Hace poco Documentos TV emitió un documental sobre los microcréditos en Bangladesh que cuestionaba la figura de Muhammad Yunus y ponía en entredicho a los microcréditos como herramienta para el desarrollo de las comunidades. Al parecer Yunus ha sido exculpado de las presuntas irregularidades en su banco. Pero quedaba en el aire la cuestión de por qué las limitaciones de los microcréditos como herramienta para el desarrollo no era un asunto conocido por el público. Todo lo que rompa el relato idealizado de la feliz ayuda al desarrollo no vende como noticia.
A los pocos días de ver el documental leí sobre los problemas de la ONG fundada por Greg Mortenson, autor de «Tres cups of tea» (traducido en España como «Tres tazas de té: La lucha de un hombre por promover la paz escuela a escuela»). Mortenson contaba en su libro que tras un fallido ascenso al K2 había llegado a un valle perdido en Pakistán. Y a partir de ahí se había comprometido a cambiar la realidad local creando escuelas para niñas. En su libro se retrataba así mismo como alguien que había sido capaz de saltar barreras culturales tratando de escuchar y comprender a los locales. Algún experto sobre Pakistán mostró sus críticas a los importantes «agujeros» en el relato de Mortenson y su aparente ignorancia de la compleja realidad pakistaní. Con el paso del tiempo parecía no encajar su apretada agenda de viajes y conferencias con el puesto de director de una ONG en Pakistán. Hasta que ha saltado todo por los aires y se ha sabido de los problemas económicos de la ONG y su fallida estrategia de construir escuelas descuidando todo lo que implica tener un programa educativo (sueldos, selección del profesorado, programa de estudios, etc.) «Tres trazas de mierda» lo han llamado.
Como sucede en estas circunstancias muchas personas ya lo sabían. Pero no quisieron o no pudieron romper el aura que rodeaba a Mortenson. Había demasiada gente que se había emocionado y conmovido sinceramente con el libro. Las ideas de Mortenson fueron usadas como referencia en el debate interno de las fuerzas armadas estadounidenses sobre estrategias de contra insurgencia. Y que Mortenson sea un fraude ha añadido leña al fuego del debate entre la aproximación «dura» y «blanda» al asunto.
En los dos casos me ha llamado la atención como surge enseguida el problema de contar malas noticias sobre la ayuda al desarrollo que echen abajo relatos idealizados y conmovedores que hacen sentir bien a los donantes de los países desarrollados. Está claro que aquí el asunto no es la eficacia de la ayuda al desarrollo sino el bienestar emocional de los contribuyentes a ONGs que necesitan aplacar sus conciencias. La cuestión es entonces, ¿ese filtro «emocional» no estaría impidiendo un debate serio y sosegado sobre la realidad de la ayuda al desarrollo? A lo mejor lo único que ello consigue es que se perpetúen las estafas, las prácticas cuestionables y tantos chiringuitos de pulseras y viajes solidarios.
Conocí el mundo de la cooperación internacional para el desarrollo a medidados de los años 90, cuando todavía había que explicar la palabra «solidaridad». Y a estas alturas estoy más por creer de forma herética que a África no la salvará la cooperación para el desarrollo sino lo que los africanos puedan producir y vender. Que Cabo Verde es el camino y no las caravanas solidarias.
Por suerte para África, los africanos con dos dedos de frente (que he conocido a un par de ellos) no esperan nada de Europa y hasta prefieren que no les «ayuden».
…el Paris-Dakar ayuda al desarrollo de la economía de las zonas bla, bla, bla,… y una senegalesa me dijo «si, pero no cuentan la cantidad de gente que muera atropellada porque sólo ven coches una vez al año y no saben que se tienen que apartar, porque el señor que conduce no tiene pensado perder la carrera por parase a dejar pasar unos peatones…»
Por desgracia para África el número de africanos con dos dedos de frente es muy escaso. Los principales problemas para el desarrollo los causan ellos mismos, con la corrupción y las incompetencias. Y eso dejando a parte guerras, guerritas y guerrillas. Que haciendo la revolución se vive muy bien.
Es que algunos parece que se han quedado calvos detrás de la oreja. Gobiernos serios y responsables con políticas serias y responsables es lo que hace que los paises se desarrollen. Y eso ha sido siempre así. Desde antes de los romanos. No hay más que mirar un poquito la historia. Pero precisamente en los lugares gobernados de forma seria y eficaz será donde las ayudas tanto de gobierno a gobierno como la que aporten las ONG’s rinda mayores frutos.
Las ONG’s son un mundo muy particular, muchas veces su «ayuda» es contraproducente para el desarrollo. Ejemplo, las que se dedican a llevar ingentes cantidades de ropa de segunda mano a África, eso ha finiquitado la industria textil local. Otras veces o van ellas a «ayudar» o no va nadie. Pero es que su financiación depende de sus resultados, así que como cualquier corporación, si hace falta los maquilla con tal de conseguir mayor recaudación. No creo que sea por una cuestión de «conciencias tranquilas». Ya si nos metemos en la gestión de las subvenciones por parte de las ONG’s aparecerán casos y cosas muy sorprendentes.