Semblanza de Bin Laden

Osama Bin Ladn (Usama Bin Ladin) fue uno de tantos hijos de un multimillonario que era el plebeyo más rico de Arabia Saudita. El padre de Osama construyó un imperio de la nada y fue una figura superlativa. Sin embargo Osama no era especialmente carismático o brillante en su adolescencia y creció a la sombra de sus otros hermanos que se encargaron de la empresa familiar tras la muerte de su padre.

Necesitado de una causa y de construir su propia leyenda acudió a Afganistán donde su experiencia trabajando en la empresa familiar de obras públicas y su dinero le valió un lugar en la yihad contra los soviéticos. Siendo un ingeniero sin estudios de teología y jurisproducencia islámica encontró un mentor en el palestino Abdullah Yusuf Azzam, referente para los voluntarios árabes en Afganistán. Azzam postulaba por una yihad en defensa de los territorios musulmanes dentro de unos límites morales. Hubiera desaprobado sin duda el 11-S y otras tantas tropelías en el nombre del Islam. Se convirtió en una molestia para demasiadas facciones combatientes en Afganistán cuando se sabía ya que a la retirada soviética le seguiría una lucha entre los muyahidines. Azzam fue asesinado en noviembre de 1989.

Bin Laden se encontró sin quererlo al frente de una organización de combatientes que puso al servicio de sus incipientes sueños de grandeza. Como heredero de un multimillonario tuvo siempre demasiada gente a su alrededor dispuesta a decirle lo que quería escuchar con tal de sacarle dinero. El adolescente taciturno necesitado de una figura paterna se convirtió en un engreído ambicioso dispuesto a cambiar el mundo. Cometió un error típico de las personas que tienen éxito: Creerse que se debió sólo a sus propios méritos sin analizar las circunstancias y condiciones particulares. Tras la invasión iraquí de Kuwait el 2 de agosto de 1990 Bin Laden ofreció reforzar la defensa de Arabia Saudita con veteranos de la yihad afgana. La casa real declinó y pidió ayuda al gobierno de Estados Unidos. Aquello marcó la ruptura de relaciones con el gobierno de su país y el comienzo de la huída hacia adelante: Sudán, Afganistán y Pakistán.

Encontró un segundo mentor en el médico egipcio Aymán al-Zawahiri, figura destacada de la Yihad Islámica Egipcia. En al-Zawahiri ardía una rabia asesina tras su paso por la cárcel, experiencia que le marcó profundamente sobre todo por haber sucumbido a las torturas y delatado a alguien. Parece ser que al principio al-Zawahiri veía en Bin Laden un tonto útil que finaciaría sus sueños de prender la mecha revolucionaria en Egipto, el país árabe más poblado. Pero el terrorismo islamista, con su violencia ciega y absurda, no logró adeptos para la causa. El asesinato de turistas extranjeros puso en peligro la economía egipcia. La Yihad Islámica egipcia fracasó en atraer a las masas. Al-Zawahiri se resignó a un papel secundario al lado de Bin Laden.

En la C.I.A. un grupo de analistas cayeron en la cuenta del peligro que suponía la organización de Bin Laden. Pero se encontraron con un problema. La C.I.A. dividía sus equipos por países relevantes. La organización de Bin Laden no era un país. ¿Cuántos aviones de combate, divisiones acorazadas, submarinos y cabezas nucleares disponía Bin Laden? Ninguna. A los del equipo que estudiaba a Bin Laden los tomaron por chiflados. No era el lugar de la C.I.A. en el que estar si querías hacer carrera.

Los yihadistas, tras facasar en lugares como Argelia y Egipto sin conseguir levantar las masas, terminaron convergiendo en la organización trasnacional de Bin Laden, presentada al mundo en 1998 como «Frente Islámico Mundial». Por el camino quedaron los hartos y desencantados del exilio, las penurias y los fracasos. Siguieron los más fanáticos de entre los fanáticos dispuestos a aumentar la apuesta. En vez de atacar a los regímenes árabes había que atacar su principal fuente de apoyo: Estados Unidos.

Bin Laden tenía dos referencias: El atentado contra el cuartel de los Marines en Beirut en 1983 y la batalla de Mogadiscio en 1992. En ambos casos la muerte de soldados estadounidenses en un país lejano durante un conflicto incomprendido por la opinión pública estadounidense había provocado la retirada de las tropas. La conclusión de Bin Laden fue que Estados Unidos no tenía estómago para una confrontación directa.

En medio de las dudas y una crisis de liderazgo Bin Laden organizó el atentado del 11-S sabiendo que Estados Unidos respondería inviendo Afganistán. El guión de la guerra contra los soviéticos se repitiría. Afganistán sería la tumba de imperios. Pero algo falló. La resistencia de los talibán se desmoronó enseguida y la invasión estadounidense se convirtió en una carrera alocada mientras que Bin Laden, los talibán y los yihadistas internacionales huían a Pakistán. Allí pasaría los diez últimos años de su vida.

Bin Laden quedó reducido a una figura simbólica tras perder Al Qaeda sus bases en Afganistán. La fuerza de los acontecimientos obligó a transfomar a la yihad global en una empresa no descentralizada sino distribuida. La yihad estaría allí donde alguien luchara en su nombre, organizándose y financiándose de forma autónoma. Bin Laden quedaría como una figura simbólica que a través de comunicados marcaría las líneas maestras. Cualquiera que le haya leído con atención descubrirá que más allá de su discuso antioccidental no tenía más la remota idea de cómo sería la sociedad islámica utópica que pretendía construir.

Una vez más la llama no prendió en los países árabes y musulmanes. El apoyo popular, que reflejaban las encuentas tras el 11-S, cayó en picado tras las matanzas indiscriminadas de civiles en Iraq. Los voluntarios dispuestos a cometer atentados tras descargar las instrucciones para fabricar bombas de Internet resultaron ser sólo unos torpes chapuceros. La eficacia policial en Occidente mejoró. Tras el 11-M en Madrid y el 7-J en Londres no se volvieron a cometer grandes atentados en Europa.

Bin Laden murió de la peor manera posible. No lo hizo en primera línea de combate en las montañas, sino en una zona residencial donde quizás fue aparcado como una pieza ya inútil por el servicio secreto pakistaní. Tras décadas las masas árabes al final se alzaron para luchar por un destino que no tiene nada que ver con el que soñó Bin Laden, condenando al salafismo yihadista a la irrelevancia política. ¿Alguien recuerda un comunicado suyo sobre los acontecimientos de Túnez o Egipto? En los últimos meses pudo ver que todo la obra de su vida no sirvió para nada.

7 comentarios sobre “Semblanza de Bin Laden

  1. Bueno, bueno, bueno. Habrá que esperar a ver que sale de unas futuras elecciones libres en Tunez y Egipto. Porque al menos en Egipto el parido político mejor organizado y con más militantes es el de los Hermanos Musulmanes.

    Aunque podría pasar como durante la transición en España que el super organizado partido comunista fue eclipsado en la izquierda por el recien reinventado PSOE. Ojalá.

  2. Como ya dije, el modelo es Turquía. Serán países democráticos pero sus gobiernos dirán y harán cosas que no nos gusten.

    Por cierto. En Túnez los islamistas «moderados» han sido legalizados mientras que los salafistas yihadistas siguen ilegalizados.

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