgo de tener una infraestructura petrolera así al lado de su casa. Su relato contrasta con la versión dada a los autores por ejecutivos en las sedes de las grandes empresas en lugares como Londres. El interés estratégico de un conducción que permite evitar suelo ruso justifica todas las tropelías en nombre del progreso y la razón de Estado.
En la segunda parte los autores recogen el viaje del petróleo por mar desde la costa mediterránea de Turquía a la bahía de Trieste y de allí a Baviera mediante el oleoducto Transalpino. Con cincuenta años de existencia y atravesando países de la Unión Europea el relato se vuelve bastante anodino comparado con la primera parte. Finalmente los autores concluyen su viaje en Londres, donde está la sede de Bristis Petroleum y algunos de los bancos que financiaron el proyecto del oleoducto BTC.