Iberoamérica: Coopera o paga las consecuencias

En GuerrasPosmodernas.com hemos dedicado muy poco espacio a Iberoamérica. Un repaso a los países de los que más hemos hablado nos permite trazar en un mapa una región imaginaria que abarca desde el Cuerno de África a Afganistán, pasando por los Territorios Ocupados, Líbano, Iraq e Irán. Casualidad o no, la región del planeta que Zbigniew Brzezinski denominaba en su libro «El gran tablero mundial» los «Balcanes Euroasiáticos» y que hasta la creación del mando regional africano de las fuerzas armadas estadounidenses (AFRICOM) coincidía con el Mando Central (CENTCOM).

Mientras tanto, ¿realmente no ha pasado nada interesante en Iberoamérica? Los mapas temáticos que muestran con colores diferentes o símbolos los países en guerra muestran un África en crisis, un Asia convulsa y una tranquila Iberoamérica. El fin de la Guerra Fría supuso el fin de un ciclo de conflictos abiertos tras la desmovilización de las guerrillas de inspiración comunista y el fin del régimen sandinista en Nicaragua. Surgió entonces una nueva generación de movimientos políticos que decían aspiraban a alterar el status quo pero que pretendían alcanzar el poder mediante las urnas. Colombia quedó en los años noventa como el único país iberoamericano con un conflicto armado de gran envergadura, sin olvidar episodios puntuales de México y Perú.

El marco teórico de las guerras posmodernas plantea que por un lado surgen actores subestateles (como por ejemplo las «maras» centroamericanas) mientras el estado pierde protagonismo frente a la aparición de actores internacionales supraestateles. Esto es, la integración regional lleva a la creación de estructuras políticas supraestatales que generan mecanismos de resolución de conflictos y disminuye el riesgo de guerras entre estados. Además la colaboración entre países lleva a la creación de fuerzas militares multinacionales que se convierten en instrumento de la política común de la organización regional.

En el caso de Iberoamérica la intervención en Haití bajo bandera de la ONU fue un primer paso de trabajo conjunto entre los países iberoamericanos que ha dado sus frutos. Tenemos el caso de Chile y Argentina. Del conflicto por el canal Beagle en los años setenta y la ayuda clandestina de Chile al Reino Unido durante la Guerra de las Malvinas a los ejercicios conjuntos «Araucaria» en la Patagonia y finalmente a la creación de la brigada argentino-chilena «Cruz del Sur». Este viernes en Brasilia se ha dado un paso más con la creación de la Unión Suramericana de Naciones del que saldrá un Consejo Suramericano de Defensa y un tratado de seguridad que los países miembros se han comprometido a suscribir en seis meses.

Sin embargo una amenaza se cierne sobre la cooperación interestatal en materia de seguridad y defensa en el continente: La aparición de una política de bloques y la consiguiente carrera armamentística. Todo el continente americano es un entramado de viejas rivalidades: Venezuela vs. Colombia, Ecuador vs. Perú, Chile vs. Argentina, etc. La ruptura del equilibrio en alguna de las partes de esta red provocaría un efecto de bola de nieve. Y hay riesgo de que ello pudiera suceder. Tras los grandes programas de compra de armamento a Rusia por parte de Venezuela las fuerzas armadas colombianas han decidido lanzar un programa para reforzar sus capacidades convencionales. En Brasil se mira también con desconfianza el rearme venezolano y no se olvida el sueño de convertirse en potencial militar regional con la cooperación tecnológica francesa. Chile ha aprovechado los recortes de las fuerzas armadas europeas para comprar con las divisas que genera el cobre fragatas, cazas y vehiculos acorazados. Aparte de dar un salto con la compra a EE.UU. de una versión avanzada del F-16. Cómo no, en Chile se aspira a igualar la puja chilena.

La creación de la Unión de Naciones Suramericanas no es desde luego la primera iniciativa de integración regional. En su seno conviven Mercosur y la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe. Que los países de la región se lanzaran en tromba a por costosos programas de armamento justificados ante los respectivos electorados con una retórica nacionalista y demagógica sólo podría hacerse hipotecando el futuro económico. Sería catastrófico en lo político y lo económico. Mientras la atención estadounidense se mantiene lejos de su histórico «patrio trasero» Iberoamérica disfruta una oportunidad histórica.

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