En el artículo que acabo de terminar cuento muy someramente cómo el entusiasmo por los avances tecnológicos en el campo militar estrenados en la Operación «Tormenta del Desierto», la primera guerra de la era de la información, llevó a pasar por alto la verdadera naturaleza de la transformación de la guerra tras el fin de la Guerra Fría. Y entonces, claro, llegó el 11-S. Es una historia que expliqué en mi charla grabada para la Jornada sobre la Sociedad Red en Montenvideo el 16 de agosto pasado. Y que compondrá el primer capítulo de mi segundo libro.
Me he quedado con la sensación de que en mi artículo falta algo. Que hay un salto entre esa historia sobre el fallo colectivo en Estados Unidos en entender la transformación de la guerra durante la primera década de la Posguerra Fría y mi explicación de las guerras posmodernas. Y es lo sucedido en la segunda década de Posguerra Fría. Entre el 11-S y el debate actual sobre la retirada estadounidense de Iraq y Afganistán. La idea me vino de una forma curiosa. Estaba ordenando mis estanterías de libros por enésima vez, teniendo que tomar la dolorsa decisión de condenar libros a una caja al trastero para dejar espacio a libros más útiles y relevantes. Y entonces tuve un mi mano «Osama de cerca» de Peter Bergen, un libro gordo y pesado. Y miré el espacio que ocupan los libros sobre la guerra de Iraq: Los dos tochos de Tom Ricks, la versión de bolsillo de Cobra II o el libro de Scott Ritter sobre la inexistencia de las armas de destrucción masiva en Iraq publicado en 2002. Sí, puedo restregarle a cualquier neocón que yo sabía cosas que Aznar y el CNI no. ¿Pero eso importa ahora?
Bin Laden está en el fondo del mar. Y la retirada definitiva de Iraq está prevista. ¿Importa ahora todos aquellos debates sobre el éxito del «Surge», el Despertar de al-Anbar y las verdaderas razones de la pacificación del país? Un día miraremos la guerra de Afganistán con lejanía y extrañeza. Con la misma indiferencia con la que los medios de comunicación ignoran actualmente todo lo que está pasando en Iraq.
He añadido a mi biblioteca dos libros escritos recientemente por militares españoles sobre la transformación de los conflictos armados y me ha sorprendido la gran importancia dada al islamismo. Para ellos el orden internacional del siglo XXI se reduce a una pugna global contra el salafismo yihadista. ¿Dónde están los hackers rusos y chinos, los diamantes de la guerra de África Occidental, las maras centroamericanas, los estados fallidos o las empresas militares privadas? En la revista académica del CESEDEN no aparecen. Están atrapados en la narrativa de la «Global World On Terror» porque necesitan dotarle de épica a la profesión militar que ya no gira en torno a la defensa de la Patria y la lucha contra el Comunismo, sino a las nada glamourosas misiones de paz en países perdidos.
Una vez hice el experimento de mirar en la base de datos del ISBN que mantiene el Ministerio de Cultura con datos de los libros publicados en España desde 1972. Y lo voy a repetir. Estos son los datos:
-Libros con la palabra «islamismo» en su título.
Antes del 11-S: 11. Después del 11-S: 29
-Libros con la palabra «yihad» en su título.
Antes del 11-S: 2. Después del 11-S: 25
Evidentemente hay más libros sobre ambos temas con otros títulos. «Qaeda» genera 26 resultados y «Laden» genera 32, todos posteriores al 11-S.
El mundo se llenó de expertos en terrorismo, yihad y Bin Laden. Las masas musulmanes, oprimidas por dictadores apoyadas por Occidente, eran una olla a presión por el profundo sentimiento de humillación por el postergamiento de sus sociedades y las frustaciones económicas y sexuales de los varones jóvenes. ¿Se acuerdan? El mundo musulmán iba a estallar. Islam significa «sumisión a Alá». Y la voluntad de Alá expresada en el Corán, que no admite interpretación, es que todo musulmán debe participar en la yihad para que el Islam se expanda. Se reinstauraría el Califato desde Marruecos al Sur de Filipinas y entonces vendrían a por nosotros. La Revolución Verde. La Primavera Árabe. ¿Quién lo podría haber anticipado? ¡Nadie!
No sé qué va a pasar con la Primavera Árabe. Pero una cosa es segura, el futuro no va a ser lo que nos contaron.
Creo que el enlace que querías poner en «nadie» no era el del «segundo acto» sino el del primero, allá por 2004 😉 http://lasindias.coop/como-los-inmigrantes-arabes-estan-globalizando-la-democracia-debilitando-las-bases-del-integrismo-y-llevando-a-la-europa-mediterranea-a-un-nuevo-renacimiento/
¡Ciertísimo! Ya lo corregí.
«el libro de Scott Ritter sobre la inexistencia de las armas de destrucción masiva en Iraq publicado en 2002.» Te pierde la fé en el partido de la verdad… Las armas de destrucción masive existían y mientras no se dé cuenta de su paradero siguen existiendo. Esas armas cuyos eefctos sobre ancianos y niños iraquíes nos mostraba la tv a diario a caballo entre la década de los 80 y 90 se las vendieron los gobiernso socialistas europeos en los años 80. Empresas como GAMESA hicieron su capital con la sangre de inocentes y precísamente por eso se sabe de su existencia. están las facturas, los permisos de exportación ylos alabarenes de las aduanas. Lo que no se sabe es a dónde ha ido a parar buena paret de todo eso.
Félix, estás mezclando churras con merinas. Mezclado todo con un poco de falta de información.
En 1991 durante una cosa llamada Operación «Tormenta del Desierto» una coalición internacional lanzó una campaña de más de un mes de bombardeos contra Iraq. Sus instalaciones militares e industria de defensa quedó laminada.
La combinación de las emanaciones de pozos petrolíferos en combustión, liberación a la atmósfera de partículas procedentes de polvorines que contenían armas químicas, municiones de uranio empobrecido y vacunas experimentales con efectos secundarios no suficientemente estudiados produjeron el llamado «Síndrome del Golfo» que sufrieron la población del sur de Iraq y los veteranos.
Acabada la guerra Iraq fue sometido a un embargo internacional y sometido a inspecciones internacionales. El país no pudo ni recomponer sus fuerzas armadas ni su programa de armas NBQ y misiles balísticos. Recibió partidas de armas y repuestos vía contrabando de algún país ex-comunista (Serbia y no me acuerdo si Bielorrusia o Ucraniia). Ninguna compañía francesa, rusa o alemana volvió a venderle la tecnología necesaria para fabricar armas químicas.
Documentos capturados tras la guerra y entrevistas a personalidades del régimen revelaron que la ambigüedad de Saddam y sus reticiencias a inspecciones profundas que despejaran las dudas fueron el resultado de una estrategia deliverada de farol frente a EE.UU. e Irán.
EE.UU. recibió información falsa de exiliados iraquíes que supuestamente tenían fuentes en el interior del país. En realidad estaban cobrando mucho dinero mientras contaban las mentiras que los neocón en Washington querían escuchar. Sucedió la invasión y las fantasmagóricas armas de destrucción masiva nunca aparecieron.
Yo creo que terrorismo yijadista tenemos para rato. Eso si serán versiones de versiones de si mismos. Y cambiarán de un territorio a otro. Ahora es en el Sahara. Mañana vete a saber donde. Pero lo mismo que el marxismo no quedó derrotado en 1870 el yijadismo no ha sido derrotado como ideología en Iraq.
No soy un experto en el tema, y cito de memoria, pero creo que se habían comprado a Alemania grandes cantidades de productos que pueden usarse como precursores del armamento químico. Seguramente, también tiene otros usos, pero daba pábulo a las sospechas.
Es cierto que era improbable que hubieran mucho armamento químico almacenado. El armamento químico iraquí no era de gran calidad, ni duraba demasiado tiempo en óptimas condiciones. Durante la querra Irano-iraquí, se procuraba ‘sintetizarlo’ unas tres semanas antes de su uso, y no se almacenaba en grandes cantidades.
Pero eso no quita que Sadam no tuviera la capacidad de volver fabricarlo en cuantro tuviera oportunidad.
Según creo, es más un problema de ‘know-how’ que de una tecnología muy sofisticada. Por algo lo llaman la bomba atómica del pobre. Se puede conseguir gran parte de lo necesario localmente. Y lo que no, se puede obtener con subterfugios, ya que es tecnología común de usos civiles.
Dado que tampoco parece que el embargo se cumpliera a rajatabla, no creo qu epudiese impedir obtener los medios que faltaran localmente.
Creo que podía existir duda razonable acerca de las armas de destrucción masiva. En todo caso, era Sadam el que debía demostrar su inexistencia, según las condiciones del armisticio de la ONU. Y era difícil imaginarse que este tipo iba de farol.
Por lo menos, en aquel tiempo, casi nadie dudaba de la existencia del armamento, o al menos de la capacidad para fabricarlo. Puede que no estuviéramos muy bien informados, y no hubiéramos leído el libro de Ritter.
Otra cosa, es si era razonable abrir otro frente, que se demostró un avispero de cuidado, sin haber terminado con Afagnistán.
Evidentemente en Pakistán, Yemen, Somalia y el Sahel vamos a tener grupos islamistas haciendo de las suyas durante un rato largo. ¿Pero va a ser eso realmente la historia crucial del siglo XXI?
A pesar de la famosa frase la «arma nuclear de los pobres» la producción industrial de armas biológicas y químicas requiere una tecnología que no se obtiene jugando al QuimiCefa. Hace falta, por ejemplo, tuberías de acero del nivel Maribel y el precursor química Tal y Pascual. Resulta que durante los 80 todo eso se lo vendía Alemania, Francia y la Unión Soviética. Hasta EE.UU. les vendió cepas de enfermedades para investigación científica.
Esas fuentes de materias primas, tecnología y materiales de secaron. Las instalaciones se las destruyeron en la guerra de 1991. Y en los siguientos años siguieron las inspecciones. Si escondieron las armas químicas, estando almacenadas debieron caducar. Como los medicamentos.
Es todo mucho más complejo. Y entre 2003 y 2008 jamás se aportó ni una sola prueba de su existencia. Los documentos capturados al régimen de Saddam revela que nunca existieron. Dato que sólo manejaba la cúpula del régimen.
Es cierto que el armamento biológico requiere un nivel tecnológico más sofisticado, probablemente fuera de las capacidades locales de Iraq.
Pero creo que el armamento químico es otra cuestión. Repito que no soy experto en el tema, pero al fin y al cabo se estaban fabricando neurogases con tecnolocía de la Segunda Guerra Mundial. Comprendo que debe ser algo más complejo que el quimicefa, pero a primera vista no parece imposible para un productor de petróleo de los 90.
El régimen se demostró hábil eludiendo sanciones de la ONU, vendiendo petróleo fuera de cuota a traves de terceros, reitero que parece que pudo echar mano a algunos precursores.
Evidentemente, esto no implica que las armas existieran, sino que el régimen pudo reconstruir parte de su capacidad de fabricación.
Además, tenía entendido que el peligro de la guerra química es que era relativamente fácil convertir instalaciones químicas de uso civil a la producción de armamento químico.
No es que quiera enmendarte la plana, al fin y al cabo soy un aficionado al tema, no me dedico a esto. Si estoy completamente equivocado, y me puedes indicar dónde ampliar información sobre el tema, te lo agradezco y te dejo de dar la brasa. Al fin y al cabo, leo tu blog para aprender.
Disculpa la disgresión, ya que no era este el tema del artículo. Me pareció interesante plantear estas dudas. Si lo prefieres, contéstame a mi mail, y no lo incluyas en el foro.
Lo que contaba Ritter es que uno no se puede poner a fabricar Chungocloruro de Peligrosfato así como así. Necesitas precursores químicos y unas instalaciones con unas características dadas que fabricaron llave en mano países occidentales en los años 80. Imagínate qué clase de tuberías y cubas de mezcla se necesita para fabricar gases vesificantes.
La fabricación de esos productos deja huella. Se liberan a la atmósfera vapores que no son nocivos pero que tienen una traza identificable.
¿Será el enfrentamiento con el movimiento yijadista lo que centre el pensamiento estratégico occidental en los próximos años?
Ni idea. En realidad como enemigos globales han sido muy deficientes. Ideológicamente si, son una alternativa a la totalidad de los «occidental». Pero militarmente han sido un enemigo ínfimo. Ellos mismos se creían más fuertes de lo que eran.
Mi apuesta por los temas de futuro. La lucha por los recursos, con África en primer plano y guerras proxy de esas a tutiplé.
Dani, tú lo tienes claro. Ahora explícaselo al CESEDEN y a todos esos militares españole que tanto les gusta escribir sobre yihad.
Jsesún M. Pérez, el que parece que anda escaso de información eres tú. Como esas armas se las habían vendido los gobiernso europeos, se sabe exactamente qué, cuándo y como. después de la guerra del 91 se comprobó que falataba por justificar el paradero de la mayoría de todo eso, que ni se había destruido en la guerra, ni el gobierno iraquí ha dado hasta ahora información sobre su destino, ni lo encontraron los inspectores, de los cuales, por cierto sólo un equipo que desobedecía las órdenes del aONU encontró un montón de cosas antes de ser expulsado.
A ver si lo entiendes si GAMESA te vende 100.000 vasos de artillería para armas químicas y no paarece ninguno, esos proyaectiles no han dejado de existir. Si te venden 100.000 precursores para fabricar neurogases y ni los destruyes tú, ni aparecen ni nadie pretende siquiera habelos destrudio (y mucho menos contarte cómo) esas armas siguen existiendo mientras no se demuestre lo contrario. Por mucho que les joda a los sociatas que hacían negocios con Sadam (y que si no hubiesen declarado lo que le habían vendido, ahora no quedarían tantoen evidencia).
¿No estarás confundiendo GAMESA con EXPAL, que fue la que vendió bombas BR-250 a Iraq y fueron las empleadas como vector de armas químicas? Son bombas convnecionales de aviación de caída libre, el equivalente español a las Mk.82 estadounidenses de 500 libras (227 libras). El número que disponía Iraq después de la guerra es irrelevante. Lo importante es la cantidad de armas químicas que disponían en marzo de 2003. La información que tenemos al respecto es:
-Los inspectores de Naciones Unidas que estuvieron en el país hasta 2003.
-Las entrevistas a la cúpula del régimen de Saddam Hussein en el «debriefing» a la guerra de 2003.
-La falta de resultados de las inspecciones por todo el país. Cualquier hallazgo hubieran servido a la administración Bush para justificar la guerra a posteriori ante la opinión pública.
Todas la fuentes coinciden en que en 2003 Iraq no tenía esas armas ni la capacidad de fabricarlas.