Internet entró en mi casa en febrero de 1998 y ahora me cuesta pensar cómo era la vida antes de ello. No lo digo por cosas como la Wikipedia en inglés o Internet Movie Data Base. Lo digo por las cuestiones internacionales y los asuntos de seguridad y defensa. Tener acceso a las publicaciones de Jane’s en aquel entonces era un privilegio al alcance de muy pocos. Así que yo devoraba la desaparecida revista Defensa dirigida por Vicente Talón. Recuerdo la sección «Ayer noticia, hoy historia» donde siempre aparecían fotos interesantes porque eran las únicas micropíldoras de infomación a las que tenía acceso, más allá de aquellas colecciones de fascículos semanales que se compraban en los kioskos. Y recuerdo que fue todo un salto para mí pasar de El Mundo y El País a leer Le Monde Diplomatique y The Economist.
Hoy vivimos una situación diametralmente opuesta. Encontrar información en Internet sobre qué pasa en el mundo no cuesta nada. Desde Canarias puedo leer La Diaria de Uruguay o seguir la actualidad estadounidense en clave de humor gracias al The Daily Show. Hay un número inmenso de instituciones que publican sin cesar informes en formato PDF. Y hay también un número enorme de blogs y foros donde aficionados a los asuntos militares en la otra punta del mundo publican fotos del material exhibido en jornadas de puertas abiertas o ferias comerciales. Tal capacidad de poder consumir información es el resultado de la democratización de la capacidad de publicarla. Un blog con dominio propio y mapeado de URL cuesta 18 dólares al año en WordPress.com, sin ir más lejos. Así que el desafío actual es encontrar las fuentes adecuadas y filtrar la avalancha de información que de cualquier tema podemos obtener sin caer en la infoxicación. (Al respecto, David nos ofrece en Derrotero.net «Herramientas contra la infoxicación»).
Internet permite el pequeño gran milagro de que cualquiera puede tener acceso a un caudal inaudito de información y luego poder lanzar al mundo sus opiniones personales. Pero eso precisamente devalúa el valor del privilegio. Hoy cualquiera puede estar informado y la sensación de exclusividad es más esquiva. Para seguir sintiéndose parte de una minoría privilegiada, ajena a la masa borrega, hay que rizar el rizo y buscar una explicación de la realidad que se diferencie de las informaciones al alcance de cualquiera. En ese contexto de sobre abundancia de información la búsqueda de la «distinción», que hubiera dicho Bordieu, empuja a buscar fuentes de información que están en los márgenes. Creo que ese es el origen de la bastardización del análisis geopolítico que vivimos actualmente.
La Geopolítica es hija de la Segunda Revolución Industrial. Nació como un estudio de los factores geográficos determinaban la política exterior de las potencias en una era en que la riqueza se medía en minas de hierro y campos de trigo. Aquella era una era en que los ríos eran osbtáculos naturales importantes para los ejércitos y las flotas de guerra necesitaban puertos seguros donde repostar carbón. La Geopolítica tuvo gran arraigo en Alemania. La idea de que los estados eran semejantes a organismos vivos que nacian, crecían y morían de Friedrich Ratzel, de tal forma que necesitaban un espacio vital para subsistir, fue popularizada por Karl Haushofer y tomada por Adolf Hitler con las consecuencias que ya conocemos. Así que al término de la Segunda Guerra Mundial la Geopolítica sufrió un enorme desprestigio como discipplina científica. Fue la Guerra Fría la que la rescató, pero el uso que Henry Kissinger dio al término «Geopolítica» como sinónimo de la «política internacional de las grandes potencias» la popularizó a costa de hacerle perder su significado original. Así que en la mayoría de las ocasiones, cuando la gente habla de Geopolítica se refiere a la idea Kissinger y no al estudio de la política internacional con un mapa físico delante.
Ya en su momento presenté los argumentos de cómo la capacidad de proyección de fuerzas a distancia, la creación de riqueza en la sociedad de la información y los actores no estatales en el panorama internacional cuestionaban la relevancia del análisis geopolítico clásico. De hecho, quedan pocos baluartes de la Geopolítica clásica: Autores como Robert D. Kaplan, organizaciones como Stratfor.com y los militares de algunos países periféricos. Entonces, descubrí uno nuevo. Un producto de la tumultuosa e insospechada unión entre la Geopolítica clásica y el análisis de inspiración marxista.
[Continuará]
Joder, eso no se hace, atraes el interés y …………»continuara» jajajajjaj
Creo que es difícil entender la evolución de la geopolítica sin entender la evolución de la geografía humana. Ambas disciplinas han estado muy relacionadas aunque la geopolítica sea un campo interdisciplinar también trabajado por politólogos, sociólogos etc. En la propia Geografía Humana el determinismo ambiental de Ratzel y otros (con el que se correspondería la geopolítica clásica) fue criticado muy tempranamente y no paso como escuela influyente de los años 20 en Europa y 30-40 en EE.UU. Posteriormente la Geografía Humana estaría dominada por la Geografía Regional (Vidal) primero, por la escuela cuantitativa espacial después y por la escuela marxista y crítica más actualmente (David Harvey y otros) y creo que desde ahí es desde donde se debe reinterpretar la geopolítica y algunas de las obras más recientes. En esta visión la Geopolítica ya no sería el estudio de las relaciones internacionales en relación al medio físico, sino el estudio de las relaciones internacionales desde una óptica espacial lo que implica el medio físico pero también muchos otros elementos: distribución del capital humano, localización, rutas de transporte e información, diversidad regional etc etc. Creo que ese punto de vista espacial es el que caracteriza a la Geopolítica moderna y es un punto de vista muy útil a la hora de estudiar las relaciones internacionales.
Un saludo