Se puede decir que hay un canon bibliográfico de la guerra de Iraq. «Cobra II», todo un ladrillo en formato bolsillo, es la historia de cómo se planificó y realizó la invasión del país. Aporta la perspectiva del régimen iraquí gracias a haber contado con documentos del e información de la investigación de las fuerzas armadas estadounidenses tras la caída de Saddam Hussein. Como el libro fue publicado originalmente en 2006 la historia de la ocupación queda incompleta.
Cómo la ocupación de Iraq resultó un desastre queda magistralmente retratada en «Fiasco» de Thomas Ricks y «Assasin’s Gate» de George Packer. El primero habla de la falta de planificación, de la burocracia y las decisiones tomadas en despachos. El segundo da voz a los iraquíes que querían un país mejor y ven sus sueños frustrados cuando todo se hunde en un país sin preparación para vivir en democracia.
«La guerra eterna» de Dexter Filkins es un libro diferente. No hay un propósito concreto de explicar qué fue mal en Iraq ni tampoco es simplemente una colección de escenas de guerra de Iraq y Afganistán. Quizás es la forma de contarlo. Filkins tiene una especial capacidad para retratar el dolor, la desesperación, la pobreza y la locura.
El Iraq que aparece en el libro nada tiene que ver con el retrato triunfante de los comunicados oficiales entre 200 y 2006. Filkins muestra el contraste entre la visión de los estadounidenses que ocupan el país y la perspectiva real de los iraquíes cuando no hay soldados, políticos y cámaras cerca. El Iraq que aparece en el libro es del un ejército local de chiste, los secuestros, las matanzas sectarias, los atentados suicidas, las venganzas…
Evidentemente la situación cambió en Iraq a partir del «Surge» y un enfoque totalmente diferente a la lucha contrainsurgencia, tal como cuenta Thomas Ricks en «The Gamble», pero a parte del valor de su prosa el libro proporciona unas cuantas lecciones sobre la realidad de una guerra sucia como la de Iraq.