Cuando tuve en mis manos por primera vez «El Palestino» de «Antonio Salas» (un pseudónimo) un vistazo a las primeras páginas me hizo calibrar al autor y su obra. Pero a pesar de sospechar que el libro no ofrecía nada de lo que promete lo terminé comprándolo por la perspectiva que ofrece sobre la actual Venezuela. No es un libro que aporte nada en torno al terrorismo islamista y no hubiera merecido ni siquiera una línea aquí de no haber descubierto que apenas existen en Internet reseñas escritas por personas que realmente hayan leído el libro (son 660 páginas) y que sirvan de aviso a los desprevenidos.
«Aprendió árabe, se convirtió al Islam, se infiltró en las redes del terrorismo internacional» reza la portada debajo del título. Pues lo que cuenta «Antonio Salas» en su libro es que ni consiguió aprender el árabe ni se infiltró en las redes del terrorismo internacional. Es cierto que estudió árabe pero como él mismo reconoce «[m]i árabe es poco y malo» (pág. 597). De hecho esta limitación con el idioma marcó toda la «infiltración». Hablando un poco de árabe clásico con un fuerte acento jamás iba a conseguir hacerse pasar por palestino. Enseguida desiste de su intención ya que «por mucho que me esforzase, jamás podría pasar por un árabe nativo» (pág. 58).
Cuando «Antonio Salas» se encuentra en la prensa las acusaciones contra el gobierno de Chávez de haber convertido al país en un nido de organizaciones terroristas (FARC, ETA, Hizbolá, etc) decide presentarse como un venezolano de ancestros palestinos que emigró a España. Con ello explicaría que no habla ni la variante levantina del árabe ni el español con acento venezolano.
Primero viaja a los Territorios Ocupados, Jordania y el Líbano donde hace turismo y realiza entrevistas con personalidades públicas y miembros de organizaciones palestinas. Ninguna de ellas tiene carácter clandestino y de haberse presentado allí como un periodista español seguramente habría conseguido los mismos testimonios denunciando la ocupación israelí, las muertes de civiles y las violaciones de derechos humanos.
Entonces marcha a Venezuela y se involucra en los grupos de ultraizquierda que apoyan la Revolución Bolivariana. Allí interpreta el papel de activista de la causa palestina escribiendo en publicaciones on-line, creando blogs y participando en boletines de organizaciones de ultraizquierda. Muchos de esos grupos con los que contacta están armados y mantienenen una relación contradictoria con el gobierno tal como reflejaba David Beriain en su documental «Los Guardianes de Chávez». Ninguno de esos grupos se oculta y en su reportaje para el programa REC de Cuatro conseguía testimonios a cara descubierta en el barrio de 23 de Enero y del grupo «La Piedrita» o encapuchados como el caso del Movimiento Revolucionario Carapaica. El trabajo de «Antonio Salas» en este aspecto es interesante y podría haber centrado sus esfuerzos de investigación ahí: En dilucidar qué grado de conexión tiene el gobierno venezolano con esos grupos. O la implantación de ETA en territorio venezolano. En tal caso el libro debería haberse titulado «El Chavista».
A pesar de de que «Antonio Salas» demuestra todo el tiempo ser un tipo dado al dramatismo y a la exageración no se ahorra las anécdotas en las que demuestra su torpeza o su ignorancia. Al menos logra con ello resultar gracioso y a veces hasta entrañable compensando así sus ínfulas. Se pasea por Zarqa sin localizar a la familia de Abu Musab al-Zarqawi y por Granada sin averiguar el paradero de Taysyr Aluni. Se relaciona con el líder de «Hizbolá-Venezuela» y se gana su confianza sólo para descubrir tras un tiempo que nada tiene que ver con la organización libanesa. Irónicamente el falso palestino con más voluntad que otra cosa termina relacionándose con aprendices de terroristas islamistas con más voluntad que capacidades y contactos en un juego donde todos juegan a ser lo que no son.
«Antonio Salas» consigue localizar a los parientes de Ilich Ramírez Sánchez (alias «Carlos», alias «El Chacal»). El famoso terrorista propalestino ahora convertido al Islam cumple condena en Francia y ya casi nadie en Venezuela se acuerda de él. «Antonio Salas» impulsa la creación de un comité de solidaridad con él y llega llega hasta el mismísimo «Carlos» que trasladado a un cárcel menos estricta puede hacer llamadas al exterior. El legendario terrorista abandonado por casi todos y escaso de recursos confía en el supuesto admirador palestino que terminará convertido en el encargado de llevar su blog personal. Cuando el líder de Hizbolá-Venezuela da con sus huesos en la cárcel «Antonio Salas» cumplirá la misma función.
Se le abre a través de «Carlos» de la oportunidad de ir a Turquía y contactar con el IBDA-C, un grupo yihadista salafista de verdad considerado como «terrorista» por los Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo dejará pasar la oportunidad porque tras años de «infiltración» llega a un punto de agotamiento emocional y económico (pág. 641).
A través de «Carlos» también llega a Eduardo Rózsa Flores, un boliviano de padre húngaro judío y veterano de la guerra de los Balcanes donde luchó en las filas croatas. Un personaje curioso que decía haber recibido entrenamiento del KGB primero y luego haber pasado por las filas del Opus Dei. Veterano de la guerra de los Balcanes donde combatió en el lado croata finalmente se convirtió al Islam. Tras una relación fluida «Antonio Salas» se entera por las noticias de que Rózsa muere en una extraña operación «antiterrorista» en la pronvicia boliviana de Santa Cruz. Según el gobierno boliviano Rózsa pretendía junto con un grupo de mercenarios europeos asesinar a Evo Morales. «Antonio Salas» se asusta porque la investagación sobre Rózsa podría llegar hasta él y decide poner fin a su «infiltración».
Y así transcurren las 660 páginas donde las vivencias de «Antonio Salas» se salpican de información sacadas de medios de comunicación o sumarios judiciales, que es lo más cerca que llega a estar relacionado con las redes del «terrorismo internacional». Por el camino nos descubre lo duro que es ser musulmán en Europa, la cantidad de prejuicios que albergamos los occidentales hacia los musulmanes y llega a la conclusión de lo relativa que es la etiqueta de «terrorista». «Antonio Salas» termina comprendiendo a los iraquíes y palestinos.
Curiosamente los mismos medios on-line donde el alter ego palestino de «Antonio Salas» publicaba sus artículos le han entrevistado (uno y dos ejemplos) tras la publicación del libro, lo que refleja lo inocente y banal de la mascarada.
Es que infiltrarse de verdad es muy difícil y más en un entorno tan cerrado para los occidentales como son las redes fundamentalistas.
Lo que me hace gracia es que el tipo tenga el descaro de promocionar el libro como lo que no es. Y encima que Internet esté llena de entrevistas donde cuenta sus «hazañas» y artículos que sólo se limitan a copiar y pegar las notas de prensa de la editorial.
Si hubiera titulado su libro «El Chavista» estaría aquí recomendando su lectura.
Yo siento que estoy perdiendo el tiempo con el libro, no es un trabajo serio, periodisticamente no tiene relevancia de ningún tipo, el habla de alcanzar una entrevista con el asesor de Chávez en asuntos árabes como una hazaña que no podría haber logrado ni no hubiese sido por su su..nada..no hace nada en realidad, pagar boleos aereos y parecer un novato preguntando tonterias por toda caracas, hace lo mismo en Medio Oriente. Nunca esta realmente en peligro, y no profundiza en nada, nunca observe un esfuerzo para infiltrarse en el terrorismo más bien hacia un esfuerzo para parecer arabe e impresionar a unos supuestos terroristas, narraba su experiencia al entrar a una mezquita como una experiencia peligrosisima y delicada, demasiado dramatico, las excesivas referencias a sus anteriores trabajos se me hacian tediosas e innecesarias, demuestra mucha ignorancia, no entendí muchas como que no voto en las elecciones de Venezuela y andaba con gente que esta metidisma en eso y el no podia llevar el dedo manchado porque no voto realmente pero sus camaradas no le decian nada por eso y como venezolanos es lo primero que hacemos después de unas elecciones enseñar el dedo manchado es instintivo te preguntan ya votaste y tu levantas el dedo lo enseñas y dices si, sali rapido, o si habia mucha gente, y así otras muchas cosas e inconsistencias. Lo rescatable del libro es que es pro paz y muestra las dos caras de la moneda de un conflicto que nos parece ajeno e incomprensible, habria tenido más valor su libro si se hubiera dedicado solo a mostrar los detalles del conflicto. Y estoy de acuerdo con el autor en que el no es un tipo muy inteligente ni muy audaz.
El detalle del dedo lo desconocía. Así que hay una razón más para sospechar que su «infiltración» fue de chiste.