La «rabiosa novedad» del asalto a las embajadas

El 20 de noviembre de 1979 el mundo musulmán celebró la llegada del año 1400. Esa mañana un grupo de extremistas islámicos armados irrumpió en la Gran Mezquita de la Meca y se apoderó del reciento tomando como rehenes a la muchedumbre de peregrinos que cumplían el último día de su peregrinación. Entre el miedo y el asombro de los allí presentes proclamaron a su cabecilla, Mohammed Abdullah al-Qahtani, como el Mahdi, el redentor del Islam que precedía al fin de los tiempos. Arabia Saudita había visto disparado sus ingresos tras la crisis petrolera mundial de 1973 y la rápida modernización del reino era motivo de escándalo para muchos saudíes.

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Tras la confusión inicial y los primeros fallidos intentos de asaltar el recinto, las autoridades saudíes requirieron a la empresa Saudi Bin Ladin Group, responsable de las reformas y ampliación del del lugar más sagrado del planeta para el Islam, los planos de construcción. Requirieron también ayuda al gobierno francés que envió material y a tres agentes del Groupe d’Intervention de la Gendarmerie Nationale convertidos al Islam sobre la marcha para trabajar sobre el terreno. Empleando vehículos blindados las fuerzas especiales saudíes fueron retomando terreno hasta acorralar a los asaltantes en las galerías subterráneas de la mezquita.

El balance oficial de muertos fue de 127 miembros de las fuerzas de seguridad, una docena de peregrinos y 117 asaltantes. La versión no oficial habla en cambio de miles. El lugar más sagrado del Islam había sido profanado y la legitimidad de la casa Saud desafiada. Los gobernantes de Arabia Saudita tomaron el ataque como un síntoma del descontento en el país ante la excesiva occidentalización producto del súbito enriquecimiento del país tras el shock petrolero de 1973. Entre otras medidas, promulgaron leyes más restrictivas sobre el papel de la mujer en la vida pública.

Los primeros momentos del asalto a la Gran Mezquita de la Meca fueron de una enorme confusión sobre la identidad de los atacantes. Las autoridades saudíes tardaron en informar sobre ello y al día siguiente del ataque se convocaron manifestaciones en muchas ciudades de países musulmanes tras la extensión del rumor de que se trataba, nada menos, de una operación militar conjunta de Israel y Estados Unidos para apoderarse del lugar más sagrado del Islam. Un rumor que propagó entre otros el ayatolá Jomeini. En Islamabad, la capital de Pakistán, la manifestación frente a la embajada de Estados Unidos derivó en un tumulto que arrasó la embajada. Ardieron todos los edificios del complejo y los sesenta vehículos de su parque móvil. Una centena de personas, entre personal diplomático y empleados pakistaníes, debieron refugiarse en la última planta del edificio central esperando en vano la llegada de fuerzas de seguridad que dispersaran a la turba que intentaba irrumpir en el recinto protegido donde estaban atrincherados. Pero las fuerzas de seguridad pakistaníes se limitaron a ser testigos pasivos mientras la embajada y la sede de otras instituciones estadounidenses fueron atacadas. El gobierno del general Zia-ul-Haq, llegado al poder en un golpe de estado en 1977, era aliado de Estados Unidos pero estaba tratando de construir una base social para su régimen cortejando a los islamistas y en especial a la organización detrás del tumulto, la Jammat-e-Islami, fortalecida por los petro-dólares saudíes.

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Al final del día, con el atardecer, la turba se cansó y se marchó, dejando un saldo de dos militares estadounidenses y dos empleados pakistaníes muertos. La versión oficial dada por Estados Unidos hablaba del imprescindible papel de las autoridades pakistaníes en la liberación del personal de la embajada. Era completamente falso.

Varios días después, el 30 de diciembre una turba intentó asaltar la embajada estadounidense de Kuwait. Tuvo que ser dispersada con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras. Dos dias después sucedió otro asalto a una embajada estadounidense. Esta vez pasó en Trípoli, capital de Libia. Las malas relaciones entre Washington y el régimen de Gadafi había llevado a mantener una delegación mínima en el país. Estaba todavía en pleno desarrollo la crisis de los rehenes de la embajada estadounidense en Teherán, así que el personal diplomático llevaba tiempo en alerta. El agente residente de la CIA había tenido además la precaución de preparar un plan de defensa y otro de escape. Destruyó o trasladó a Túnez el material sensible. Así que cuando se produjo el asalto estaban preparados. Tras saltar sobre los muros, la turba alcanzó la planta baja del edificio principal estaban preparados. Los asaltantes recibieron una andanada de botes lacrimógenos. Algún asaltante intentó subir al segundo piso por las escaleras princpales pero solo logró partirse la crisma porque en ellas habían derramado aceite de motor. El personal diplomático consiguió ganar el tiempo suficiente para escapar por un patio trasero que conectaba con otro edificio. Allí se quitaron las chaquetas y corbatas. Se mezclaron entre los estudiantes que se manifestaban contra Estados Unidos y alcanzaron la embajada de Reino Unido.

6 comentarios sobre “La «rabiosa novedad» del asalto a las embajadas

  1. Muy buenas
    No entiendo o no quiero entender tu post de hoy.
    ¿De verdad no ves la gran diferencia entre aquellos y estos?
    ¿De verdad el resultado de tu análisis es que es lo mismo?

    Saludos

  2. ¿Cómo se hubiera vivido el efecto del asalto a La Meca en la era hiperconectada de hoy? No quiero ni imaginarlo. Mi memoria de esa época son unas pocas imágenes de telediario, ponerlo en perspectiva de Internet… diría que asusta. Por cierto, si proclamaron al Mahdi, es que los asaltantes eran chíes, que son minoría fuera de Irán, en tierra de sunníes wahabitas: un dato que abudanda en el caracter de «rabiosa novedad» de los hechos, como lo es el acusar a la monarquía saudita de no estar «a la altura» para custodiar los lugares santos del islam.

  3. Un lector dejó un comentario pero lo borré sin querer. El comentario estaba en la carpeta de spam. No debería ser tan rápido cuando entro a vaciarla.

    Los asaltantes de la Gran Mezquita de la Meca eran wahabitas. Uno de ellos había estado en la Guardia Nacional saudí, que se nutre de las tribus guerreras que lideró Al Wahab en su momento y puso a disposición de la cas de Al Saud a cambio de la hegemonía religiosa.

  4. Pingback: Anónimo

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