«The Insurgents» de Fred Kaplan

Fred Kaplan es el autor de «War Stories» en Slate.com Recuerdo seguir con interés sus columnas allá por finales de 2004-principios de 2005 cuando escribí una serie de entradas (1, 2, 3 y 4) en mi blog sobre por qué Estados Unidos estaba perdiendo la guerra en Iraq. En The Insurgents cuenta cómo el interés por la lucha Contrainsurgencia fue mantenido por un grupo muy reducido de oficiales dentro del U.S. Army. después de la debacle de Vietnam y cómo fueron ascendiendo en el escalafón militar hasta montar una auténtica «guerra de guerrillas» intelectual que creó una nueva doctrina militar estadounidense a tiempo de cambiar el rumbo de la guerra en Iraq.

Fred Kaplan repite varias veces en su libro que no pretendía escribir una hagiografía del general Petreaus, que sale en el título y en la portada, pero su relato es una historia de buenos y malos. Los buenos son los militares que decidieron estudiar las experiencias de la lucha contrainsurgencia en Argelia, Malasia y Vietnam, realizando estudios académicos en universidades civiles mientras el resto del establishment militar se preparaba para parar a los soviéticos en una hipotética guerra en Europa o se obsesionaba con la tecnología tras la Guerra del Golfo de 1991. Hablamos no sólo de Petraeus, sino de gente como John Nagl y David Kilcullen o de generales como John Galvin, Pete Chiarelli y Jack Keane que alentaron, ayudaron y protegieron a los oficiales «disidentes». En el bando de los «malos» destaca un personaje por encima de todo. Alguien que tras leer este libro tengo la sensación que es la reencarnación absoluta del mal o de lo que es peor, la incompetencia absoluta: Donald Rumsfeld.

El libro arranca con la creación del Departamento de Ciencias Sociales en la academia de West Point tras la Segunda Guerra Mundial El departamento fue fundadado por el general George A. Lincoln. Las Ciencias Sociales sonaban ajenas al ámbito militar y los interesados en ellas no podían quitarse de encima el sambenito de progres, así que profesores y alumnos fueron conocidos como la «Lincoln Brigade», en recuerdo a los voluntarios estadounidenses que combatieron en la Guerra Civil española en el bando republicano. Miembros de la «Lincoln Brigade» de West Point fueron la mayoría de protagonistas de la historia, que mantuvieron los lazos durante sus carreras militares. Y es que si algo destaca en el libro, es la importancia de los contactos y padrinos en los pasillos del Pentágono, la Casa Blanca y el Capitolo para lograr una carrera de éxito en las fuerzas armadas estadounidenses («De comandante para arriba, todo es política» dicen en España) Quien crea que Estados Unidos es una meritocracia donde sólo los mejores llegan lejos, debería reconsiderar su postura leyendo el libro. Precisamente la capacidad del general David Petraeus para atraer la atención de la prensa y vender una imagen de gestor eficaz le permitió avanzar en el escalafón y arrastrar consigo en su ascenso a otros militares que querían cambiar la manera de entender la guerra, asumiendo que lo que sucedía en Iraq era una insurgencia y que era una guerra que se estaba perdiendo. Aquí entra el «malo». Sorprende hasta casi el escándalo lo que cuenta el libro de Donald Rumsfeld. Empeñado en atenerse a la guerra tecnológica con pocas tropas, se desinteresó rápidamente por Afganistán para centrarse en la invasión de Iraq. Pero una vez caído el régimen de Saddam Hussein se desinteresó nuevamente de la guerra y no permitió que la violencia creciente fuera caracterizada por nadie como una insurgencia, entorpeciendo los intentos de los militares de enfrentarse al problema. Significativa resulta la historia del general David Barno, que a partir de 2003 intentó implantar la primera estrategia integral en Afganistán pero cuya línea de trabajo no fue apoyada y fue totalmente abandonada por el siguiente general. La obcecación de Rumsfeld y la falta de resultados le costó el puesto. Pero si hacemos balance, podemos añadir que la peor consecuencia de sus errores fueron los muertos.

El libro tiene su clímax cuando, tras haber dirigido en el Combined Arms Center del U.S. Army la redacción del primer manual de doctrina contrainsurgencia que además se convierte en un éxito de ventas al público, el general Petraeus recibió el mando de las fuerzas estadounidenses en Iraq. Petreaus se llevó consigo un equipo de militares y civiles como asesores que aplicaron las nuevas ideas. Los ataques de la insurgencia desciendieron, junto con las bajas civiles y se pudo poner fecha a la retirada estadounidense de Iraq. El libro podía haber terminado ahí y concluir como una historia con final feliz. Pero la historia de Petraeus siguió y su carrera meteórica también. Primero fue nombrado comandante en jefe del Central Command, que dirige todas las fuerzas estadounidenses en el Gran Oriente Medio. Y finalmente llegó a ser comandante en jefe de todas las fuerzas aliadas en Afganistán. El triunfante general de Iraq, el soldado intelectual y la estrella mediática se encontró en Afganistán una situación demasiado complicada. Si en Iraq se había producido un refuerzo de las troopas, el surge, el presidente Obama ofreció a Petraeus un refuerzo de tropas en Afganistán por tiempo limitado. Para colmo, se encontró con la escasa colaboración del gobierno de Karzai y la corrupción generalizada. El objetivo de ganar la guerra entró en contradicción con el objetivo de reforzar la institucionalidad del gobierno afgano cuando resultó evidente que era necesario puentear a los gobernadores regionales para tratar con los poderes fácticos (señores de la guerra, ancianos de las tribus y líderes informales). La estrella de Petraus empezó a apagarse. Volvió a Estados Unidos sabiendo que su ambición de llegar a comandante en jefe de la junta de jefes de estado mayor no iba a ser posible. En Washington se conocía de sobra sus habilidades políticas y su proyección mediática. Nadie en el gobierno querían un general así al mando de las fuerzas armadas. Así recibió la dirección de la CIA como premio de consolación y, finalmente, su carrera acabó por un lío de faldas.

Apagada la estrella de Petreaus, empezó un proceso «revisionista» sobre su figura y sus logros. ¿Realmente fue efectiva la doctrina de contrainsurgencia en Iraq o fueron otros factores? La lista incluye:
-Los errores estratégicos de Al Qaeda, que hizo la vida imposible a la minoría sunní, empujándola a aliarse con las fuerzas de ocupacón.
-El miedo de los insurgentes de la minoría sunní a que si conseguían expulsar a las fuerzas estadounidenses, serían aplastados en la previsible guerra civil contra los chiitas.
-El agotamiento del ciclo de la violencia en Bagdad tras la cual quedaron barrios étnicamente homogéneos sin nadie más a quien matar para intimidar a su familia.

El libro vuelve en su final a las ideas de David Galula, el teórico francés de la contra insurgencia que sirvió de referente para todos. Afganistán encaja en su modelo de la clase de guerra que no se puede ganar. Y de paso, Fred Kaplan recoge la cierta amargura de David Kilcullen mirando atrás. Kilcullen es otro personaje cuyo papel dentro de la administración Bush declinó tras haberlo citado texutalmente un periodista: Invadir Iraq fue una fucking stupid idea. Y esto nos lleva a la gran cuestión. ¿Qué hubiera sido si tras el 11-S y la derrota de los talibán, Estados Unidos se hubiera centrado en pacificar Afganistán? ¿Qué hubiera sido de la política estadounidense en Oriente Medio si se hubiese pacificado Afganistán y nunca se hubiera invadido Iraq? Pensemos en los muertos, la imagen pública dañada, el dinero gastado, etc. ¿Se hubiera enfrentado Estados Unidos a la actual crisis en Siria de la misma forma?

9 comentarios sobre “«The Insurgents» de Fred Kaplan

  1. La cuestión es que Iraq estaba en las agendas del pentágono y de la Casa Blanca antes del 11 S y después de todo allí pocos fundamentalistas islámicos había.
    Rumsfeld y sus compañeros pensaban que podían cambiar fácilmente Oriente Medio con un par de invasiones y repartir democracia y capitalismo que llevaría la paz y la estabilidad a la zona. Lo de la insurgencia ni se lo imaginaban, lo que demuestra lo bien informados que estaba sobre la zona.

  2. Los errores estratégicos de Al Qaeda, que hizo la vida imposible a la minoría sunní, empujándola a aliarse con las fuerzas de ocupacón.

    ¿No atacaba Al Qaeda a la mayoría chií?

  3. Mario: No sólo se trató de la guerra civil que trataron de desatar atacando a los chiitas (y en ello siguen), sino en como quisieron islamizar las «zonas liberadas». Atacaron con bombas bares y peluquerías. Mataron familias. Se trataba en buena parte «voluntarios yihadistas» llegados del extranjero. Y terminaron generando la enemistad de los insurgentes iraquíes.

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