Mark Bowden es un autor de referencia para este blog. Sus libros «Blackhawk Down» y «Matar a Pablo Escobar» darían para un largo análisis. Bowden habló de la privatización del Plan Colombia mucho antes que todo el mundo oyera hablar de las PMC y la guerra de Iraq. Y un artículo suyo sobre los interrogatorios a insurgentes iraquíes que llevaron a la captura de Al Zarqawi ayudaron a colocar de una vez por todas a Jack Bauer en la esfera de la ficción.
Sin traducción al español, que yo sepa, permanece «Guests of the Ayatollah». Me interesé por el libro suponiendo que era un relato de la fallida operación militar para intentar rescatar a los rehenes de la embajada estadounidense en Teherán. Así que me dispuse a zambullirme en los cientos de páginas del libro esperando una presentación exhaustiva de la planificación de la operación, un visión desde dentro de la misteriosa Delta Force y un análisis detallado de por qué fracasó el operativo militar. Nada de eso.
El libro cuenta el asalto a la embajada con todo lujo de detalles, y luego pasa a narrar el largo y penoso cautiverio de los rehenes estadounidenses. 444 largos y aburridos días, en los que fueron sometidos a torturas y sufrieron la falta de alimento y atención médica. El libro recoge también la atmósfera que uno se contagia del tedio y desesperación de los rehenes viendo las cientos de páginas que le quedan para acabar.
Superado el chasco de no haberme encontrado con el típico libro de batallitas militares me encontré algo realmente interesante en toda esta historia. Las lecciones para el presente y los paralelismos de los papeles interpretados por los principales actores del drama son inequívocos.
El asalto a la embajada de EE.UU. fue un golpe de efecto, una huida hacia adelante de los duros del régimen en un momento en que el futuro de la Revolución Iraní estaba en juego. Causar un conflicto con un actor exterior fue una vez más el instrumento para identificar la nación frente a sus enemigos con el gobierno, y eliminar a los opositores tachados de tibios o traidores. A la larga, el incidente sólo consiguió aislar internacionalmente al país y cortar de raíz el especial vínculo que Irán había tenido con EE.UU. Cuando Bowden viajó a Irán para documentarse sobre el libro, preguntó a iraníes corrientes sobre su visión del asunto. Se encontró que muchos consideraban que la crisis de los rehenes es algo que perjudicó al país y que por tanto ¡tuvo que ser obra de la CIA!
Sin embargo desde fuera no se entendió la complejidad del juego de poderes y contrapoderes, corrientes y facciones, en el que se sumía el Irán revolucionario. Irán se percibió desde fuera como un ente monolítico. La crisis se achacó a la maldad y perfidia iraní, mientras que en las escasas ocasiones que se jugó la baza de aliados en el interior no se entendió que el vincular a alguien del país con los EE.UU. en un situación así era colocarle la etiqueta de colaboracionista y traidor. Nada nuevo cuando vemos a la administración Bush hacerle la campaña a HAMAS abrazando a Abbas.
La ignorancia sobre el contrario no fue menor en el caso iraní. Tras meses y meses de cautiverio los iraníes se extrañaban que las masas del proletariado estadounidense no habían salido a la calle a protestar contra su gobierno y en favor de los camaradas iraníes. Parecía el pueblo iraní no comprendía el funcionamiento de la sociedad estadounidense. Ni sus líderes comprendían el sistema político estadounidense, con sus distintos centros de poder y la presión en un caso así de la opinión pública sometía al gobierno de Jimmy Carter. Posiblemente la visión de EE.UU. quedó ofuscada por el desfile por Irán de personajes de todo pelaje: Religiosos, pacifistas, izquierdosos varios… Todos dispuestos a salir en la foto, denunciar a EE.UU. como origen de todos los males del mundo, mostrarse comprensivos con iraní pero ninguno a condenar la privación de libertad de sus conciudadanos. Algunos incluso parecía participar de una gran fiesta. Se dieron casos de encuentros entre esos «enviados de buena voluntad» con lo rehenes, que tan pronto dieron rienda suelta a sus quejas sobre torturas, malnutrición y enfermedades, se encontraron con malas caras. Alguno incluso rechazó los papelitos con mensajes que a hurtadillas los rehenes trataban de hacerles llegar en en los paripés montados ara la prensa. ¿Por qué habríamos de extrañarnos que siempre habrá alguien de izquierda en alguna parte, incluso con pasaporte estadounidense, dispuesto a hacerle el juego a cualquier canalla y tirano que se enfrente a EE.UU.?
Fue hace unos 30 años. Y parece que no aprendimos nada.
Vaya rallada, macho.
Al pasar del primer párrafo caí en esa modorra que te entra después de comer copiosamente. Lo admito: dormí, abierta la boca y lanzando tremendos ronquidos. Me asaltó una pesadilla: la empresa basura de Geoban no nos pagaba incentivos, o peor, nos lo pagaban pero no pasaban del 50% sobre el límite máximo correspondiente. Me desperté sobresaltado. Descubrí que las pasadillas pueden ser muy reales.
Saludos, Canario
Supongo que lo que cuento en este blog no es para cualquiera.
Ja ja ja. No te lo tomes a mal, Lobo. Este blog necesita humor, y yo siempre quise ser payaso. Seguro que para tí lo soy, aunque me temo que debo estar haciendo algo mal, porque no te hago reir. ¿O si?.
¿Para cuando un sesudo artículo acerca de los Pecos?. Hay material suficiente, aunque no lo creas. Por ejemplo, ¿sabías que los Pecos se disolvieron fueron llamados para hacer el servicio militar?.
Del ejército no hablamos, ¿no?.
Con cariño, rui cai.
Si no sabes distinguir a Al Zarqawi de Al Zawahiri te será un pelín complicado seguirme. Este blog es para frikis sin complejos. 😀
Efectivamente, para frikis de lo militar y de las relaciones internacionales. Y sin complejos. Así que los no frikis y los acomplejados sobran. Y los graciosetes tambien.
El humor de los frikis es muy peculiar e intelectual.
Reflexión: no solo en esos paises aparecer como amigo de USA es una tara, tambien en lugares mucho más cercanos. Y eso es un gran problema en las relaciones internacionales de USA. Muchas veces no pueden elegir a un aliado «fiable», si no a la opción menos mala. Como por ejemplo las corruptas monarquias del Golfo. Son unos aliados tan de fiar como una mina defectuosa. Pero la alternativa es mucho peor.