«Breve introducción al conflicto palestino-israelí» de Ferrán Izquierdo Brichs

Llevo aproximadamente un año saltando de un tema a otro, con un montón de artículos pendientes de terminar. Para complicarlo todo aún más, me he metido con el conflicto palestino-israelí. El Conflicto. Así que escribiendo y tomando notas como loco, he hecho una pausa para ver qué se escribe en español sobre el tema. Quienes hayan seguido este blog y mi reseña de libros editados en España ya sabrán cómo me gotea el colmillo cuando abordo un libro de algún autor español sobre Oriente Medio. En Estados Unidos tienen a Jeffrey Goldberg, que fue invitado a La Habana por Fidel Castro para charlar sobre la amenaza nuclear iraní. O tienen a Steve Coll, el autor de la monumental Ghost Wars. En España… Bueno, ustedes me entienden.

367breveintroducci—nalconflictoBreve introducción al conflicto palestino-israelí de Ferrán Izquierdo Brichs es un libro de 134 páginas de texto y una sola de bibliografía que pretende dar el contexto histórico del conflicto. El autor es profesor de Relaciones Internacionales en la Universitat Autònoma de Barcelona. Para emprender la singular tarea de leer el libro me he proveído de Historia de Palestina. Desde la conquista otomana hasta la fundación del Estado de Israel de Gudrun Krämer, profesora en la Universidad Libre de Berlín. El suyo es el libro más extenso y exhaustivo publicado en español que he podido encontrar sobre el tema. Recurrí a él como contraste ante la falta de fuentes y referencias en el libro del profesor Izquierdo. El contrate ha resultado interesante

Para empezar, la premisa fundamental de la Breve introducción es que se trata de un «un conflicto colonial». Tal perspectiva es descartada de entrada por la profesora Krämer que la considera errónea y limitada. En el relato del profesor Izquierdo los inmigrantes judíos llegaron al territorio del actual Estado de Israel y se dedicaron a comprar tierras, lo que terminó empobreciendo a la población árabe (pág. 30). La relación entre ambos fenómenos no queda clara. Aunque curiosamente el profesor Izquierdo señala que los inmigrantes judíos se dedicaron a ofrecer trabajo a los árabes como jornaleros temporales, con lo que los explotaron de forma capitalista, mientras que organizaciones y líderes judíos defendieron que no se contratara mano de obra árabe. Así el profesor Izquierdo acusa a los judíos de una cosa y su opuesta: Los explotaron laboralmente en un contexto de relaciones capitalistas y los excluyeron del mercado laboral. Lo interesante es que el profesor Izquierdo señala (págs. 13-14) cómo los impuestos catastrales turcos, la fragmentación de las tierra entre los herederos y el registro de tierras comunales por parte de terratenientes árabes están en el origen del empobrecimiento del campesinado árabe.

Creo que no está de más insistir en el papel de las élites árabes en el devenir de sus propios pueblos. El desinterés por la situación de los campesinos pobres se entiende al leer sobre la vida y valores de las élites comerciales y empresariales árabes, occidentalizadas y cosmopolitas, como la de Edward Said (críado en Egipto, donde nació Yassser Arafat). Muchos de aquellos terratenientes rentistas no tuvieron reparos en vender sus tierras a los recién llegados judíos porque vivían en Damasco o El Cairo. Al contrario de los relatos de una virginal y próspera tierra cuyo desarrollo fue cortado de raíz por la llegada de la población judía, más allá de la falta de estadísticas otomanas fiables, se trataba según la profesora Krüger de un territorio que había entrado en decadencia demográfica y económica desde el siglo XVI. Asi, la llegada de la inmigración judía dinamizó la economía local y propició paradójicamente la inmigración árabe. Curiosamente a pesar de la perspectiva post/neo marxista del profesor Izquierdo, pasa por alto los conflictos sociales que enfrentaron a empresarios judíos con trabajadores tanto judíos y palestinos. Frente al relato de una comunidad judía dedicada a prosperar sobre la espalda de la población árabe en el que el profesor Izquierdo señala el propósito de los empresarios judíos y los sindicatos judíos de excluir a los árabes del mercado laboral, la profesora Krüger nos relata los conflictos de clase dentro de la comunidad judía y cómo los sindicalistas judíos apoyan a los árabes, llegando a existir un sindicato del ferrocarril mixto.

El profesor Izquierdo apunta que «la propiedad judía de de la tierra en Palestina no llegaba al 7 por ciento en el momento de la fundación del Estado de Israel en 1948» (pág. 15) y que en el plan de partición de la ONU «el reparto fuera muy injusto para los palestinos» (pág 44). Aunque ese dato nos puede ayudar a juzgar la teoría del profesor Izquierdo de la relación entre inmigración judía y empobrecimiento del campesinado árabe. Sobra decir, que la profesora Krämer presenta un panorama diferente. Los judíos consiguieron comprar, fundamentalmente, tierras yermas y en desuso. Las explotaciones agrícolas judías no fueron muy exitosas y se produjo una emigración de judíos hartos de pelearse con secarrales improductivos. Y es que frente al mito nacional israelí que presenta al pionero sionista labrando la tierra, la profesora Krämer echa manos de las estadísticas para señalar que la mayor parte de la población judía inmigrante se asentó en poblaciones urbanas en la franja costera que va de Haifa a Tel Aviv, si dejamos aparte los asentamientos en Galilea y Ber Sheva.

La siguiente pieza del relato del profesor Izquierdo es que una vez se produjo la inmigración judía, hay que considerar el papel del Reino Unido como potencia administradora tras la Primera Guerra Mundial (recordemos a Lawrence). Para el profesor Izquierdo hay una connivencia entre la administración británica y la población judía, ya que el Imperio Británico simpatizaba en su visión colonial plenamente con el proyecto sionista: «Los nacionalistas judíos formaban parte del colonialismo europeo y del proyecto de dominación británica de la región» (pág. 34) Aquí hay un elemento clave que parece escapársele al profesor Izquierdo. La profesora Krämer, como vimos, señalaba el carácter urbano de la población judía. Esa población urbana no se parecía al estereotipo idealizado del «sionista de piernas fuertes y camisa remangada» pero no se puede decir que emprendieran un proyecto menos épico. La población urbana judía (comerciantes, profesionales liberales, artesanos, obreros industriales…) se lanzaron a construir una sociedad plenamente moderna, con sus instituciones educativas, organizaciones sindicales, periódicos, teatros… La brecha entre judíos y árabes musulmanes en cuanto años de escolarización media y alfabetización no paró de crecer. Eso supuso que la comunidad judía resultó estar más formada, organizada y unida a la hora de luchar por sus derechos. La profesora Krämer cita la descripción de viajeros a su paso por la zona en el período de entre guerras que cuentan como los judíos resultaban un incordio para la administración británica, que no necesariamente simpatizaba con ellos, porque peleaban de forma incansable por sus intereses. La profesora Krämer no pasa por alto que para los funcionarios británicos era más fácil identificarse con los judíos urbanitas y occidentalizados, que además tenían más facilidades para lidiar con la administración británica porque en sus filas había personas que hablaban inglés (recordemos que las élites árabes que estudiaban en Siria y Líbano lo hacían en francés).

Hay un detalle pequeño pero importante sobre la convergencia de intereses británicos y judíos que el profesor Izquierdo olvida o pasa por alto en su relato de que la prueba definitiva del apoyo británico a la causa sionista es que durante las las revueltas árabes de 1936-1939 se encuadró y armó a judíos en unidades militares. Resulta que las autoridades británicas decidieron tras el fin de las revueltas en 1939 (seis años después de la llegada de Hitler al poder) cerrar la puerta a la inmigración judía. Pero el pequeño detalle que falta en el relato es la Segunda Guerra Mundial. Con la amenaza de las fuerzas de la Francia de Vichy al norte y el avance del Afrikan Korps nazi por el desierto del Norte de África, los líderes judíos ofrecieron el alistamiento de judíos en las fuerzas británicas por la cuenta que les traía.

En esto llegamos a la proclamación del Estado de Israel y el relato a partir de aquí no aporta ninguna sorpresa. En la guerra de independencia israelí o la Nakba («la conquista y limpieza étnica sionista de 1948» pág. 35), ustedes eligen, se nos presentan dos bandos con poder militar desigual. A los israelíes se les representa como armados hasta los dientes y altamente preparados gracias a los británicos (pág. 46), frente a los pobremente formados y peor pertrechados árabes. Una imagen que no tiene nada que ver con lo que por ejemplo cuenta Kenneth M. Pollack en el ya clásico Arabs at War: Military Effectiveness, 1948-1991. Pero ya sabemos que no debemos esperar que un profesor universitario español esté al corriente de historia militar cuando trata la historia de un guerra.

Si la tesis del profesor Izquierdo es que la creación del Estado de Israel responde a un proyecto de corte colonialista, la historia del conflicto palestino-israelí se reduce a la de los designios imperialistas de los líderes israelíes. La existencia de un complejo militar-industrial israelí, interesado en la prolongación del conflicto, explicaría la negativa de los líderes israelíes a hacer la paz con los árabes. Estos por su parte, aparecen atrapados por la presión de sus opiniones públicas que los empujan insensatamete a la guerra contra Israel (págs. 69) después de que el conflicto con Israel se convirtiera en fuente de legitimidad política (pág.71). De la misma forma que la OLP, nos dice el profesor Izquierdo, no tuvo más remedio que apoyar a Saddam Hussein tras la invasión de Kuwait en 1990 por la presión del pueblo palestino (pág. 87). Más aún, en el caso de guerras que arrancaron claramente por una agresión árabe, como la del Líbano de 2006, el profesor Izquierdo se las arregla para presentarlas como agresiones israelíes, un giro que ya es un clásico en la historiografía española: «La impotencia árabe y la incapacidad de reaccionar ante las provocaciones de Tel Aviv marcaron la pauta que se mantiene hasta hoy, tal como se demostró en el verano de 2006″ (pág. 76) y «Hezbolá demostró que también tenía capacidades de respuesta al causar más de 100 bajas de militares israelíes, y bombardeó el norte de Israel matando a decenas de civiles» (pág. 77). Como ven, la guerra de 2006, se inició por una provocación israelí a la que siguió una respuesta de Hezbolá.

En todo este relato del conflicto, como han visto, los palestinos son los grandes ausentes y las nuevas dinámicas de los últimos veinte años son apenas tratadas. Fugazmente se menciona en una frase la corrupción de los dirigentes de la Autoridad Palestina para explicar el auge de Hamás (pág. 103) y la desconexión de Gaza (que el profesor Izquierdo fecha erróneamente en 2006) se menciona sólo para señalar lo difícil que sería realizar algo semejante en Cisjordania. El profesor Izquierdo llega a afirmar «los palestinos son objetos, no sujetos, en este conflicto» (pág. 129). Es decir, para el profesor Izquierdo los palestinos carecen de voluntad y conciencia en este conflicto, reducidos por tanto a menores sin responsabilidad jurídica o derechos políticos. Nunca nadie desde la izquierda académica europea lo había descrito mejor. Los palestinos carecen de responsabilidad alguna sobre sus acciones, debiendo ser tarea de los occidentales buenos salvarlos de su aciago destino.

Añadiré unos pocos apuntes más. Tratándose de un libro que pretende ofrecer el contexto histórico de un conflicto nos encontramos con breves incisos narrativos donde se nos habla de las penosas vivencias de algún palestino. Uno solo de esos incisos narrativos nos presenta los pensamientos de un israelí, que expresa su contrariedad por los negocios armamentísticos de Israel con países dictatoriales en los años setenta. ¿De dónde salen esos relatos? ¿Son un impromptu literario del autor o relatos personales tomados de alguna fuente periodística? No lo sabemos. Apuntaría que aquellas relaciones se enmarcaron en la lógica de la Guerra Fría y en cuestiones como el mercado que encontró Israel para su tecnología de modificación de la familia del avión Mirage III/5 en países como Sudáfrica, Chile y Argentina, que contaban con él en sus fuerzas aéreas. Lo que sí me llama la atención es la insistencia del profesor Izquierdo en usar términos como «campo de concentración» (pág. 97), «progromo» (pág. 108) o «apartheid» (pág. 121) para hablar de las políticas y acciones israelíes. O en su afirmación de que los vínculos comerciales y tecnológicos que estableció Israel con el Chile de Pinochet o la Sudáfrica del apartheid fueron el resultado natural de afinidades ideológicas. Pero llegados a estas alturas no voy a descubrir nada nuevo sobre las intenciones del autor con este libro.

11 comentarios sobre “«Breve introducción al conflicto palestino-israelí» de Ferrán Izquierdo Brichs

  1. Muy buen artículo. Gracias!
    La ilustración de la tapa del libro ya dice mucho sobre su contenido.

  2. ¿Que la guerra del Líbano de 2006 fue iniciada «claramente» por una agresión árabe? Qué raro, Israel siempre es víctima, y si invade tu territorio y tú respondes, es que estás agrediendo «claramente» a Israel.

  3. En su reportaje sobre los territorios ocupados recién publicado, Jordi Pérez Colomé introduce un párrafo interesante que, en su estilo siempre distante y puramente reportador de lo que encuentra, no extiende ni amplía, pero merecería atención. Cuando visita los campos de refugiados se explica su origen (desde la participación) y se pregunta por qué siguen allí si pueden marcharse en cualquier momento. Las fuentes israelíes que consulta dicen no saberlo tampoco. Dando por cierto este dato, resultaría de nuevo que toda la construcción de relatos sobre los territorios ocupados tendría un punto débil y sería el de la conexión con determinadas élites o líderes guerreros: ¿por qué si pueden moverse libremente permanecer, prolongar o estimular la vida en campos de refugiados en condiciones infames? Estoy seguro de que habrá argumentos. A mi me ha interesado la responsabilidad de las élites, quizá interesadas en mantener un futuro desgraciado para justificar una guerra, todo esto más allá de las más legítimas aspiraciones que pueda tener este bando del conflicto. A mi, en realidad, lo que me preocupa es la prolongación de conflictos generados por «los padres» que condenan a «los hijos» a vivir su derrota cuando podrían tener un futuro alternativo más dichoso para sus propias vidas, las que tienen que vivir. Algo así me sucede cuando pienso en los campos de refugiados saharauis: ¿hasta qué generación de niños veraneando en España hay que condenar a seguir viviendo en el desierto sin acceso a condiciones de vida prósperas e interesantes para su desarrollo vital por el hecho de que los padres fueron expulsados, con justicia o no, de un territorio en el que estos hijos nunca han vivido? Sin guerra y sin sufrimientp, esas élites siempre con mejor vida no tienen argumentos para sostener un argumentario político y probablemente una fuente de su propia posición y poder. Seré apedreado por quienes tienen visiones románticas de las causas de los pueblos pero, por muy injusta que pueda ser la historia (siempre más compleja que los cuentos de buenos y malos y con más hechos escondidos que los relatados por los que los viven), uno considera que la vida de uno es la vida de uno. Todo ello dicho porque el análisis que realizas del libro nos lleva a esa posición de alargar el sufrimiento para resolver preocupaciones y tesis de quienes precisamente no tienen que estar sobre el terreno.

  4. El descaro de la construcción del relato anti-israelí es tan grande que ya se atreve a presente con fantasía lo que sucedió hace siete años. Que no se trata de algo que pasó antes de que yo naciera, precisamente.

    Gonzalo : Ya ves que me he leído el libro de Jordi Pérez Colomé y me ha parecido muy interesante.

    Sobre el caso saharaui, recomiendo los dos libros escritos por José María Lizundia, que trata de «deconstruir» el relato nacionalista y cuestiona el apoyo de bienintencionados que pretenden que sigan pudriéndose en el desiertos por más años.

  5. Es que el descaro de la construcción del relato pro-israelí es tan grande que se atreve a hacernos creer que la historia del Universo comenzó hace 7 años.

  6. Pues qué paradójico que Hassa Nasrallah dijera en una entrevista para New TV (la actual Al Jadeed) a finales de agosto de 2006 que si llegan a saber la deriva de los acontecimientos nunca hubieran atacado a Israel.

  7. EEUU atacó a Japón con dos bombas atómicas. ¿Inició «claramente» EEUU el conflicto?

    P.D.: Disculpas por poner dos comentarios seguidos.

  8. No pasa nada por que aparezcan dos comentarios. Le da más vidilla al blog.

    Me parece que esa comparación es tan pertinente como decir que el 11-M fue un episodio de la Reconquista (que es lo que vino a decir Aznar, por cierto). Creo que podemos acotar cronológicamente los conflictos por su naturaleza e intensidad. Evidentemente Israel y Hezbolá eran dos actores hostiles el uno para el otro. Pero en 2006 se había llegado a una fase de relativa tranquilidad en la frontera entre Israel y el Líbano. No se puede decir que hubiera una guerra en la zona. Y en Israel se acusó precisamente por esa falta de incidentes en la frontera de haber bajado la guardia.

    Lo que aconteció en el verano de 2006 es llamado «guerra» por todo el mundo. Por lo que podemos decir que sucedió algo de naturaleza totalmente diferente. Lo que lo detonó fue una incursión de Hezbolá en suelo israelí, para atacar una patrulla que circulaba en paralelo a la frontera. Simultáneamente hay ataques de cohetes y mortero para generar confusión. Lo que militarmente se llama un «ataque de diversión» (no porque sea «divertido», ver 3er significado según la RAE: Acción de distraer o desviar la atención y fuerzas del enemigo).

    A partir de ahí se produjo una espiral en el que ninguna de las dos parte supo como parar a tiempo. Véase el libro bastante crítico para su gobierno y sus militares «34 Days: The Second War in Lebanon de Amos Harel y Avi Issacharoff.

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